Miró extrañado a Robin. ¿Darle poder a Morgana? Por un instante estuvo a punto de replicar pero calló a tiempo. Quizá fuera algo sobre lo que tuviera que reflexionar. Tal vez, tal y como comentaba el pelirrojo, se dejaba llevar por las emociones que Morgana suscitaba en él y en lugar de fijar una distancia y demostrar que sus comentarios no le afectaban, hacía precisamente lo contrario. Sí, era posible que le diera poder a Morgana. De forma tácita e inconsciente, pero lo hacía.
-Eres brillante -le dijo deteniéndose y obligando a Robin a hacer lo propio. Se colocó frente a él y le dio un beso rápido y apasionado-. He tenido mucha suerte encontrándote.
Reanudó el paseo tras un instante de silencio.
-No, no sabía nada. ¿Quieres contármelo? Me gustaría conocer tu historia si la quieres compartir conmigo, pero no quiero ponerte en una situación incómoda.
Robin no pudo evitar sonreír por el cumplido, no lo sentía merecido pero le gustaba que Dan creyera que sí.
Y todavía en la inopia por el primer comentario, recibió el beso con la misma sorpresa y antes siquiera de poder procesarlo para grabarlo como algo querido que acallara la culpa por la constante traición a Alec que suponía querer y disfrutar de Dan, éste erró la puerta al resto del mundo derritiendo el corazón de Robin con la verdad que más necesitaba: Dan le había encontrado. Dan estaba. No como Trish pero iba en camino.
— No es incómodo —dijo el pelirrojo sin saber muy bien porqué—. Pero... —dejó la frase inacabada por no saber por dónde quería ir y reformuló—.
— Mi madre era maravillosa, dicen que es imposible pero yo aun recuerdo su voz. Era la hermosa que ha existido, muy dulce pero tenía un algo que hacía muy firmes sus palabras. A veces Morgana se le parece pero en cutre, ni en sueños es cómo ella —calló de golpe al resultarle curioso haber usado esa expresión. En sueños. Tal vez era como más la había conocido—.
Estiró una sonrisa en autosugestión para no apenarse, bastante seco estaba ya. Y se planteó si sería justamente ese modo de hablar haciéndose con el mundo que le había atraído a su padre, a fin de cuentas Katia también lo tenía.
— Todo debería haber ido bien —entró abrupto al tema—. No le habían encontrado nada y el parto se suponía seguro. Pero no me sobrevivió. Yo... Hice algo mal, mi padre culpa a la tecnología, dice que falló pero su odio es-ra tan grande...«que era obvio que me encubría ante sí mismo».
«No vuelvas a ese espiral, Robin».
— El caso es que ayer la vi. Recogió a mi padre, me alegra saber que están juntos —confesó con unos ojos tan tristes que costaba creerle—. No por ello voy a creer en el dios de Skyler y Clem; me da igual si existe, siempre ha sido un capullo conmigo, ya sabes —se encogió de hombros resumiendo en esas dos palabras el tiempo con Estrella y los dos últimos días. Del tiempo con su padre no tenía ni la más mínima queja, pero ello era por Nathanial no por Dios—. Pero la vi, y no es raro, es mi madre y si ella está por aquí puede arreglar el mundo.
«Y yo debo intentarlo» —volcó en Marjo su propio sueño.
Sigo echa mierda chicos. Perdonadme si Robin es más raro de lo normal.
Pestañeó un par de vez. Asombrado. No por la noticia en sí sino por el sentimiento de culpabilidad de Robin. Aquello explicaba muchas cosas acerca de su particular personalidad.
-Robin, ¿cómo puedes ser responsable de la muerte de tu madre? Sí, es triste que muriera en el parto pero no puedes considerarte culpable de su fallecimiento. Son cosas que ocurren, mucho más normales y habituales de lo que pensamos. Pero creo que eso ya lo sabes -le dijo dulcemente a Robin-. En cuanto a tu padre, dices, si no lo he entendido mal, que te odiaba, supongo que por pensar que fuiste la razón de la muerte de tu madre. Sinceramente, un capullo integral si fue así que no supo gestionar la muerte de tu madre. Ante la injusticia de la misma necesitaba un culpable y derramó sobre ti su mierda. Un capullo al que quizá diste demasiado poder y al que quizá sigas dándoselo -apretó las manos de Robin, afectuosamente, mirándole desde debajo del vendaje que cubría su frente-. Y si como afirmas, ves a tu madre... ¿Crees que ella estaría contigo si te considerara su asesino? Lo dudo.
Guardó silencio un breve instante.
-¿Es por eso que quieres ser médico?
