Terry's Way. 14 de febrero, 2037.
El edificio de cuatro plantas que había albergado una vez el hotel Belvédère estaba en el 319 oeste de la calle 48, entre las avenidas 8ª y 9ª. En el barrio de Midtown oeste, a dos pasos de Times Square. Y allí fue donde Axel y Morgana detuvieron el coche que les habían prestado para llegar allí en un alarde de derroche que hablaba del valor de aquella misión para quienes les contrataban.
No era difícil encontrar vehículos en esos tiempos. Ni siquiera era difícil encontrar vehículos que funcionasen. Había carreteras enteras llenas de hileras de coches de todos los modelos y colores, simplemente abandonados sin más cuando el depósito se había terminado.Pero la gasolina era otro cantar. Desde que el petróleo había dejado de circular con libertad y las gasolineras habían ido quedándose sin existencias, el combustible se había convertido en un producto de lujo. Y es que de nada te servía tener un coche si no tenías cómo ponerlo en movimiento.
En ese momento entraban tres personas por la puerta del hotel, dos hombres y una mujer, con toda la pinta de pertenecer a alguno de los grupos de irlandeses. Así pudieron contrastar su aspecto con el de ellos y calmar cualquier tipo de duda sobre lo adecuado de su elección.
El hall del edificio estaba bien iluminado y no hizo falta más que el pase que Morgana llevaba encima para que las dos mujeres armadas con automáticas que custodiaban las puertas les dejasen pasar. Hasta ahí los judíos habían hecho bien su trabajo, pero el resto sería cosa de ellos dos.
La planta baja parecía un escaparate donde hombres y mujeres se exhibían, ya fuese para tratar de vender sus propios cuerpos o para mostrar su clase. Había algunas tarimas donde jóvenes de ambos sexos, que mostraban más piel de la que ocultaban, bailaban al ritmo de una música electrónica que ya estaba algo desfasada cuando el mundo empezó a irse a la mierda. Claro, que ya el hecho de tener música de fondo demostraba la categoría del local. Aquí y allá había mesas y en un lateral habían instalado una barra tras la que dos hombres y dos mujeres servían licores que seguramente habrían sido destilados para la ocasión.
Unas escaleras enmoquetadas llevaban a los pisos superiores, de los que sólo estaba en uso el primero. Y de tanto en cuando podía verse a algunas parejas o tríos perderse en esa dirección, sin duda en busca de alguna habitación vacía. Era aquel un lugar de excesos donde la élite de la ciudad parecía esforzarse por recrear un pasado glorioso que había quedado atrás.
De manera inconsciente Morga se estiró del corto vestido negro que le había conseguido Cora, a la vez que se rascaba el labio superior con los dientes. Se detuvo al instante al recordar la suave pintura color rosa que lucía en su boca. Cerró los puños, los abrió, paseó su mirada escrutadora una vez más de un extremo a otro de la abarrotada sala, captando detalles, anotando posiciones, riesgos, y buscando a su presa.
Se había afeitado piernas, axilas…y algo más por insistencia de la malabarista. “¿Qué coño dices?”, Le preguntó Morgana con cara de incredulidad y de no me toques los huevos. “Precisamente ahí. Tía, mírate, joder”, respondió Cora, divertida. La hermana de Irene también le pasó una crema hidratante y la propia Morga consiguió un mínimo de una refrescante colonia, “ponte unas gotitas en el cuello, las muñecas, el escote.” “-Eh, que ya se de qué va esto, no soy tan troll”. ¿Ah, no?¿Estás segura?” “-Vete a la mierda, saltimbanqui”. Morgana solo le había contado que estaba invitada a una fiesta y que pensaba asistir para "obtener nuevos contactos y conocer a los capullos que movían material en Nueva Mierda." Cora estaba muerta de envidia y la maldijo una docena de veces con buen humor.
Se sentía observada, inevitablemente. No era la mujer más bella del antro, ni la de figura más espectacular, ni destacaba por sus andares o su delantera. Pero era la más alta a pesar de las sencillas sandalias que calzaba, encaramada en unas piernas interminables, un cuerpo de vértigo, y una cara de rasgos armoniosos donde resaltaban dos felinos ojos feroces.
-Puta mierda –susurró, tratando, con poco éxito, de componer una sonrisa modosita y una expresión de tía simpática alucinando ante lo que veía y con ganas de fiesta.
Cogida de la mano de Áxel, miró a su pareja. El violinista iba muy arreglado, acorde a la situación, daba el pego y mantenía el aplomo, sonriendo afectuoso y pícaro, mostrando esa expresión de confianza y optimismo que empezaba a conocer en él. Era un hombre atractivo, interesante sin duda, y Morgana maldijo el hecho de que iban a llamar demasiado la atención. Por fortuna, reparó en que eso no era del todo correcto, ya que aquí y allá otras parejas marcaban la diferencia atrayendo miradas y deseos, en particular mujeres muy llamativas de carcajada fácil y sonora. Por no hablar de la fauna exótica que se movía frenética en la pista de baile o charlaba animada junto a la misma barra del local. Se sintió un poco aliviada y relajó la mano que apretaba la de Áxel.
Casi consiguió sonreír como una colegiala en la fiesta de fin de curso.
Tal y como le había dicho Axel a Morgana, el portorriqueño conducía de pena. En comparación con gente que nunca se había subido a un coche en su vida suponía que lo hacía decentemente, pero si pensara en estándares del viejo mundo dudaba que llegara a conseguir la licencia de conducir sin tener que ponerle ojitos a la mujer del DMV y rogar a por lo menos la mitad de los dioses paganos que el mundo había conocido. Y conste, esto último incluso contando con que era católico y se suponía que su propio dios lo ayudara.
