El lugar en el que a Trish le gustaba encerrarse durante horas en realidad habían sido dos salas separadas por una pared que se había derrumbado en su mayor parte antes de que los primeros del grupo llegasen al Major Morris. Con paciencia habían terminado de quitar los cascotes hasta que se había convertido en una sala grande donde la muchacha podía trabajar.
En el centro habían construido una especie de mesa de buen tamaño, uniendo un par de puertas de madera que se habían salvado de acabar en una fogata que calentase las manos en invierno. Las tablas se habían fijado sobre los restos metálicos de un archivador, a modo de columna central.
Sobre la mesa siempre había restos de cosas. Metales, piezas, engranajes, cables... Cualquier pequeño utensilio que la inventora pudiera aprovechar para sus creaciones, aunque también tenía muchos proyectos a medias por falta de materiales. En una de las paredes tenía su caja de herramientas, con todas las que necesitaba y algunas que se había fabricado ella misma a partir de otras cosas.
Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 0.30 am
Había pasado un rato desde que Trish había empezado a trabajar cuando Daniel cumplió su promesa y apareció en la puerta, con dos tazas de «ese té» en las manos, humeantes y apetitosas. Encontró a su amiga enfrascada trabajando en esos walkie talkies de los que ya llevaba un tiempo hablando, pero que parecían estar resultando difíciles de terminar.
Escena secundaria.
Trish apenas llevaba unos minutos trabajando cuando Daniel entró. Lo que él pudo ver sobre la mesa fue una suerte de componentes aparentemente dispersos por el espacio, así como algunas placas electrónicas a un lado. Cerca de ellas había varios transistores que luego tendría que soldar, pero las cosas iban poco a poco.
Al ver que se abría la puerta Trish llevó la vista hacia ella. A punto estuvo de preguntar a Morgana qué había olvidado, pero en cuanto vio que se trataba de Dan dibujó una sonrisa.
—Ey, hola —saludó, dejando de nuevo lo que tenía entre manos. Se puso en pie directamente, dispuesta a coger una de las dos tazas, y luego se sentó en el suelo—. Gracias por traerlo. Si llego a saber que estabas listo me acercaba a echarte una mano.
Miró entonces al chico con cariño, ladeando la cabeza. Lo cierto es que, con tanto trajín, no habían llegado a tener un momento a solas desde que se habían levantado.
—¿Qué tal tu día?
Sí, la noche prometía ser larga. Pero también interesante. Y en aquellas circunstancias dormir casi parecía un milagro. Sonrió para sí cuando preparó un buen puchero de infusión. No se había limitado a dos simples tazas. No, aquello daría para repetir. Improvisó una bandeja con una vieja tapa, depositó sobre ella dos tazas, el puchero y fue en busca de Trish.
Cuando llegó la vio enzarzada en una de sus particulares peleas con aquellos componentes de lo que fueran. Y cuando alzó la cara, la vio ajustar inconscientemente la mirada para verlo. De lo pequeño a lo grande no se pasaba tan fácilmente.
-Buenas, Blue -en algunas ocasiones la llamaba así. Cuando estaba especialmente tranquilo y solo en privado-. Y tranquila. A diferencia de ti tenía todo el tiempo del mundo para dedicarme a esto... con mimo. Veo que te has ensañado con lo que fuera que antes fuera eso -dijo sonriente-. Pobre, parecía bueno. Descanse en paz.
Rió y parte del agua del puchero zozobró peligrosamente pero ni una sola gota llegó a desbordarse. Esperó a que Trish cogiera su taza para dejar la bandeja en algún lugar practicable y después, recogió la taza sobrante.
-He hecho de más. Por si acaso -comentó bebiendo un pequeño sorbo y guiñándole un ojo a Trish por encima del borde de la taza-. ¿El día? Bien, algo distinto de lo habitual. Me ha crecido un niño junto a la puerta, como si fuera una seta y eso que no es temporada. He sufrido un ataque agudo de Morganiosis. Un poco de cháchara aquí y allá, con gente normalmente más cerrada que una puerta atascada. En fin, que no me he aburrido. Y tú, ¿qué tal el día?
Aquel era su ritual. Preguntarse por el día, hacer una sucinta exposición antes de meterse en harina y pasar un buen momento juntos cuando podían.
