Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 05.01 am.
Tras una puerta metálica se encontraba la escalera estrecha que llevaba desde la primera planta hasta la azotea del Major Morris, el lugar más alto del edificio. Desde la explanada de unos cincuenta metros cuadrados, bordeada por una barandilla de cemento, podía verse todo el perímetro que bordeaba la empalizada, aunque no era posible abarcarla entera con la mirada sin moverse de un lado a otro.
Había un par de mantas allí arriba, que alguno de los habitantes del lugar había dejado para las guardias en las épocas más frías. El suelo era de terrazo, dañado en algunos puntos, y en las esquinas se arremolinaba algo de polvo. Dos sillas y una mesa baja completaban el resto del mobiliario de esa terraza que resultaba poco apetecible en invierno.
Cassandra acababa de coger el relevo de su hermana y ésta ya se había marchado cuando la puerta de la azotea se abrió para dar paso a Morgana, que se presentaba puntual, como ya había avisado horas atrás en la sala de entrenamiento.
La noche era especialmente fría y sin duda no sería una guardia sencilla pues la luz de la luna era escasa y la niebla se arremolinaba en las calles, rodeando el antiguo centro de salud en un abrazo blanco y espeso, como si aquel edificio fuese una suerte de barco perdido en un océano de bruma.
Escena secundaria.
La puerta se abría de nuevo y Cassandra se giró, suponía quién era pero sería una imprudencia no hacerlo, y más si la persona que asomaba era la encargada de la seguridad.
Sus ojos reconocieron la silueta y los movimientos de la mujer mientras ascendía los últimos peldaños y se movió levantando una mano a modo de mudo saludo. Cuando la luz de la luna se atrevía a bañar la azotea, apenas se podía distinguir a Cass debajo de las gruesas prendas que portaba y su rostro era un tenue resplandor en las profundidades de las capuchas, el resto del tiempo sólo era una sombra más. Su andar le acercó a la ex militar, pero sus ojos no dejaron de observar el perímetro.
-Sin novedades. -dijo con voz neutra. Hubiese querido decirle que no hacía falta que se quedase, pero una fugaz mirada a su cara hizo que cambiase de opinión -Llegas tarde.
En la voz de la buscadora había una musicalidad extraña al decir la última frase, como un tintineo parecido al de las campanillas que se ponían encima de las puertas para avisar que éstas se movían. Los pasos la volvieron a alejar de Morga llevándola al otro extremo del terrado.
-Me estaba maquillando -respondió Morga con cierta desparpajo en su voz adolescente. Echó un rápido vistazo a la azotea y miró al manchón negro que era Cass en medio de la oscuridad brumosa buscando su cara. Las notas musicales con las que la centinela adornó su comentario la dejaron un punto perpleja; casi una invitación.
Paseó hasta la barandilla, llevaba los prismáticos, que poco le iban a ayudar con aquella niebla. Se ajustó el gorro y una vez más los guantes, embutida su alta figura con la chaqueta perfectamente ajustada. El frío se arremolinaba en cada losa de la azotea, un aperitivo del invierno que estaba por venir. Miró hacia el este con una sonrisa en la boca, pronto amanecería, un nuevo día con nuevos desafíos. Había dormido bien, profundamente, pero se despertó un rato antes de la hora, se quedó sentada en el colchón, envuelta su mente en las conversaciones de la tarde y noche anterior, en particular la de William y Cass. La primera le trajo a la memoria una de las peores líneas rojas que traspasó en su vida, y la segunda en que tenía una aliada insospechada en su búsqueda de quimeras. El efecto balsámico del sueño le hizo sonreír al recordar la ingenuidad de ambas cuando la runner dijo aquello de que no debía pasar de ahí. Se imaginaba cruzándose en el pasillo con Cassandra, el encuentro de sus miradas en la cena, el contacto físico en el entrenamiento o en los momentos a solas cuando tuviesen que comentar la información obtenida por la buscadora. Sí, los días venideros iban a ser de puta madre.
