Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 16.00.
Los habitantes de Major Morris habían habilitado los dos pequeños patios interiores del antiguo centro de salud como huertos. El más grande había sido el elegido para las verduras de temporada que constituían la base alimenticia del refugio, mientras que el pequeño se dedicaba para otro tipo de hierbas y arbustos, de las que sacaban lo necesario para los ungüentos de Robin, pero también distintas especias, para cocinar y para comerciar.
En los primeros tiempos del huerto la única fuente de riego había sido mediante cubos transportados a mano. Pero con el paso de los años Trish había diseñado un sistema de autorriego utilizando el agua de lluvia que se recogía en un depósito utilizado únicamente para el huerto. Aún así, cerca de la puerta solían estar los dos cubos que Cassandra no había perdido la costumbre de utilizar cada día para mezclar el agua que inundaba el sótano con la de lluvia.
También junto a la puerta había un pequeño armario con algunos útiles muy básicos para remover la tierra y algunas bolsas cerradas con semillas esperando el momento de ser plantadas.
Gracias al grueso cristal que resistía el paso del tiempo el interior del refugio quedaba protegido de las inclemencias del tiempo, pero, al mismo tiempo, cuando se cerraba la puerta el huerto quedaba aislado de los sonidos de dentro.
Y allí fue donde Axel se encontró con Robin, que había llevado a la vaca con intención de darle de comer algunas de las hojas sobrantes que sólo servían para hacer abono.
Escena secundaria.
La reunión había dejado al pelirrojo algo más fuera que dentro de sí. Todavía le costaba entender cuándo había contado tanto como Cass sabía y por encima de ello empezaba a asimilar que a pesar de todo el caos inexplicable, todo había pasado. Todo.
Robin tiró de esa vaca que seguía sin apreciar hasta el huerto, perdido en sus pensamientos y en busca del silencio cómodo.
Hope seguía insistiendo en su cabeza com el qué iba a comer el animal y si no era por el bovino al menos sería por Hope que se preocuparía de tener siempre algo para Anastasia.
Al ver a Axel saludó con un gesto de cabeza cortés y automático y siguió su plan de conducir la vaca a la pila de desechables. Esperó junto a ella hasta que sus morros supieron encontrar las hojas de col luego miró al nuevo para dedicarle una tímida y rota sonrisa que resaltaba la casualidad de encontrarse allí.
— ¿Ya tienes habitación? —preguntó en un intento de remediar la horrible bienvenida que había tenido.
Escondió entonces las manos en los bolsillos de la parca y mientras sus dedos se enredaban, jugaban y palpaban los objetos que iban encontrando en ellos su cabeza empezó a repasar qué habitaciones podía ocupar Axel, omitiendo, por supuesto, entre las vacías la Nick y restando una para Hope.
Fue en medio de sus cálculos cuando sus dedos toparon con un paquetito que no tenía foliado en su libreta mental.
Detuvo cuanto hacía, incluso respirar, lo tomó con sumo cuidado con las puntas de los dedos y lo extrajo de su bolsillo.
Curioso lanzó sus ojos sobre él a una velocidad psicótica en comparación al movimiento de su mano y encontró en pequeño fajo de servilleta y marihuana que le había sobrado la noche anterior al hacer el pastel de los McAvoy.
Identificado se dispuso a volver a guardarlo pero se detuvo en el último milímetro.
— ¿Fumas? —añadió a la anterior pregunta cuando en realidad quería saber si le iba a acompañar.
Pensando en llevarle una infusión de menta a Trish cuando fuera a visitarla, Axel se pasó por el huerto a sacar un par de hojas frescas. Suponía que a nadie le molestaría, pues al menos dos personas ya le habían dicho que si necesitaba algo se los pidiera o lo sacara, pero realmente no llegó a cuestionarselo demasiado. En un caso así consideraba que era mejor idea pedir perdón que permiso, o al menos lo habría sido si no se hubiera encontrado con que alguien ya estaba ahí.
