El médico evaluó a la tropa que Morgana le dejaba en la consulta y, finalmente, asintió a Clementine.
—No me importa, tranquila —le dijo, con una sonrisa—. Los jóvenes siempre tan llenos de vida, ¿eh? Id tranquilas. Me echarán una mano y les contaré alguna historia para que no se aburran. —Entonces dedicó una mirada cómplice a la predicadora y bajó un poco el tono al despedirse de ellas—. Que el Señor guíe vuestros pasos.
Shamira parecía exultante porque la dejasen a cargo del bebé y un brillo de satisfacción podía verse en su mirada, seguramente motivado por ver que haber prestado atención mientras Clementine se lo colocaba antes de salir ahora le serviría para ser capaz de imitarla.
Las dos mujeres dejaron atrás la consulta y al otro lado de la cortina pudieron ver que tan sólo estaba el viejo Quijano. El hombre en ese momento se palmeaba con suavidad los muslos haciendo una especie de ritmo que también acompañaba con sonidos de su lengua. Al ver que Morgana y Clementine salían, detuvo su movimiento para hacerles un gesto de despedida con la mano.
—Vais hacia la «primavera», ¿verdad? —dijo, con expresión feliz—. Adiós, «chica guapa», adiós «voz de luz». Tened cuidado con los «rincones».
Bentley seguía tumbado ante la puerta, haciendo guardia con la cabeza apoyada sobre las patas delanteras. Pero en cuanto el anciano habló, el perro movió la cabeza para atisbar hacia el interior y cuando sus ojos cayeron sobre Clem, su cola empezó a moverse despacio, como si anticipase la alegría de volver a reunirse con ella.
En vuestro próximo post decidme hacia dónde vais. ¿A «la plaza»? ¿Algún otro lugar?
Morgana salió al exterior no sin antes despedirse del viejo Quijano con otro pellizco en la mejilla.
-“No sufras compadre. Mañana nos vemos.”
Se acuclilló frente a Bentley, al que ofreció una media sonrisa y le acarició la cabezota- Vaya cara de aburrido, saco de pulgas. Anímate, ahí está tu colega humana, detrás de mí. -Se enderezó, echó un vistazo a los alrededores- Gonzo comentó que Anabela estaba por la plaza. Empecemos por ahí y si no ya preguntaremos. –Siguió mirando, no sabía si quería o no localizar a Kane- ¿Te ha gustado Nicolás? Es de tu estilo.
Cuando echasen a andar, miraría de refilón a Clem; luego al frente, después de nuevo a la joven. Empezó a hablar, con calma, con aquella suave voz, de manera que las palabras se deslizasen bailarinas y armoniosas hacia los oídos de su compañera.
-Un niño al que abandona su madre, y una madre que ha sufrido una puta mierda de desgracia con la muerte de su bebé recién nacido. Y el destino, ese cabrón si crees en él, el azar, o tu dios, nos coloca a nosotros en medio. Si tuviera fe como tú, diría que nos quiere decir algo, ¿no crees? Que nos está dando la oportunidad de hacer algo bueno. Algo la hostia de correcto. –Alzó la vista al cielo plomo de aquel día gris- Tenemos en nuestras manos la posibilidad de alegrar dos vidas, de unir a dos seres que han padecido una terrible pérdida.
Se movía en terreno resbaladizo. Una media decena de pasos después añadió- Tal vez no sea necesario que María se desplace al Morris. La Comunidad es un sitio más seguro que nuestro centro.
- Que Dios lo bendiga, doctor.-dijo, con su acento terríblemente marcado, pero con una sonrisa, que se mantuvo al contemplar a Quijano, efectuando aquel ritmo indefinido con las manos y con la boca- La próxima vez marca el ritmo usted, señor Quijano.-indicó, dedicándole un guiño al anciano, y devolviéndole aquel gesto de despedida, mirando al frente de nuevo, en la búsqueda de Bentley, que no tardó en presentarse ante ella dando un par de vueltas sobre si mismo, exaltado, apoyando las patas sobre su torso, estirándose así cuan largo era, demostrando que en esa postura era incluso más alto que la propia Clementine antes de disponerse a relamerle la cara a su humana favorita, que cerró los labios con fuerza mientras se reía, involuntariamente, y trataba de no perder el equilibrio bajo el peso del alaskan.
- Ya... Ya estoy aquí...-dijo, frotándole el pelaje, mientras se dejaba caer como buenamente podía al suelo, al ser consciente de que no podía soportar el peso del animal sobre los hombros- Bentley... ¡Bentley!- dijo, entre risas, tratando de respirar durante los últimos coletazos de aquella alegría eufórica y mastodóntica del can, resoplando un par de veces antes de volver a levantarse, sacudiéndose el polvo y la mata de pelo blanco que se le había pegado a la ropa, con Bentley aún pegado a las piernas.
- ¿De mi estilo? ¿Y cómo es eso de mi estilo?- preguntó, sonriente, acariciando al perro entre las orejas, antes de comenzar a caminar junto a Morgana, mirándola en silencio mientras hablaba, y asintiendo finalmente, al escuchar su conclusión. La miraba, como si de hecho admirase sus palabras, e incluso se sintiera orgullosa de ellas. La miraba con la esperanza que nacía de una fe sólida- Evidentemente, podemos hacer el bien. Y puede que hayamos caminado hoy los mismísimos caminos inescrutables del Señor para llegar a la conclusión de que podemos alegrar la vida de esa chica, ayudarla a sobreponerse a su desgracia y de paso dar una figura materna y necesaria a ese Regalo de Dios que alguien ha tenido a bien dejar en nuestra puerta. -indicó, con un suspiro, llevándose una mano al pecho- Esperemos que los intereses espurios y la estela del jinete bayo no se interpongan en lo que puede ser una buena obra. -añadió, con cierta preocupación, antes de mirar de nuevo al frente.