Sin mencionar el asunto del criajo. La ambigüedad de Nick. Su relación con los otros habitantes del centro, cada vez más lija contra lija. La entrada en plena adolescencia de Shami. ¿Quién dijo que en Major Morris nunca sucedía nada relevante?
Caminó por el perímetro, despacio, escudriñando en la nada. Por norma, no se sentía incómoda compartiendo espacio con otras personas en silencio, no sentía la necesidad de entablar conversación si no era necesario, y le daba la impresión que a su compañera de guardia le sucedía lo mismo. Dio media vuelta al acercarse a Cass, le dejaba la otra mitad del terrado. Debía comentarle de nuevo lo del médico de la Comunidad, pensó que no era el momento, a Cass no le hacía gracia alguna el tema, sin embargo sería necesario. Otra media vuelta. Mejor durante el día. Usó los prismáticos, débiles luces en un edificio lejano. Enfocó al cielo, negro cieno sobre sus cabezas. Se giró, de nuevo caminando hacia Cassandra, la chica aparentemente concentrada en la vigilancia. Que ella tomase la iniciativa si deseaba hablar; cuando Morga lo hacía, subía el pan.
Al aproximarse a Cass, se detuvo sin apartar la vista del exterior. Pensó en lo que ella suponía la invitación del “llegas tarde”.
-En el desierto el frío es jodidamente espantoso durante las noches. El cuerpo todavía recuerda los cuarenta y pico grados del día y en pocas horas la temperatura desciende de forma brutal. Por eso es peor. Se te cortan las ganas de mear y se te congelan los pezones –hizo una corta pausa-. El desierto es hermoso. En serio. Y un puto reto para tus sentidos y capacidades. El amanecer es la hostia, las tonalidades del color del cielo te traspasan por dentro, mientras empiezas a sentir el fuego de ese cabrón en la piel helada y resquebrajada.
El timbre de voz de Morga podía llegar a seducir a veces, pero no era precisamente una poetisa.
Aun estando de espaldas, la buscadora se mordió los carrillos por dentro para no soltar una corta risa con la respuesta que recibió -Bien, ácida e irónica. Esa es la Morgana que conozco-, no quería que cambiase su forma de ser, ni para bien ni para mal.
Cassandra andaba de forma errática por la zona, tan pronto iba en una dirección, como se daba la vuelta y volvía sobre sus pasos, o se quedaba parada un rato escrutando la niebla. Sus movimientos no seguían ninguna pauta aparente, había zonas a las que apenas dedicaba un vistazo y otras a las que volvía de forma recurrente, luego cambiaba todo y lo hacía al revés, sin orden ni sentido, nada tenía que ver con la forma marcial de recorrer el perímetro de la ex militar. En un acuerdo sin palabras se habían repartido la azotea, las dos mujeres se acercaron y se alejaron varias veces en el silencio de la madrugada, hasta que la mayor lo rompió de forma inesperada.
Las cejas de Cass se alzaron ante el tema escogido, pero no dijo nada, sólo escuchó. Durante un instante deseó haber viajado tanto como ella, pero al segundo siguiente se acordó de todo lo que debía haber visto y hecho, y no tuvo tan claro su deseo. Las descripciones de Morga, tan gráficas como carentes de tacto, casi consiguieron trasladar a la chica al entorno despiadado al que hacían referencia. El vello de su nuca se erizó y un escalofrío bajó por su columna.
Se sumergió un poco más en el abrigo que llevaba buscando su calor, no sabía qué decir pero sentía que quedarse callada no era una buena opción, parecería que no le había hecho caso.
-Hermoso y extremo, -dijo en tono bajo -te cautiva con su apariencia mientras te consume con sus cambios, una combinación letal.
Cuando acabó de hablar empezó a caminar, parecía que ya tocaba moverse de nuevo. Después de varios zig-zag de los suyos, la buscadora paró cerca de Morga.