Tras bajarse y rodear el coche para abrirle la puerta a Morgana le ofreció la mano para ayudarla a bajar y luego la llevó de la misma en dirección al hotel mientras entrelazaba los dedos con los de ella. La marine siempre le había parecido una mujer atractiva, pero con aquel vestido corto que resaltaba sus perfectas piernas kilométricas y el dulce perfume que exudaba su piel simplemente no tenía palabras para describirla. O al menos ninguna palabra que tuviera sentido más allá de "wow". Pero aún con su silencio, uno claramente nacido de una impresión más que positiva, no le cabía duda que su sonrisa y mirada habían dicho más que suficiente cuando se habían encontrado.
De frente al hotel e incluso en un primer momento ya había encontrado una razón para hacer uso de su cara de póker al ver los guardias de la entrada. Putos irlandeses. Eran una plaga, una plaga que nunca lo dejaría en paz, y que solo podía confiar en que no lo reconocieran. Hasta dónde Axel sabía no era ni de cerca el más buscado, sino solo un incordio para un grupo de irlandeses que se metían donde nadie los llamaba, así que casi podía contar con ello. Casi.
Una vez abajo, ya olvidó esa pasajera preocupación sobre los irlandeses. Era difícil concentrarse en un montón de matones cuando parecía que habías viajado en el tiempo a diez años atrás. A juzgar por la música, quizás quince, o veinte.
Ajeno al susurro de Morgana con el volumen de la música retumbándole en los oídos, sonrió observando la escena y pensando con cierta gracia que no importaba cuantas veces se acabara el mundo, había cosas que jamás cambiarían. Como los antros, por ejemplo. - Puedo entender por qué alguien se gastaría una fortuna en entrar aquí - le comentó a la chica, sintiéndose más en casa de lo que se había sentido en años. Sinceramente feliz, miró a Morgana con una sonrisa - ¿Vamos por algo de beber, nena? - preguntó por cortesía, aunque no le dejó mucha oportunidad de responder cuando ya empezaba a ir hacia la barra. Suponía que sentarse en una mesa era una opción también, pero una que no le dejaría ver tan bien hacia la pista y que no le ofrecería mucha oportunidad de hablar con alguno de los bartender para enterarse de las eventualidades de la noche antes de que llegaran. - Nunca pensé que diría esto, pero creo que hasta extrañaba la música a un volumen que sientes vibrar dentro de tu pecho. - se rió, recordando las miles de veces que se había quejado por cuanto le arruinaban el oído.
De la mano del entusiasta Áxel se dejó arrastrar hasta la barra- Nada para mí. Mejor sin alcohol para ti –Miró un instante a su acompañante y luego continuó con el examen pormenorizado de la sala y la entrada a la misma. No acababa de dilucidar si Áxel tenía claro que estaban dentro de un peligroso negocio o se creía realmente de fiesta. Para ella solo existía un objetivo y ese era el de la misión actual, de manera que controlaba cuanto se ofrecía a sus ojos como si estuviese sumergida en un pantano cenagoso y tuviese que cruzar al otro lado, repleto de aguas lodosas, reptiles varios y enemigos ocultos detrás de retorcidos y macilentos árboles.
-¿Bailando en frenesí hasta la madrugada? -Morgana sonreía- ¿Desde cuándo no bailas como si no hubiese un puto mañana? -Una década, se dijo ella. En su juventud bailaba bien, recordó, igual que cualquier actividad corporal: movimientos coordinados, reflejos, flexibilidad, potencia y fuerza. Actualmente a veces acudía a locales con música en vivo, con buen ambiente, de la clase donde actuaba Clem; y en alguna ocasión a otros más turbios. Nada comparable a esto.
-Tienes que venir a los garitos que le gustan a Cora -la insistente saltimbanqui la condujo en un par de ocasiones a lugares frecuentados por una fauna peculiar y asilvestrada.
Morga dejó a Áxel con las bebidas, mientras ella seguía a lo suyo. Achinó la mirada cuando vio entrar a la presa. Un tipo de unos cuarenta años, algo fondón, afeitado, larga y castaña melena lacia. De su brazo colgaba una preciosa y flacucha negrita desgarbada, con menos ropa casi que Morga llevaba debajo de su vestido.
Entonces notó una mano que apretaba sin disimulo su cadera. Miró de soslayo a su derecha y giró un poco la cabeza en esa dirección. Se encontró con una cara pícara de autosuficiencia, cercana a los cincuenta, barba arreglada, un aro en la oreja izquierda, y que le sacaba una cabeza de altura.
-Hola, nena. Eres un pedazo de tía impresionante. No te tengo vista. ¿A qué veneno le das?
-Estoy acompañada, gilipollas.
-Uf. Una voz de seda con un carácter duro como tu culo, eh? Aquí ya sabes que se comparte, se intercambia. Se vende y se compra. Preséntame a ese afortunado cabrón. ¿Qué mierda quieres beber?-sus dedos presionaron más, sin cortarse ni un poquito.
Los afilados ojos de Morga siguieron al judío mientras su mano se movió fugaz a la entrepierna del sujeto. Agarró el "paquete" y apretó. Y apretó con tenazas de hierro. El hombre se encogió, forzó la mandíbula, se esfumó el color de su cara y palideció de súbito. La ex marine cuchicheó mientras le estrujaba los genitales- A ver, capullo, ¿qué prefieres, compartir mi coño o conservar tus pelotas?
-Te faltan tetas. Puede que lo compenses con un buen pedazo de raja -Morga intensificó la presión- Vale...lo pillo -pero Morgana no disminuyó la fuerza, al contrario, la aumentó, y perlas de sudor humedecieron la frente del desconocido cada vez más encorvado.
XD
Puso los ojos en blanco al escuchar la sugerencia de Morgana, negando suavemente con la cabeza. Una cerveza no le hacía daño a nadie, y las sin alcohol sabían a orina. Además, ¿quien iba de fiesta para tomarse un vaso de agua o un zumo? Nah, una cerveza quedaba mejor hasta para su disfraz de asistente a la fiesta común y corriente.
