Partida Rol por web

Parecía increíble, pero los berridos del bebé habían ido subiendo de volumen y estando a su lado el sonido parecía taladrar el cerebro. Sin embargo, en cuanto detectó el biberón junto a su boca detuvo el llanto en seco para agarrarlo con sus labios y empezar a chupar. Su pecho todavía se movía agitado tras el berrinche, pero al cabo de algunos segundos empezó a respirar y tragar más despacio. 

Sus manos buscaron el bibe, pero no para sostenerlo, sino para apoyarse en él y empezar a abrir y cerrar los deditos, como si quisiera amasarlo. Sus ojos se entrecerraron y su rostro parecía de repente estar en paz. Los presentes en la capilla se hicieron entonces conscientes del alivio que suponía un silencio que se extrañaba cuando desaparecía. 

—Menos mal.

Skyler exhaló con alivio al ver que el niño se calmaba con la llegada del biberón y estiró las piernas echándose un poco hacia atrás en la silla. Todavía tenía entre las manos su infusión y, tras contemplar al crío durante varios segundos, se la llevó a los labios para apurar su contenido. 

—Yo me tengo que subir a la azotea, que me toca hacer guardia —dijo entonces con voz tenue, como si temiese romper la tranquilidad que se había creado tras el rato de tensión con los alaridos del bebé—. Si veis a Robin despierto, decidle que suba a verme, ¿vale? 

Sin embargo, a pesar de sus palabras, no llegó a moverse todavía, con las pupilas prendidas de la imagen de Clementine con el niño y el biberón. 

El suspiró de alivio fue general, el silencio del bebé al verse alimentado de una vez fue gracia divina concentrada en lactosa. Kane se quedó junto a Clementine, sentado, mirando al bebé comer su cena, miró de soslayo a la mujer y sonrió con cara de circunstancias.

—Llegó la caballería como decían en el viejo mundo —comentó con cierto humor contenido mientras se acomodaba para ver la escena, volvió la mirada hacia Skyler y asintió —. Lo haré, Sky, no te preocupes.

La mirada de Kane se quedó prendida del bebé, de nuevo las saetas del recuerdo aventuraban cuestiones poco halagüeñas, pero las ahuyentó. Había algo profundamente tranquilizador en esa imagen, la de Clementine y el bebé, pues se sorprendió al verse con una leve sonrisa en los labios como si no hubiera otra cosa en el mundo en ese instante.

Clementine suspiró de igual manera, aliviada, sintiendo cierto remordimiento por escuchar finalmente cómo descendía la intensidad del llanto para dar paso a la voracidad, quedándose, al igual que sus acompañantes, unos instantes en completo silencio, observando con cierto asombro cómo el bebé engullía el contenido del biberón- Pues sí que tenía hambre...-dijo, percatándose de cómo amasaba el envase, o al menos parecía intentar hacer algo parecido. Otra señal inequívoca de que era un niño de pecho. 

- Ve tranquila, Skyler. Yo supongo que estaré por aquí un rato más y me iré a dormir. Y si vemos a Robin, se lo diremos.-respondió, aunándose a las palabras de Kane, dedicándole una breve mirada, sonrojándose profusamente en el acto al percatarse de su expresión y tener un recuerdo fugaz que incluía la luz del crepúsculo, volviendo a prestar atención seguidamente al pequeño, mientras lo acunaba y trataba de taparlo también con su poncho, sin entorpecer su labor de alimentarse del biberón. 

La chica se puso en pie con un movimiento perezoso. Y es que con el frío del invierno la azotea no era el lugar más acogedor o apetecible del Major Morris. Dejó su vaso vacío junto a la madera que había usado como bandeja. 

—Pues me subo ya —dijo, finalmente—. Cuando terminéis las infusiones dejad los vasos ahí y ya los limpiaré cuando termine la guardia. Que paséis una buena noche. 

Se puso en movimiento hacia la puerta, dedicando una última mirada a los que quedaban atrás alimentando al bebé, y se marchó dejándolos a solas. 

- Que sea leve- dijo, tratando de conferir ánimo a Skyler para que su guardia en la azotea no fuera tan tediosa- Si tienes frío te puedo dejar mi poncho, cuando me vaya a la cama. Lo pondré cerca de la puerta de mi habitación.-apuntó, viéndola marchar, antes de que finalmente se quedase a solas con Kane... Y con Bentley.

Clementine dedicó una breve mirada al pistolero, ligeramente sonrojada- Bendita leche en polvo. Mano de santo.-dijo, con una sonrisa y un suspiro- ¿Qué... Qué has estado hablando con Skyler? 

Kane se despidió de Skyler que tras apenas unos instantes volvía la atención a Clementine y al bebé, quizá consciente de la expresión que estaba evocando procuró mostrarse más neutro. Mas el sonrojo de la mujer pareció contagiarse un poco a este, carraspeó un poco rehuyendo la mirada nervioso, pero la escuchó preguntar aquello.

—Me preguntó si te habías enfadado con ella, y la aconsejé un poco —movió un poco la cabeza con cierto ambigüedad —. Le dije que aunque hubiera cosas que no le gustaran, debía aprender a tolerarlas y a ponerse en lugar de los demás.

Lo explicó de modo simple, puesto que no había más que decir. Miró de soslayo al bebé, luego a Clem.

—Ya sabes que le cuesta hacer eso, aunque yo tampoco soy el adalid de los buenos consejos —bromeó divertido, con suavidad —. Ha sido una cena complicada la de hoy.

- Sí... Sí que lo ha sido...-dijo, pensativa, acariciando con delicadeza la mejilla del bebé mientras observaba cómo comía- ¿Crees que me excedí en mi reacción? Sé que... No tenían malas intenciones, que incluso estaban bromeando...-añadió, con aquella mueca de remordimiento que a veces asomaba en su rostro- Pero en ocasiones... Me siento tan frustrada... -explicó, con un suspiro- Siento que predico en el desierto. 

Más tranquilos ahora que el bebé había comido, Kane miró a Clementine al escucharla decir aquello, suspiró un tanto y se encaró algo a ella para mirarla a los ojos al hablar.

—Creo que la cena de esta noche los ánimos estaban algo exaltados en general —reflexionó el pistolero —. Creo que muchas veces somos nosotros quienes cedemos y respetamos a los demás, y no recibimos muchas veces lo mismo —suspiró —. Y no tenemos paciencia infinita.

—Eh.. —le dio un leve golpe en el hombro, suave, animoso —. Nadie dijo que sería fácil, y al final cada uno elige su camino. No predicas en el desierto.. yo creo.. —miró a su alrededor —. Que esta capilla es mucho más acogedora que un desierto, ¿no crees? 

Trató de arrancarle una sonrisa aun sabiendo que el chiste era bastante malo, luego se quedó algo en silencio para acuñar unas palabras más serias.

—¿Cómo decían Hermes y Judith? ¿Roma no se construyó en un día?