El vínculo entre los dos jóvenes parecía servir a modo de puente tendido, como si cada uno tuviese un extremo de un teléfono hecho con yogures y no importase la distancia. Los dos supieron en ese momento que podían comunicarse con el otro, que los pensamientos que enviasen a través de ese cable invisible llegarían a su destino.
Podéis hablar, pero no os veis físicamente, así que en esta escena postead solamente lo que os decís, no lo que hacéis. Las acciones irán en la escena de la que venís. La única narración permitida en esta escena es la referente a tono o modulación de la voz, que puede dar información del estado de ánimo por ejemplo. Simplemente recordad que el otro no os ve, sólo os oye.
—¿Robin? —La voz de Trish sonaba algo dubitativa, tanteando aquel vínculo por el que podían hablar.
Puedes intentar resistirte si no quieres comunicarte con Trish. En ese caso tendrías que hacer una tirada de Voluntad que se enfrentaría a una tirada de ella.
Tras oír su propia voz Trish apenas tardó un instante en volver a sonar mucho menos dubitativa y más preocupada.
—¡Robin! —exclamó—. ¡¿Dónde estáis?! ¡¿Qué ha pasado?!
Desde el susurro de Trish a la primera línea de Robin, transcurrió un pesado silencio con olor a cirio.
— Trish —la llamó casi como una invocación, necesitado y quebrado—.
— Estoy con Hope —empezó por aclararle el plural al que respondería, neutro y sin ánimo alguno—. En Queens.
— Trish —volvió a llamarla queriendo aproximarse tanto a ella que acabará en su piel—. Nick.
— Bennet está... Muerto —pensó en diminuto esa última palabra como si así fuera a doler menos en el corazón de su amiga y en el suyo—.
Trish emitió un sonido interrumpiendo a Robin en cuanto este respondió con su nombre. Parecía levemente aliviada, pero sobre todo preocupada. Después permaneció en silencio, esperando que el pelirrojo respondiera a su otra pregunta, quizá la más importante. Pero las respuesta no llegó, sino unas palabras a las que ella contestó de inmediato.
—No, no, no... —dijo como si hablase a medias para él, a medias para sí misma—. No puede ser. ¿Estás con él, Robin? —preguntó antes de insistir, como si así pudiera cambiar de alguna forma las cosas—. ¿Estás con él?
— Lo siento —se disculpó—. Salí del incendio.
Y en ese punto, la voz del pelirrojo tomó un carácter mucho más ajeno en el que empezó a hablar sin pausas, recordando para sí y relatando para nadie.
— Hubo un asalto en Unhood. Nick recibió un disparo demasiado cerca del corazón. Demasiado preciso en una arteria. Su asesino en la cabeza. Mi padre en las tripas. Como Katia. Y el fuego nos ha engullido a todos.
— Lo siento — repitió enajenado de sí mismo—. Salí del fuego.
Durante el tiempo que habló Robin Trish permaneció callada. Para cuando guardó silencio ella aún tardó varios segundos en responder.
—¿Qué...? —empezó a preguntar, aunque ni siquiera daba la impresión de que tuviera clara cuál era la pregunta. Volvió a guardar un par de segundos de silencio antes de retomar con renovada frustración—. ¿Qué incendio?
Sin embargo aquello no debía ser lo importante, sino lo que era más sencillo preguntar, porque apenas un momento más tarde volvió con más fuerza a lo que de verdad importaba.
—¿Lo has comprobado, Robin? —preguntó con una voz a la que le costaba salir de su propia cabeza, que transmitía congoja y miedo—. ¿Lo has comprobado, o sólo lo has dejado atrás?
No parecía haber rastro de acusación en esa pregunta, sino únicamente la búsqueda de una posibilidad, por pequeña que fuera, de que las cosas no hubieran terminado como contaba el pelirrojo.
— Murió delante de mí —fue tajante—. Sus ojos se apagaron y su corazón se detuvo bajo mis manos. Lo vi morir, Trish. Le sentí morir.
— Donna y Jack vinieron a buscarle. Con mi madre.
Mientras Trish pedaleaba, una parte de ella quería dejar de escuchar a Robin. Hasta el momento sus palabras sólo habían servido para crear un nudo gordiano en su garganta, para hacer que le faltase la respiración con más motivos que el esfuerzo que suponía la bicicleta.
Pero otra parte de la muchacha no quería dejar de oír a su amigo. Nick era para Trish pasado, presente y hasta el momento futuro. Y aunque con cada palabra de Robin un adoquín de ese futuro se resquebrajaba, peor aún sería cortar la comunicación y dejar de escuchar.
«Murió delante de mí», había dicho Robin, pero eso no era cierto. Nick no había muerto: lo habían matado. Y aunque en esos momentos la diferencia importaba muy poco daba a la muchacha una fuerza que de otra forma le faltaría. La ira sobre la derrota, la desesperación, sobre la pasividad.