Ufff, demasiado tiempo para decirlo en voz alta - ¿Cuanto hacía ya que no bailaba sin una sola preocupación en la cabeza? ¿Desde que vivía en el Bronx? Definitivamente, desde que vivía en casa de sus padres aún. Luego de eso siempre había tenido algo más en qué pensar, incluso en las mejores épocas. Claro, había ido a bailar después, había ido a antros también, pero nada donde realmente se dejara llevar sin pensar en consecuencias. - Si me invitas, claro. Ya me presentas a los garitos y a Cora. - que no tenía idea de quien era, pero sonaba como alguien cercana a Morgana.
Dejando que la chica se encargara de vigilar, para lo que sin duda era mejor que él, se asomó a la barra para pedir un botellín con toda la tranquilidad del mundo, pensando que aún tenían que encontrar al objetivo. Sin embargo, cuando se dio vuelta con este en la mano, se encontró con una imagen que le borró la sonrisa de la cara. No importaba si era el mundo civilizado o el que quedaba luego del apocalipsis, seguían habiendo imbéciles con el cerebro en la polla y los modales en el culo.
Absolutamente consciente de quién lo acompañaba a la fiesta, no se preocupó de saltar en su defensa. Más bien, de vigilar que no se le pasara la mano mientras él le daba un par de sorbos a su cerveza observando la escena. Por ello, cuando notó que el tipo retrocedía y Morgana no, se acercó a ambos para interrumpir.
Tomando a la marine por la cadera con su mano libre, no movió ni un solo músculo por el pobre desgraciado que había decidido meterse con la mujer equivocada - Mi mujer no está a la venta, ni podrías pagar su precio si lo estuviera. - dijo mirando al tipo a los ojos con absoluta seriedad. Respirando profundo, frunció los labios y miró hacia un lado como hablándose a sí mismo - Que no pueda tomarme ni un puto día libre... - tras arrugar la nariz, volvió a subir la mirada al intruso - Mira, no tengo ganas de arruinar mi cita y tú pareces suficientemente astuto para haber aprendido tu lección, ¿no? - miró a Morgana, sonriendo como si decidiera que se tomaría las cosas con calma - Deja que se vaya, amor. - se acercó al oído de la chica dejando que su sonrisa tomara un claro tono pícaro y más que sugerente - Tenemos cosas más importantes que hacer.
A pesar de que Morgana se consideraba y era una profesional cuando se trataba de negocios, trabajos o encargos, no menos cierto resultaba que disfrutaba con su "misión". Sonriendo a Áxel exprimió un poquito más lo que apretaba en su mano sin perder de vista a su objetivo. Se percató que otra pareja que ya tenía fichada acababa de aparecer y seguía al judío, eran los guardaespaldas: un robusto tiarrón de cara sosa y una tía buenorra maquillada y vestida al antiguo estilo punk gótico. Detrás llegó un viejales apoyado en dos chicas, ambas riéndose y ya con un buen punto en el cuerpo. Después dos mujeres besuqueándose entre risas.
Asintió a su compañero de fiesta- Claro, cielo -y terminó por soltar su presa, susurrando al tipo:- Mi chico no es tan amable como yo, puto comemierda.
Cuando el capullo desapareció entre la gente, Morga se pegó a la mejilla de Áxel- El mamoncete ya está aquí. Va acompañado de la barbie negrita -un murmullo en la oreja del violinista- Tenemos suerte, solo dos cabrones le protegen el culo. El Hércules aburrido y la vampiresa de cuero.
Se apartó un palmo, con esa sonrisa de circunstancias de oreja a oreja, un ojo verde puesto en el atractivo Áxel y su cerveza y la otra gema de jade vigilando al objetivo y compañía -No te veo bailando esa mierda. Ni yo tampoco -sin embargo movía ligeramente sus caderas, en su papel, aparentemente disfrutando- Están ocupando una puta mesa cerca de esa tarima de baile.
*
* Dejo a Áxel (o narradora) que siga con la narración...;-)
El portorriqueño sonrió un poco más al notar como Morgana un poco más las "joyas" del pobre hombre, dejando salir una risa silenciosa mientras apreciaba la escena. Por supuesto, no se esperaba menos de la marine. De hecho, ya podía agradecer el idiota que se le había cruzado porque la chica estuviera ocupada, porque de no ser así tenía claro que no le habría salido tan barato faltarle el respeto.
Un placer - se despidió del tipo cuando su compañera lo liberó. Ya libres de esa carga escuchó las observaciones de Morgana, admitidamente distraído un momento por la agradable cercanía de la mujer cuando le susurró al oído. Un breve, muy breve momento.
Dándole un trago al botellín disimuló para aprovechar de mirar hacia los guardias del objetivo. Se le hacía rarísimo pensar en un objetivo humano, pero los tiempos no estaban para ponerse moralista. De hecho no recordaba que alguna vez lo hubiesen estado, así que como siempre, sería cosa de acostumbrarse y adaptarse.
Bueno, me verás ahora - sonrió, tomándola de la mano para empezar a tirarla hacia la pista. Mejor forma para acercarse y vigilarlos de cerca sin sospecha no habría, así que Morgana tendría que aprender en la marcha. Además no pensaba perderse la oportunidad de bailar con ella - No te preocupes, que no harás el ridículo sola. - bromeó sonriéndole un poco más mientras se colaban entre la gente, procurando mejorar un poco la visión hacia la mesa pero entorpecerla hacia ellos. Una vez encontró un buen lugar, se detuvo y se giró hacia la chica.
Contigo hubiese preferido bailar salsa, pero tendrá que servir - comentó mientras la acercaba girándola hacia él y recibiéndola de tal manera que la espalda de esta quedara pegada a su pecho para que ambos pudieran ver en la dirección que querían. La cadera de Morgana rozando la suya solo era una muy afortunada ventaja que podía o no haber sido deliberada pero que definitivamente lo era. - ¿Y cual es el plan, cariño? - preguntó al oído de la mujer con una sonrisa ladeada. A esa distancia los sobrenombres eran innecesarios, pero le había agarrado el gusto a llamarla así - ¿Vamos a presentarnos directamente? ¿O vamos por menos diplomacia y más subterfugio hasta que llegue la hora de que les patees el culo?
