Nueva York, martes 17 de noviembre de 2037, 09.30.
El lugar donde estaba ubicado el refugio, Sugar Hill, era un barrio localizado en la parte norte de Hamilton Heights, en la zona de Harlem, perteneciente al distrito de Manhattan. Y dentro de la isla era, precisamente, una de las zonas más tranquilas en esos tiempos en los que el mundo había cambiado.
Las calles anchas parecían sugerir que en otros tiempos los coches circulaban en varios carriles en ambas direcciones y, lo que una vez fue un parque bien cuidado, se había convertido en un espacio verde y salvaje, donde un pequeño grupo de Buscadores del Nuevo Edén se había instalado hacía años.
Había varios asentamientos en la zona, pequeñas comunidades de gente que, como los habitantes del asentamiento de Major Morris, se agrupaban para facilitar la supervivencia de cada uno. Un par de grupos armados, entre ellos los Chicos de McAvoy, solían hacer rondas por las calles del barrio y no era extraño que los pasos de los valientes que se aventuraban a salir de sus refugios se cruzasen con los de estas bandas.
Sin embargo, que fuese una zona por lo general tranquila no significaba que fuese totalmente segura. En ocasiones otros grupos hacían incursiones, saqueaban refugios o se montaban trifulcas en plena calle. No era algo que sucediese a diario, pero en la época que nos atañe, ningún lugar de Nueva York era totalmente seguro.
Hacía frío aquella mañana cuando los tres habitantes del Major Morris lo abandonaron para dirigirse al mercado más cercano, el Trueque de Jackie.
Apenas habían dado un par de pasos cuando se dieron cuenta de que había una figura agazapada cerca de la puerta del refugio. La chica se puso en pie al verlos salir y se acercó a ellos. Daniel y Trish la reconocieron de inmediato, pero Axel no la había visto nunca.
Era menuda y delgada, con la piel oscura, melena rizada hasta el cuello con mucho volumen y un rostro atractivo en el que destacaban unos enormes ojos castaños que parecían inundados de una profunda angustia. Iba vestida con unos pantalones negros elásticos y estaba arrebujada en un enorme chaquetón de lana gris oscuro, que le quedaba bastante grande pero que parecía muy caliente. Junto a ella tenía dos bolsas de viaje.
—Daniel —se fue directa hacia el chico, dedicando tan sólo una mirada rápida a los otros dos como todo saludo—. He venido en cuanto he podido. ¿Qué ha pasado? Creía que me guardaríais el secreto. Pensaba que habíais entendido lo importante que es. —Miró a Trish entonces—. ¿Dónde está Thiago? ¿Está bien?
Daniel iba tranquilamente chachareando con Trish y Axel, cuando su conversación se vio bruscamente interrumpida por Lis. No esperaba su presencia y aún menos que lo asaltara de aquella forma. Era como una gata que hubiera saltado sobre un ratón, a sabiendas de que pasaría por allí.
-¿Lis? -dijo sin entender de qué le estaba hablando siquiera. Miró a Trish extrañado y volvió la mirada a la joven madre-. Lis -ya no era un tono interrogativo, Como si hubiera despertado de un sueño y fuera consciente de la realidad, el nombre cobraba el mismo peso-. ¿De qué me estás hablando? Porque te juro que no tengo ni idea. ¿Y cómo sabías que estaría aquí?
Todo aquello era demasiado extraño y no le gustaba nada. Algo empezó a revolotear en su estómago antes de posarse pesadamente. No, no le gustaba nada.
¿La madre de Thiago? Al menos eso podía asumir por la urgencia en las palabras de la joven chica y aquella insistencia en que se trataba de un secreto. Aunque, si se trataba de ser sincero, tenía que admitir que antes de pensar en quien era se había detenido un momento a pensar en sus hermosas facciones. Tendría que haber sido ciego para no dejar que la visión de esa preciosa extraña no hubiera sido su primer pensamiento.
Todos saben donde encontrar a los Morris - echando una mirada rápida sobre su hombro hacia el refugio a modo de señal. Si sabías de los Morris, ya solo por su nombre, no era difícil saber donde pillarlos. El resto solo era esperar a que pasara el que querías ver.
