Partida Rol por web

Nueva York, lunes 16 de noviembre de 2037, 20.00h.

El lugar donde estaba ubicado el refugio, Sugar Hill, era un barrio localizado en la parte norte de Hamilton Heights, en la zona de Harlem, perteneciente al distrito de Manhattan. Y dentro de la isla era, precisamente, una de las zonas más tranquilas en esos tiempos en los que el mundo había cambiado. 

Las calles anchas parecían sugerir que en otros tiempos los coches circulaban en varios carriles en ambas direcciones y, lo que una vez fue un parque bien cuidado, se había convertido en un espacio verde y salvaje, donde un pequeño grupo de Buscadores del Nuevo Edén se había instalado hacía años. 

Había varios asentamientos en la zona, pequeñas comunidades de gente que, como los habitantes del asentamiento de Major Morris, se agrupaban para facilitar la supervivencia de cada uno. Un par de grupos armados, entre ellos los Chicos de McAvoy, solían hacer rondas por las calles del barrio y no era extraño que los pasos de los valientes que se aventuraban a salir de sus refugios se cruzasen con los de estas bandas. 

Sin embargo, que fuese una zona por lo general tranquila no significaba que fuese totalmente segura. En ocasiones otros grupos hacían incursiones, saqueaban refugios o se montaban trifulcas en plena calle. No era algo que sucediese a diario, pero en la época que nos atañe, ningún lugar de Nueva York era totalmente seguro. 

El frío era aún más intenso en el viaje de regreso. Los zarcillos de niebla se enredaban persistentes en los tobillos de los dos caminantes y en algún momento la sensación de que las sombras se revolvían y retorcían les erizó el vello de la nuca. Salir de día por Nueva York era una cosa, pero caminar en la noche, con todas las ventanas de los edificios oscuras, contemplándolos como ojos de negrura... eso era sólo apto para valientes. 

Eran las ocho cuando la mole del Major Morris empezó a hacerse presente entre la niebla, como un faro de tranquilidad y seguridad. Pero en cuanto se acercaron se dieron cuenta de que había una figura moviéndose junto a la puerta, que al verlos a ellos se escondió entre las sombras cercanas hasta hacerse prácticamente invisible. No porque hiciera gala de ningún tipo de don como los que algunos poseían allí, sino porque iba vestida entero de negro. 

Sin embargo, en cuanto se acercaron más y reconoció a Trish, volvió a dar un paso hacia la calle, iluminada por los dispersos rayos de la luna. 

Se trataba de un chico que rondaría la veintena y que llevaba la capucha de una sudadera echada por encima de la cabeza. Sus labios se curvaron en una sonrisa abierta y algo descarada que parecía dedicada principalmente a la inventora. 

—¿Sueles llegar tarde a tus citas? —le preguntó, con un brillo travieso en los ojos. Luego tendió la mano hacia Axel con desparpajo para presentarse—. Soy Jimmy.

De aceptar su mano, el hombre recibiría un apretón firme y breve, antes de que el chico siguiese hablando, mirando de nuevo a Trish.

—¿Nos vamos? ¿O tienes que entrar a coger algo?

En el camino de vuelta, Trish habló durante algunos minutos con Axel sobre los chicos que él había conocido, y sobre el plan que iban a llevar a cabo. Le parecía genial que el violinista no se hubiera echado atrás. Poder integrar a alguien del Morris ahí la hacía sentirse más segura, y también menos mala gente. Como si no estuviera ocultando a sus compañeros toda una vida paralela.

Pero cuanto más avanzaban, menos hablaba Trish. Poco a poco iba poniendo sin querer su mente en la cita con Jimmy. Se sentía inquieta, nerviosa, expectante... Y un poco idiota, para qué negarlo, por ilusionarse así con alguien a quien sólo había visto un par de veces. Hubo algo a lo que estuvo dándole algunas vueltas, y finalmente decidió comentárselo a Axel una manzana antes del Morris.

—Oye, Ax... —le dijo—. ¿Tú de verdad quieres hablar con Jimmy, no? —le preguntó de manera retórica—. Podrías... ¿Podrías tantearle, a ver qué piensa él de esto? —preguntó con cierta inseguridad, dejando salir parte de sus temores—. Es que yo qué sé... No sé ni si suele hacer esto, si está con otras cincuenta, o qué... Y no quiero ilusionarme para nada, ¿sabes?