Robin tardó demasiado a entender por dónde había ido el oído de Daniel como para pararle a tiempo pero en cuanto aquél tomó aire, el pelirrojo alzó las manos al pecho en señal en paz.
— No, no— se apresuró a decir con tanta vehemencia que el último monosílabo le salió con un gallo—. Mi padre no me odiaba. Él me quería, siempre me quiso. Siempre ha sido la único constante e incondicional en mi vida. Él trabajó conmigo para que yo no me odiase a mí mismo, y más o menos lo consiguió.
Respiró a consciencia para empujar bien al fondo de su pecho la añoranza.
— No, no —volvió a negar—. Nathan no tenía nada malo, salvo, tal vez, el amor por su hermano.
— Culpó a la tecnología, los cables, ya sabes, eso de Cass; las teclas, internet... —enumeró a ver si con algo acertaba— No sé, en ese sentido me sobreprotegió. Nunca me ha dejado acercarme a un chisme, por eso Trish me fascinó tanto al principio... Entre otras cosas —volvió a resumir el capítulo del mafioso en dos palabras—. Lo de ser médico... Es otro tema.
Y con solo tocar la profesión en su cabeza, Robin observó a Dan como paciente.
— ¿Oyes bien? —preguntó sin pretender ser borde, únicamente para saber si el golpe podía tener más efectos de los visibles.
Daniel enarcó una ceja.
-¿Que si oigo bien? -dijo en respuesta a la pregunta e intuyendo que iba relacionada con su errónea comprensión de lo que Robin había comentado-. Perfectamente, pelirrojo. Simplemente, he interpretado mal tus palabras, tu comentario acerca de su gran odio. Me alegra que así sea.
Luego le miró dubitativo. No quería ofenderle ni molestarle pero quería conocerle.
-Entonces, dices que ves a tu madre. ¿Es la única o hay más personas a las que percibes?
Robin insistió con la mirada hasta tener la respuesta de Dan sobre su oído y al saber que todo estaba bien, relajó la expresión y recogió los labios evitando lanzarse a darle un beso.
De algún modo se había convencido para considerar menos malo recibirlos que darlos, como si la pasividad fuera más perdonable para la moral.
Rompió el sello de la línea recta de su boca para sonreír enternecido por la pregunta tan políticamente correcta de su más-que-amigo.
— Solo a ella. Es mi madre quién hace la maravilla de venir a verme, no es mérito mío.
Bien, ver a los muertos no era un don para Robin. En aquel contexto donde todos parecían poseer algo extraordinario que el pelirrojo visionara a los difuntos le daba un cierto mal rollo que, afortunadamente, no quedó más que como algo anecdótico. Pese a todo, imaginar que la madre de Robin le visitaba era algo bastante difícil. No obstante, no dijo nada y procuró que su escepticismo no se trasluciera a su cara. Sin duda, para Robin era algo importante y era bien cierto que habían demasiadas cosas sin explicación en el mundo. Y de igual modo que nacer ciego no quería decir que todo el mundo tuviera que ser invidente, no percibir un plano metafísico no quería decir que no existiera.
-¿Cómo es tu madre, Robin? ¿Qué hacía antes de... dejar este mundo? -preguntó, intentando sin demasiado éxito, ser lo menos brusco posible.
El tintineo en los ojos del muchacho agradecieron el tiempo verbal utilizado por su amigo al preguntar por Marjolein. Lo cierto era que el pelirrojo adoraba hablar de su madre y un remolino de recuerdos creados con su padre empezó a despertar en su cabeza, encontró tantos que se imaginó llenando horas con las anécdotas de la mujer.
La calidez se instaló entre el pálido rosado de sus labios al tiempo que un nudo se formaba en su garganta. Necesitó pasarse la manga por la mejilla para recoger una primera lágrima y repitió la operación para las dos siguientes que, habiendo visto la suerte de la anterior, decidieron fugarse por el otro ojo. A la cuarta lágrima, Robin desistió de limpiarse y sorbió el duelo por la nariz.
- Lo siento - se disculpó por ser una compañía tan incómoda- ¿Puede ser otro día? No es que no quiera contarte, no es por secretismo, es que ya no lo siento como si hablara solo de ella y no... creo que no estoy preparado.
- Lo siento -volvió a disculparse desde el doloroso vacío de su pecho-.
En ese momento tragó saliva intentando llevarse con ella el nudo de garganta, sin demasiado éxito, aunque creyó que respiraba un poco mejor y que ello significaba que la humedad de sus ojos iba a quedar en ellos.