-Sé que las defensas son tan buenas como podemos permitirnos -empezó a hablar de una de las cosas que casi no la habían dejado dormir, otra cosa habían sido los lloros del bebe, pero esa solución era más complicada, y de la otra mejor no hablaba -, pero la aparente facilidad de esa mujer para entrar... Creo que deberíamos hacer algo, no sé el qué, quizás guardias con dos personas...
Añadido el último párrafo que luego se me olvida decírselo ^^
A Morgana no le cabía duda de que la sutileza de Cass la superaba con creces, y empezó a comprender que era una de las particularidades de la runner que más le atraían. Le hacían pensar, imaginar escenarios distintos, lo que para la mente de la exmilitar resultaba un ejercicio de entrenamiento singular y significaba adentrarse en terrenos desconocidos a los que tan aficionada era. Cuando se dio cuenta del mensaje oculto del comentario de Cass, o el que ella al menos interpretó, se giró curiosa, para verla vigilar desde la otra esquina de la azotea. Cassandra ocultaba, bajo aquella montaña de ropa, y debajo de la superficie de su primera piel, otra Cassandra, tal vez la auténtica mujer que era, la verdadera persona escondida tras la capucha y el eterno mechón de pelo negro sobre su atractivo rostro, apartando al mundo de sus ojos y de su vida. Parecía que se comunicaba con ella a través de esos mensajes crípticos , como si fuese su manera de rebelarse contra la buscadora y las murallas que impedían respirar con libertad.
Eso, o Morga se flipaba mucho.
Anduvo otro poco, apartando frío y oscuridad, hasta que sus pasos se reencontraron de nuevo con su compañera de centinela. Se frotó de forma distraída la cicatriz de la mejilla.
-Sois una comunidad pequeña, con pocos recursos humanos. No te falta razón, y desde que llegué he pensado en eso. La historia es que el esfuerzo os consumiría. Demasiado exigente. Hoy por hoy Major Morris no es un maldito objetivo. La valla…No le des vueltas, Cass. En las Tres Cruces hay vallas, muros, y los soldados que quieras patrullando; con todo, los putos intrusos se colaban. La gente desesperada siempre encuentra la forma de entrar.
Flexionó un poco la musculatura del cuello a un lado y otro- La fortaleza reside en las relaciones y conexiones con otros grupos y tribus. En esto debería trabajar Nick. A decir verdad ya lo hace, engrasando su amistad con el cabronazo de Dima y el resto de pandillas. Mis movimientos van en otra dirección.
Buscó el brillo de los ojos de Cass, se quedó así unos segundos, luego giró su cuerpo y dio unos pasos hasta la barandilla de cemento; le pareció escuchar un ruido, pero no fue nada, el viento, o su imaginación.
La primera frase de Morgana sorprendió a Cass, luego conforme escuchaba esa sorpresa se convirtió en preocupación y más tarde en desasosiego. Pedirle a ella que no le diese vueltas era como decirle a una rueda que no rodase para avanzar. Que eso pasase de forma generalizada no evitaba que, cuando cerraba los ojos para dormir, su mente imaginaba a cualquiera colándose para hacer todas las atrocidades que se le ocurriese. Se mordió el labio inferior mientras seguía mirando hacia fuera. Sabía que los contactos de Nick eran, probablemente, los "culpables" de la calma que respiraban en el Morris, pero también sabía que siempre había gente sin nada que perder.
La última frase que dijo la ex militar la sacó de su pozo interior, parpadeó alejando a los fantasmas de su mente y giró la cabeza hacia la otra mujer para ver su expresión. Se encontró con los verdes ojos esperándola y se forzó a no apartar la mirada -Como siempre, actúa como siempre...- se dijo mientras intentaba descifrar ese rostro. Por suerte, o no, Morga se alejó unos pasos para asomarse por el borde de la barandilla y la buscadora pudo retomar el hilo de lo que le quería decir.