Claro que ya era tarde para eso. A esas alturas, sólo pensar en el chico aceleraba el corazón de la muchacha.

Cuando algunos pasos más adelante se dio cuenta de que Jimmy ya estaba allí tuvo que contener la sonrisa y sus mejillas se colorearon. Caminó los pasos que faltaban intentando no parecer una completa idiota cuando llegase donde el conseguidor, y con su pregunta lo miró un instante antes de contestar encogiéndose de hombros.

—Sólo cuando me quiero hacer esperar —le dijo, consciente de que en realidad no llegaba tarde, sino justo a la hora que habían quedado—. ¿Y tú sueles acechar desde antes el sitio donde habéis quedado? —dijo, devolviéndole la pulla con una media sonrisa.

Después dejó que ambos se presentasen, e hizo un gesto con la cabeza hacia Axel.

—Yo estoy lista —aseguró. Miró entonces hacia la puerta del Morris. No podían separarse de Axel allí. Y no quería decirle a Jimmy que ahora tenía niñera. Así que hizo un gesto hacia el otro lado con la cabeza y empezó a caminar—. Pero Axel quiere comentarte algo, creo, y luego nos quedamos ya a solas. No te quejarás, te traigo trabajo incluso en una cita.

Lo que más le gustaba de salir a caminar por la noche en Nueva York ahora mismo era que iban de regreso al refugio.No le daba nada de tranquilidad ser un objetivo andante por las amplias calles de la Gran Manzana, así que prefería imaginarse que pronto estaría tranquilo y calentito dentro de un edificio libre de peligros adicionales. 

Una manzana antes de llegar, la ahora silente Trish habló, capturando enseguida la atención y curiosidad del mayor. Asintió a la primera pregunta, y cuando esta continuó con su petición, una sonrisa ladeada apareció en el rostro del violinista. - Entonces sí que es tu chico - la picó un poco, sonriendo de medio lado - No te preocupes, pequeña, déjalo conmigo a solas unos minutos y yo me encargo - le guiñó un ojo, pasándole un brazo por los hombros para atraerla a él y besarle la cabecita con efusivo cariño, como hacía cuando la cuidaba años atrás y notaba que la chica se empezaba a preocupar porque Nick tardaba más de la cuenta. 

Tras frotarle el brazo un par de veces, calentándola para contrarrestar ese puto frío que le calaba los huesos al friolento Axel, siguió caminando a su lado hasta ver una sombra moverse cerca del Morris. No dio tiempo a imaginarse nada realmente, pues el chico salió a la luz enseguida, y Axel respiró aliviado al ver que tenía la edad de Trish. A ver, que sí, que era hipócrita cuando él se tiraba a gente de la edad de Trish sin pensarlo dos veces, pero que tuvieran su edad no las hacía ella y la inventora era un caso totalmente distinto. 

Axel Montenegro - se presentó estrechando la mano que muy correctamente ofrecía el chico. Hasta ahora se llevaba una buena primera impresión, asì que incluso sonrió feliz de conocerlo. Además, era el único que le podía ayudar a conseguir las tonterías que quería. 

Ah, sí, de hecho quería ver cuanto me cobrarías por un par de cosas. - comentó, mirando de reojo a Trish caminar frente a él - Si es que la cotilla aquí presente nos deja negociar en paz, claro - le sonrió a la peliazul, independiente de si se volteaba a mirarlo o no. 

—Siempre —respondió el chico a la pulla de Trish, con una sonrisa encantadora—. Ni te imaginas la cantidad de emboscadas de las que me he librado por ello. 

Bromeaba, parecía que esa era la dinámica entre ambos, una especie de juego, un tira y afloja lleno de sonrisas. Ante la noticia de un posible negocio, su atención se centró en Axel, pero lo hizo un poco a regañadientes. Le costó un instante separar sus ojos de la inventora. 

—Puedo conseguir cualquier cosa —declaró, con sobrado desparpajo—. Todo depende de si estás dispuesto a pagarlo. 

Se peinó con los dedos sin perder ese aire entre travieso y divertido y enseguida volvió a mirar a Trish.

—No te alejes mucho —le pidió—. No tardo nada y nos vamos. Que se nos enfría la cena. —Su sonrisa se ladeó con expectación al decir eso último. Algo tenía preparado y esperaba sorprender a la muchacha, estaba claro.

