Partida Rol por web

Se hizo el silencio entre ambos. De nuevo había sido borde o cortante a fin de que Robin no siguiera por ese camino. Morgana cerró los ojos y se dejó acariciar, o golpear, las mejillas por el frío viento. Más que frío, gélido. Laceraba la piel de su cara, intentaba traspasar sus ropas y colarse hasta el tuétano de los huesos.

Le resultaba muy difícil abrirse a los demás. "Dejarse conocer". Una idea ajena a ella. En las antípodas de su pensamiento. A veces hablabla de lo vivido, de algún pasaje de su vida; no de lo sentido. Solo en muy contadas ocasiones dejaba que sucediera lo contrario.

Sus agudos ojos verdes penetraron la madrugada en retirada. Tenía algunas preguntas para Robin. Parecía más entero de lo que creyó en un principio, así que consideró aprovechar la ocasión que le ofrecía la guardia. Comenzó por interesarse en su vida amorosa- ¿Y qué pasa con tu novio? ¿Qué puto problema tienes con él?

La última vez que Robin había visto salir el sol desde el exterior había sido con su padre. Nathan siempre había tenido un don especial para hacer las noches más cortas y los días más brillantes. Y eso le encantaba cuando Katia les acompañaba pero le fastidiaba cuando estaban solos y veía su tiempo irse rápido.

Al final parecía que estaba condenado a compartirlo y perderlo en cuanto hacían, tal vez para compensar al mundo por todos los años que le había acaparado.

Apuró la vista entre la espesor de la noche como si así pudiese llegar más rápido a esa brecha de luz en el horizonte que desencadena el mañana.

La voz de Morgana le sobresaltó haciéndole contraer su cuerpo en un espasmo que le arrancó de sus memorias.

— Que no está —contestó sin pensar antes de ponerse en situación y al escucharse se creyó tan niño que necesitó remedidarlo de inmediato—. Quiero decir, realmente nunca ha estado. Y hoy ha muerto mi padre, y los suyos, y él sigue alejado de mí porque tenía que cumplir una orden. Para él, el deber es algo más grande que nosotros, así que no le sabrá mal... Pero a mí sí. Me he dicho siempre que es lo que hay, que si le quiero, le quiero con todo. Pero lo que sea que aún siento por él se ha agrietado lo suficiente para que alguien más se cuele. Y ya no sé qué siento. Quiero decir, sí lo sé. Sé que nunca dejaré de amarle pero también sé, o creo, que quiero más. Quiero que esté, quiero que aunque sea una vez, me crea su prioridad.

— ¿Pido mucho?

Morga no pudo evitar sonreír al escuchar a Robin. Chasqueó la lengua mientras ambos miraban hacia la ciudad bostezante.

- Creo que sabes la respuesta. Si no te da lo que quieres, a la mierda con él- Era tan sencillo como eso- Una relación debe funcionar en dos sentidos.

Miró a su compañero de guardia. En realidad el único interés de la militar era discernir la capacidad del chico para soportar lo que se le estaba viniendo encima sin desmoronarse y el grado de confianza que podía mantener en sus responsabilidades con el Morris. Pero intentó encontrar en sus ojos el reflejo de una Morgana adolescente que pudiera comprenderlo.

Morga, que apenas había tenido un mínimo de relaciones sentimentales y solo se enamoró una vez en su vida.

-La gente elige sus putas propias decisiones. Constantemente. No sufras por las elecciones ajenas y toma las tuyas sin miedo.

A Robin le horrorizó la solución de Morgana.

"¿A la mierda con él?" — el ácido le estiró una de las comisuras— "Que poco has querido".

"¿Y si quién no funciona soy yo?"

Sorbió frío y abatimiento por la nariz antes de volver a hablar. Aunque no le gustara las respuestas que obtenía prefería discutir sobre relaciones con alguien que parecía saber tan poco como él que volver a la cama y enfrentarse a las lágrimas resecas de las mejillas de Skyler —o peor aun, la ausencia de ellas— y escuchar a su cabeza. Sin duda, prefería congelarse, tal vez así se quitaba el incendio de encima.