Thiago está bien, no tienes de qué preocuparte. Está con uno de nosotros y bien cuidado. - dijo antes de cualquier otra cosa a la joven madre, hablando con tono sereno para intentar calmarla con él - Axel Montenegro, soy del Morris también. - se presentó con una sonrisa amable - ¿Has recibido algún mensaje de aquí? - preguntó intrigado, porque Daniel no parecía tener idea, así que o alguien mandaba mensajes por él para mover las piezas y podían estar en peligro, o en el mejor de los casos, solo se trataba de un malentendido.
La joven miró extrañada a Daniel ante su extrañeza. Sus enormes ojos de gacela se fueron hacia el edificio del antiguo centro de salud y luego hacia Axel cuando intervino. Asintió con la cabeza.
—Vives aquí —respondió como explicación—. Sólo he esperado hasta que has salido.
Cogió sus manos, nerviosa y angustiada, y el chico pudo notar que las tenía frías. Debía llevar un buen rato esperando junto a la puerta.
—Vino un hombre a nuestra comunidad. Quería entrar a buscarme y estuvo hablando en la puerta sobre Thiago. Yo no lo vi, pero me contaron que no le dejaron pasar y se puso a gritar como un loco. —Se mordió el labio, preocupada—. Gritó ahí en plena calle que él sabía que Thiago estaba vivo, que él lo había recogido de la calle y que lo teníais aquí. —Sacudió la cabeza y sus rizos oscilaron—. Lo escuchó mucha gente. He venido en cuanto he podido. Me lo tengo que llevar de aquí.
Al salir del Morris Trish lo hacía con la esperanza de que el viaje al trueque sirviese de algo. Tenía varios trabajos a medias, y alguno era bastante prioritario. Más valía conseguir pronto las piezas que faltaban.
Lo que no esperaba era, desde luego, aquella aparición. Se giró hacia Lis en cuanto esta fue hacia ellos, y al reconocerla la miró con extrañeza. Trató de sonreírle... Pero estaba claro que en el humor de la mujer no había lugar para las sonrisas.
Durante algunos segundos Trish se mantuvo al margen, sin entender qué era aquello tan malo que supuestamente habían hecho. Y cuando las explicaciones llegaron la muchacha empezó a hacer recuento mental de las posibilidades.
—Nosotros no le hemos dicho a nadie de dónde ha venido Thiago —aseguró la joven, aunque empezaba a tener un sospechoso en mente. Le parecía increíble pero, al mismo tiempo, no veía más opciones—. ¿Cómo era físicamente ese hombre? ¿Sabía tu nombre?
Parpadeó perplejo ante aquella declaración.
-Como dice Trish, nosotros no hemos comentado nada a nadie. Y entiendo tu preocupación -dijo Daniel tomando de las manos a Lis suavemente, tratando de transmitirle tranquilidad, para luego soltarlas-. Pero tu pequeño está bien y seguirá estándolo. Lis, antes de precipitarnos, háblanos de ese hombre. Cualquier cosa puede ser importante. Y luego tomamos decisiones -le preocupaba que la visita de aquel hombre hubiera sido una provocación con el objeto de que Lis abandonara su hogar e hiciera lo que ahora mismo pretendía hacer. Llevarse a Thiago sin tener un lugar donde ir, convirtiéndose en un blanco fácil.
Bueno, oficialmente, entendía más bien poco. Podía deducir que esa era la madre, y que su nombre era Lis, pero... ¿a quien coño le importaba lo que pasara con ese bebé? A ver, quizás esa no era la forma de plantearlo. Más bien, ¿por qué un simple bebé causaría tamaña conmoción y alerta? El hombre tenía fruncido el ceño por la confusión, intentando absorber la mayor cantidad de detalles para no interrumpir la conversación pidiendo explicaciones que, a juzgar por el secretismo de todo, quizás no le darían.
La chica respiró profundamente y se pasó la mano por el pelo, haciendo bailar sus rizos antes de seguir hablando.
—A ver... Janine me dijo que era un hombre de unos treinta años, pelo corto, castaño. Dijo que era atractivo, hasta que abrió la boca. —Esbozó una sonrisa nerviosa, como disculpando el comentario de su amiga, y siguió—. No dijo su nombre, sólo que venía de aquí y quería ver a la madre de Thiago. Pero no sabía mi nombre, si lo hubiera sabido tal vez lo habrían dejado entrar —valoró—. Pero luego empezó a gritar que él había perdido a su hijo y que había recogido al mío y que Thiago estaba vivo y en el Morris. También dijo que algunos aquí querían deshacerse de él.
Miró a Trish, luego a Daniel, suplicante.
