Partida Rol por web

Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 15.00.

El cuarto en el que se había instalado Trish había sido en sus tiempos una consulta del centro de salud. Estaba en la primera planta, estratégicamente situado entre el cuarto de Cass, que se unía al suyo a través de una puerta y el de Robin. La otra puerta daba al pasillo. Las dos chicas solían acomodarse para pasar las noches juntas, pero tenían sus espacios de intimidad. 

No había mucho mobiliario, la mayoría del que había pertenecido al lugar tiempo atrás había sido saqueado hacía mucho, o se había estropeado en la inundación que había dejado el sótano anegado, pero en los años pasados allí, habían conseguido algunos colchones y mantas, e incluso Trish tenía en su habitación un armario de metal algo estrecho, que había sobrevivido al agua y los saqueos, además de una mesa con un par de cajones. 

Cassandra entró a su habitación con pasos lentos, la cabeza gacha y las manos en los bolsillos, cuando llegó al centro se paró y miró hacia la de su hermana. La puerta que separaba ambas estancias estaba abierta como siempre. 

Dio dos pasos en esa dirección y se paró, sus ojos recorrieron el suelo mientras pasaban tres latidos de su acelerado corazón y al fin reanudó la marcha hacia su objetivo. Era probable que no fuese bien recibida, era muy posible que no sirviese de nada, pero no iba a dejar de intentarlo. Siempre estaría ahí.

-Trish... -llamó a la otra mujer.

No esperó a ser invitada, siguió andando hacia ella dispuesta a sentarse a su lado.

Cuando Cassandra entró en la habitación compartida —porque así era como lo entendía Trish en realidad— la muchacha de pelo azul estaba arrebujada en la cama, cubierta por el abrigo de Nick. No se lo había puesto, sino que lo usaba como si fuera una manta.

Trish no miró a su hermana cuando oyó la puerta. Sus ojos estaban fijos en la pared de enfrente y ella parecía encerrada en sí misma. Al escuchar su nombre la chica desvió sus pupilas un instante del lugar en el que se encontraban y simplemente encogió las piernas, dejando espacio a Cassandra para que la acompañase.

No dijo nada. Normalmente ni siquiera escogía demasiado las palabras, estas salían a borbotones de su garganta como sangre de una herida abierta. Pero ese día la herida era otra, una que le quitaba las ganas de hablar, de comer y de pensar. Una que le hacía querer sólo que pasase el tiempo... Y mejor si lo hacía hacia atrás.

Ver a su hermana así hizo más daño a Cassandra que la propia visión, realmente sentía la muerte de Nick pero lo hubiese podido llevar mejor si no fuese porque sabía lo que eso implicaba. Cuando llegó al colchón se acomodó en el espacio que Trish le dejó y permaneció en silencio un rato. Para ella los silencios en realidad estaban llenos de vida, pero para la joven tumbada a su lado aquello era una excepción, una rareza que informaba de la gravedad de los sentimientos que bullían en su interior. 

La morena posó la mano en la pierna de la pequeña, como avisando que algo iba a cambiar, y rompió el silencio con su voz baja.

-Lo siento. -siento que Nick se haya ido, siento que hayas tenido que verlo, siento no haberlo visto antes para evitarlo, siento no haber podido protegerte... de nuevo. 

Lágrimas silenciosas cayeron por el rostro semioculto, había tanto de lo que tenían que hablar y sin embargo las palabras se le antojaban cortas, vacías. Pero había que decirlas y cuanto antes más tiempo tendrían. Con la cara aún húmeda, sin molestarse en secarla de las lágrimas vertidas, volvió los ojos hacia la figura yacente. 

-Sé que no quieres hablar, pero debo saber algunas cosas, ¿alguien os vio? _{^{la aparición de la vaca aquí podría ser un problema...}} y ¿tienes idea de por qué? estaba todo revuelto como si buscasen algo, o a alguien. Tenemos que estar seguros que no relacionan al Morris con ellos, que no vienen aquí... aunque Robin y Skyler son el nexo. Deberemos prepararnos.

