Partida Rol por web

El hombre asintió complacido a aquellas primeras palabras de Kane y luego asintió de nuevo confirmando con ese gesto que a él no le molestaría en absoluto que alguien sacase de la circulación a la gente como los hombres de los que hablaba. Sin embargo, con lo siguiente que dijo el pistolero, el tipo se alteró un poco. 

—Era, era —aseguró, totalmente convencido, y se llevó el pulgar a la boca para besarlo en juramento—. ¡Por estas que era! Tenía el revólver y todo, yo lo vi con mis propios ojos. Era el Hijo, no tengo ninguna duda —decía, con vehemencia—. ¡Si hubieras visto cómo el cielo se abría para iluminarlo no dudarías! Yo soy como santo Tomás, tengo que ver. ¡Pero lo vi, compa! Las nubes se apartaban a su paso y tendrías que ver cómo disparaba su revólver... Qué puntería. Nadie más podría haber sido. Era. 

Una vez dejó clara su postura, se encogió de hombros. 

—No sé por qué ahora. A lo mejor estaba en otro lugar. O a lo mejor estaba acechando en las sombras esperando su momento.  A saber —señaló, encogiéndose de nuevo de hombros antes de repetir lo que parecía ser lo más importante para él—. Pero ha vuelto, eso es seguro. Te lo he contado todo, compa. Lo que hay es lo que hay. Lucio no miente. El Hijo de Galilea ha vuelto y las calles son más seguras con él. ¿Y tú qué tienes con él? ¿Lo estás buscando?

Kane asintió lentamente ante las aseveraciones de Lucio, aunque consideraba algo fantasiosa la historia, ¿para qué iba a inventarse una historia así? ¿Y por qué ahora? El pistolero movió ligeramente la cabeza, sintió el peso de Raguel en su funda, quizá una sugestión que pretendiera decirle algo al respecto.

—Te creo, Lucio. Solo es.. que nadie ha sabido nada de él durante, ¿cuánto tiempo? ¿Un año? ¿Dos? —suspiró levemente, miró a los ojos al chatarrero —. Al menos.. salvó a la muchacha.

La pregunta de Lucio acerca de su interés por su alter ego no era inesperada, pero aun así el pistolero no tenía una respuesta clara a ese interés. Quizá ni él mismo sabía porqué quería saber más al respecto. Su tiempo como el Hijo de Galilea se había acabado, ¿qué importaba que otros siguieran su ejemplo? ¿Ejemplo? No, no quería pensar que su enloquecido viaje de siete años matando a los que hacían el mal fuera un ejemplo. Él lo sabía, no era justicia, era venganza. Venganza anegada de desesperación.

—Hace tiempo que le conocí. Me pareció un hombre lleno de resentimiento.. aunque sus intenciones eran proteger a los demás —torció el morro hablando de si mismo de aquella forma, se llevó la mano al guante inconsciente, algo ausente antes de proseguir. Sintió el tatuaje de golondrina oculto bajo el cuero, un eco, un recuerdo —. Aunque quizá su forma de resolver las cosas.. sea la única que entienden los malvados de este tiempo. Sentía curiosidad, por saber porque ha vuelto.

El hombre se encogió levemente de hombros con las primeras palabras de Kane, mostrando así que no tenía claro cuánto tiempo había desaparecido aquel al que consideraba, a todas luces, un héroe. Luego asintió, conforme con lo de la muchacha. Pero fue lo siguiente que dijo el pistolero lo que atrajo su atención e hizo brillar sus ojos con admiración. 

—¡Lo conociste, compa! —exclamó, sin que pareciese dudar lo más mínimo de las palabras de Kane—. Eres afortunado entonces. ¿Te salvó a ti? Sin duda sus formas son las que tienen que ser. Hay demasiada escoria en el mundo y lo único que se puede hacer con esa gentuza es meterles un tiro en la cabeza. El Hijo lo sabe —aseguró con total convencimiento—. Por eso hace lo que hace. 

Entonces lo miró con la curiosidad flotando en sus pupilas y removió un poco su postura, acomodándose para escuchar mejor.

—Y di, ¿te contó su historia? ¿Sabes de dónde salió o por qué se escondió?

Alguna vez escucharía las palabras de Jeff. Que todo lo que tenía de centrado, lo tenía de bocazas. ¿Qué se le iba a hacer? La discreción de Kane radicaba en sus silencios, pero era abrir la boca y le perdían los demonios. Cuando pululaba por los caminos en solitario, bastaba el silencio, una mirada adusta y una frase seria para sacar lo que quería, cuando viajaba con Clementine ella se encargaba de hablar y él de poner presencia física. Pero ahora Kane sentía avanzar en la ciénaga de sus propias afirmaciones.

