Una sonrisa burlona brilló en los ojos de Morga al escuchar la broma cargada de humor negro que acababa de soltar Trish.
-Esa es justo la puta actitud para sobrevivir, ver el lado positivo de las cosas. Olvidarte de lo que pueda estar bien o mal, y hacer lo que te salga del coño. Sin marearte los putos sesos.
Acto seguido negó con la cabeza- Ha sido el fin de un mundo y el comienzo de otro. Lo que hagamos con él está en nuestras jodidas manos, tía. Esto es la puta hostia, Trish, y la mayoría de la maldita gente no parece darse cuenta. Joder, al abanico de posibilidades es…es… casi tan grande como el número de estrellas en el cielo -levantó la vista un par de segundos- ¿Cuántas dicen que hay los putos cerebritos? ¿Millones? ¿O miles de millones? Infinitas, vamos.
Morgana estaba convencida de lo que decía. Y cuanto menos creyesen los demás en eso, más opciones para ella de seguir en pie. “Capullos”.
Siguió pendiente de la chica y lo que decía acerca del Relojero. No supo cómo debía interpretar su última frase. Le pareció que la expresión en la cara de la chica rememoraba el pasado, y que un sentimiento de nostalgia invadía a la inventora. Miró las volutas de humo; miró a los ojos de Trish. Entonces Morga, para salir de dudas, preguntó, socarrona- ¿Para qué quieres que siga vivo? ¿Lo añoras? ¿O para ser tú quién se lo cargue? -se encogió ligeramente de hombros- A mí hay algunos tíos que espero también sigan con vida. Unos para tomarme una cerveza con ellos. Otros para rajarles el cuello, luego mearme en sus putas sucias cara y limpiarme el culo con sus lenguas.
Se quedó un instante pensativa- Coño, eso sí que molaría -y se echó a reír con ganas.
A Trish le gustaron las palabras que Morgana le dedicó, esas en las que hablaba de su actitud positiva como si no fuera algo chirriante delante de sus ojos. Se encogió hombros cuando esta habló de no marearse los sesos, con una actitud jovial, y luego le dedicó una breve sonrisa.
Un poco más tarde, cuando ella continuó con su discurso, la muchacha se quedó ligeramente pensativa. Todo el mundo hablaba de que era el fin del mundo... Pero lo que decía Morgana tenía sentido en cierta manera. A Trish le gustaba aquella idea que aportaba esperanza en medio de la destrucción. Su sonrisa pareció ampliarse con la aproximación de la militar sobre el número de estrellas, y dejó que cambiase de tema mientras ella le seguía dando vueltas al anterior. Y cuando se quiso dar cuenta estaba siendo interrogada sobre el Relojero. En otras condiciones a Trish le habría costado un poco más responder, aunque igualmente lo habría hecho, pero tras escuchar a la mujer que tenía al lado se le hizo sencillo. Dibujó una mueca de impresión que pronto se convirtió en asco ante aquella última imagen, y se planteó qué tipo de persona era Morgana si realmente esas eran las cosas que le gustaban. Al final, sin embargo, no se dio más respuesta que una: era la el tipo de persona que necesitaban en ese momento en el Morris. Punto final.
—No lo añoro en plan para vivir otra vez con él —le dijo—. Y tampoco es que fuese un gran tío. Pero no sé, podría haber sido mucho peor. No me arrepiento de haberme pirado, ni nada de eso, pero... —Se encogió otra vez de hombros—. Algunas de las cosas que me hizo fueron una putada, pero no le guardo tanto rencor. Mientras no salga de su agujero, que viva trescientos años —concluyó con un gesto que era casi despreocupado.
—¿Qué es lo peor que te han hecho a ti?
-Vaya cara de gorgona que has puesto, recluta -dijo cuando vio la expresión de Trish. Y eso hizo que su risa se alargase medio minuto más- No te creía tan impresionable -bromeó. Acto seguido se fijó en la valla. Siguió colocando una tabla mientras escuchaba a la inventora.
-Hum. Amor, odio. ¿No? Dos términos confusos -se giró hacia Trish. Trató de ignorar el canuto en la boca de la chica-. Te vas a tragar algunas putadas y mierdas en esta vida, eso decía la buena de mi madre. Y es verdad. Quien diga lo contrario es un auténtico gilipollas.
La siguiente pregunta pilló desprevenida a Morgana. Se mordisqueó la parte interior de la boca. Entrecerró los ojos, su mirada adquirió un fulgor turbio. Pensó que quizás la respuesta era que lo peor se lo había hecho ella misma. La bestia interior desbocada, solo controlada por su instrucción militar.
-No somos tan amigas, inventora -luego relajó mirada y músculos faciales- No soporto la traición. No hay perdón para el hijo de puta que te vende- Se pasó un dedo por la superficie de los dientes inferiores, apartó mechones de cabello de su frente- No soy una tía flexible. ¿Tú lo eres?
