Le hubiera gustado decirle que porque precisamente no le conocía bien tenía que escudarse en clichés y apariencias, que en el tiempo que llevaba en el refugio quizá era la primera conversación más o menos larga que mantenían, que le gustaría tener más ocasiones de hablar de lo que fuera, que no hablaba de lo que otros le contaban y que la discreción había sido una exigencia natural en su vida. Pero no hubo ocasión para hacerlo. Pertrechado con su biberón como si de una tabla salvavidas se tratara, Kane se marchaba.
-No diré nada. Buenas noches, Kane.
Ya no quedaba nadie en la cocina. Solo él y una soledad que no le pesaba. Empezó a trajinar con las tazas y la infusión y cuando estuvieron listas se encaminó al taller donde esperaba estuviera Trish.