Partida Rol por web

Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 19.45.

No se oía más ruido en el refugio que el que salía de la estancia que acababan de dejar atrás, pero la luz del rincón que Cass llamaba su Conector dibujaba una línea por debajo de la puerta. Todo parecía estar como siempre, salvo por el olor a estiércol que llegaba del lugar donde habían dejado a la vaca y la ausencia que todos llevaban clavada en las venas. 

Hope pareció perder un gran peso sobre sus hombros en cuanto pusieron un pie en el pasillo. Inspiró por la nariz y luego soltó el aire despacio por la boca. Lo repitió hasta tres veces antes de mirar al pelirrojo con el alivio flotando en sus pupilas. 

—Eso ha sido... intenso —dijo y bien sabía Robin después de crecer en el mismo campamento que la chiquilla que a Hope le incomodaban profundamente las discusiones acaloradas. Centró entonces su mirada en el muchacho y frunció un poquito el ceño, extendiendo su capacidad de preocupación hasta él—. ¿Tú estás bien? ¿Hay algún sitio donde pueda dormir un poco? 

A Robin le pareció curioso que Hope pudiera llamar intenso a lo que había ocurrido en el Morris después de haber estado en el punto de rotura de Unhood, pero no entró a cuestionar el vocabulario de la joven más que con un choque de hombros que pretendía animar y quitar hierro.

No quiso responder a cómo estaba, no le apetecía reconocer lo que todos habían presenciado ni le apetecía ponerse a mentir. Una inevitable mueca respondió más de lo que él pretendía aceptando el ánimo que seguía a esa pregunta y deseándole a ella la misma curación.

— Puedes quedarte en mi cuarto, si quieres —ofreció guiándola—. Yo dormiré con Skyler —se apresuró a aclarar que tendría toda la intimidad y soledad que necesitase—. O te asignas uno y te doy una manta —dijo pensando en el colchón que usaba Nate cuando se quedaba. No le molestaba que otros durmieran o hicieran suya la habitación de su padre, en cambio, le aterraba esa misma idea cuando era sobre las cosas de Nick—.

— Y en cualquier caso, si necesitas cualquier cosa... Si quieres que me quede hasta que te duermas, si necesitas una vela, hablar, agua... Lo que sea, dímelo sea la hora que sea, duerma o no. ¿Sí?

La chiquilla iba siguiendo a Robin por las escaleras en dirección su cuarto y ante las posibilidades que se abrían ante ella, tan sólo se encogió de hombros. 

—Tu cuarto está bien. O lo que tú me digas. Lo que no quiero es molestar —aseguró, dejando que sus ojos recorriesen los rincones en sombras del piso superior. 

Ya delante de la puerta del pelirrojo se detuvo para asentir con la cabeza. 

—Creo que no necesito nada, pero te lo agradezco mucho. Sólo quiero dormirme y dejar de pensar en todo. —Y con esa última palabra parecía englobar demasiadas cosas como para ser pronunciadas en voz alta sin estar contenidas en cuatro letras. 

Puso una mano en el marco de la puerta y parecía que iba a entrar ya, pero antes de hacerlo se giró y miró al chico con una leve arruguita que la curiosidad había dejado entre sus cejas. 

—Oye, Robin... ¿Puedo preguntarte algo? —Aunque no esperó respuesta a esa pregunta, ni permiso antes de lanzar la siguiente—. ¿Por qué dijiste a todos que soy tu cuñada? ¿Fue para que me aceptasen?

En su habitación estaría bien, nadie se asomaria y ella podría descansar sin mayores atenciones. Además en ella confiaba y la conocía lo suficiente como para dejarla con sus cosas.

Asintió confirmando que le dejaba manta, colchón y paredes.

— No molestas.

Llevo la mano a la manecilla y la empujó para que pudiera pasar. Le decepcionó no poder quedarse con ella lo mínimo y necesario para asegurarse de que estaba, al menos medicamente, bien pero lo entendía tanto como había entendido la huída de Trish.

Sonrió un buenas noches y cuando ya creía irse, Hope le retuvo con ese inicio que él esperaba para estar un rato menos solo.

Sin embargo, al escuchar la pregunta hubiera preferido estar ya bajando las escaleras.