—Lo conocí —asintió Kane, no quería mentir descaradamente, pero quizá podía reconducir la conversación. Eso puede que fuera mucho pedir —. No, no me salvó. Solo.. vi que estaba triste. Que peleaba por inercia, no por convicción, ¿sabes? —suspiró atajando con la mano —. Imaginaciones mías, supongo. Parecía que estaba buscando algo.

Su historia. Esas palabras generaron un vértigo tremendo en Kane, aquel ejercicio para alimentar su ego era una tentación, pero por extraño que pareciera hablar con un desconocido era liberador. Se sentó sobre un montón de chatarra, pensativo.

—No con mucho detalle, nada a decir verdad —admitió Kane tratando de sonar convincente —. Buscaba a alguien. Alguien que había perdido, importante para él, pero que jamás llegó a conocer —habló poco a poco abriendo un cofre que había pasado mucho tiempo cerrado —. Le obsesionaba, ¿sabes? Pero nunca llegó a encontrarlo. Me contó que.. dado que no podía hacer justicia por lo que a él le habían hecho, la haría para los demás. Que había visto demasiadas veces lo terrible y se había amparado con que no era asunto suyo —apretó los labios —. Y un día sí lo fue. Sí fue asunto suyo.. y empezó a hacer la justicia que la gente necesitaba. Pero fue descubriendo que por cada muerte que propiciaba, se iba haciendo cada vez más fácil, ¿sabes? La justicia fue perdiendo el sentido, se convirtió en venganza. Llegó a.. disfrutar con la muerte de los malvados. Y eso le asustó —alzó la mirada hacia Lucio, dibujó una sonrisa sardónica —. Buscó durante mucho tiempo hasta que encontró a.. un serafín. Un ángel con una voz tan hermosa que era capaz de limpiar el alma, de perdonar toda la pena y asco que sentía en su interior, y entonces.. cambió. Tomó otro camino, ¿uno mejor? No lo sé.

Frotó las manos sintiendo el rascar del cuero duro de su guante, respiró profundamente y bajó la mirada buscando algo que no era capaz de encontrar. Nunca fue capaz de encontrar.

—Me dijo que.. siempre es asunto nuestro —dijo con lentitud, alzó la mirada una vez más —. Que todos podemos hacer algo por los demás. Que si algún día hacemos nuestros los problemas de los demás, que si nos protegemos los unos a los otros.. ya no hará falta gente como él. Porque en cada uno de nosotros reside el héroe que necesita la persona que está a nuestro lado. Quizá por eso decidió apartarse, ¿quién sabe? Quizá creyó que otros se preocuparían más de los demás.. no lo sé. Quizá ni él mismo sabe porque lo hizo.

Acabó encogiéndose de hombros, no sabía si había hablado de más o si Lucio fuera a entender lo que había tratado de expresar. Se sintió un poco dramático al hacerlo de aquel modo, pero en su mente se agolparon rostros y recuerdos, razones por las que luchar, por las que sacrificarse y seguir adelante. Miró hacia las aguas un instante, se quedó absorto un momento antes de volver a Lucio. Sonrió ligeramente, movió la cabeza ahuyentando pensamientos demasiado pesados para ese momento.

—Supongo que esperaba que la gente tomara ejemplo. Que hiciera la vida del prójimo algo mejor. No necesariamente con las armas, sino con tender la mano al necesitado. Eso estaría bien, ¿no crees? —la sonrisa se ensanchó, teñida de una esperanza cansada pero sincera.

El hombre casi parecía un niño, de tan atento que escuchaba la historia que iba desgranando el pistolero para sus oídos. Sus ojos bien abiertos, contemplándolo con las pupilas algo dilatadas por la excitación y tan fijo que parecía que quisiera beberse sus palabras.

No le interrumpió en ningún momento, aunque de tanto en cuando asentía ligeramente con la cabeza, tal vez para mostrar que seguía escuchando o quizás para declarar su acuerdo con algunas de las palabras que Kane parecía retransmitir. Pareció algo desconcertado con la parte sobre el serafín y su expresión fue de cierto escepticismo con esa mención a un nuevo camino para aquel al que consideraba un héroe. Pero cuando Kane terminó de hablar, el hombre dio una palmada sobre su propia pierna. 

—Eso es la Comunidad —aseguró, asintiendo con la cabeza repetidamente—. El Hijo te estaba hablando de nosotros. Nos unimos para ayudarnos unos a otros porque juntos somos más fuertes. Nos defendemos mutuamente, nos preocupamos por nuestros vecinos y entre nosotros nunca le falta nada a nadie. El Hijo sabía de lo que hablaba, compa —decía, convencido—. A lo mejor era de los nuestros —valoró, sonriendo ante esa idea—, ¿tenía acento? ¿Llegaste a ver su revólver? Dicen que de cerca se puede notar que de él sale una luz celestial. 