La respuesta que Morgana le dio a Trish arrancó una carcajada de la inventora. Negó con la cabeza entrecerrando los ojos, comprendiendo poco a poco por qué había reaccionado así.
—Es que te creo que capaz de hacerlo —dijo divertida—. Literalmente.
Después de eso siguió fumando mientras trabajaban, escuchando otra de las lecciones de vida de Morgana. Se encogió de hombros, como si aquello que decía fuera inevitable, y luego la miró a los ojos cuando ella dijo aquello de que no eran tan amigas. A veces le costaba saber hasta qué punto iba en serio. Cuando la militar acabó de hablar Trish se quedó pensando un segundo.
—¿Flexible? —preguntó como si necesitase confirmación sobre si se refería eso o a una traidora de mierda—. Creo que nunca he tenido que serlo, supongo que tengo suerte —valoró—. Aunque bueno, si algo así pasara aquí no creo que lo fuese mucho. Nos ha costado un huevo reconstruir este sitio. —Miró un instante hacia el Morris—. Supongo que si alguien nos traicionara yo esperaría a la votación, pero creo que prefería desterrarlo que... —Hizo una pausa breve—. Bueno, que otras soluciones. Aunque depende de qué hubiera hecho. En cualquier caso, si no estuviera de acuerdo con lo que saliera, creo que prefería pirarme yo que liarla.
Dio una calada más larga al porro.
—Creo que lo mejor es tener mucho cuidado con quienes entran aquí. Bastante suerte tenemos con que el barrio sea tranquilo, pero cualquiera que de verdad quiera liarla podría hacerlo.
La expresión de Morgana cambió, inconscientemente, a la de una chiquilla traviesa disfrutando de sus maldades mientras escuchaba a Trish. Resultaba muy patente que procedían de dos mundos completamente dispares. Tenía su sentido lo que decía, evaluar la gravedad de la falta, decidir en su alegre y ecuánime democracia la decisión a tomar. Morga hablaba de una infracción importante de consecuencias severas. Bajo su punto de vista, por supuesto.
-Un desterrado es un enemigo más. Y el mejor enemigo es el que está bajo tierra. Finito –respondió alegremente. No era complicado para ella- ¿Qué quieres decir con liarla? -Tras esto se quedó en silencio observando a la peliazul fumar tan tranquila su canuto- Si vas a venir mañana conmigo no quiero esa mierda en tu bolsillo ni en tu boca. ¿Capicci? - No se puso sería pero sí soltó esa petición con firmeza. Claro que lo mismo los elfos les ofrecían maría de la suya. El colmo.
Aprovecho para preguntar algo, no es importante, ¿Trish participa en el entrenamiento que ofrece Morga o no?
Trish frunció el ceño al escuchar lo primero que dijo Morgana. Aún así una sonrisa se dibujó en su rostro. Habían rechazado un ataque, estaban construyendo una empalizada en condiciones... Estarían bien. Y por suerte la conversación era sólo hipotética: no tenían a nadie a quien desterrar, ni Trish creía que llegasen a tenerlo.
Luego, cuando la militar dejó claras sus condiciones, la sonrisa de Trish se amplió. Se encogió de hombros, como si lo que Morgana pedía no fuera un problema en absoluto.
—Como quieras —le dijo—, aunque en el bolsillo quién sabe si no podría ayudarnos. La de veces que me ha echado una mano poder fumar la pipa de la paz con alguien —comentó con una sonrisa antes de llevar la vista hacia la salida del Morris un instante.
Quiso contestar a lo otro que había preguntado la militar... Pero entonces se dio cuenta de que había usado esa expresión dos veces para dos cosas distintas. Respondió dando por hecho que se refería a lo primero.
—Yo es que paso de jaleos —explicó—. A ver... Defenderé este sitio y lo que es nuestro. Pero si hay movida con alguien de dentro y no creo que merezca un tiro, por ejemplo, y es lo que se decide... No creo que pueda seguir mucho tiempo aquí. Y también al revés. Si me quedase no sé cómo, pero la acabaría liando, ya me entiendes. —Quizá no. Quizá Morgana no la entendía, pero aunque Trish había sido obligada a crecer deprisa no dejaba de tener diecinueve años, liarla era... Pues eso, liarla, ya se vería qué si llegaba el caso.
Aprovecho para preguntar algo, no es importante, ¿Trish participa en el entrenamiento que ofrece Morga o no?
Mi idea inicial era que no. Creo que en realidad quería que de vez en cuando, pero que no admitías esa opción, así que... :P
¿Vas a querer jugar lo del día siguiente? Morg, ¿se puede, o no por requerir pnjs?