Cuando tras la llegada de Dan la muchacha vio que no había traído sólo dos tazas sus ojos se abrieron con sorpresa y simpatía. Luego sonrió y negó con la cabeza, como si aquello acabase de decirle directamente que los walkies se quedarían para más adelante. Eso significaba una cosa: su amigo contaba con hablar largo y tendido, y a ella le parecía un plan cojonudo.
Al escuchar su saludo y sus posteriores palabras Trish tomó su taza y se sentó en el suelo, pasando por completo de lo que tenía entre manos.
—Se lo merecía —comentó en respuesta a su broma.
Con el resumen del día de Daniel la muchacha volvió a sonreír con lo del niño, pero arrugó el ceño un momento más tarde, al oír lo de Morgana. Estuvo a punto de decirle algo al respecto, pero con la pregunta del chico cambió de registro al mismo que él había adoptado.
—Bueno, nada mal —enunció.
—Me ha crecido el mismo niño junto a la misma puerta, he ido a por algo que le sirva para no morirse de hambre, y luego he visto cómo la que nos vendió la leche en polvo se tiraba la comida tirándole los trastos a Kane. Por la tarde he ido de aquí para allá y por la noche he recibido un rapapolvo por si me quedaba con hambre. Oh, y Morgana acaba de venir sin avisar y hemos vuelto a discutir, ¿no se nota su olor en el ambiente? Pero eh, el balance del día aún así es positivo.
Trish hizo sólo una pequeña pausa antes de dar un primer sorbo de su taza. Luego usó las dos manos para dejarla en el suelo frente a sus piernas.
—¿Qué te ha pasado a ti con ella?
Perdona la tardanza. :)
Olfateó en el aire como si fuera un sabueso.
-Ya decía yo que pillaba un tufillo a perfección y superioridad inigualable -dijo sarcástico para a continuación adoptar un aire presuntamente marcial, ambas manos a la espalda y empezar a recorrer la estancia con una mirada que, asombrosamente, se parecía mucho a la de Morgana de inspección-. Mmm, desorden, suciedad -dijo pasando un dedo sobre una superficie y nuevamente las manos a la espalda. Se acercó a Trish, se inclinó sobre ella, la olisqueó- y mediocridad. ¡INACEPTABLE!
Tras aquella pantomima, se echó a reír. Cuando dejó de hacerlo, y ante la pregunta de Trish, se encogió de hombros, pilló una silla y se sentó junto a ella.
-Bah, fuimos a donde los McAvoy, a Trafalgar Tavern e hizo todo un ejercicio de sincericidio en plena conversación, ante Clem y el resto de la peña. "Daniel -dijo imitando su voz -, no me gustas, así son las cosas". Ya sabes, a su modo, sin anestesia y sudándosela ampliamente quién estuviera allí. No dijo nada que no supiera ya de antes, pero si tenía algo que decirme, podía habérmelo dicho a solas. Pero ya sabemos cómo es. Luego lo arregla con un "te defenderé a muerte aunque me caigas como el culo" y encima hay que sonreírle agradecido. Y cuando le pides razones, va y te suelta que eso de caerse bien y blablabla es para críos atontados y empieza con sus batallitas de cuando era militar y tenía más polla que el tío más peludo y grande de su antigua unidad. En resumen, que necesita que le echen un buen polvo y se relaje.
Tomó la segunda taza y le dio un pequeño sorbo.
-¿Y a ti? ¿Con qué ha venido a tocarte los cojones?
En cuanto Daniel empezó a hablar, dando esa respuesta tan directa, Trish rió de buena gana. Esa risa se amplió después, cuando el chico se puso a imitar a la propia Morgana, y se convirtió en una amplia carcajada cuando la olisqueó a ella. La muchacha trató de detener su propia risa entonces, teniendo en cuenta lo tarde que era y que probablemente algunos Morris estarían ya dormidos. Sin embargo pasaron unos segundos hasta que consiguió volver a un estado más normal.
Para entonces miró a Dan con los ojos brillantes y de buen humor. Dio un sorbo a su taza, escuchando el relato de su amigo, y alzó una ceja sin intervenir cuando él expuso lo que Morgana le había dicho. Luego asintió un par de veces mientras él hablaba.
—Ojalá Nick se encargase de eso —dijo al final, dando un nuevo sorbo de su taza—. Debería formar parte de sus funciones como cabeza de todo esto.
Tras esas palabras la muchacha se echó hacia atrás, apoyando ambas manos en el suelo.