- oye, ¿y si buscamos unas paredes para resguardarnos un poco? - pidió estremeciéndose por el frío y las emociones y solo después de preguntar se dio cuenta de que pedía un poco más de intimidad.
Empezó a andar hacía una casa que parecía no estar en uso y mientras lo hacía ahondó en esa idea de intimidad y en las ganas que de repente tenía de acostarse con Daniel. Recordó entonces la acusación del patinador de la noche anterior y temió que tuviera razón y ser una de esas personas que usaban el sexo como medicina para la pena.
Y aun valorando esa opción, su cabeza seguía sugiriéndole imágenes de lo bien que podrían pasárselo sin tanto drama. Para ocultar los caminos de su cabeza, Robin intentó cargar hacia la izquierda con un par de discretos movimientos y finalmente ocultó amabas manos en los bolsillos de la parca para dejar espacio entre la chaqueta y su cuerpo, generando una bolsa de disimulo.
- Por cierto, ¿tu tienes padres? - preguntó por llenar el silencio y al oírse despertó su curiosidad. Había sido una buena pregunta, ahora solo faltaba centrarse en escuchar la respuesta.
Daniel fue a abrazar a Robin cuando este, visiblemente afectado por el recuerdo de su madre, empezó a llorar y a disculparse. Pero hábil como era para escapar, su amago solo encontró el aire y la espalda del pelirrojo. No pudo evitar sonreir tras él y negar con la cabeza. Robin era todo un elemento y necesitaría mucha paciencia para lograr derribar los altos muros que lo rodeaban y que se empeñaba en hacer crecer.
-Como quieras pero, ¿no preferirías la consulta? Allí al menos hará calor -preguntó, aunque anduvo resignadamente tras él por entre los restos del edificio abandonado. Escombros, polvo y suciedad no eran su ideal de resguardo-. ¿Padres? Bueno, creo que todo el mundo los tiene, ¿no? -dijo sin poder evitar echarse a reír a carcajadas-. Tranquilo, tranquilo, sé lo que quieres decir -comentó esperando actuar más prematuramente que el rubor que sin duda asaltaría al joven-. Sí, madre y padre. A mi padre no llegué a conocerle. Desaparecido en combate cuando supo que iba a tener un hijo. En cuanto a mi madre, una beata religiosa, lo cual no impidió que se quedara embarazada demasiado joven. Así que soy fruto del pecado y del abandono. Mi madre acabó liándose con un tipejo poco recomendable y acabó abandonándonos a los dos, supongo que harta de reproches, una mano ligera y de un hijo no deseado, dejándome con él. Aquella misma noche me largué sin mirar atrás y ahí comenzó mi vida en la calle. Tenía dieciseis años. Pese a todo, no fueron malos tiempos, aunque hubo un momento en que necesité un cambio. Tenía que dejar atrás ese capítulo, como había hecho antes con el anterior. Y aquí me tienes.
Robin escuchó atónito el abandono de su padre y de su madre como si nunca hubiese imaginado que algo así fuera posible; omitiendo completamente de su memoria a Mattata. Pero no dijo nada, juzgar a una madre nunca llevaba a nada bueno y lo otro no había sido un padre real, pero si Daniel consideraba que tenía a los dos, quién era él para decir nada.
Le chocó oír al patinador hablar de sus dieciséis como algo lejano haciéndole consciente de golpe de su propia juventud. Se removió acomplejado por un instante pero estaba tan acostumbrado a ese dilema que lo dejó en un segundo plano casi sin darse cuenta.
— Me alegra que acabarás en el Morris —concluyó—. Me alegra haberte conocido .
Daniel le sonrió agradecido.
-Sí, el Morris me ha traído cosas buenas. Y me ha traído a ti. Ahora es cosa de decidir qué queremos en el futuro -dejó la frase inconclusa de forma consciente, de tal modo que pudiera interpretarse de cualquier modo. En el ámbito de ellos dos, donde Robin habría de decidir qué era lo que quería y convenía, o en un sentido más amplio, habida cuenta de las últimas cosas que se habían hablado-. En mi caso, además, me veo obligado a replantearme ciertas cosas. Fundamentalmente mi relación con Morgana. Tenemos un problema. Ambos. Chocamos. Y eso debe cambiar.
Suspiró.
-Ahora estoy más tranquilo. Me haces bien, Robin -declaró-. Marchándome no arreglo nada. Simplemente dejaría atrás un problema pero no solucionaría ese problema así que la mochila la tendría en mi espalda. ¿Sabes? Al final parece que estamos condenados a reproducir los roles y errores de nuestros padres. Mi madre se largó y de algún modo, creo que eso es una opción también para mí. Y estoy harto de eso. Siento que estoy donde debo estar y con quien debo estar, así que no me queda más remedio que hacerle frente. Nada es gratis en esta vida y si queremos algo hay que luchar por ello.
