Partida Rol por web

Al ver la actitud de Jimmy, Trish aguardó hasta que se pronunció de viva voz. Tras escuchar sus palabras alzó una ceja e hizo un gesto, como si contase con que a él le pareciera inesperado. Y luego, con su apreciación, su sonrisa se pronunció aún más. Tras apurar el té estaba ya levantándose cuando él aceptó su compañía, como si que él aceptase fuese sólo una formalidad, y una vez el chico se despidió de todos la muchacha se encaminó hacia la puerta espada en mano, poniendo de camino la otra mano el hombro de su hermana y dejando atrás la taza que Daniel le había traído.

Cuando escuchó a Morgana, sin embargo, Trish se giró hacia ella. Entendía que quisiera unirse a ellos, pero estaba claro que eso no entraba en los planes de la chica. La miró un instante, buscando las palabras, pero Dan se le adelantó.

—Iré al taller, sí —aseguró sin pensárselo demasiado—. No creo que tarde mucho —dijo, aunque no tardó en corregirse—. Bueno, me paso por la capilla y luego voy al taller.

Antes de dar la conversación por zanjada, sin embargo, palmeó con confianza el brazo de Daniel.

—Ahora nos vemos.

Después de eso habló a Morgana, arrugando un poco el ceño.

—¿Nos dejas un momento? —le pidió directamente, sin rodeos ni más explicación que una muy simple—. Tenemos que hablar una cosa.

A Morga le había parecido apreciar cierto destello de intenciones en los ojos maquillados de  mosqueo de Cass. Sonrió para sí misma. No iba en ese plan, aunque bueno, las cosas sabes como empiezan, pero no como acaban. Después se encontró con la mirada recelosa y suspicaz de la otra hermana. Morga se puso la chaqueta, mientras de reojo echaba un vistazo a la reacción de Jimmy, y de frente encaraba la susceptibilidad dibujada en la cara de Trish. No era difícil intuir que su respuesta no iba a gustar a la inventora y la irritaría más; Morgana tenía otras prioridades. Se ajustó la prenda de abrigo y se alzó el cuello.

-Ponte a la cola, peliazul.

—Claro, tío —Jimmy se detuvo un momento antes de cruzar la puerta para responder a Nick—. O ya te buscaré yo. Nos encontraremos. 

Le dedicó una sonrisa y luego se giró al escuchar a Morgana. De ella pasó a Trish y luego, finalmente, a la exmilitar. Con aire divertido, negó con la cabeza. 

—No tienes mucha pinta de Melisandre —señaló, usando una referencia que por su juventud no podía haber conocido en una televisión que dejó de funcionar cuando el chico debía ser un crío—, pero no camino de noche con desconocidos. —Se encogió de hombros con un gesto inocente—. No te lo tomes personal. 

Atravesó la puerta cuando las dos mujeres llegaban a su altura. 

—Además, esta noche he venido a ver a Trish —agregó, como si eso fuese un punto a tener en cuenta, al menos para él—. Pero eh, hay Jimmy para todas —bromeó—. Di lo que quieras aquí —dijo, mientras su mano señalaba hacia el pasillo—. Y luego Trish me acompaña. 

Mientras los tres resolvían ese asunto en el pasillo, los que aún quedaban en la sala común iban dispersándose en distintas direcciones. Aún quedaban algunas horas de noche antes de que el refugio se sumiese en un silencio somnoliento que sería roto al menos en tres ocasiones por el llanto de un bebé. Aquella sería la primera noche en que los habitantes de Major Morris tendrían que compartir su sueño con biberones, cólicos y pañales, además de las guardias. Pronto comprenderían que con una criatura cerca, el descanso tomaba una nueva dimensión.