- Tal vez no sea necesario.- convino, apretando ligeramente los labios- Aunque... Creo que todos a estas alturas, sentimos que ese crío es... Un miembro de nuestra propia familia. De nuestra manada.- añadió, esbozando una nueva sonrisa- Creo que una decisión así tendría que ser una conjunta, Morga, teniendo en cuenta todo lo que hayamos sacado en claro nosotras, y aquello que hayan podido sacar en claro los demás durante el día de hoy.
El perro tardó un poco en dejar de hacerle fiestas a su humana favorita, como si llevase un año sin verla cuando en realidad había sido menos de una hora. Después emitió un ladrido agudo y empezó a trotar. Esta vez no parecía necesitar echar la vista atrás para ver por dónde querían ir las dos mujeres.
Se paraba para olfatear el suelo y los restos que quedaban de lo que había sido un día mobiliario urbano, también de tanto en tanto para asegurarse de que le seguían y ninguna de las dos se le despistaba, pero el perro parecía tener claro cuál era el camino correcto. O el que él quería tomar, en todo caso. Y daba la casualidad de que la dirección en la que trotaba el animal era la misma que la de esa «plaza» de la que hablaba Morgana.
-Tu estilo. Jodidamente creyente. Rezos y fe en nuestro señor misericordioso y otras gilipolleces –se le escapó ese último insultante adjetivo. Torció la boca, se encogió de hombros- Bah. No me hagas caso, ya sabes que tengo la lengua muy sucia.
Clem estaba siendo receptiva a su propuesta. No coincidían en motivos, pero al menos sí en fines. Morga se mordió el interior del labio inferior, satisfecha. Pero su compañera la miraba de una manera extraña, diferente a la habitual, a Morgana le pareció que lo hacía como si observase a un bicho raro. Eso le causó cierta desazón, y tuvo que reírse para relajar la tensión que en aquellos pocos segundos se le estaba acumulando en las mandíbulas.
-No uses ese retorcido galimatías cristiano. No he entendido una mierda. ¿Espurio? ¿Jinete bayo? ¿De quién cojones hablas? -soltó una breve risotada- Yo soy más básica.
Lo siguiente no le gustó tanto. Lo entendía, más o menos. Sin embargo ella era de tomar decisiones ya, sin esperas ni dudas. Si tenía a Clem de su lado, era el momento. Decidió presionar.
-Si solo ha transcurrido un día, ¿cómo va a ser de la “manada”? ¿Y para qué demorarlo? Clem, las dos estamos de acuerdo. Kane es tu aliado. A Nick le quitamos un peso de encima. Estoy segura que Trish y Cass pensarán lo mismo. Decisión conjunta tomada. Y con argumentos, coño, nadie nos la puede rebatir. Es genial, tía, tú y yo en la misma puta onda. Sin enfrentamientos.
Le dio un golpecito con el puño en el hombro, sonriendo.
-Misión cumplida, con beneficio para todas las partes. Y si también podemos solucionar lo de esa prótesis, será la hostia, predicadora. Unas putas cracks de las negociaciones.
Y una sólida relación con esta gente. No para besarnos el culo, pero sí para tratarnos con cariño, añadió para sí.
Clementine negó con el rostro, divertida, tras haber escuchado a Morgana quejarse de que usase aquel "galimatías cristiano". Y respondió a aquella queja en efecto a su manera, recitando un fragmento de la Sagrada Palabra que habría leído como mínimo cientos de veces. Un fragmento que en palabras del Reverendo siempre resonó ominoso, e infundió temor en su espíritu.
- Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: «Ven». Miré, y vi un caballo bayo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía: y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra.- recitó, concluyendo aquel versículo con un prolongado y tembloroso suspiro, santiguándose en el acto, y frotándose los brazos como si de hecho repentinamente hiciese más frío, mirando a continuación hacia la ex-militar, atenta a sus palabras, riendo por lo bajo al recibir aquel gesto amistoso por su parte, sin añadir, en lo que restó de su intervención, mayores referencias religiosas a su discurso, entendiendo que quizá aquello ya era demasiado para Mogana.
- Es cierto, esa chica, este barrio, podrían favorecer que ese niño creciese con todo lo que necesita, si definitivamente se plantease el asunto. Y seguramente sea una decisión que los demás vean con buenos ojos, a menos que tengan un buen motivo para no hacerlo. - convino- Pero no perdemos nada por preguntar, Morga. -indicó- Quién sabe, igual... Los demás consiguen hoy dar con la madre del crío. E igual todo se arregla. -expuso, encogiéndose levemente de hombros- Quizá nuestra misión no acaba sólo con esa chica, María. Sino que incluye a esa joven que ha dejado algo tan valioso como la vida misma frente a nuestra puerta.- concluyó.
- Aún así, estoy de acuerdo contigo. Somos unas... Tremendas cracks de las negociaciones.-apuntó, sonriente.