La expectación y los nervios de Trish habían crecido fueron en aumento con las palabras de Axel. Y cuando terminaron de acercarse adonde estaba el chico la muchacha no podía contener la sonrisa. Dejó que el músico se presentara, y maldijo en silencio a Jimmy por esa sonrisa en cuanto el chico habló. Esa sonrisa tenía más peligro que una cita a ciegas con un gusano como el del metro.

—Si llego a saber ese truco, a lo mejor me libraba yo de esta —bromeó en respuesta la muchacha, aunque su mirada decía otra cosa bien distinta. La verdad es que tenía ganas de agarrarle de la mano allí mismo, como habían hecho la última vez que se habían visto.

Después, cuando el conseguidor empezó con su faceta profesional para dirigirse a Axel, lo miró con cierta admiración por la seguridad que demostraba. Ella alzó una ceja al oír sus últimas palabras.

—Tarda lo que quieras —le dijo—. Lo peor que puede pasar es que me vaya a cenar sin ti.

Dicho aquello le dedicó una sonrisa a Jimmy, un guiño a Axel y se alejó unos pasos, dándoles cierta intimidad. Habría dado lo que fuese por escuchar aquella conversación... Y no por oír lo que el violinista quería pedir, precisamente.

Eran bastante monos. Hasta ahí era innegable. Con sus bromitas y piques de "no me gustas tanto, pero me muero de felicidad por verte", y esas miradas coquetas que intentaban disimular sin mucho éxito... Amor juvenil y adorable. Ya hacía bastante que él no tenía una dinámica así con nadie, pues con Alexa nunca había siquiera intentado disimular cuanto le gustaba, y luego de eso nadie le había llenado la cabeza de pajaritos. 

Ya dirás tú el precio y veremos si puedo pagarlo - tenía claro que había cosas que no cedería, pero estaba bastante preparado para según qué precios. Una vez Trish se alejó un poco, y tras corresponder su guiño con uno igual y una sonrisa, fue a lo que había venido. 

Tengo entendido que eres un fan de las referencias populares, así que te lo pondré fácil: Quiero hacer una cena de Navidad - que quizás la gente joven en este mundo no entendía, pero si este conocía la Dama y el Vagabundo, entonces lo más probable era que sí - Del pavo creo que puedo encargarme yo, de la verduras y de las especias también, pero estaría bien alguna jalea de arándanos, e ingredientes para galletas de jengibre. O sea, harina, canela, nuez moscada, levadura y azúcar moreno. No necesito mucho, una taza de azúcar y de harina, pero del resto con una bolsita pequeña de un par de cucharadas me bastaría. Ah, bueno, y una botella de brandy para el ponche de huevo. Huevos, leche, nata, mantequilla y esas cosas puedo conseguirlas por mi lado. - pensó en voz alta, por si el chico le iba preguntando por las cosas que faltaban. Debía sonar como un puto desquiciado hablando de cenas navideñas - Al grupo le hace falta una puta fiesta en familia, así que les daré una Navidad como corresponde. O eso pretendo, al menos. - se explicó, suponiendo que con eso ya quedaría clara su intención - Además, no sé a ti, pero a mí me ofende personalmente que existan niños que no hayan celebrado la Navidad, así que pienso repararlo - sonrió divertido.

Y a propósito de niños, necesito regalos. - suspiró. Esto le iba a salir más caro que un riñón - Idealmente, quiero un mapamundi y un libro de dinosaurios y animales. Como sé que es difícil, especialmente lo último, también me iría bien una copia del libro o algo así. Tampoco quiero que asaltes la biblioteca. - y eso consideraba necesario estipularlo, porque no tenía planeado pelearse con todo Nueva York por querer educar a un par de críos, por mucho que le cayeran bien. 

Ya finalizado y pactado ese tema, cuando hubieron resuelto todas las dudas y pactado un precio, el hombre continuó. Segunda misión en la lista. 