Su rostro se enrojeció tanto como se enfrió el resto de su cuerpo bajo un intenso cosquilleo que le iba paralizando a medida que descendía por la espina dorsal.

En ese momento le pareció tan fácil decirle la verdad y justificarse en que había sido un accidente, que se le había escapado en un momento de estrés. Le pareció tan oportuno... Pero a pesar del dolor de callar, de estar en completo desacuerdo, de sentirse abandonado, enfadado y despreciado no pudo traicionar a sabiendas y con coartada preparada la decisión de Alec.

— Su hermana, sus reglas.

— Necesitaba sentir que me quedaba familia —confesó a medias—. De algún modo siempre has sido mi hermana postiza, por como nos criamos, por como crecimos, por cuánto te he conocido... Eres una hermana política para mí, pues mi cuñada. Así cabreamos menos a Skyler —zanjó con un guiño de ojo—.

De inmediato cambió el peso a los talones deseando irse, se sentía realmente sucio. No estaba de acuerdo consigo mismo y su lealtad a quién no había demostrado tenersela. No le gustaba mentir ni la omisión a quién era su familia, y menos a una tan dulce como Hope. Pero estaba claro que no sabía nada, ¿Qué derecho tenía a romper el secreto de alguien que a lo mejor ya ni era su pareja, por absurdo que fuera?

— Perdona si te ha molestado.

Al escuchar a Robin los ojos de la muchachita empezaron a humedecerse, con cierta emoción. Negó con la cabeza a las disculpas del pelirrojo. 

—No, tranquilo, no me ha molestado —aseguró—. Sólo que necesitaba saberlo, por si tenía que mantener esa coartada o inventarme algo, no sé. 

Respiró fuerte por la nariz y acortó la distancia que la separaba del chico para darle un abrazo por la cintura sin avisar.

—Tú también has sido siempre como un hermano mayor para mí. 

Lo soltó rápido y se pasó la manga por los ojos. Volvió a poner la mano en la hoja de la puerta y desde ahí se despidió.

—Buenas noches, Robin. Gracias por todo, no sé qué habría hecho si no hubieras aparecido hoy. 

Y, si el pelirrojo no hacía nada por retenerla, entraría en su dormitorio y dejaría la puerta entornada a su espalda.

En ese momento les llegó a lo lejos el llanto del bebé. A pesar de estar en otro piso sus berridos se extendían por los pasillos del Morris, reverberando hasta llegar a la primera planta.

Robin alzó los brazos al recibir el abrazo de Hope, como si fueran dos alitas de pollo.

No le gustaba la batería de abrazos que estaba recibiendo ese fatídico día pero en ese momento su incomodidad fue pinchada por la ignorancia de Hope más que por su efusividad.

Le molestó la idea de que su amor fuera algo qué inventar como si no pudiera ser más que fantasioso pero ese dardo envenenado quedó anestesiado por el calor del título de hermano mayor que la pequeña le reconocía.

Fue al volver a verle la cara cuando empezó a sentir que la culpabilidad de una verdad a medias. Apretó la sonrisa dubitativo y aguantó callado hasta que llegaron las buenas noches.

— No sé que hubiese hecho yo si tú no hubieras aparecido.

Entornó su cuerpo, para evitar ponerse a conversar desde un fino hilo de algo que no quería seguir rememorando pero antes de irse, quiso dejar limpia su consciencia.

— Hope... Nada cambia lo que te he dicho pero quiero que sepas que amo a tu hermano, y le encontraremos .

En ese momento puso atención en el llanto del bebé y se agarró al mismo con un dedo que a medio alzar pedía escuchar y con ese mismo gesto se excusó para desaparecer, sin embargo, no fue a ver al niño sino a su botica.

La muchacha giró la cabeza para escuchar las últimas palabras de Robin, pero por la normalidad de su expresión no parecía que se hubiera tomado de forma literal el amor del que hablaba el pelirrojo, sino más bien como el amor que se podía tener por un amigo o un familiar. 

El llanto del bebé siguió sonando mientras Robin escapaba por las escaleras. Pasaron algunos minutos en los que parecía calmarse sólo durante algunos segundos para luego volver a berrear con más fuerza, hasta que, finalmente, terminó por callarse y la calma volvió a reinar en los pasillos del refugio.