Al ver el parco saludo del chico, Axel le sonrió amablemente y dejó que siguiera con lo suyo mientras él iba hacia la planta de menta. Una vez se hubo puesto de cuclillas para tomar algunas hojas se dio cuenta de que el pelirrojo hacía un esfuerzo por sonreírle y entablar conversación, algo que sin duda no debía ser fácil considerando el momento que estaba pasando, así que las sacó rápidamente y tras guardarlas en su bolsillo se puso de pie.
Ni habitación ni estadía asegurada - sonrió con algo de ligereza- Pero todo a su tiempo. Siempre puedo acomodarme en algún rincón hasta que haya ánimos votación, o buscar otro lugar donde quedarme si quieren privacidad hasta entonces. - contestó mientras el chico parecía rebuscar algo en sus bolsillos, de donde finalmente sacó un pequeño bultito de lo que olía como marihuana.
Si invitas, claro - amplió su sonrisa - Hace muchísimo que no fumo. No me parecía la mejor idea viviendo en un grupo cristiano como el de Madre Laura.
El niño ya había protestado antes de que Axel aclarara que ya había pensado dónde dormir y no fue capaz de parar las palabras que subían por su garganta aunque no fueran necesarias.
— En algún sitio te tendrás que quedar — soltó perdiendo el ímpetu a medida que hablaba—.
Terminó por encogerse de hombros rebajando la exteriorización de su angustia, no pretendía presionarlo ni a quedarse ni a dormir sobre blando. Que hiciera lo que quisiera, pero que lo hiciera a buen recaudo del peligro humano y del frío.
Asintió y se acercó con la aceptación de la hierba aunque con el añadido de Axel el pelirrojo apartó la mirada al cubo de Cass buscando dónde meterse y esperando que su cagada no fuera tan grande como la sentía.
— Ah, si no te parece correcto, no... —se disculpó incómodo intentando no animarlo a desdecirse. Necesitaba compañía, especialmente una con quién no empatizar.
— ¿Puedes ir haciendo? — le ofreció el saquito bien seguido, dejando a su alcance -o incluso más cerca- la posibilidad de salirse por la tangente y la decisión de empezar cuanto antes.
Y de tomarlo, se tomaría un minuto para limpiarse precariamente el rostro con el agua del sótano que seguía acumulada en el cubo. A lo mejor así, su presencia era un poco más agradable.
Axel sonrió al escuchar al chico insistir sobre su estadía, enternecido hasta cierto punto por su inquietud en un momento en que entendería la última de sus preocupaciones fuera donde va a dormir el vago que se auto invitó a su casa.
Ya veremos donde acabo al final del día. Si es en habitación genial, pero con solo estar bajo techo ya estoy más que agradecido- intentó tranquilizarlo, para al menos quitarle ese peso de encima. No quería que además el pobre niño pelirrojo se complicara la vida con minucias como donde cerraría los ojos Axel esa noche.
¿Qué? No, no - respondió de inmediato al ver que el chico dudaba de pronto, riendo un poco ante el malentendido - No quise decir eso - aclaró, con una sonrisa - Es que fumar hierba donde Madre Laura me parecía algo así como ir a follar al confesionario, ¿sabes? No lo sé, son tan cristianos que se me hacía falta de respeto para sus creencias, y a fin de cuentas la casa no era mía - intentó explicar lo mejor que pudo sin ser demasiado tedioso al respecto - Pero sí fumo. - tomó el saquito que le ofrecía - Así que lo armo y fumamos sin problema, que llevo un tiempo sin dar unas caladas - añadió mientras comenzaba a enrolar el porro con lo que el chico le había dado.