-Somos. -matizó, no había subido el tono pero sonó más fuerte -No te excluyas por favor, formas parte del nosotros, eres parte de la familia. -te guste o no- lo último sólo lo pensó, lo que menos quería era que su mini discurso sonase agresivo y que se pusiese a la defensiva. Obvió decir nada acerca de sus temores, ya lidiaría con ellos cuando apareciesen de nuevo, y preguntó con auténtica curiosidad y una pizca de preocupación -¿En qué dirección van esos movimientos?
Esperaba que no fuesen hacia "dejar el grupo".
Le pilló un poco desprevenida la vehemencia de Cassandra, provocando una torva sonrisa muda en sus ojos a la vez que experimentó un extraño encogimiento de estómago, no escuchaba algo así desde hacía mucho; era muy distinto recibirlas a expresarlas, como cuando ella se las decía a los críos. En cierto sentido que se le escapaba, dolían. Su mirada penetró el amanecer lechoso, una guardia que se tomaba tan en serio como las mil y una que se había tragado en su vida militar. La sonrisa de tintes irónicos se trasladó a su boca y a sus palabras:
-Eres muy amable. No veo pensando así a Kane. O incluso a tu hermana. Esta gran familia me soporta, te quedarías la hostia de sola en una votación. -la despreocupación se filtraba en su voz. Señaló con el mentón hacia la ciudad que seguía sin dormir-. Mierdalandia. Es complicado no mentir, no engañar, ni transigir. Sus habitantes suelen actuar, representar un puto papel. Si además lo haces con las personas que te importan eres la peste. Pero si te muestras tal como eres pasan cosas como las de la cena.
Giró la cabeza hacia Cass, insondable bajo su capucha-. El puto mundo vive en una patética y perpetua mentira incapaz de afrontar la verdad. Esa mariconada no va conmigo. -Esperó unos instantes a ver si Cass volvía la vista hacia ella-. No olvido mi parte: desde hace unos años no me siento pertenecer a ningún sitio ni formar parte del nosotros. -Un mohín que simulaba aparente disgusto apareció en su boca- Me haces hablar demasiado, buscadora -"será porque estoy bien contigo"Los labios cambiaron a media sonrisa entre sincera y "malévola". Su mirada regresó a la oscuridad en retirada del exterior. Iba a reiniciar la ronda, cuando llegó una pregunta no inesperada.
-Soy una tía inquieta. Hago en el mundo de carne y hueso lo que tú haces en...el mundo virtual, en la reeedd de redeeesss -forzó las erres, con la entonación de un entusiasta presentador de tv-. ¿No crees?
Cassandra se había girado y había vuelto la vista hacia afuera de nuevo, vigilaba distintos puntos paseando sus oscuros ojos por la espesa niebla, por eso no vio ninguno de los gestos de la ex militar. Pero sí que oyó sus palabras y el tono escuchado le dolió. Hablaba como si no le importase quedarse con ellos allí o estar en cualquier otro lugar, viendo que creía que la mayoría quería echarla no era raro que pensase así, pero desde el punto de vista de la buscadora eso no era cierto.
Cuando oyó que decía que la hacía hablar demasiado, no pudo reprimir una sonrisa que quedó oculta en las sombras de las capuchas, un pensamiento se paseó por su mente -Y lo que no es hablar...- aunque enseguida lo sepultó y un algo la recorrió al escuchar ese "buscadora". ¿Qué buscaba exactamente? Se mordió los carrillos por dentro, no quería que "eso" se filtrase en su voz. Escuchó las últimas palabras de Morgana y contestó, su tono volvía a ser el de siempre, serio e incisivo.
-Sí, pero es bueno tener un lugar seguro al que volver, gente que te espere. -no pensaba callarse su réplica a la perorata anterior, por lo que llenó sus pulmones con el frío aire y se lanzó -En las familias no hay votaciones de popularidad ni todo son flores, hay peleas y palabras subidas de tono, lo de la cena es normal. También es normal perdonarse y luchar juntos.
Pateó el suelo, primero con un pie y luego con el otro, en un intento de desentumecer las piernas.