— Eso suena bien, tomar mis decisiones sin miedo y tal pero cuando implican a otros... Necesito tomarlas con la conciencia tranquila. Pensar en todos, no sé. Llámame raro—dijo creyendo que iba a quedarse en la idea de que una pareja son dos y en el cabreo de Daniel. Pero su masoquismo no perdió la oportunidad de sumar a Nick a ese remordimiento constante por la muerte de su madre—. ¿Es que tu nunca tienes miedo?

— ¿Nunca la has cagado siendo valiente?

¿Amor, relaciones sentimentales, miedo, valentía? Robin trasteaba en el desván de las experiencias de un adulto, en los cajones de la vida buscando anclajes para la suya propia, o así lo interpretaba Morgana.

¿Miedo?

-No a las decisiones, las acciones ni las consecuencias -el timbre suave de su voz sonó grave, firme, serio, alejado del tono distendido usado hasta ahora- Pensar en cagadas es de putos gilipollas.

Su vista alternaba entre los perfiles de los edificios apenas dibujados por el amanecer y la cara de frío de Robin.

-La conciencia tranquila. Menuda mierda de frase. De un patetismo viscoso. Tan usada y gastada como una vieja puta -recobró su cinismo y torció la boca- Libérate de ese error, Robin, y de tus dudas -se inclinó hacia él y le susurró al oído- No seas un capullo más -se enderezó. Morga adolescente seguía mirando al chico. Robin estaba aguantando. Le ofreció una sonrisa amistosa de dientes todavía blancos y en buen estado.

-Dime, Romeo, olvídate de la puta conciencia y de pensar en toda la buena gente, ¿qué coño te gustaría hacer? ¿Qué sueños tienes?

La respuesta de Morgana le produjo una especie de déjà-vú devolviéndole a una respuesta muy parecida que había obtenido años atrás del hermano de Hope, cargada con la misma hipocresía ciega.

Y en ese momento sus ojos perdieron terreno a las cejas que cayeron con el peso de la duda sobre ellos.

"No me jodas que estoy saliendo contigo."

Sin embargo la conclusión que seguía le ayudó a enterar ese paralelismo y a cambiar la confusión por un mohín que discrepaba: "Pensar en cagadas es de precavidos; ser insensato sí es de gilipollas."

Siguió escuchando sin meter baza, no podía compartir lo que le decía pero estuvo tentado a convencer a su cabeza que era como la militar exponía. Quería liberarse de dudas, quería actuar como el momento le implorase, como hacía unas horas, quería sentirse en esa tranquilidad que ofrecía el carpe diem.

"¿Puede ser que mi polla sea más lista que mi cabeza?"

Entonces le llegó el susurro de Morgana que colocó un cosquilleo electrificado su cogote que corrió de oído a oído y dejó caer una piedra en su estómago.

¿Sabía lo que estaba pensando? ¿O tenían conceptos muy diferentes de que es ser un capullo? Seguro que la habían echado de la escuela de filosofía por comentarios como ese.

Deslizó sus ojos a ella buscando algún tipo de explicación al tiempo que su cuerpo se retiraba medio paso para ganar espacio y borrar la incomodidad de esa invasión de espacio y mente.

— ¿Qué me gustaría hacer con qué? —preguntó pensando que pretendía que eligiera de sopeton entre la estabilidad que tenía con Alec y la posible pero incierta felicidad que le ofrecía Dan pero tomó el camino de la segunda pregunta— Ah, eso —sonrió genuino y libre de cargas por una vez—. Perpetuar lo que construyó mi padre. Quiero ayudar a que la gente sea un poco más humana y un poco más feliz —se encogió de hombros y se pasó el puño por la nariz para frenar cualquier emoción—. Llámame capullo, lo debes estar deseando; pero, de verdad, sueño con eso. Me gusta ser médico y creo que encontrarse bien, o mejor que enfermo, da felicidad.