Bueno, y ya que estamos... - echó una mirada a Trish de reojo, recorriéndola de arriba a abajo con una sonrisa ni de cerca tan amable y cariñosa como cuando hablaba de las fiestas - Cuando dices que puedes conseguir de todo, ¿que tan de todo estamos hablando? - lo miró a los ojos, poniendo en esa mirada todo lo que aún no ponía en palabras - Porque, si estás dispuesto a negociar, estaría dispuesto a pagar un buen precio por un rato con Trish. - se humedeció los labios - Tú le metes algo en la copa, se queda dormida, yo hago lo mío y cuando despierte no ha pasado nada. Yo me voy satisfecho de haberme corrido a gusto, tú te llevas una MUY generosa compensación por tus molestias y ustedes siguen con su cita. Ya me encargo yo de que nadie note que se ha ido por demasiado tiempo. 

Eran bastante monos. Hasta ahí era innegable. Con sus bromitas y piques de "no me gustas tanto, pero me muero de felicidad por verte", y esas miradas coquetas que intentaban disimular sin mucho éxito... Amor juvenil y adorable. Ya hacía bastante que él no tenía una dinámica así con nadie, pues con Alexa nunca había siquiera intentado disimular cuanto le gustaba, y luego de eso nadie le había llenado la cabeza de pajaritos. 

Ya dirás tú el precio y veremos si puedo pagarlo - tenía claro que había cosas que no cedería, pero estaba bastante preparado para según qué precios. Una vez Trish se alejó un poco, y tras corresponder su guiño con uno igual y una sonrisa, fue a lo que había venido. 

Jimmy escuchó con atención todas las necesidades de Axel con una sonrisa divertida por lo que el violinista pretendía hacer. Asintió con la cabeza a cada petición, manifestando así que tomaba nota mental de todo ello, y cuando llegó el momento del precio, se encogió de hombros. 

—No te conozco, Axel Montenegro, no sé qué puedes ofrecer que me interese. ¿Tienes contactos? ¿En la Bratva o en la Cosa Nostra? —Cuando Axel respondió afirmativamente a lo segundo, el muchacho amplió su sonrisa—. Consígueme una reunión con Constanza Zangrilli y a cambio me encargaré de que tengas todo lo que necesitas para ser el fantasma de las navidades futuras —bromeó, pero el precio parecía ir en serio. 

Cuando después de terminar de pactar aquel tema Axel siguió hablando, el chico siguió su mirada hacia Trish con una arruguita de extrañeza formándose en su frente. Luego lo miró a los ojos y le mantuvo la mirada sin ningún titubeo. Su sonrisa seguía igual de brillante y encantadora, con esa diversión perpetua bailando en las comisuras de sus labios, una sonrisa capaz de hacer caer a cualquier muchacha y a muchos muchachos a sus pies.

—Vaya, tú sí que sabes donde está lo bueno, ¿eh? Si te digo que puedo conseguirlo todo, es que puedo conseguirlo todo —remarcó, con intención y complicidad.

Luego se rió, encantado con la propuesta de Axel y alzó las cejas mientras pasaba un brazo por encima de su hombro, para hablar más en confidencia. 

—Pero esto hay que planearlo bien... 

Nada en su actitud ni en su expresión corporal preparó al hombre para el filo del cuchillo que de repente apareció junto a su cuello, apretando su piel. La otra mano del joven sujetó su muñeca y la retorció a su espalda. En su rostro ya no había ninguna sonrisa y sus ojos lo miraban con un desprecio absoluto. 

—Qué asco me dan los tíos como tú —espetó, apretando un poco más la punta del cuchillo, hasta que brotó un reguero de sangre—. Los cabrones hijos de puta asquerosos como tú. Te rajaba la garganta ahora mismo, puto cerdo de los cojones. Pero voy a dejar que lo haga ella. 

Axel y Jimmy hablaron algunos minutos con actitud amistosa. Parecía que se estaban entendiendo bien y a Trish le llegó incluso alguna risa desde donde estaba. En un momento dado el joven pasó un brazo por encima del hombro del hombre, como para planear algo en confidencia y camaradería.

Pero, de repente, algo cambió. Jimmy tenía un cuchillo en la mano y lo apretaba contra el cuello de Axel. Su otra mano sujetaba la muñeca del violinista a su espalda. Los ojos del chico centelleaban con desprecio mientras le decía algo que Trish no alcanzó a escuchar. 

Entonces los ojos de Jimmy la buscaron y su voz se alzó, llamándola.

—¡Trish! ¡Ven aquí! 

Cuando la muchacha se acercó pudo ver que del lugar donde la punta del cuchillo apretaba la piel brotaba un fino hilillo de sangre. 