Iba hablando tanto para su hermana como diciendo sus pensamientos en voz alta, Trish ya debería estar acostumbrada a esa forma de expresarse de Cassandra cuando estaban a solas, pero quizás ese no era el mejor momento para que la inventora siguiese sus derroteros mentales. 

El rato de silencio que ambas hermanas pasaron juntas fue para Trish un paréntesis, un punto y aparte en aquella soledad que se le había pegado a la piel y que trataba de tapar con aquel abrigo. No quería decir nada, ni hacer nada que no fuera esperar simplemente a que pasase el tiempo. Sin embargo, cuando notó que su hermana le ponía una mano encima y se disculpaba, la miró un instante antes de volver a llevar su vista al mismo punto que antes.

Después de eso escuchó lo que Cass tenía que decir. Se sintió confusa al principio, y una parte de ella quiso echarle en cara que le pidiera respuestas cuando ni siquiera tenía voz, o preguntas, o algo que no fuese una pasividad cada vez más enraizada. Con el ceño fruncido la muchacha miró a Cassandra.

—No estaban en el refugio —le dijo con la voz ronca—. Cuando yo llegué no estaban allí. No vi nada desordenado, ni nada, sólo los vi a ellos y me los traje. Tampoco vi a nadie. Sólo a ellos. Y a la vaca.

La morena asintió lentamente a la explicación, inconscientemente su mano trazaba dibujos aleatorios en el cuerpo de Trish mientras su mente se dividía una y otra vez entre lo que debía y lo que quería hacer. 

-¿Crees que... podrías... -se mordió los labios intentando en vano impedir que nuevas lágrimas cayeran -no merecen quedarse allí. 

No pudo acabar su petición. No podía pedirle a su hermana pequeña que volviera a recoger a los muertos, para que no fuesen saqueados y darles una despedida de cuerpo presente. Se tumbó a su lado, como cuando estaban solas en casa esperando la llegada de sus padres que nunca se produjo, y la abrazó. 

-Era un gran tipo.

Trish contuvo la respiración en el mismo instante en que se dio cuenta de lo que su hermana quería preguntar. Lo hizo con los pulmones llenos de aire y de congoja, vibrando de una forma que, si entraba en resonancia, acabaría por inundar su rostro de lágrimas. Tuvo que contener su pecho, su garganta y su lengua para que el momento no se precipitase, y con la conclusión que Cassandra dio a sus palabras ella liberó un suspiro tan largo que vació todo el aire que había guardado.

La muchacha tardó varios segundos en contestar. ¿Qué iba a hacer? ¿Darle la razón hablando del escritor en pasado? Claro que era un gran tipo, el mejor. El que la había salvado cuando sólo era una cría, y el que había hecho lo necesario para mantenerla con vida hasta el momento. Alguien capaz de usar la lengua para encantar a serpientes como Dima, Ivan, la gente de la Comunidad, o tantos otros.

Para cuando Trish quiso decir algo las palabras le salieron solas. No es que no supiera qué iba a decir, pero una idea se había quedado atascada en su frente desde que había oído a Cassandra.

—Tampoco se merecían lo que les ha pasado —aseguró. No era un reproche a las palabras de su hermana, ni mucho menos, sino una puntualización necesaria—. Pero eso no importa. No importa lo que merezcamos, porque cualquier día pueden jodernos sin que nos lo esperemos.

Calló durante un instante. Su tono no era de enfado, ni de frustración, sino que simplemente enunciaba con un hilo de voz lo que en ese momento le parecía evidente.

—Eso es una mierda, pero es así.

Cassandra escuchó con el pecho oprimido a su hermana, mordiéndose los labios. Era tanto lo que callaba, tanto lo que le hubiese gustado compartir con el escritor, tanto lo que le debía, tanto lo que se había perdido con su muerte, tanto... que hacía daño. Ojalá una de sus visiones le mostrase un mundo mejor para que ella pudiese dar esperanza a sus seres queridos, pero eso no pasaba, la buscadora tenía la impresión que eso no pasaría hasta que la humanidad tomase el control de su vida. Desde que el mundo se había derrumbado se habían limitado a sobrevivir, muchas veces pisando al de al lado, en vez de intentar hacerse oír. 