¿Y tú que hacías cuidando a la vaca? - preguntó extrañado de que no fuese Hope la que se encargara del animal - Pensé que era de Hope. - comentó mientras lamía el borde del papelillo para luego presionarlo con cuidado y sellarlo - De hecho, se me había ocurrido que si no tenían donde dejarla podrían negociar con Madre Laura el dejarle la vaca y que a cambio ella les de parte de la producción de leche de forma continua y algún otro producto animal de vez en cuando. Seguro le interesaría.
Robin no entendía como Axel —o cualquiera— podía vivir en la improvisación. Sin importarle en qué comunidad se metía o dónde iba a dormir.
Le costaba comprender la calma de ese hombre ante un plan sin marcas ni guías y la ajenidad con la que vivía a su propio entorno. Moviéndose y relacionándose como de puntillas procurando no levantar ni una mota de polvo.
Tanto le era extraño que mientras hablaba necesitó detenerse en su baño de rostro para dedicarle atención absoluta o después sería incapaz de creer a sus propios oídos.
Sonrió para sí ante la clara comparación que su cabeza hizo por su cuenta entre su nuevo compañero y el rooibos que debía filtrar en sus bolsas de infusiones.
Tras la pregunta por Anastasia volvió a encararse al agua para terminar de limpiarse.
— Es de Hope — confirmó secándose el rostro con la manga de la parca—. Y la verdad es que es buen trato —admitio empezando a darle vueltas al tema, aunque no estaba muy seguro de que el animal diera la suficiente leche para ponerse a establecer cuotas—. Lo podemos plantear — con broma se giró hacia el animal— a ti no te importa, ¿Verdad Annie?
Dejó caer sus párpados a la frustración al verla comiendo como si nada hubiese cambiado en el mundo, siempre tan anonadada y perdida en la mirada como una princesa rusa salvada de milagro de manos bolcheviques.
— No te soporto.
Pasó de la vaca para acercarse a Axel y le pidió con la mano medio extendida el paquetito con lo que hubiese sobrado con toda intención de volver a guardarlo en el bolsillo.
— ¿Por eso te fuiste? De Madre Laura, digo ¿Por hartarte de Dios?
Escuchar que su propuesta de trato para deshacerse de la vaca le gustaba al pelirrojo le hizo sonreír, pero aquella mínima mueca se transformó en una risa contenida en resoplido al escuchar como el chico le preguntaba su opinión al animal. Axel miró la vaca, como si esperar algún mugido de indignación, pero al ver como solo comía y el pelirrojo se resignaba a su indiferencia, el puertorriqueño dejó salir una suave risa, negando con la cabeza gacha.
Al verlo acercarse, le entregó primero el paquetito con el resto de la hierba, y a continuación el porro, pues él no tenía mechero a mano para encenderlo así que esperaba que el pelirrojo lo hiciera.
No, no realmente - se negó en tono relajado mientras esperaba que el pelirrojo le recibiera las cosas - Digo, nunca fui un creyente devoto, pero tampoco estoy harto de Dios. Mi familia era religiosa, y entiendo que alguien quiera y elija creer en Él - aunque para su gusto aquello fuera una pérdida de tiempo, pues Dios llevaba ausente suficiente tiempo, como si hubiese tomado unas putas vacaciones indefinidas - Dejé Madre Laura porque tengo una rodilla jodida desde una "limpieza" de los Mártires del Paraíso. - suspiró, frunciendo los labios - Y con Madre Laura hay que caminar demasiado. Tampoco es que cojee con nada, pero ya no me da la rodilla para la vida nómada, así que estoy buscando un refugio más permanente.
Robin tomó el saquito y lo guardó con rutina pero cuando llegó el porro aun apagado lo miró como si de pronto le hubiesen devuelto a la realidad tras un largo sueño y no estuviera seguro ni de su propio nombre.
Lanzó una mano tímida a recoger también el cigarro y una vez lo tuvo en la mano palpó sus bolsillos buscando el encendedor que encontró con la cabeza en la cocina.
Iba a proponer un desplazamiento cuando Axel destapó los caramelos.