—Este cerdo cabrón de mierda quería aprovecharse de ti —informó a la chica, sin soltar el agarre—. ¿Sabes qué negocio quería proponerme? —su postura era firme y calmada, su pulso seguro, pero su voz sonaba alterada—. Quería que le ayudase a violarte, joder. ¿Lo rajo? —le preguntó, mirándola a ella a los ojos, con un brillo acerado en la mirada—. ¿O te encargas tú?

Tras los primeros momentos de ofrecida la propuesta en que el chico seguía mostrándose cómplice y dispuesto, Axel ya se preparaba para la conversación que tendría que tener con Trish sobre lo poco que le convenía. Con lo enamorada que se veía de seguro sería un lío, y no sabía que tanto podría llegar a convencerla de alejarse voluntariamente... hasta que la situación cambio. No es que Axel tuviera bolas de acero ni ganas de morir, pero sentir el acero contra su cuello fue un fantástico alivio en ese preciso segundo. 

Ya el que lo cortara no le gustó tanto, y sus labios se tensaron un poquito por el dolor, pero había que admitir que dentro de todo, eso era el mejor resultado posible. Es que hasta le cedía al cerdo - que en este caso era él, pero operaría bajo hipotéticos - a Trish. Eso era amor del bueno, nada de caballero de brillante armadura. 

Con paciencia, o toda la que se podía tener bajo el filo de un cuchillo y con un brazo torcido por alguien que quiere ver tu sangre derramada, esperó a que Trish se acercara. Cuando el chico volvió a hablar, Axel sonrió con la comisura de los labios, ligeramente enternecido. El amenazarlo así podría haber sido por algún afán de justiciero, pero tras escuchar su voz alterada le quedó más que claro que no se trataba de eso. Por lo que podía leer en él, aunque igual se equivocaba, al chico realmente le importaba Trish. Por tanto, no solo su moral estaba por sobre los negocios, sino que también la quería. Buen chico. 

Me mate o no, el chico tiene mi aprobación - le dijo a Trish con una sonrisa. Por echarle cara, en realidad, porque tenso estaba un poco - Tiene las prioridades bien puestas, y te quiere. Es buen chico. - exteriorizó sus pensamientos, para luego mirar por el rabillo del ojo a Jimmy - Lo siento por el susto, chaval, pero es que conozco a Trish hace demasiados años como para dejarla a solas en manos del primer chico bonito con prontuario que le haga perder la cabeza. Tenía que ver si eras de fiar o no. 

Al ver que Axel y Jimmy se llevaban bien, Trish se desentendió un poco de lo que allí pasase. Caminó distraídamente sin alejarse demasiado, pensativa.

Tenía mucho sobre lo que pensar, claro. El robo, su marcha a la Comunidad, la cabeza de carnero, las pinturas del techo, Jimmy... En realidad, casi sólo pensaba en él. Continuamente se le escapaban los ojos hacia el muchacho. Se preguntaba qué tendría preparado para esa noche, y si debería contarle algo de todo lo que le estaba pasando. Ya había visto parte de lo que ella podía hacer. Lo había sufrido en sus propias carnes. O disfrutado. Y quizá él pudiera ayudarle a saber más, ¿no? O quizá eran sólo sus ganas de compartir con él sus secretos. Por el momento mantendría la boca cerrada. Habían acordado no decir nada a nadie, y eso incluía a Jimmy.

Para cuando el conseguidor la llamó y Trish vio lo que de repente estaba pasando, palideció. Corrió en la dirección de ambos, sin entender qué narices estaba pasando, pero temiendo que alguien hubiera perdido la cabeza. Y con la explicación de Jimmy miró a Axel sin entender. Eso era lo que había en sus ojos: incomprensión. No se planteó que aquello fuera verdad, ni mentira, aún no. Simplemente no entendía cómo habían llegado a aquella situación.

Al escuchar la explicación que dio el violinista Trish lo miró con evidente desaprobación.

—Eres gilipollas, Axel —sentenció, y le dieron ganas de pegarle allí mismo. Hasta levantó la mano, no como quien va a atacar a una amenaza, sino como quien le da una colleja a un crío, aunque no llegó a golpearlo, sino con un suspiro de resignación la bajó hasta palmear su pierna—. Suéltalo, anda. Es un idiota y un estúpido, pero no un violador —le pidió a Jimmy antes de volver a mirar a su compañero—. ¿En qué estabas pensando, tío?