El enfado y la tristeza de Trish eran tan grandes y tan faltos de un objetivo definido que se irradiaban en todas direcciones, alcanzando incluso a su amigo. Y por un instante lo odió no sólo por llevar a Nick a su muerte, sino que también por sus malditas metáforas. ¿Donna y Jack? ¿Su madre? Trish no era una niña ni necesitaba que le dijeran que estaba en un lugar mejor, o que su perro se había ido a vivir a una granja en el campo. Lo único que necesitaba era que todo aquello fuese mentira, no era tan complicado.
—Estamos de camino —dijo la muchacha con un tono seco. No pretendía ser borde, sino poner un dique a unos sentimientos que no se sentía capaz de gestionar de golpe. El trance de Cass había sido inesperado. Conectar con Robin había sido inesperado, y una forma extraña de recibir aquella noticia, sin un abrazo ni tan siquiera poder mirar a los ojos a su interlocutor. El ataque a Unhood había sido inesperado, aunque previsible, al igual que algún día atacarían el Morris y otros morirían. La presencia de Nick allí... Inesperada también. Pero así era aquel mundo de mierda, conectado casualidades con causalidades hasta darte una bofetada tan fuerte que podría dejarte la cara del revés.
—Cassandra, Skyler y yo estamos de camino —repitió un momento más tarde, haciendo un esfuerzo consciente por sonar un poco menos lejana. No era culpa de Robin, después de todo. Probablemente Trish no podría olvidar al escritor en su vida, pero responsabilizar al pelirrojo no iba con ella—. Tu prima está preocupada.
Trish tardó unos segundos en volver a hablar. No era capaz de imponer la racionalidad sobre sus sentimientos, pero al menos pudo pensar un poco.
—¿Qué ha pasado con los asaltantes, están aún allí?
—Estamos de camino —dijo la muchacha con un tono seco.
—Cassandra, Skyler y yo estamos de camino —repitió un momento más tarde, haciendo un esfuerzo consciente por sonar un poco menos lejana—. Tu prima está preocupada.
Trish tardó unos segundos en volver a hablar.
—¿Qué ha pasado con los asaltantes, están aún allí?
— ¡No Trish! —pensó con tanta fuerza que no le dió tiempo a dar una segunda vuelta a esa idea para ser más amable—¿Dónde estáis? ¿Habéis entrado en Queens? Ellos van en jeep. Evitad todo motor. No vayáis al campamento y ni se os ocurra mencionarlo.
Habló acelerado, preocupado con la noticia e intentando pasar por alto las asperezas de esa conversación.
Trish emitió un sonido interrumpido al escuchar la negativa de Robin. Parecía que había querido decir algo, pero apenas le había dado tiempo antes de que el chico siguiera hablando. De inmediato, cuando él siguió arrojando retazos de información, ella no tardó en contestar. Daba la impresión de que empezaba a pensar de manera un poco más racional.
—Aún no estamos en Queens —le dijo—. Pero Robin, ve paso a paso. —Su tono era más conciliador que un minuto atrás—. ¿Quiénes son? ¿Por qué han atacado? ¿Son de allí? —Tardó un instante antes de insistir sobre algo que ya había preguntado—. ¿Están allí o no?
— No lo sé — respondió—.
— No sé quienes son. Parecían militares pero no sé si eran de las tres cruces. Iban armados y en Jeep. No sé de dónde eran, ni porque han atacado. Solo sé que es culpa de Elijah —pronunciar ese nombre le hizo temer pero rápidamente pasó el informe de su situación con culpable regodeo— También muerto.
Un pequeño silencio dió a entender que el joven buscaba organizarse, cómodo com la facilidad de solo responder preguntas sin ahondar en las imágenes del asalto.
— No. No siguen allí. Les vi marcharse y han prendido el bosque entero. No pueden haber vuelto. Estarán... —no pudo terminar la frase por la culpa de no hacer nada ante su sospecha.
— Ha-hay un viejo desguace junto al km 15* de las vías que van de Queens a Manhattan. Nos vemos allí, nosotros llegaremos en dos horas. Esperaremos .
Tomó aire de nuevo con el que parecía rascar su voz y su coraje.
— Por favor, no sé lo cuentes a Skyler todavía. Ella no es de encajar las cosas sin acuchillar al mensajero.
* Km inventado, léase el que diga la máster
—Lo siento, Robin —pensó para el chico.
—No puedo ir con ella hasta allí y no decirle nada. Está preocupada por ti. Que acuchille a la mensajera si quiere, pero tiene que saber cómo están las cosas.
Robin no estaba conforme pero tampoco tenía ganas de discutir, así que confió en el criterio de su amiga.
— Sabes que Elijah es su padre, ¿No? —avisó para evitar daños mayores—. Y que ella cree en las mierdas de Clementine. Asegurate de que no le manda al infierno. Por ella.
Esperó un rato pero al parecer que no iba a hablar más, siguió
— Trish —volvió a invocarla—. Siempre apareces. Gracias.
—No te haces una idea.
Por mi parte fin de la conversación. ;)