Morgana se vio una vez más arrastrada por el violinista. Axel se movía como pez en el agua en aquel ambiente, y ella, en vez de darle un tirón y parar en seco, decidió dejarle tomar el mando. Ya había resuelto antes de entrar en la sala que lo más práctico era actuar así, y lo acontecido en los pocos minutos que llevaban dentro le daba la razón. Morga nunca supo “socializar” , y la militar que vivía en su interior enfocó la misión con los pros y contras, aprovechando el terreno, las debilidades del enemigo y lo que tenía a mano. Y en este momento la mano de su acompañante la condujo hasta la pista de baile. Aun así, estaba algo desconcertada, aunque intentaba fingir todo lo contrario. Su idea de vigilar al judío no era precisamente ponerse a bailar sobre la tarima atestada de cuerpos sudorosos.
-¿Qué coño haces? -masculló entre una media sonrisa de afilados y apretados dientes- Eres un capullo. Estoy por apretarte los putos huevos a ti también.
No le quedó otra que moverse junto a Axel mientras dejaba fluir aquella música dentro de su cuerpo y pillaba el ritmo al vuelo. Quien tiene retiene. Danzaba e intentaba no perder de vista demasiados segundos al objetivo y a sus perros guardianes.
Quiso ser mala y traviesa con el violinista. De espaldas, se apretó contra él, llevó una de las manos de Axel a su vientre y movió sus caderas pegadita al cuerpo del hombre- Así te oigo mejor -Al son de la canción su cintura osciló sinuosa- Sutileza -la palabra sonaba extraña en boca de Morga; rechinaba como masticar arena- Ellos deben venir a nosotros - "Y si no habrá que ser más jodidamente directos".
Se encontró así, de pronto, con una chica de rasgos asiáticos frente a ella, a la altura de su pecho, de su misma edad tal vez. Rapada al cero, luciendo una alta coleta negra, vestía una faldilla cortita ceñida y un mini top. Mona, sonrisa dulcemente perversa, ojos negrísimos que iban y venían de ella hacia Axel. En particular a Axel. Danzaba muy muy cerca de Morga, "Me cago en la puta", tanto que le entregaron ganas de agarrarla del cuello y apartarla medio metro. Se contuvo, al fin y al cabo aquí se venía a bailar, a beber, y a "conocer" gente.
-Tu chico está de muerte -le gritó la rapada.
-Lo se -respondió Morga, con su mejor cara alegre y medio tonta. La asiática se movía como una serpiente, desde su cuello hasta sus brazos ondulándose como olas agitadas por la tormenta. Detrás de la mareante coleta su pareja bailaba en plan robótico, alguien andrógino, una edad indefinida, de rasgos finos y pálidos exageradamente maquillados, melena muy rubia y larga, una camiseta sin mangas y pantis bajo una faldilla más recatada.
La tía se deslizó a un lado igual que una cobra, rodeó al portorriqueño y se le colocó a la espalda bailando tras él. El rubiales ocupó el espació libre delante de Morga- No te he visto antes por aquí. Y tú no eres una tía para olvidar. ¿Cómo te llamas? Yo soy Nikita. -Preguntó en un alarde de originalidad.
-Me llaman Tu puta madre. Baila y déjate de gilipolleces.
Axel y ella quedaron emparedados entre sus nuevos "amistades" de pista de baile.
"La hostia puta".
:P
Quedamos a merced de Narradora...:D
Nikita compuso una cara de perplejidad sincera tras la respuesta e Morgana, para a los pocos segundos estallar en una risa histérica y estridente a juego con su forma de bailar.
-¡Molas un huevo, tía! ¡Me encanta! –la cosa rubia frente a ella se echó hacia delante con intención de darle un beso en la mejilla. Morgana lo evitó en un movimiento felino, sin perder la sonrisa, esforzándose mordiéndose el labio. Pero el andrógino se le pegó al cuerpo tomándola por la cintura y luego sus manos fueron a sus glúteos - ¡Eres deliciosa!
Su aliento perfumado por algún desconocido alcohol dulce la golpeó tibiamente. Un tío, decidió Morgana tras fijarse en su nuez. Y en particular cuando sintió su paquete en el bajo vientre. A la vez que notaba el de Axel en su trasero. No supo qué hacer, si esto era lo normal en la pista de baile, o soltarle una hostia y romperle todos los dientes a Nikita. Giró y buscó con los ojos la ayuda del violinista y comprobó que este tenía sus propios líos con la asiática.
Danzaron. Nikita consideró que Morga era receptiva. Apretó sus dedos entorno al prieto culo de la militar. Se movían al unísono el uno con la otra, al ritmo de la música. Morgana con un ojo en el judío, que bebía y se besuqueaba con la barbie, y el otro en los dos guardaespaldas, tranquilos en su mesa controlando al personal y a su jefecillo. Los dedos de Nikita se deslizaban de forma sutil y constante hacia zona peligrosa hasta que, armado de valor, el rubiales flacucho la beso en el cuello.
Morgana, rozando la rabia, de nuevo miró a Axel. Alrededor de ellos la gente alocada, ebria o drogada danzaba perdida en su mundo. La pista estaba atestada. Se fijó en su presa, improvisó. Impulsiva condujo bailando a su inusitada y pegajosa pareja hasta el extremo de la pista.
Y cayeron. O más bien hizo que ambos besaran el suelo. Morgana de forma graciosa evitó lo peor del golpe, dejando que el impacto principal se lo llevase el gilipollas de Nikita. Aprovechó para hincarle el codo entre las costillas, hacerle rodar un par de metros hasta la mesa del “paquete”, y empujarlo contra la silla de la negrita. Cuando trataron de ponerse en pie Morgana pateó la cara de Nikita por “descuido”.