Al escuchar la respuesta de Robin, inclinó un poco la cabeza mirándole- Eso es justo lo que hago yo. A mi manera -el tono de su voz no aclaraba si iba en serio o broma. Se encogió de hombros- No eres un jodido capullo por eso. Necesitamos buenos médicos. * ¿Cómo van tus estudios? Ya sabes que ayudo a Nicolás, el doctorcito de la Comunidad. Es un buen tipo y un excelente matasanos.

Se rascó la barbilla, se mordió el labio, enfocó al exterior y enfrentó al frío.

-La puta gente debería mover más su sucio culo para ser feliz.

La marine había combatido en media docena de países por el bien de sus compatriotas. "Menuda imbécil". Aunque no se arrepentía, no solo porque no servía de nada, sino ya que al fin y al cabo su vida le gustaba.

-¿Y qué más? ¿Qué planes tienes? Vienen días muy cabrones para el Morris. Y para ti. Vas a tener que echarle huevos.

En cualquier otro momento -incluso sin el cumplido previo que Robin ya había enterrado bien dentro de su memoria- la pregunta sobre sus estudios por parte de la militar le hubiese sonado a puro recochineo, y el recordatorio sobre Nicolás un intento de marcar terreno, como el examen de Cass o que de vez en cuando fuera a echar un ojo a su consulta pero que nunca fuera para que se lo echara a ella.

Pero en aquel momento todo pareció alinearse en positivo y entendió las siguientes palabras como una oferta e invitación.

— Los libros se me están quedando cortos. La próxima vez que vayas a ver a Nicolás ¿me avisas? —preguntó intentando onitir el condicional con todas sus fuerzas.

— Y mis planes... Bueno, mañana veremos. De momento solo necesito salir a por Alec... y esa puta cruz.

-Voy mañana...Joder, quiero decir hoy. Después de desayunar me largo.

Morga jugó con sus dientes y sus labios. Tras la guardia pensaba pasar un buen rato en el gimnasio, luego el desayuno y se pondría en camino una vez más hacia La Comunidad. No le molestaría la presencia de Robin.

Lo siguiente que soltó estaba envuelto en ácido- Deberías haber salido esta misma noche en su busca -Para Morgana esa decisión arrojaba la suficiente luz sobre la relación actual con Alec- No estás enamorado de esa puta polla, Robin. Te estás engañando.

Se giró hacia él. El chico no podía saber la similitud entre sus vidas a su edad. Ambos huérfanos a causa de la violencia. La diferencia la marcaba la sensibilidad de Robin, ella era incapacidad de sentir de esa forma. Se perdía una parte muy importante de lo que significaba ser humano.

-La puta cruz... -acabó por salir el tema- ¿Qué coño es esa cruz y por qué es tan importante como para cargarse a todo un grupo? -Su mirada se hizo más incisiva- ¿Tú solo vas a entrar en el terreno de esos cabrones amarillos? De puta madre. A ver, ¿por qué te acompañó Nick? ¿Y no te parece sospechoso que Alec no estuviese durante ese puto ataque?

Una desagradable sonrisa maquilló sus atractivas facciones.

-¿Tienes alguna idea de quién coño era esa gente? Y algo más, Her Doctor, ¿quién conoce que vives en el Morris?

Robin arrugó los morros. Demasiado pronto. Quería ir pero no podía comprometerse antes de obtener la respuesta del grupo. Tenía prisa por tomar otra dirección, aunque tuviese que renunciar a una clase extra de medicina.

"Y sino la siguiente". quiso decir pero su corazón dió un vuelco con el reproche y Morgana y su lengua quedó trabada en una tos solitaria y seca que agrietó su labio inferior.