Sus pupilas se dilataron en la reacción contraría a la que debería haber mostrado ante una noticia del estilo, pues por interesante que fuera no dejaba de ser una putada para el violinista.
Bajó la mirada a las rodillas de éste intentando adivinar en cual centrarse.
— ¿Cuál es? —preguntó con ternura como si Axel le hubiese enseñado dos cachorros de labrador y solo uno de ellos acepatara caricias.
— Si no te sabe mal, le puedo echar un vistazo y vemos si le podemos hacer algo —propuso olvidándose por completo del porro que seguía apagado colgado de sus dedos y la llama que no quería ver cerca de su nariz—. Aunque sea para que no te moleste al llover. ¿Quieres?
Al ver el interés renovado del pelirrojo tras escuchar su desafortunado encuentro con los mártires, una sonrisa de medio lado se dibujó en los labios de Axel, divertido por los temas que parecían cautivar al adolescente. Diría que le sorprendía, pero que la violencia y las drogas le llamaran la atención a un chiquillo de su edad estaba lejos de parecerle alocado.
Tuvo que reprimir una risa al escuchar el tono tierno en que Robin le preguntaba por la lesión mientras miraba sus rodillas, y con los labios apretados para no soltar esa carcajada pendiente escuchó la propuesta del chico, pensando al mismo tiempo que ya podía apurarse en prender el porro, pues con la oferta ya le había abierto la ansiedad por una o dos caladas tras tanto tiempo sin acceso libre a marihuana de calidad y no pura mierda mezclada que hacían pasar por algo más.
Claro, no veo por qué no. - sonrió de oreja a oreja - En el peor de los casos, si me la jodes más me ayudas a convencer al resto de que me dejen quedarme - le guiñó un ojo, bromeando - Es la derecha. ¿Te vale verla por el agujero de mis pantalones o quieres que me los quite? Me da igual, eh. Lo que te sea más cómodo para revisar, doc.
— Sí, quitátelos —consideró Robin hurgando con los ojos los límites de la tela. No iba a poder comprobar nada.
Tardó unos segundos tras la decisión en entender, reír y molestarse por la broma de Axel. Pero ni era el primero ni sería el último en cuestionar que él, barbilampiño, y sus pecas supieran lo que hacían.
— Pero, espera, vamos a la consulta —añadió tomando renovada conciencia del entorno—.
Y con aquello se dispuso a guiarle, dejando la vaca atada para que no devorara más de lo calculado. Y aprovechando el desplazamiento para acercarse a la cocina para que Axel prendiera la hierba y llevarse un trapo.*
*Si no os parece mal.
Ya se había llevado la mano al botón de sus pantalones cuando el chico lo detuvo, y asintiendo se decidió a seguirlo en dirección a la consulta. En el camino, y agradeciendo el distanciarse del oloroso animal que era esa vaca, aprovechó de prender el porro que había liado dándole una primera pero corta calada antes de cedérselo al chico. Corta por dos razones, una que no sabía que tan potente era esa hierba que ahí cultivaban, y dos, que los honores del primer disfrute deberían pertenecerle al dueño de la hierba.
Una vez en la consulta, se quitó los pantalones sin mucha ceremonia y los tiró a un lado. Bajo ellos llevaba bóxers ajustados del mismo color negro que la prenda que acababa de sacarse, y sus piernas eran delgadas pero aún así lo suficientemente fibrosas para no parecer frágiles. Su rodilla, particularmente, solo tenía una marca de bala por dónde parecía haber sido extraída la misma.
¿Prefieres que me siente o algo? Tú muéveme con confianza. - se dejó a disposición del muchacho, que hace veinte años atrás no le habría inspirado la más mínima seguridad como para dejar de ir a un hospital. Sin embargo, olvidándose de hospitales como los de esos años y universidades donde estudiar medicina, ¿que quedaba si no confiar en extraños con habilidades de curandero?