-¡Hostia, coño!¡Perdonad! Ha sido la puta maricona esta –se disculpó poniéndose en pie, de tal forma que mostrase a ambos parte de lo que ocultaba su falda. Se odiaba por la caricatura de idiota que estaba llevando a cabo. Y sonreía y reía como una boba. Se apoyó en el borde mesa, toda sonrisas chispeantes en sus ojos y su boca, mirando al judío y dejando que buena parte de lo que guardaba su escote sin sujetador quedara directamente en su línea de visión.
-Lo siento, lo siento, me cago en la puta. ¿Os podemos invitar a un trago?
El Hércules soso hizo ademán de ponerse en pie, y la punk ya la tenía encima de ellos, disparada igual que una flecha, y un careto de mosqueo de tres kilómetros. La presa sonreía, sin despegar los ojos de la tía que acababa de aterrizar casi en su mesa frente a él. Cuchicheó al oído de su guardiana y esta regresó a su mesa.
-Tu amiga ha puesto cara de no cagar en una semana –se le ocurrió decir a Morgana, continuando con su risa tonta. O intentándolo.
-Pareces una mujer inacabable –dijo la barbie- Yo quiero esa copa. Y quizás algo más…
Te toca. XD
Bueno, es lo que se me ha ocurrido...
Mientras aún estaban a solas con Morgana, Axel se había divertido inmensamente disfrutando cada momento de su compañía. Había reído alegremente ante aquella amenaza que pronto se había convertido en una especie de chiste privado entre los dos, y al sentir como la mujer ejecutaba una clara venganza contra él por sacarla a bailar y no tan solo se pegaba al cuerpo de él, sino que guiaba una de sus manos por su abdomen perfectamente esculpido, Axel se había relamido los labios a sus espaldas. La tensión entre ambos era sublime y lo deleitaba. Cada roce, cada caricia, cada segundo de cercanía y cada movimiento de esa cadera sinuosa hacían que el magnetismo entre ambos creciera y su interés aumentara. Debería haber sospechado que llegaría alguien a interrumpir.
Perdido en el exquisito perfume de su cuello, Axel había cerrado los ojos un momento para embriagarse con el olor de la piel de la militar y había sido completamente inconsciente de que una pareja bastante peculiar se acercaba. No había notado su presencia hasta que ambas chicas comenzaron una conversación e incluso entonces ni siquiera se molestó en apartar su atención de la militar por más que medio segundo para ver a quienes tenía en frente.
La chica asiática y su cumplido estaban bien, pero lo que realmente le hizo alzar la mirada y sonreír fue lo que había contestado la militar. Sabía que la faceta distraída y extremadamente sociable de Morgana no era más que un acto, pero no tenía razones para creer que mentía en su concisa respuesta. Fue recién entonces que realmente notó como la recién llegada parecía buscar insistentemente su mirada y su sonrisa se ladeó lleno de confianza. Era difícil permanecer absolutamente impasible a una demostración de interés como esa.
Quizás esa sonrisa había sido lo que la asiática había mal interpretado como una invitación, porque pronto se vio con ella detrás y con la pareja de esta ocupando su lugar para seguir hablándole a Morgana. Bueno, más bien, para ligarse a Morgana. Apenas alcanzó a escuchar parte de la conversación y ver como el andrógino se lanzaba por un beso en la mejilla, porque de pronto sintió una mano que venía de detrás colándose entre Morgana y él para agarrarle la entrepierna, lo que causó que se girara hacia la asiática y descuidara a la militar un momento.
Alguien está ansiosa - la reprendió con una sonrisa sugerente, tomándole la muñeca con fuerza para tirarla hacia él y pegarla a su pecho bruscamente de forma juguetona. Su mirada bajó hasta el amplio escote de la mujer y se mordió el labio inferior - Odiaría aburrirme demasiado pronto - la miró a los ojos de forma significativa y soltó su muñeca con una caricia, volteándose otra vez hacia Morgana. Se odiaba un poco por haber hecho eso, porque con lo buena que estaba la chica que tenía detrás generalmente no se quejaría de ese tipo de avances, pero como se pusiera a masajearle la polla en la pista ya se podía olvidar de ponerme ni la más mínima atención al objetivo.
Para su suerte a la asiática parecía haberle gustado que la detuviera y la violencia medida con que la había tratado, así que ahora intentaba llamar su atención de otras formas mientras bailaba, yendo más por caricias e insinuaciones que por algo más directo y difícil de ignorar.
Al volver a pegarse a "su chica" notó las manos de Nikita en el culo de la militar y le sorprendió que Morgana le hubiese permitido agarrarla así, pero no dijo nada. Solo siguió bailando pegado a ella hasta que la marine lo miró de forma bastante decidora y se apartó con su nueva pareja de baile en dirección peligrosa. Girándose y tomando a la chica cuyo nombre ni le había interesado preguntar por la cintura, siguió el mismo camino mientras bailaban. Y sinceramente, viendo la caída desastrosa y la forma patosa y reveladora de levantarse de la marine le costó no reírse, pero la preocupación por Nikita de la chica con la que bailaba le ayudó a enseriarse lo suficiente para mantener su fachada.
Mientras la rapada iba a ver a su amigo, novio, o lo que fuera, Axel se acercó apresuradamente hacia donde estaba Morgana como si corriera a ayudarla.
Mierda, cariño, ¿estás bien? - preguntó el chico aprovechando de llegar hasta Morgana, poniéndole las manos en los hombros para girarla levemente hacia él y fingir revisar que no se hubiera hecho daño en la caída de la tarima. - Uff, que susto - suspiró con alivio. Había considerado dejarla sola y luego simplemente colarse donde la llevaran, pero como la perdiera de vista un minuto... No, no era buena idea. Eso estaba destinado a salir mal si se separaban, especialmente para él. Morgana era, antes que nada, una marine. - Lo siento, nos separamos un segundo para bailar con otra gente y... - sonrió un poco a la pareja que ahì estaba y tomándole la mano a Morgana - Esta vez te superaste en patosería, nena - bromeó mirando a la chica antes de volver a mirar al judío y la barbie.