Negó suave con la cabeza, pensativo, colgado de esa frase que tanto había buscado esa noche y tantas veces se le había negado. Se moría por tomar ese "deberías" como el pistoletazo de salida, arrancar la carrera hacia Alec. Se moría por encontrarle pero no sabía por dónde empezar a mirar.

— Solo hubiese conseguido matarnos a los dos y eso sin contar que probablemente no llegaría ni a Queens —la idea de moverse solo le obligó a buscar con la punta de los dedos doblados hacia el interior de du mano, un cordel que llevaba como pulsera y sintió el impulso de perder una de las mantas azotea abajo—.

Sobre el engaño de sus sentimientos no dijo nada. Ni siquiera sabía si quería que tuviese razón o si prefería odiarla por el comentario, así que optó por no hacer nada y volver a confiar en que al ver a su novio, su cuerpo se aclararía.

— No lo sé —dijo con el cuello seco y los ojos húmedos—. Solo sé que mi padre ha gastado su último aliento para pedirme que vaya a por ella. No para decirme que me quiere, y me quería; ni para darme esas buenas noches que siempre dejaba en mi frente cuando no estaría para arroparme por un tiempo; ni para ...

Se pasó el puño por la nariz y abrió bien los ojos para expulsar por la borda de sus cuencas lágrimas y sueño.

— No —cambió de tema—. No iré solo. Si fuera a ir solo ya hubiera salido, Kane vendrá y Cass. Maña~luego lo vemos. Pero no iré solo, eso solo empeoraría las cosas.

La pregunta sobre nick le hundió en su mazmorra oscura de autofustigación. Que le llevó a buscar asiento ante el temblor de sus rodillas. Ya había visto lo que ocurría cuando le fallaban.

— Nick vino por mi padre. Por mí. No quería que fuera solo y Dima estaba de camino pero... Debería haber hecho media vuelta...

Pero cuando oyó la acusación de Alec repetirse, su nariz se hinchó y su sangre ardió por debajo de la piel helada; solo entonces volvió a mirar a la chica a los ojos.

Su propia mirada ya atacaba con un "no" rotundo pero el fuego bombeo también fuera de él esa negativa en palabras.

— Esos cabrones eran militares. Y por lo que querían parece que va de cruces la cosa... No sé si me entiendes pero no llevaban distintivo. Joder, haber estado. No llevaban nada: casco, jeep, estaban en territorio de las tres cruces... Eran militares, nada que ver con Alec. Mi capullo estaba fuera porque se lo pidió un hijoputa que ahora está muerto, no está implicado. También han muerto sus padres, joder. No, él... Él no tiene nada que ver.

— Y nadie —dijo aun a la defensiva— Solo está Alec ahí fuera. Con suerte, se acordará de dónde vivo y vendrá.

Pensó en Maron, casi olvidando que la desgracia también la había alcanzado y de ella saltó al nuevo Unhood y aunque sabía de su existencia, no conocía a sus integrantes tanto como para que les importase dónde vivia. Parpadeó el duelo.

— Bueno... —rebajó el tono— Está esa chica, una que trabaja para Dima. Me vio con Nick, así que seguro que sabe sumar uno y uno —se encogió de hombros alargando dos dedos debajo de la manta incapaz de evitar dar la respuesta al cálculo—. ¿Tienes tu idea de qué mierda es todo esto?

El aire frío del amanecer se impregnó del arrebato de ira de Robin, se cargó con su cólera y su pesar, y Morga mantuvo, satisfecha, esa sonrisa torva mientras  dejaba hablar a su compañero de guardia sin interrumpirle. No compartía su opinión ni su seguridad acerca de Alec. Para la militar, era muy factible que alguien de dentro hubiese participado. Impasible, posó su vista en el chico sentado en la silla, escuchando y archivando sus respuestas y explicaciones; con algunas no estaba de acuerdo, pero no mostró su simpatía o desagrado.