—Tengo que verlo y llevármelo de aquí. Ya no es un sitio seguro para él, no hay motivo para que no esté conmigo.
Todo era extraño. Desde la súbita aparición de Lis hasta la historia que les relataba. Miró a Trish y a Axel y entonces cayó en la cuenta de algo.
-Lis, deja que te presente a un compañero nuestro del Morris. Él es Axel. Axel, Lis -dijo presentándolos, algo tan vanal que le permitía unos segundos más para pensar-. Lo que nos cuentas... No sé, no tiene sentido. Pero mejor no llamar la atención, aquí parados como tontos. Movámonos y hablemos -dijo al tiempo que echaba un brazo sobre los hombros de Lis-. Me alegra volverte a ver, Lis. Y ahora recopilemos. Un hombre en la treintena, moreno, fue a vuestro campamento gritando que Thiago estaba vivo y en el Morris y reclamando hablar contigo. Pero no sabía quién eras y tan solo se limitó a vomitar lo que quiso metiéndote el miedo en el cuerpo. Y ahora estás aquí, dispuesta a llevarte a tu hijo. Si ese hombre no sabía quién eras y estaba vigilando para ver qué mujer salía desesperada, ahora ya lo sabe. Además - calló unos segundos, ordenando lo que iba a decir-, no veo el peligro para Thiago mientras permanezca en el Morris. Si ese hombre está de verdad interesado en él, a sabiendas de que parece saber que está con nosotros, también es consciente de que entrar en nuestra casa y llevarse a tu hijo es casi misión imposible. Sin embargo, asustando a su madre, haciéndola venir hasta aquí, y logrando que te lo lleves a no sé dónde, serás un objetivo fácil. No quiero asustarte ni echarte nada en cara, Lis, pero te has expuesto y puesto en peligro.
No quería que Lis se sintiera culpable pero su reacción, por lógica y maternal que fuera, no había sido la mejor.
-Y una cosa, ¿qué quería decir ese hombre con lo de que había recogido a Thiago?
Trish asintió al oír la primera explicación de Daniel. Sin embargo, cuando la chica respondió, ella acabó mordiéndose la mejilla por dentro, inquieta. Cuanto más escuchaba, más le inquietaba lo que oía y —quizá erróneamente— no se molestaba mucho en ocultarlo. Cambió el peso de pierna, y conforme Daniel le respondía ella se quedó callada, pensativa. Para cuando el chico acabó de hablar la expresión de Trish intentaba ser consoladora.
—Lis, Thiago está bien, te lo prometo —aseguró—. Y en el Morris estará tan bien como estemos nosotros. Muchos nos hemos comprometido a cuidar de él, y no dejaremos que le pase nada, de verdad. Lo que cuentas seguro que tiene una explicación.
En ese punto Trish tomó aire.
—Si quieres, ya que estás aquí, te acompañamos dentro para que lo veas. Estate un rato con él, mira cómo ha crecido y lo sano que se encuentra, y decide después. Pero antes... —Miró a Axel y a Daniel, indecisa—. ¿Me dejas hablar con ellos un segundo? No por nada que deba preocuparte.
La joven miró a Axel cuando Daniel lo señaló, aunque no parecía que en ese momento tuviese la cabeza como para prestarle mucha atención. Le hizo un gesto de saludo, aún así, pero enseguida sus ojos abandonaron al violinista para regresar a Daniel.
Cuando el chico propuso que caminasen, ella no rechazó su gesto rodeándole los hombros, pero señaló sus dos bolsas de viaje.
—No puedo dejar aquí mis cosas —alegó, sin empezar a andar.
Le escuchó, pero no era difícil ver en su expresión que lo que Daniel decía no la estaba convenciendo demasiado. Y cuando acabó, negó con la cabeza.
—No tengo miedo de ese hombre, Dan, no lo entiendes. Ese hombre dijo que era uno de los vuestros. ¿No hay ningún hombre en el Morris que encaje con la descripción? Porque lo que él dijo fue que venía de aquí, que él había recogido a Thiago de la puerta... —Miró a Trish y también a Axel al lanzar su siguiente pregunta—. ¿Quién lo recogió? ¿Fuisteis alguno de vosotros? ¿O quién fue?
Esa pregunta aún flotaba en el aire cuando respondió a Trish encogiéndose de hombros.
—Claro, hablad lo que sea. Pero me voy a llevar a Thiago de aquí —agregó, con un brillo de determinación en la mirada—. Ahora ya en casa todos saben que está vivo. No hay ningún motivo para que no esté conmigo.