Después de esa pregunta volvió a mirar a Jimmy, casi queriendo disculpas por lo que Axel había hecho... Cuando entendió más o menos lo que había pasado, y cómo él la había defendido. Además lo había hecho no como si ella fuera una ingenua que necesitase ayuda de un hombre protector, sino como un amigo, o un igual. Y si Trish tenía cualquier oportunidad de no sentirse totalmente enganchada a ese muchacho... En ese momento esa oportunidad se fue por el desagüe.

—Aunque si quieres matarlo por gracioso, adelante, se lo merece —bromeó—. Por violador y cerdo no, pero por memo, un rato.

La mirada del chico se fue de Trish hacia Axel cuando empezó a hablar. Lo miró con desconfianza. No parecía que las palabras del violinista lo convenciesen del todo, aunque al menos sí servían para que no le rajase la garganta por el momento. Luego miró a Trish, con el ceño fruncido y sacudió la cabeza. 

—Si es una broma no ha tenido ni puta gracia —declaró, aflojando poco a poco la presión del cuchillo en el cuello de Axel. Recapacitaba, aunque a regañadientes—. Ni probar ni mierdas, capullo. Eres tú el que tiene que probar ahora que es de fiar.

Soltó también su muñeca y le dio un leve empujón para apartarlo de sí. Luego dio un paso para colocarse junto a Trish. Sus ojos seguían taladrando al hombre y sus labios se apretaban en una fina línea, muy alejada de la sonrisa que había lucido hasta momentos atrás. Podía ser que aceptase la decisión de la inventora, pero estaba claro que Axel no le había gustado nada.

Sí, era gilipollas, más que un poco, así que incluso si la chica hubiese acabado por soltarle la colleja, se la habría tenido un poco merecida. Pero solo un poco, por el susto. Así que, con el poco rango de movimiento que tenía al estar torcido, se encogió de hombros cuanto pudo con una sonrisa en la comisura de los labios. Confiaba en que ella no creería jamás que había intentado algo así luego de tantos años conociéndose, pero escuchar que lo decía con tanta certeza le dio cierto alivio también. No siempre se podía contar con que una adolescente te creyera a ti por sobre al chico que le gustaba. 

Solo quería saber con quién te juntabas - contestó a su pregunta, como si fuera lo más normal del mundo. No es que fuera un comportamiento común y corriente entre la población, pero en el mundo criminal poca gente, la que moría pronto, se fiaba sin más en la palabra del resto. Alguna trampa, acción o triquiñuela siempre actuaban de prueba para saber con quien estabas lidiando, y en este caso, esa era información importante. 

Viendo que la chica miraba con corazoncitos en los ojos a Jimmy y hasta bromeaba, se dio por conforme. Bueno, casi. Aún quedaba el pequeño detalle de la navaja en su garganta. 

Solucionado aquel pequeño detalle con un empujón amistoso, Axel movió un poco los hombros en su recientemente encontrada libertad y estiró la espalda. Estaba muy viejo para estos trotes, que no estaba ya en condiciones de que le torcieran el brazo... Aunque por otro lado se alegraba de llegar a estar así de viejo, considerando que su vida podría haber acabado no solo hacía unos segundos, sino varias veces antes por jugadas propias o de otros.

Lo siento, chico. - se disculpó con sinceridad, manteniéndose donde estaba - Sé que no hace gracia, pero entenderás que me preocupaba más con quien dejo a Trish que caerte bien o no. Igual no es el mejor momento para que me creas, pero honestamente quiero lo mejor para ella. - lo miró a los ojos, esperando que viera que hablaba en serio - Y entiendo perfectamente que no te fíes de mí ahora. Soy un idiota, como dice Trish, pero moviéndome en el mismo campo laboral que tú he aprendido quizás demasiado bien a marcarme un farol creíble. 

Trish no se sintió muy cómoda con el modo en que Jimmy se dirigió a Axel. Era su amigo, al fin y al cabo. Aunque si había hecho lo que ya estaba claro que había hecho, se lo merecía. Ella no estaba enfadada. En parte porque podía llegar a entenderlo, y en parte porque ni siquiera sabía si le era posible enfadarse con él. Pero sí comprendía que la primera impresión no había sido, ni mucho menos, la mejor.