-Puedo averiguarlo –contestó con voz átona. Ella había participado en razzias de ese tipo, con las Tres Cruces y con su unidad anterior. Sin embargo había detalles que no encajaban. Las Tres Cruces no ocultaban sus señas de identidad, al contrario, hacían gala de su poder repartiendo hostias sin timidez alguna. Y los ataques solían ir dirigidos contra tribus sólidas, peligrosas, que representaban una amenaza. Y también, claro, contra aquellos que no soportaban el peso de una bota en sus cuellos. De nuevo le vino a la mente si el encuentro matutino estaba relacionado.

Se sorbió la nariz.

-¿Qué es eso de que el hijo de puta de Dima iba de camino?¿Con su mierda de gente? –Morgana frunció el entrecejo, confusa- ¿Era conocedor de qué iba a pasar algo? –Tampoco le gustó aquello de la chica de  Dima- Uno solo que sepa donde cagas es demasiado. Dos, mucho. –La mujer olió el acre tufo de la sangre seca, sus sentidos se agudizaron al percibir las inequívocas señales del inminente peligro, y se alteró y tensó igual que lo hizo al conocer la noticia horas antes. Apretó con energía la mandíbula, respiró hondo, cerró los puños, se giró hacia la ciudad y expulsó el aire con fuerza. El arranque de furia se quedó en una fugaz y feroz mirada hacia Nueva York. Se había desvanecido cuando dio media vuelta de cara a Robin.

¿Las Tres Cruces? ¿Dónde la situaba a ella eso?

El chico agitó las manos buscando borrar el malentendido lo antes posible. El movimiento hizo que el aire frío entrara en la burbuja de calor que se había creado entre las mantas y su ropa y sus dientes chasquearon como si de pronto quisieran recuperar todo el tiempo perdido sin temblar.

— No me habré explicado bien. Acompañé a Nick hasta Dima porque viene de paso a Brooklyn. Nadie se movía.

Sobre lo peligroso que era que alguien supiera con quién vivía no hizo ningún comentario o aprecio.

Se volvió a cerrar sobre sí mismo y rezó a su madre para que les protegiera a todos.

— Oye Morgana, si averiguas quiénes fueron, dímelo —pidió con un tono más sombrío de lo que hubiese querido que claramente apuntaba una amenaza que el pelirrojo no podía cumplir—.

Morgana estrechó la mirada, sumida en sus reflexiones sobre la seguridad del centro, en la de sus ocupantes y, en particular, la de Shami y Lincoln. En último término quedó Thiago. Durante la noche le había dado un par de vueltas al asunto, pensó que no era precisamente el mejor momento para que el bebé se quedase en el Morris ni que mañana viniese María a cuidarlo tras las noticias de lo sucedido esa tarde. Debería advertir y dejárselo muy claro a la chica y su familia antes de que tomara una decisión definitiva.

O quizá llevarse al crío junto con sus dos pupilos a La Comunidad. Era un argumento sólido que el Morris debía comprender, "no pueden ser tan cretinos para negar la onda expansiva del ataque".

Lincoln y Shami llevaban con ella un año y varios meses. Habían creado un vínculo. "Los putos vínculos se rompen, no son eternos". Sin embargo les ofrecería la posibilidad de elegir, algo impropio en la naturaleza de conducta de Morgana. Linc arrastraba una corta vida de desengaños y decepciones, y Shamira deseaba que contasen con ella en el mundo adulto.

Salió de su ensimismamiento- Te lo diré. ¿Qué harás cuándo lo sepas? -preguntó con cierto inevitable tono divertido. Caminó unos pasos vigilando el amanecer que despertaba la ciudad. Entonces dejó caer dos preguntas con su aterciopelada voz- ¿Quién es Marjorie, tu madre? Y la treceaba, ¿tienes alguna puta idea?

Lo que Robin quería hacer, lo que era capaz de hacer y lo que haría no se parecían en más que el dolor que lo ligaba todo. Y a pesar de tener muy claro lo que deseaba no pudo responder a la pregunta de Morgana, ni siquiera para sí mismo.