Siéntense, por favor - dijo el judío con una sonrisa de tiburón tras escuchar a su acompañante aceptar la invitación y sugerir una compensación de paso. Por supuesto, no se esperaba la intervención de otra persona más en su reservado, pero ambos tenían una apariencia suficientemente interesante para llamarle la atención.
La asiática y Nikita desaparecieron engullidos por la gente y acobardados por las miradas intimatorias de los dos guardaespaldas.
-Lo siento, "beibi" . Siempre te dejo en ridículo, ¿me perdonarás? -Acompañó su falsa disculpa con un "besito" en los labios del violinista.
Morgana se mordió los labios, hizo ademán de ir a por una copa, y dejar tranquila a la pareja para que no resultase evidente su actuación, pero se encontró ante la insistencia del judío y la barbie para que tanto ella como Axel les acompañasen.
-Preveo una velada emocionante -anunció ladino el hombre exhibiendo su sonrisa de tiburón.
Se sentaron. Llovieron las preguntas, los halagos, las risas y las bromas. “Este es Tony. Yo soy Maggie. Meg para mis amigos. Risas. Expresión traviesa. No, no es mi novio. Solo me lo follo.” Más risas. Más tonterías. La mano de su anfitrión no tardó en acariciar su muslo bajo la tela del vestido. Mantuvo la sonrisa. Soltó algunas burradas de su estilo. El judío, Joseph, y su amiguita, Brisa, reían. La negrita se estaba trabajando a Axel. La militar le echó una mirada significativa a su pareja, “¿disfrutas?" Dejó que Axel explicara a qué se dedicaban, conforme a lo pactado antes. La mano de Joseph rozó sus bragas. Morga intentó mantener un perfil bajo. “Nada de puto alcohol, me pongo muy idiota”. Bebió auténtico zumo de tomate. Los dedos del judío se colaron bajo las bragas y jugaron con el vello de su pubis. Ella reía, aguantando solo por las miradas de calma que le lanzaba Axel, que ya tenia lo suyo con una Brisa que se lo comía sin cortarse un pelo.
El judío susurró obscenidades a su oído de lo que le iba a hacer. Se atrevió a besarla y a lamerle el cuello, directo, sin tapujos. Uno de sus dedos descendía hacia sus labios externos.
-Tu putita tiene las bragas chorreando, Tony. -“Vas muy muy deprisa. Frena un poco, grandullón”. -dijo la “putita” Meg entre dientes. Por respuesta Joseph agarró la muñeca de Morga y condujo la mano a su propia entrepierna donde la militar pudo comprobar el estado de excitación actual del judío. La mujer pensó en enviarlo todo a tomar viento, ahora y aquí mismo. Fueron unos segundos que la bloquearon, un viento de violencia y sangre se le coló por la nariz. Lo iba a hacer.
Consiguió controlarse. En parte por su entrenamiento y en parte por la calma que le transmitía Axel. En un impulso se puso en pie en ese instante- Y si subimos y nos dejamos de gilipolleces. Me muero de ganas de que me comas el puto coño, Joseph.
Le salió así. Fue el pistoletazo que necesitaban esos dos. No tardaron en subir las escaleras cubiertas de moqueta , escoltados por un guardia delante y otro detrás. Joseph le besaba el cuello y su mano apretaba su culo. Arriba, caminaron por el pasillo, llegaban sonidos sospechosos del interior de un par de habitaciones, la punkie abrió una puerta y entró a revisarla. El gorila empujó entonces a Morgana contra la pared para cachearla mientras Axel y la barbie más atrás estaban a lo suyo.
-¿En serio, capullo? ¿Crees que llevo cuchillas en el coño?
-Es necesario, monada. Después tu colega el guapito —respondió el hércules. Se acercó a su oreja- No me fío una mierda de ti, zorra, no me trago tu fachada. Tu perfume huele bien, pero tú apestas.
De cara a la pared, el tipo manoseó a Morgana. No se vio venir la reacción explosiva de esta.
Golpeó con la cabeza la cara del guardaespaldas. El fuerte impacto lo tiró hacia atrás, Morgana se giró, su puño golpeó con brutal potencia en el corazón del hombre; luego pateó su entrepierna, se colocó detrás de él y con una llave precisa y un movimiento ejecutado a la perfección, le partió el cuello. El cuerpo sin vida del desgraciado no se había desplomado todavía al suelo cuando plantó su fuerte mano en la cara de un judío sorprendido y que reaccionó tarde. Le empotró la cabeza en la pared y la presa se desplomó lo mismo que un fardo lleno de paja, aturdido.
-Encárgate de la barbie -le gritó en un susurro a Axel, a pesar de que no creía necesario recordarle lo evidente.
En estas salió la otra mujer de la habitación, demasiado lenta para la velocidad asesina de la marine. El canto de su mano fue a golpear la nuez de la chica. Después la agarró por el pelo y estrelló varias veces su cabeza contra el muro hasta dejar un reguero de sangre sobre la pintura y la soltó inconsciente o algo peor.
He "manejado" un poquito a Axel, ¡mil perdones! Modifica lo que quieras ;-)
No me he demorado en descripciones o detalles, he ido más bien a la acción. El tema de socializar se lo dejo a Axel :P
Tony. Como Tony Montana. Bien, podía pasar por alto que este fuera cubano y él portorriqueño, y claro que podía ignorar el estereotipo, porque adoraba al puto Scarface. Hacerse pasar por "Tony" ya podría haberle provocado una erección por sí solo si no estuviera tan cagado de miedo de los gorilas detrás de la parejita que no sabía mantener sus manos para ellos mismos. Tampoco era que se quejara, la mujer del judío estaba buena, tanto que le recordaba a las lujosas sugar babies del pasado. Sin embargo, las sugar babies nunca habían sido lo suyo. No por más que un rato al menos.