Le miró una vez más. Estuvo tentado de preguntarle algo pero cambió de idea. Si algún día le apetecía hablar de él y de cómo le conoció ya lo haría. Ahora estaba a gusto con Robin, entre aquellas paredes, y no quería tirar de una cuerda demasiado tensa ya y que podía hacer que se alejara.
-¿Cómo crees que les irá?
Robin examinó las paredes del fantasma de hogar en el que se adentraban para resguardarse más del viento que del frío aunque con la esperanza de parar un poco ambos. Seguía escuchando a Daniel aunque le costaba estar centrado solo en él y por ello se limitó a responder con miradas y sonrisas hasta encontrar la pared que le serviría de respaldo.
Con el corazón pellizcado por los mordiscos de las mariposas y viéndose escondido entre ruinas, no le resultó difícil destapar recuerdos de ese refugio junto a las vías del tren que tanta prisa le corría visitar y que ahora, le sabía a amargo. Se sentía injusto, se sabía injusto y, aun así, elegía con cada segundo estar en ese lugar con Dan.
Su ego se refrotó en la nube de algodón que le sirvió el patinador al decirle que le hacía bien, valorándolo por una vez como otros -incluido el mismo Daniel hacía unos minutos- no habían hecho e inspiró profundo el placer de ser querido que dejó en su rostro una sonrisa que iba más allá de sus dientes y labios.
- Eso es muy maduro -comentó tras la decisión final de su amigo-. En eso me recuerdas un poco a Skyler.
Tomó asiento en el suelo y en ese momento creyó haber encontrado la piedra más cómoda del universo. Todo el cansancio físico y mental que llevaba acumulado pareció chocar contra el suelo y abandonar sus hombros. Suspiró un pedazo de su alma y volvió a mirar a Dan.
- Siento mucho lo de ayer, Dan. De verdad. No pretendí hacerte sentir ... - deslizó los ojos por instinto al paquete de Daniel sin saber qué palabra usar para no ofenderle a él, ni sentenciarse a sí mismo mala persona- bueno ya sabes, rollo quita-penas - siguió bajando la mirada hasta una hierba perdida-.
Quería seguir hablando del ello, de ellos, pero la incomodidad hizo que cambiara de tema aferrándose a la pregunta que había dejado perdida al apoyar el culo en el suelo.
- A ellas seguro que les va bien, pero ¿quieres que vayamos a buscarlas? Me da cosa cruzarnos pero no tiene porqué.
Perdón el último momento, estoy acabando el TFM y creía que lo tenía más controlado de lo que está resultando al final.
-No te preocupes por lo de ayer, Robin. Voy a intentar conquistarte sí o sí. Es tan sencillo como eso y debes tenerlo claro. Pero sé en qué situación estás y bueno, no quiero dar ningún paso en ese sentido hasta que te decidas de forma definitiva. Vamos, hasta que decidas que soy con el que quieres estar hasta que seamos dos abuelos -una gran sonrisa se dibujó en su cara-. Y entonces follaremos como dos putos conejos salidos, lo cual, aunque esté muy bien, no es lo mejor de una relación. Pero de eso ya hablaremos en su momento.
Se lo pensó un instante.
-No. Tampoco sabemos si se han movido, si les ha surgido un imprevisto. Dejémoslo correr y cuando lleguen, llegarán -entonces rebuscó en uno de sus bolsillos y cogió las dos pastas que había guardado subrepticiamente cuando les sirvieron el té y ofreció una de ellas a Robin-. ¿Quieres?
El corazón de Robin se perdió en el vaivén de caricias y punzadas de la nueva declaración de Daniel. La cabeza del pelirrojo, en cambio, entendía de lo que el patinador estaba hablando y tenía muy claro que su problema era no ser lo suficiente valiente de admitir que sabía lo que quería; así que simplemente asintió y alargó la mano hacia la pasta que le ofrecía.
- Gracias - dijo más allá de la comida-. Oye, ¿seguro que no quieres que te cambie la guardia? - insitió preocupado por dejar a Dan solo con Morgana en la azotea y en plena noche.
-No, no hace falta. Si no es ahora será en el futuro que tengamos que compartir alguna. Cuanto antes mejor. ¿Qué más podría pasar? Como mucho me tirará de la azotea -dijo sonriendo-. No, tranquilo. Es trabajo y con guardar silencio, todo arreglado.