El lugar seguro con gente al que se refería su compañera de guardia lo había perdido tiempo atrás, desapareció con su extinta unidad. Una familia, camaradas, amistad, rivalidad, hermandad.
Cenizas de un fuego muerto.
Su mirada y oídos entrenados no perdían detalle de cuanto les rodeaba, envueltas todavía las dos mujeres en la penumbra huidiza que acabaría siendo devorada por el incipiente amanecer. Tardó un poco en responder, centrada su atención en la guardia, o porque no sabía como expresar con claridad lo que pensaba.
-Nunca he sabido discernir cuando me quieren por mí misma, o por mis habilidades, mis conocimientos. -Era cierto. Para Morga la cuestión resultaba en extremo compleja. Una de las razones por las que apartaba a la gente, de su cinismo y aspereza-. Yo no quiero el perdón de nadie ni tengo nada por lo que pedirlo. Nunca aprendí a perdonar. -sonaba arrogante, sonaba sincera. Morga era ambas cosas.
Siguió observando la bruma cambiante, deshilachándose en jirones de gris sucio. "En todos los grupos siempre hay un traidor, alguien que la caga. Una ley que parece un mandamiento del puto Infierno".
-Quizás temo integrarme -se adivinaba una sonrisa. Lo que dijo después no parecía acompañado de ella-. Mi amistad no es buena para mis amigos. Y conforme crece se vuelve peligrosa. -"Esta noche te arrastré al mundo de una "flipada" que sabe que esas criaturas son tan reales como tú y yo. Después cometí el desliz de revelarte que conozco de primera mano el Soho. Y rematé nuestra reunión...besándote." Morga no se arrepentía de ninguna de las tres cosas como no lo hacía de nada. Se volvió hacia Cass, el profundo jade titilando en sus ojos.
-Deberé esforzarme en ese "somos".
El silencio que siguió a su mini discurso hizo pensar a la buscadora que había metido la pata, que algo de lo que había dicho le había sentado mal a la ex militar, y se preparó para otro estallido de sinceridad en estado puro. Cuadró los hombros y apretó la mandíbula dispuesta a no dejarse llevar por el primer impulso y escuchar hasta el final.
La primera frase que oyó Cassandra le pareció muy triste, sus cejas se fruncieron y se mordió el labio inferior al creer que pocas personas conocían esa parte de Morga, la que siguió fue la esperada. Una frase modaz, socarrona y altiva, esa era la Morgana que todos veían y contra la que se revelaban, la que les asustaba. Ella creía entenderla y estar descubriendo a la mujer detrás de la armadura, así como Cass utilizaba los silencios y las capuchas sobre el rostro, Morgan hacía todo lo contrario. Se mostraba sincera y cruda hasta ser hiriente. La joven comprendió que no se había sabido explicar y empezó a darle vueltas en la cabeza a la forma de hacerlo bien, pero entonces escuchó la continuación y contuvo el aire.
Se temió que acabaría rompiendo su amistad, no sabía si sería por lo que había pasado o por lo que había dicho, pero en la mente de la buscadora ese era el final lógico a la dirección que tomaban las explicaciones. Los latidos de su corazón resonaron en sus oídos, oyó el crujir de la ropa de su compañera de guardia al moverse y tuvo miedo de voltearse y enfrentarla, pero se lo debía y lo haría.
Como a cámara lenta la joven se giró para ver el rostro de la mujer, mantenía los ojos muy abiertos, esforzándose por responder con la misma sinceridad de la que estaba siendo objeto. Los primeros rayos del astro rey empezaban a despuntar e iluminaban la escena desde abajo, el verde resplandecía en la cara un poco tostada por el sol y la buscadora admiró la belleza que tenía ante sí, las facciones armoniosas se movieron para vocalizar el dictamen final y el aire escapó de los pulmones de Cassandra con una sonrisa que se reflejó en sus ojos oscuros.
-Estaré a tu lado para recordártelo.