—Aquí ha intentado ir de buen rollo, ha hecho el idiota y todo, pero le ha durado dos minutos. Para mí que venía con la idea de crear buen ambiente, pero es cuestión de tiempo que salga la Morgana que conocemos. Ha estado quejándose de nuestra forma de tomar decisiones, con eso de la democracia y tal, pero le he dicho que sería mejor que ella se adaptase. Dice que en la guerra la toma de decisiones es más sencilla. Vamos, lo mismo de siempre, lo usa de justificación para todo.
—Bueno, también me estuvo insultando un rato y así. E intentando que le dé la coña a Cass para que vaya al médico, y que le dé información que tendría que preguntarle a Jimmy, supongo que por no pagarla ella.
—Vamos, un poco lo de siempre: pensar en ella misma y hacer como que los que no tienen ni idea somos los demás. Y tratarnos como la mierda.
En ese momento Trish se quedó un instante callada, reflexiva, y luego volvió a hablar.
—En realidad no creo que sea mala gente —opinó—, pero sí que actúa como si todos le importaran medio huevo.
Daniel suspiró.
-Supongo que sí -dijo dubitativo-. Es lo mismo que me dijo Clementine cuando volvíamos al refugio tras estar en Trafalgar. Y puede que sea cierto y que no sea una mala tipa, pero es una tocapelotas de cuidado. Diría que básicamente tiene miedo a las relaciones, a dejar que alguien supere sus defensas y toque donde no le gusta. Mejor ir de borde y asocial, que de cercana y molona no vaya a ser que me hagan daño.
Dio un sorbo a su taza. Ambas manos se cerraban sobre la cerámica, disfrutando del calor que emanaba.
-No sé qué puta vida ha tenido y entiendo que siendo militar y con la condena de matar o ser matado y viendo caer a tus compañeros en cualquier momento, o te insensibilizas o te pegas un tiro. Pero aquellos tiempos ya pasaron. Y sigue siendo un corcho que flota a su aire, incapaz de sumergirse en el agua que es donde ha decidido vivir -comentó metafóricamente-. Personalmente, me sobran su cinismo y su mala leche constantes. Y en cuanto a que Nick meta mano en eso... Ya son muchas las cosas con las que tiene que bregar como para encima amansar a Dulcinea. Antes me paseo por el Bronx en pelotas y con el cuerpo cubierto de lonchas de tocino de cerdo -se echó a reír una vez más. Aquella era una gran terapia -. ¿Y qué le pasa con Cass? ¿A qué viene esa insistencia por su salud? A mí me parece que está bien, pero claro... ¿Sabes? Antes, durante la comida, cuando estábamos en el huerto para recoger la cena de la brasa, tu hermana y yo hemos estado hablando un rato. Ha sido... curioso.
Trish escuchó lo que decía su amigo y se mostró bastante de acuerdo, sobre todo en lo de que Morgana era bastante tocapelotas. Después de eso siguió pendiente de las argumentaciones que daba. Le hizo gracia el eufemismo de Nick «metiendo mano en eso», precisamente porque eso era literalmente lo que el escritor debía hacer. Luego sonrió de medio lado cuando Dan dijo eso de Dulcinea. Porque Morgana podía ser muchas cosas, pero dulce era poco.
Lo último que Daniel dijo captó más la atención de Trish. Por curiosidad, pero también porque era un agradable cambio de tema. Había tenido suficiente Morgana ese día como para seguir con ella en mente.
—Qué guay —dijo, alegrándose genuinamente de que su hermana y su amigo estrechasen lazos—. Cass está bien, no te preocupes. Hoy se ha desmayado, pero le ha pasado antes y nunca ha sido nada grave. Si ella dice que está bien, para mí está bien.
Trish hablaba con convicción, como si estuviera totalmente segura de que no había ningún problema con su hermana. Por un momento observó a Daniel, acercándose la taza a los labios para beber, y luego volvió a hablar.
—La verdad es que Cass mil veces mejor de lo que parece cuando estáis todos, ya la irás conociendo —aseguró, y no tardó en volver a hablar, más curiosa que cotilla—. ¿Puedo preguntar de qué hablasteis? —Lo cierto es que le apetecía saber la respuesta cuanto antes, pero aún así añadió una pregunta que no pegaba nada con la anterior, una que le iba y le venía en la cabeza desde que el visitante nocturno había entrado en la sala común—. ¿Y qué te parece Jimmy?
La escuchó mientras hablaba, dando pequeños sorbos. Asintió mudamente en varias ocasiones mientras Trish afirmaba una cosa y otra.