Guardó un denso silencio mientras la legua se le trababa en el cuello y buscó con la mirada las puntas de sus zapatos. Necesitaba que el sol despertara de una vez, o el frío y su cabeza acabarían con él.

— Marjolein es mi madre. Murió —fue cuanto llegó a decir—.

Y tras ello se quedó en un silencio más apagado, sumido en ese duelo que llevaba cuatro horas intentando congelar a la intemperie. Era la primera vez en toda su corta vida que su madre no le tiraba de la lengua, que dejaba de ser su tema favorito de conversación para quedar solo en el agrio al fondo de su ser.

Esa noche, ni siquiera había culpa. No le quedaba nada.

En ese instante no presionó a Robin, le dio espacio y tiempo, en parte respetando su dolor y silencio, en parte pensando en sí misma, en las semejantes circunstancias hasta cierto punto. Si quería contarle algo más, la exmilitar escucharía.

Morga estaba cargando la recámara con munición para usar en breve.

Consultó su reloj de pulsera. Cogió los prismáticos de uno de los bolsillos de la chaqueta de piel y rebuscó entre las azoteas escondidas en la oscuridad, oteó el cielo y enfocó las calles lejanas.

-Mi madre se llamaba Gwen. También murió. Yo tenía tu edad entonces.

Lo dejó ahí, sin entrar en detalles. El momento estaba grabado a fuego en su memoria. El brutal y más odioso acontecimiento que acabó por liberar al salvaje animal que llevaba dentro.

Decidió proseguir con la confidencia, era su forma de decirle que la vida continuaba, que ella estaba ahí para demostrarlo, frente a él, vivita y coleando. Su tono retomó el tinte cínico acostumbrado, casi divertido- Me quedé sola con mis dos hermanitas y mi hermanito. Tú tienes a tu encantadora primita, pecoso. Te necesita tanto o más que tú a ella, ¿no crees?

Robin parpadeó para romper las lágrimas que volvían a escocer en el cansancio de sus ojos. No tenía ni fuerzas ni ánimo para reflexionar como Morgana le pedía pero levantó los ojos al perfil de la mujer al escucharle hablar por primera vez desde que la conocía de su familia.

La observó posándose sobre su mejilla con algodones mientras esperaba para colarse entre sus pestañas para descubrir quién vivía bajo esa coraza que daba la cara todos los días.

Al pedir el cambio de guardia poco podía imaginar que no solo no se arrepentiría de ello, sino que agradecería haberlo hecho. Tal vez la militar era más humana de lo que la juzgaban. Tal vez ella, nunca había hecho atrocidades.

"No hagas preguntas de las que no quieres saber la respuesta ". Se recordó.

— Mi madre murió en el parto porqué me resistía —aclaró la diferencia—.Algo llegó a su cerebro y las máquinas no hicieron nada.

Volvió a sus zapatos, luego a la barandilla y finalmente volvió a colgarse de las pestañas de la militar.

— ¿Dónde están tus hermanos? ¿No te necesitan? ¿O tu a ellos?

Se limpió y secó ligeramente los ojos con la parte baja de su palma y manta.

El frío remitía intuyendo que el sol pronto pasearía sus posaderas por el plomizo mar cobalto, o sencillamente su cuerpo se acostumbraba a él. Escrutó unos segundos más la ciudad con los prismáticos, sintiendo la necesidad de ejercicio, de movimiento, de descargar la energía latente bajo su piel. Y conteniéndose esas ganas hasta el fin de la centinela.

Guardó los binoculares. "¿Qué coño pasa en el Morris?"

A Robin se le iba la olla y balbuceaba que su madre le hablaba. Y Clem dijo que Marjolein también la avisó. Sus visiones añadidas a las de Cass y la extravagante habilidad de Trish. Más los criaturas que ella misma había visto y todos negaban. Recordó al extraño tipo aquel y lo que le dijo, "cabrón de tuerto".