No pudo evitar que su mirada siguiera, ocasionalmente, la mano del tal Joseph mientras subía por las piernas de Morgana. No estaba celoso, no tenía de que, pero ¿quizás lo estaba? Lo que sí tenía claro es que nadie podía culparlo de fijarse en esas maniobras cuando su rol en todo ese juego era de pareja de Morgana. No, no Morgana, Maggie. Meg para los amigos. Lo que sin duda le hizo sonreír fue ver que la militar se inquietaba. Mientras dejaba que la mano de la barbie explorara por donde quisiera mientras se montaba de piernas abiertas sobre su regazo, Axel le guiñó un ojo a la marine para tranquilizarla. Estaba ahí. Era un juego. Y más importante, al final de la noche podría desquitarse de todo lo que le hiciera el judío.
Por un segundo, pensó que todo se iría a la mierda. - Jamás las tiene secas conmigo - soltó en voz suficientemente alta para esperar tapar el gruñido de la marine con una sonrisa confiada. Al tiempo que una de sus manos recorría las curvas de la mujer sobre él y enterraba el rostro en el escote de la barbie para besar sus tetas y su cuello, tomando alguna pausa para sonreírle maliciosamente a la sugar baby que movía su cadera de forma increíblemente placentera, su otra mano buscó la de la marine para entrelazar sus dedos con los de ella y acariciarla aunque fuera levemente, buscando tranquilizarla. En una pareja podía parecer nervios por una primera vez o por celos, así que no le preocupaba que lo vieran.
Entonces escuchó a Morgana cerrar el trato y con una frase, no la más delicada del mundo cabía decir, ya estaban arriba. Escoltados. Mientras el gorila cacheaba a Morgana, Axel se besaba con la barbie, llevando a cabo su propio cacheo. Más valía prevenir que lamentar, y toquetearla un poquito más no estaba mal.
No me vas a compartir con el gorila, ¿cierto? Porque parece que le gusto también - bromeó con Brisa al escuchar el orden de cacheo. Un segundo después de eso y el gorila ya sangraba con la nariz rota mientras Axel, por reacción, ponía una mano frente a Brisa como si la protegiera de algo. ¿Pero qué hacía?
Todo pasó muy muy rápido. Había escuchado de la habilidad marcial de los marine, y había visto gendármenes en acción, pero esto era un nivel totalmente distinto a lo que había presenciado alguna vez. La pelea no había durado ni un minuto. Tampoco era que pensara que fueran a darle mimitos a los guardias, pero...
Tan pronto la morena escuchó que iban a "encargarse" de ella, echó a correr. Sabia decisión. Axel la tomó de la muñeca para retenerla y la chica se puso a tironear con todas sus fuerzas, trastabillando por culpa de los tacones y cayendo al suelo sin dejar de intentar soltarse a toda costa.
¿Que haga qué? - preguntó a Morgana mientras peleaba con la chica por no dejarla escapar. Él no era un asesino. Era un puto criminal, un estafador, un cabrón, era muchas cosas, ¿pero un asesino? Eso sería un nuevo título que no estaba seguro de querer añadir a su lista de especialidades. - ¡QUIETA, CARAJO! - le gritó en español a la barbie, que no lo dejaba ni pensar con tanto griterío, maldición y ruego.
Tirándola, la obligó a pararse y la arrastró a las malas hacia la jodida habitación, que ya que estaban bien podría servir de algo. No iba a quedarse en el puto pasillo a ver si alguien salía a ver que era toda esa loquera. Aún así, para prevenir un poco los ruidos a pesar de que parecía estar bastante insonorizado, le puso una mano sobre la boca a la chica y la pegó a su cuerpo abrazándola con su otra extremidad - ¿Que coño hago con esta? - el trato era repartir hostias, ocuparse de socializar, nadie había dicho ni mierda de matar a cualquiera que fuera daño colateral.
Tres tipos esperaban en una estrecha y sucia calleja en penumbras, iluminada por los faros de un coche. Axel detuvo su vehículo detrás del auto, habían preferido dar una vuelta y aparecer por el otro extremo. Ambos se apearon del coche, Morgana tironeando de un maltrecho y magullado Josep al que la marine hostió de lo lindo en el interior del vehículo. Ella se había cambiado de ropa, pantalones, botas, y la chaqueta cruzada que guardaba en el maletero, y su cara de piedra ocultaba el dolor que le producía la cuchillada en su estómago. La había limpiado y vendado aprisa, pero, sin revestir demasiada importancia, debía en su refugio suturarla y meterse un chute de antibióticos. Pronto.
Comprobó su pistola. Al cargador solo le faltaba una bala. Había utilizado uno entero en la huida del garito. Arrastró del cuello de la camisa y el brazo al judio, y lo empujó hacia los dos hombres corpulentos y altos que se acercaron e inmediatamente lo introdujeron en su propio automóvil.
Un joven judío de escasos treinta años, vestido de traje negro y sombrero igual que sus colegas, la saludó con una sonrisa de satisfacción y mirada inteligente. Repasó con descaro la figura de Axel. Luego señaló al judío con aire interrogativo en sus ojos negros. Morga se encogió de hombros.
-No estaba predispuesto a “regresar con su querida familia”.
El otro amplió la sonrisa socarrona-¿Mucho ruido?
-Un poco -"demasiado, probablemente”.
-Morgana. Siempre eficaz. Poco discreta.
-No soy una puta matemática, Jacob -Morgana conocía de sobras que los planes se torcían, las expectativas cambian, y la improvisación surgía a la luz las más de las veces.
-Afortunadamente
-No os van a relacionar.-No estaba nada segura de eso.
-Y si lo hacen, Josep se hizo muchos “amigos” con sus mierdas. Tampoco importa demasiado. -El misterioso hombre, Jacob, le tendió dos mochilas. Morgana las cogió, asintió- ¿No piensas comprobarlas?