-Bueno, es tu hermana y se preocupa por ti. Simplemente quería conocerme más o mejor o llámalo como quieras. En fin, que aunque lleve aquí algún tiempo tampoco es que este sea el reino de la socialización y de la chacharilla y, de algún modo, aterricé en un sitio donde las relaciones entre unos y otros ya estaban forjadas. Los nuevos se lo tiene que currar para conseguir la aprobación "moral" -comentó entrecomillando la palabra- de los veteranos. Y bueno, no he ocultado en ningún momento mi pasado ni he demostrado arrepentimiento alguno por mi vida pasada. De hecho tampoco creo que tengo por qué hacerlo aunque ello implique que ciertas personas digan de mí lo que les apetezca o no les caiga bien. Tranquila, no es el caso de tu hermana. Venga, aceptemos que Cass me entró de un modo un tanto torpe pero sus intenciones eran buenas y me lo demostró. Te quiere. Mucho. No puede disimularlo, ni tampoco quiere. Y en ese sentido busca protegerte, incluso en la distancia. Y una forma de hacerlo es interesarse por tus amistades. En este caso yo. Y lo veo normal. La invité a preguntar, lo hizo y yo respondí. Creo que la entrevista salió bien y que me dará el trabajo de amigo tuyo -sonrió ampliamente, con un deje travieso. Dejó la taza a un lado y se repatingó, las manos en la nuca.
Guardó silencio un rato, apenas un par de segundos, los justos para dejar que Trish asimilara la información dada.
-¿Jimmy? Eres la segunda persona que me hace esa pregunta esta noche. Y mi respuesta de que me parecía bastante guapo como no pareció convencer a Robin -dijo evidenciando la identidad de quien primero preguntó-, te diré lo mismo que le dije a él. Si tú confías en él. para mí es suficiente aval. No tengo por qué dudar de lo que nos dijo. El pequeño Thiago, su madre, su aventura cruzando el río, el dejar que sus vecinos crean que ha muerto. Lo que no sé es si esa información tiene también valor para otros y si Jimmy no la ofrecerá a otros postores. Y si él ha conseguido saber todo eso en tan poco tiempo, no veo problemas para que otros lo sepan y lo propalen con igual rapidez. Y en ese caso, según y a quién llegue, habrá problemas. Esa mujer ha decidido que lo mejor es sacar a su hijo de su entorno, traerlo aquí y hacer pensar que el bebé ha muerto. ¿Por qué? El no saberlo es lo que hace que se me despierten todas las alarmas. ¿Qué tiene Thiago para montar semejante teatro?
Trish escuchó a Daniel con atención. Le gustaba que ellos dos se hicieran más cercanos, sin duda. Había costado mucho que confiase en Nick a pesar de todo lo que habían pasado y esperaba que en aquel entorno seguro las cosas con Dan fuesen más deprisa. Asintió cuando él dijo que no había ocultado su pasado, convencida de que era lo mejor, y sonrió cuando contó que Cass había sido torpe al entrarle. Casi podía imaginarla, y le parecía totalmente adorable. Había muchas buenas de los últimos años, pero lo mejor sin duda era haberla encontrado.
Un momento más tarde, cuando su amigo empezó a hablar sobre Jimmy, Trish aprovechó el momento para vaciar su taza. Con naturalidad pasó a servirse más del puchero y rellenar también la taza de su amigo.
Fue inevitable una sonrisa de medio lado cuando Daniel empezó su respuesta hablando del atractivo de Jimmy. En su momento había llegado a ser un poco decepcionante que fuera gay, la verdad, pero en momentos como ese tenía su punto.
Dejó que hablase aún cuando el tema pasó de Jimmy a Thiago, y luego se echó hacia adelante, encogiéndose de hombros.
—A lo mejor no es qué tiene el crío, sino qué no tiene la madre. A lo mejor no tiene con qué mantenerlo, y para que no le coman la cabeza prefiere que piensen que ha muerto. O simplemente vive con su tío, por ejemplo, y no se fía de que no lo venda. —El tono de Trish era tranquilo, natural—. No sé, quizá estamos exagerando mucho.
—Nos guste o no, en este mundo los críos van y vienen. Es una mierda, pero es lo que hay. La madre seguramente ha creído que estaba más seguro aquí, porque somos la leche —Sonrió con complicidad—. No tiene por qué haber mucho más, ni por qué darnos problemas. Aunque no descarto que vayamos pronto a hablar con la madre. Es la mejor forma de salir de dudas.