Cass tenía un sueño, imposible dirían la mayoría, pero los milagros y los demonios se habían hecho realidad. Ya no había nada imposible a sus ojos. Puede que éstos fuesen demasiado soñadores, o que estuviesen empezando a confundir realidad con... lo que fuese que fuese lo que veían cuando tenía las visiones, pero no pensaba dejar de buscar un mundo mejor.

-No, dejamos que sea así. Si toda la buena gente se uniera... alguien tiene que empezar a marcar la diferencia.

En realidad no estaba contestando a la peliazul, hablaba para sí misma en voz alta, como tantas veces lo hacía en la soledad que buscaba.

Trish escuchó la respuesta de su hermana sintiendo cómo el pecho se le encogía otro poco. Sabía que no era esa la intención, pero era imposible no sentir una pizca de responsabilidad en ese «dejamos que sea así». Ella no había querido permitir aquello, pero tampoco había sabido —o podido, quería pensar— hacer nada para impedirlo. Sin embargo... ¿Podía estar segura de eso? Había hablado con Robin telepáticamente... Telepáticamente, fuera como fuera eso. ¿Y si lo hubiera hecho un rato antes? ¿Y si hubiera ido a por ellos una hora atrás? Era imposible no pensar que había podido evitarlo, cuando la realidad le gritaba que era así. Ya no había excusas: sabía que esas capacidades habían salido de ella. Fin de la argumentación.

La muchacha podía culparse incluso sin irse a algo tan lejano. Sabía que Robin y Nick iban a irse, y que era peligroso... ¿Por qué los había dejado irse solos?

Por supuesto, ella sabía la respuesta. Se habían ido solos porque todos ellos tenían que aprender a vivir no sin miedo, claro, pero sí sin estar paralizados por el peligro. Al final la dolorosa conclusión a la que llegaba una y otra vez era que sí podía haberlo evitado, pero había sido demasiado optimista, demasiado confiada, demasiado despreocupada.

Trish había pasado bastante tiempo sumida en el silencio y buceando en aquellos pensamientos cuando emitió un suspiro, recordando que no había contestado a su hermana.

—No existe tanta gente buena —aseguró entonces, con un tono y unas palabras marcadas por un pesimismo extraño en ella—. Si se unieran, serían una isla en medio del océano. —«O un barco», pensó, y aunque le pareció más apropiado no lo dijo en voz alta, «uno haciendo aguas».

El suspiro y las palabras de su hermana golpearon a Cassandra dándose cuenta que la había escuchado antes, que lo había dicho en voz alta y ahora era rehén de sus pensamientos descubiertos. Abrió y cerró la boca un par de veces, sin poder encontrar los argumentos apropiados para rebatir las agoreras conclusiones de Trish, hasta que al fin dio voz de nuevo a su corazón.

-Esa pequeña isla acabaría cambiando las mareas y corrientes en todo el mundo. Nada es poco, si es de verdad.

No quería darse por vencida, ni siquiera ante lo que había pasado, lo que había sentido. Ella seguiría intentándolo.

Tras haber dado su opinión sobre la extraña fe de su hermana en la humanidad Trish se quedó en silencio. Agradecía el contacto físico de Cassandra sus caricias y su atención, pero ni necesitaba hablar ni tampoco que su hermana lo hiciese. Prefería permanecer así, en silencio, simplemente existiendo. Juntas.

Las palabras de Cass tuvieron el sabor de una de esas promesas que uno sabe que no puede cumplir. Un puñado de gente buena podía cambiar su propio mundo un tiempo tal y como habían hecho en el Morris... Pero nada más que eso. Al final el océano es el océano y es demasiado grande, demasiado profundo y demasiado mortal.

Cassandra siguió tumbada al lado de su hermana, acunando con su brazo el cuerpo que sintió tensarse y relajarse, compartiendo el silencio de la habitación y soñando con un futuro que ansiaba ver en una visión. Morgana había dicho que entrenarían por la tarde pero no tenía fuerzas, ni físicas ni mentales, después de lo que había pasado sabía que debería dar explicaciones y todavía no estaba preparada para ese combate.