Al oír cómo seguía hablando Lis, Trish miró a Daniel a Axel. Cambió el peso de pierna, claramente preocupada, y bajó la mirada hasta que se dirigió a ella.
—No, si ya da igual —dijo respecto a lo de apartarse—. Era para hablar con ellos precisamente de quién fue, pero está claro. —Entonces miró otra vez a Daniel y a Axel—. Kane. Sólo pudo ser él.
—Mira, Lis, es tu hijo, y eres tú quien debe decidir qué es mejor para él. O para vosotros dos. Pero lo que haya hecho Kane no cambia que allí desaparecen niños y que aquí está seguro. Si ya tienes un lugar adónde ir, perfecto, pero si no...
Entonces miró hacia la puerta.
—Anda, pasa. Busquemos a Kane, y que nos cuente qué mierda se le pasaba por la cabeza. Tendríamos que hablarlo con todos para hacerlo oficial, pero por mí no hay problema en que te quedes unos días aquí. Hasta que tengas un sitio al que ir sin preocuparte de que se lleven a Thiago.
Trish sabía que quizá estaba metiendo la pata haciendo esa invitación a medias... Pero si Kane había hecho lo que parecía que había hecho, sentía que era lo mínimo que le debían a la mujer después de descubrir su tapadera.
-¿Kane? -dijo totalmente sorprendido-. Pe-pe-pero... ¿de qué cojones va? -De la sorpresa pasó al enfado. De repente se sentía superado por aquel despropósito. ¿Kane afirmando haber perdido un hijo y que había recogido a Thiago en su lugar? ¿Ir a la búsqueda de Lis gritando a los cuatro vientos que algunos en el Morris querían deshacerse del pequeño? Conforme pensaba en ello más se encendía. Con gesto decidido, cogió las bolsas de Lis y le miró directamente-. Esto hay que solucionarlo y no podemos hacerlo en la calle. Como dice Trish, vayamos al Morris y arreglemos esto como corresponde -afirmó al tiempo que encabezaba a buen paso el regreso al hogar-. Le voy a meter una hostia...
Axel se abstuvo de la conversación por un momento, dedicándose solo a escuchar. Reconoció la mirada de Lis cuando Daniel lo volvió a presentar con una suave sonrisa, pero no era más que un gesto para intentar hacer sentir más cómoda a la madre desesperada.
Yo no fui, lo siento. Llegué al Morris dos noches después. - contestó a Lis cuando ésta preguntó quién había recogido a Thiago de la puerta.
En un principio, los comentarios de Daniel le habían parecido sensatos en contenido, aunque quizás no muy asertivos considerando el pánico de la joven madre. Definitivamente no necesitaría más razones para sentir miedo, aunque a su parecer podría haberse expuesto perfectamente de la forma en que señalaba el chico, y siempre era mejor conocer tus errores que no hacerlo. Lo que no entendía era por qué Trish parecía tan inquieta... hasta que ella misma lo aclaró. Diría que le sorprendía, pero lo cierto era que Kane no le había dado la mejor de las impresiones desde un principio. Dicho eso, tampoco hubiese podido predecir que haría algo tan irresponsable como lo que creían que había hecho.
Es una buena solución temporal, Lis. Hasta que sepas dónde ir con Thiago, si decides marcharte del Morris. - contestó con una sonrisa conciliadora, aunque por María esperaba que no se lo llevara lejos. La pobre chica sufriría lo indecible si le arrebataban a Thiago de las manos - Al menos danos la oportunidad de mostrarte como es su vida aquí hasta ahora - que viera lo bien que lo cuidaba María, lo mucho que lo querían los niños y como estos mismos habían crecido bien. No tenía idea de donde los había sacado o Morgana, o cuando los había recogido, pero eran buenos niños. Y bueno, si no le gustaba la idea de quedarse, pero durante el día la veía de fiar, podía intentar a la mañana siguiente hablar con Madre Laura y ver si la recibía. Por supuesto, no pensaba ofrecérselo a la madre del bebé hasta tener claro que era una posibilidad, o que no tuviera otra opción para convencerla.
De todas formas, si vamos a hablar con Kane y resulta ser responsable, tú te mereces al menos el estar presente para escuchar sus explicaciones - y sus disculpas también, como mínimo. Ahora, hasta que no confirmaran que había sido él y no cualquier extraño con ganas de provocar conflictos, no podían asegurar nada.