No quiso volver a incidir sobre lo que ella consideraba una mala elección de palabras, ya habría otra ocasión para mostrar a Morgana lo que quería decir... -O quizás no-. Su rostro se ensombreció y la sonrisa desapareció lentamente de él. Palmeó el brazo de la mujer y se dio la vuelta para volver a caminar por el terrado.
Aceptó el gesto simpático de camaradería o amistad, pensando que era impropio de Cass o al menos no solía ser habitual. Pero eso le hacía darse cuenta de que no la conocía en profundidad y le faltaba mucho por descubrir de su amiga. Por ahora, se quedó con la sonrisa amable que Cass le ofrecía, la aprovechó esos segundos, hasta que sus labios trazaron una mueca irónica acompañada del mismo tinte en su voz de seda.
-¿En serio? ¿Aunque pueda joder el ambiente? -No supo el motivo de soltar artillería de ese modo, no venía a cuento, estaba fuera de contexto. No lo dijo con maldad, solo que el aguijón que vivía en su lengua nunca descansaba, nunca dormía, vigía siempre preparado para recordar a todos, incluso a la propia Morga, el valor de las palabras y las acciones. Una risilla breve, burlona hacia sí misma, cruzó leve la oscuridad- Sí, suelo ser una borde sin remedio -Paseó la vista por el azul cobalto del cielo, regresó a las sombras de la capucha de Cass buscando el brillo de su mirada y se adelantó un paso hacia ella. Cerca estuvo de confesarle algo que llevaba sintiendo en las tripas desde la mañana anterior, que tal vez pronto todo se iría a la mierda, que la calma de estos últimos meses se agotaba. Y dependería de los huevos que le echasen al asunto.
En vez de eso, también se dio la vuelta y se refugió en la vigilancia, mordiéndose el labio superior, caminando de aquí para allá en la azotea, usando los prismáticos, centrándose en la guardia, sin hablar más (a no ser que Cass responda o le comente alguna cosa). Había una Morga que deseaba experimentar la profundidad de los ojos de Cass como horas antes y admirar sus atractivas facciones. La Morgana que en ocasiones surgía a la luz, oculta por capas de frialdad, cinismo, y realidad brutal; o apenas a unos milímetros bajo su piel. La Morgana cada vez más presente, más salvaje, vital, impulsiva e irracional. Tras un rato, cuando se encontrasen de nuevo le haría una proposición:
-Ayer traje leche en polvo. Podemos beber una taza. Luego me acercaré un momento, con Clem, al Instituto de los Mc Avoy, con la jodida tarta de los chicos. ¿Te apuntas? Por la tarde hacemos la sesión de entrenamiento.
El dardo verbal lanzado por Morgana llegó a su objetivo y la dejó clavada al suelo, no había tomado ese significado del "somos". Los hombros de la buscadora se hundieron por un momento, pero de inmediato se repuso y los sacudió. Por un lado tenía razón, ella había tomado una decisión y había dicho aquellas palabras, aunque no sabía realmente porqué, y por el otro Morga era así: mordaz y directa, Cass lo sabía, la aceptaba, la consideraba una amiga y eso no iba a cambiar. Lo que no pudo fue sonreír con la admisión de la ex militar, su rostro mantuvo la expresión de siempre y sus ojos miraron profundamente a la otra mujer, intentando ver mas alla de las palabras. Como en la noche anterior, los ojos de ambas buscaban averiguar lo que había detrás de los silencios de una y las bravatas de la otra. También como en el día anterior la más alta acortó la distancia que las separaba. -¡Estamos de guardia!- se reprochó mentalmente la más joven intentando moverse.
Lo logró, las dos lo lograron. Como si se hubiesen puesto de acuerdo ambas se giraron a la vez para continuar con las rutas de vigilancia, zigzagueantes y caóticas las de una, metódicas y marciales las de la otra. Mientras se alejaba Cassandra volvía a repasar las conclusiones a las que había llegado antes de dormise, se reafirmaba en ellas. Tendría que hacer algo al respecto -Si hay tiempo-.