Cuando Jimmy se colocó a su lado lo miró, un poco sorprendida. No estaba nada acostumbrado a que alguien la defendiese así. Nada. No era que no se sintiese querida, desde luego. Y Axel era el primer ejemplo de persona que estaba dispuesta a ponerse en peligro por ella. Pero eso no hacía que no le sorprendiese lo que acababa de pasar.

Al final, con las palabras de Axel, la muchacha lo miró con una pizca de admiración. Quizá no era tan diferente a Jimmy, con ¿20? años más. ¿10? ¿15? ¿30? ¿Cuántos años tenía Axel? Bueno, el caso es que en ese momento estuvo segura de que si se hubieran conocido de otro modo esos dos habrían podido hacerse amigos.

—Bueno, pues ya os conocéis —dijo la chica, intentando relajar las cosas, antes de hablar a Jimmy directamente. Lo que le iba a decir tenía pensado comentárselo más tarde, pero de repente ese parecía un momento fantástico—. En el Morris han decidido que nadie saldrá solo durante un tiempo. Axel va a cubrirnos.

La mirada del chico aún centelleaba mientras Axel se disculpaba. Se cruzó de brazos, con una evidente molestia hacia él que no iba a desaparecer tan fácilmente, por muchas palabras bonitas que dijese ahora el violinista. 

—Ya. Pues más te vale, porque te voy a estar vigilando, capullo —sentenció, con expresión seria.

Luego miró a Trish y su expresión se suavizó un poco. Con lo que dijo la muchacha, alzó las cejas.

—Tú no sales sola —declaró, recuperando una pequeña sonrisa—. Sales conmigo. —Deshizo el nudo de sus brazos y fingió que miraba un reloj en su muñeca—. Y deberíamos irnos ya. O nos van a cancelar la reserva.

Sinceramente no tenía idea de por qué ahora Trish lo miraba con ese brillo en los ojos, pero no le molestaba en absoluto. Nadie lo miraba así nunca, y para ser sincero, se sentía bastante bien. Así que sin decir nada le sonrió a la chica con la comisura de los labios, mirándola con la misma ternura que lo hacía siempre. Es que al final, sin importar la edad que tuviera, nunca dejaría de ser una niña a sus ojos. 

Vigílame lo que quieras. No tengo nada que esconder, menos si te ayuda a cambiar de opinión. - contestó a Jimmy sin hacerse problema alguno por sus palabras ni perder la sonrisa. Morgana le llamaba cosas mucho peores cuando estaba de buenas, así que no estaba a por la labor de ofenderse porque lo llamaran capullo, especialmente si lo hacían cuando se lo había ganado a pulso. 

La conversación entre los chicos lo dejó satisfecho y tranquilo. Eran unos críos enamorados otra vez, así que ya podía dejar de estar nervioso por haberle arruinado la cita. 

Vayan. Yo esperaré por aquí cerca, porque como me vean entrar sin Trish me rediseñan la herida del cuello - bromeó con una sonrisa de medio lado - O quizás intento entrar mejor. Como los espere aquí me da una hipotermia antes de que vuelvan - añadió luego. Además, así no tendrían que apurarse por él - Golpéame la puerta cuando llegues, para saber que tengo que dejar de esconderme - le pidió a Trish con un guiño. Su mirada se posó unos segundos en el chico, pero creyó innecesario decirle que la cuidara. Confiaba en que lo haría. - Diviértanse - se despidió con una sonrisa antes de darles la espalda para ir a buscar algún rincón donde sentarse a esperar.

Llegados a ese punto,  ya con las cosas más en calma, a Trish le hizo cierta gracia que Jimmy amenazase así a Axel. Hasta le pareció mono. Luego, con las palabras del chico, ella alzó una ceja.

—Sabes que algunos preferirían aún que saliese sola a contigo, ¿no? —le preguntó, antes de dirigirse a Axel con una sonrisa.

—Gracias —le dijo, alzando una mano de despedida.

Estaba encantada. Tanto que a punto estuvo de acercarse y hacer que ese gesto de despedida se convirtiera en un abrazo. Pero eso habría roto toda su pose de chica dura de cara a Jimmy, así que se limitó a dedicarle una última sonrisa al músico.

—Venga, vamos.