Kane asintió a Lucio tal como si las palabras del chatarrero aliviara un tanto la carga de la confesión velada que acababa de hacer. Llegó a sonreír contento al escuchar los ideales de la Comunidad, de la suma, de lo que significaban proyectos como ese.

—Puede que lo fuera, pero.. ¿importa? Da igual de dónde vengas, adónde vayas.. si tu camino o tu destino no guarda maldad para nadie, ¿no? —se encogió de hombros poniéndose en pie, Kane pensó en el hogar y dirigió la mirada hacia el norte, hacia.. casa. Pensó en el jardín de su casa, sus habitaciones, sus padres, su tía, sus vecinos. Creyó que con el tiempo los iría olvidando, pero con el paso del tiempo se iba afianzando en su memoria como un elenco de recuerdos idealizados. ¿Y qué importaba? Idealizados. Esos tiempos no volverían. Al menos, si tenía que recordar, que fueran buenas cosas —. No sé si sale luz celestial de su revólver —admitió con una risa leve, agradable —. Él, simplemente, trataba su arma con respeto y dedicación. Supongo que era su forma de respetar la majestad de la muerte. A saber.

Se estiró un tanto, no sabía cuanto tiempo había pasado hablando con Lucio, pero tampoco quería demorarse en exceso.

—Creo que debería volver ya —dijo con paciencia —. Te agradezco lo que me has contado, Lucio. Gracias de veras. Ha sido muy instructivo —asintió agradecido al chatarrero —. Y sé a quién preguntar si necesitamos chatarra para el Morris, ten por seguro.

Dispuesto a marcharse, se detuvo pensativo mirando a Lucio.

—Si Mónica preguntara, dile que lo siento no haberla buscado —puso una ligera mueca de circunstancias —. Se la veía lista, ¿qué sabes de ella? —se rindió a la curiosidad.

—No importa —respondió el hombre mientras Kane dejaba su mirada vagar hacia el norte—. Pero a todos nos gusta pensar que los grandes hombres nos pertenecen, ¿no?

Luego compartió su risa, aunque parecía que nada sería capaz de sacar de su cabeza la idea de que el revólver del Hijo de Galilea tenía la luz del cielo a su alrededor. 

—Di que sí, compa —dijo después, cuando Kane mencionó la chatarra—. Chatarra y cacharros. Lucio es tu hombre. 

Él no se puso en pie cuando Kane lo hizo, sólo lo miró desde abajo y se rió de nuevo. 

—Se lo diré, claro. ¿Ya te ha conquistado a ti también? —Sacudió la cabeza, como si con ese gesto quisiera declarar que la chiquilla no tenía remedio, pero luego se puso más serio—. Es de aquí de siempre. Se quedó huérfana y bueno, la criaron entre varias vecinas. Un día con una, otro día con otra. Hicieron lo que pudieron entre todas, pero la chavala tiene tendencia a meterse en líos. Si no fuera tan graciosa ya habría acabado mal. Es lista como el hambre. —Se encogió de hombros con un gesto de inevitabilidad—. Se hace querer. Si la conoces la quieres, eso es así, compa.

Kane únicamente respondió con una sonrisa de circunstancias cuando escuchó aquello de los grandes hombres, una sonrisa sin demasiada fuerza ya que no comulgaba en exceso con aquella definición. Se encogió de hombros sin dar una respuesta a la supuesta conquista de Mónica, si era una forma de llamar a su curiosidad, así era.

La explicación que Lucio dio de la muchacha no escapaba, para nada, a la realidad de la Mónica que había conocido. Palabra a palabra, aunque no veía claro como se las hubiera manejado con los tres matones del viejo grupo de Morgana. Líos, esa palabra tan recurrida por Jeff, Kane suspiró internamente antes de responder al chatarrero.

—Hay gente que nace con buena estrella, y otra que se la crea a su imagen —comentó el pistolero, tendió la mano a Lucio —. Gracias por contarme lo que sabes, Lucio. Te lo agradezco. Me esperan, y no quiero demorarme mucho.

—No hay de qué, compa —respondió el hombre, estrechando la mano de Kane—. Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme. 

Mientras el pistolero empezaba a alejarse le llegaron todavía las últimas palabras de Lucio, en modo de buenos deseos. 

—Que tu camino sea tranquilo y tus pasos seguros. 

Después, el hombre volvió a inclinarse sobre la plancha metálica para continuar con su trabajo.