La sugerente voz de Morgana se abrió paso de nuevo hasta la buscadora en uno de sus acercamientos. El plan sonaba de otro tiempo, desayuno tranquilo, visita de cortesía con tarta incluida... Cass negó con la cabeza antes de comenzar a hablar.
-No puedo, te quería comentar que Trish y yo queremos ir a ver a Lis, para saber sus intenciones con el niño, y que no podría ir al entrenamiento. Al menos así no me lo pierdo. -se temía que Morgan soltaría alguna de las suyas y continuó rápidamente para no darle tiempo de hablar -También quería que me aconsejaras, sobre cómo cruzar el río y... bueno todo lo que nos prepare para el Bronx.
Cassandra se mordió ligeramente el labio inferior, a pesar de haber sobrevivido medianamente bien ella no había salido de la isla de Manhattan, ni se había acercado a nada remotamente peligroso, al menos no a sabiendas, y lo que iban a hacer la asustaba un poco. La verdad es que la compañía de la ex militar sería una fuente de seguridad, pero no iba a sugerirle que las acompañase, no después de lo que habían hablado en aquella guardia. Sus ojos se quedaron pendientes del curtido rostro, esperando poder ver en él lo que no se diría con palabras.
La sensación que fluía en las venas de Morgana con aquel cruce de miradas entre las dos mujeres era como si ambas quisieran caer en picado dentro de la otra, en una precipitada caída por encontrarse, por reconocerse, por descubrirse. La noche, la madrugada, el amanecer, fueron testigos mudos que guardaban silencios incapaces de aventurarse a profetizar hacia donde señalaría la aguja del compás del destino.
La verdad es que torció el gesto mientras Cass se explicaba. No estaba de acuerdo en semejante excursión ni en sus motivos. Apretó los dientes. "Al fin y al cabo en esta puta democracia se hace lo que te sale del coño o las pelotas".
-El Bronx. "No cedas a las cosas malas". Un buen lema.
Se quitó el gorro, se rascó la cabeza, y zarandeó un poco el cabello con las manos. No rehuyó la miel oscura de los ojos de Cassandra, le ofreció una medio sonrisa confiada y segura, aunque no endulzó sus palabras.
-Llevad comida y algún trasto de la chatarrería de tu hermana, para intercambios y pagos. Si te decides por los puentes que controlan los jodidos irlandeses da mi nombre, si hay alguno de los Irish Mob que me conoce, lo mismo os cobran la mitad y no ponen problemas. Pero es una lotería. La otra opción, es el metro, más o menos fiable, iréis con más gente. Al otro lado del río Harlem os asaltarán bandadas de andrajosos chiquillos, se ofrecerán como guía, no es aconsejable, rezad para que no os lleve a una emboscada. La mayoría de esos cabrones se dedican a desvalijar a cualquiera. La alternativa es pagar por indicaciones en algún establecimiento. Los mensajeros os pueden ayudar, esos se conocen todos los rincones.
El tic del labio apareció una vez más.
-Id a vuestro rollo. Como si el Bronx arde a vuestro paso, no es tu puto asunto. Intenta solventar los problemas con labia y soltando lastre; es su territorio. Pero no te cagues si la cosa se pone chunga y tienes que soltar hostias -se puso el gorrito de nuevo, sin dejar de mirar la pálida tez de Cass con la misma intensidad que recibía-. Fíate de tu instinto de buscadora y pasa de cantos de sirena. En la peor, peor, de las situaciones, salud por piernas, y si no queda otra buscad una iglesia, hay curas con huevos que saben parar a esa gente; o un antro de los irlandeses. O gente de Dima y mencionas a Nick, a ver. En ese orden. No hay garantías.
Fue ella ahora la que apretó su antebrazo.
-No solo cuides de tu hermana. Cuida de ti, Cass. Es un paseo. Nos vemos por la tarde.
Cassandra no se perdió detalle, ni de la explicación ni de los gestos y silencios de Morgana, asintió cuando acabó y su mirada se perdió en las profundidades de la bruma que ya se elevaba.
-Nos vemos.