Se dio la vuelta y miró los ojos enrojecidos- Están allí donde debe quedarse todo lo que no vuelve, en el puto pasado.

Morga le observaba, con aire jovial restando importancia, o esa era la impresión que quería dar- ¿Qué quieres decir con ese algo? -preguntó, extrañada; y continuó-. Tu primera putada. Y ayer te sirvieron otro plato a rebosar -no quiso añadir nada acerca de la violenta muerte de su madre- Doble ración de culpa -No sentía pena por Robin. Morga era incapaz de sentirla por nadie. Esa deficiencia venía de base, en sus genes, mutilada antes de nacer, o en su más tierna y lejana infancia.

-Estás jodidamente muerto como no te sacudas esa mierda de culpa de los hombros.

La culpa era algo a lo que Robin estaba tan acostumbrado que algún día le rompería la espalda por el peso de la mochila que nunca dejaba, pero que jamás se le enredaría en los pies.

Al menos algo se le había pegado de Alec de tanto frotarse. Lástima que aun no había aprendido a no comerse la cabeza cuando los pies estaban quietos.

Se encogió de hombros como respuesta al aviso de Morgana. Por A o por B acabaría muerto y, aunque ahora pareciera preocuparle a la militar, eso le convertiría en carne de cuneta en su carretera del pasado.

— ¿Nunca miras atrás? ¿Así funcionas? —preguntó casi para sí mismo, reflexionando y dolido con la idea de que le hicieran lo mismo.

No quería, pero su cabeza le obligó a imaginar cómo debía ser aquello y un vacío de suma soledad le invadió el pecho. Era una sensación terrible que le llevó a buscar alguien a quien agarrarse como si ahogándose buscase una roca que escalar; y ahí estaban: Lincoln y Shamira.

Ellos eran su Skyler, o así lo quiso entender Robin.

— Aún me queda para morir —se ofreció para estar en su presente a pesar de que aquella guardia terminaría y probablemente su simpatía también—. Te va a costar un poco más librarte de mí.

— De hecho, me gustaría empezar a entrenar con los demás.

Robin no respondió acerca de lo sucedido con su madre, en su lugar preguntó, quizás para desviar la atención. Morgana se lo dejó pasar, despreocupada. De hecho, se acercó a él, sonriendo, quizá demasiado evidentemente. La conversación con el chico estaba resultando estimulante, y le gustaba pensar que si lo zarandeaba un poco y le inyectaba algo de su filosofía de la vida, o más bien de su retorcida mirada de su entorno, esa guardia acumularía un doble valor añadido. “Y si no que le den”.

-Así funciono, pecoso. Pruébalo. Me lo agradecerás con el tiempo –Era una parte de su motor. Una pieza que encajaba a la perfección con el resto. Sin fisuras. “Bah, no te columpies, Morga”. 

Se echó a reír con la siguiente ocurrencia de Robin. Un par de carcajadas, se tapó la mano con la boca, conteniéndose. A fin de cuentas estaban de guardia, y la ex militar no se la tomaba a cuento. Sus ojos resplandecían con un fulgor verde de malsana diversión que rivalizaba con el malva profundo del amanecer. Dio otro paso hacia  él- Eso díselo a Nick. O a tu padre.  O al montón de malolientes fiambres con el que se van a dar un festín las putas ratas. Es la frase más gilipollas que has dicho esta noche. Aunque me has hecho reír. Mola tu humor, Robin.

Dejó escapar la risa –Está bien, pecoso, me gusta, actitud positiva, que se joda el puto mundo. No has sido gilipollas, al contrario, has sido gracioso –continuaba su risa más apagada-. Vale, anotado para el entrenamiento. Luego no te rajes, porque de la hostia que te suelto te meto de cabeza en el puto culo de la vaca esa.