-Me fío de tu padre. Los cabrones judíos regateáis, pero respetáis los tratos.
Su interlocutor soltó una risa- Mira dentro
La mujer alzó una ceja. Acabó por abrir uno de los bolsos y escarbó en su interior- Hay más de lo acordado.
-Mi padre es un poco rata. Como casi todos nosotros, claro. Yo enfoco los negocios de una manera distinta, más visionaria. Me gusta tenerte de socia.
-Yo no soy tu puta socia, Jacob.
-Claro. Claro, Morgana. Negocios, intereses comunes. De acuerdo. Pero cuando quieras disfrutar de un buen vino y grata compañía, avísame. Mi puerta está abierta para ti. Y para tu amigo. Hasta la próxima, socia. Quiero el auto mañana en el punto acordado.
-Saluda a tu padre. Capullo.
Jacob se subió al coche sin perder la sonrisa. Arrancaron y desaparecieron en la oscura noche de Nueva York. Morgana se pasó la lengua por el interior de los labios. Se los mordió. La herida escocía. Y podría haber sido mucho peor. Se giró sonriendo con su típica mueca lobuna hacia Axel.
-Tienes huevos, violinista –le lanzó una de las mochilas- No me has visto, no te conozco, no sabes nada de mí.
*Te he dejado que cuentes la historia a tu gusto ;) Si no te ves con ganas o ánimos, entonces por el turno como quieras, como los de la escena de La empalizada. Y el siguiente, ya el último, pondré algunas pinceladas de lo que pudo suceder, si lo prefieres así. Tú misma :)
Bueno, si de algo estaba seguro era de cuanto le alegraba haber acabado con esa misión de locos y estar por fin fuera de peligro. No es que despreciara un poco de adrenalina, eso le encantaba, pero no era un gran fanático de las palizas, emboscadas y mucho menos lo era de tener que golpear a una chica contra la muralla para dejarla inconsciente. Y aunque hasta ahí había llegado él, no sabía que tan en serio se tomaba Morgana la posibilidad de testigos, pero había fingido no pensar en ello cuando casualmente la había dejado a solas con ella y él rehén para "ir a revisar si alguien más quedaba dentro". Ojos que no ven, corazón que no siente.
Mientras conducían al punto de encuentro, Axel no pudo dejar de asombrarse con la frialdad de Morgana para tratar incluso sus propias heridas. El pragmatismo con que lo hacía todo, la naturalidad que envolvía sus movimientos. Para ella todo eso parecía tan habitual como para él era tocar el violín, aunque esperaba que no lo disfrutara de igual manera. Sinceramente, él no se veía en ese tipo de situaciones otra vez. De no haber sido por la militar habría muerto por lo menos unas diez veces, siendo muy pero muy optimista con su supervivencia.
Un poco tenso por lo del club pero definitivamente feliz de estar vivo, Axel acompañó a Morgana a entregar el "botín". Botín que sangraba y respiraba, probablemente más lo primero que lo segundo. El repaso de Jacob le hizo alzar una ceja, más por extrañeza que nada, pero no le dio mayor importancia. Quizás Morgana y el Lex Luthor judío tenían historia, quien era él para juzgarlos.
La conversación le pareció suficientemente ejecutiva, y la siguió con interés. No podía sacar mucha información de ello, pero ¿realmente quería buscarla y meterse con gente así? No, gracias. Ya suficiente tenía con conocer casualmente a uno que otro matón, no necesitaba en su vida a alguien que no tuviese problema alguno en pagarse una tropa de ellos si quería. En otra época aquello le habría tentado, muchísimo, pero ahora lo único que quería era pasar lo más desapercibido posible. Bueno, eso y divertirse de vez en cuando, claro.
Una vez lo vio marchar, suspiró. Bien, deuda saldada. Morgana salía ganando en dinero. Todos felices.
Vaya, y yo que pensaba decirte que aceptaramos la invitación a beber de tu amigo. - bromeó tras atrapar la mochila, sonriendo de medio lado - Quizás debamos conocernos primero entonces, ¿no? - cejeó para luego echar a reír. Dando un paso hacia la chica, le entregó la mochila de vuelta - Para tu médico - le señaló la herida del abdomen apuntando con su barbilla - Tú ya pagaste mi ayuda... o mi participación, por lo que valiera - porque así como ayuda, ayuda... no estaba muy seguro de cuanto había ayudado realmente.
Morgana no hizo ademán de recuperar la mochila.
-Es tuya, te has jugado el puto culo. Quédatela antes de que te lo patee. Si la estiras te dará para dos meses.
La chica reprimió un gesto de dolor. No necesitaba ningún matasanos, ella tenía suficientes conocimientos y material para curarse sola. Pero miró a los ojos del violinista y, de alguna manera, en sus pupilas dejó traslucir cierto agradecimiento a Axel.
Se movió hacia el coche. La herida le tiraba y notó como la sangre empapaba un poco el vendaje provisional. El sudor todavía pegaba sus cabellos, sentía la boca seca. -Tal vez coincidamos por ahí alguna vez, violinista. No ha estado mal, ¿eh?-Chasqueó la lengua- No te metas en problemas, no demasiados -esgrimió una sonrisa torva. Alcanzó la puerta del conductor, tomó una botellita de agua de su propia mochila y bebió un nuevo largo trago. Se la lanzó a Axel, luego echó un vistazo a la oscuridad de la noche.
Miró a su acompañante- Quizás en otra vida nos conozcamos, violinista -liberó una ligera risa que le provocó más dolor- Joder -apretó la mandíbula- Olvídate de una puta vez de esa zorra. La tienes sobrevalorada. Te buscas una buena chica, tocas el violín. Ah, y no entables conversación con militares -añadió con sorna.
No se decidió a entrar en el vehículo. se encogió de hombros, la sonrisa maliciosa regresó a su boca y estrechó apenas los ojos.
-Venga, sube, te dejo donde quieras.