—Vaya, vaya, Trish. ¿Nunca te han dicho que si te caes de la bici tienes que volver a montar enseguida? —respondió Jimmy, mirándola con media sonrisa divertida. La mantuvo un par de segundos y luego sacudió la cabeza, desvelando que bromeaba—. A mí también se me han quitado las ganas de metro por esta noche. Pero hay furgonetas. A lo mejor podemos encontrar alguna al otro lado del puente.
Luego su sonrisa se acentuó y sus ojos adquirieron cierto brillo. Se encogió de hombros antes de responder a la pregunta de la muchacha.
—¿Estás intentando sacarme información gratis?
Trish dio un par de pasos antes de dedicar a Jimmy una exagerada mirada de odio con lo que dijo de la bicicleta. No iba a ceder ni un ápice en lo de montar en metro esa noche... Ni en semanas, probablemente. Sin embargo, con lo de las furgonetas, asintió.
—Una furgo podría estar bien —coincidió.
Una cosa era que pudiera caminar, otra que fuese cómo hacerlo cuatro horas de regreso. Con respecto a lo otro, negó con la cabeza con una media sonrisa.
—Estoy viendo si sabes de quién te hablo antes de proponerte un precio.
Con la respuesta de Trish la sonrisa de Jimmy se amplió.
—Si no me sonase ya me encargaría de cambiar eso si me contrataras —dijo, alzando ambas cejas con expresión sobrada. Pero luego le guiñó un ojo al seguir hablando—. Pero sí, me suena. El tuerto Jeff, ¿no? ¿Qué tienes con ese tío?
Trish se quedó mirando un par de segundos a Jimmy cuando este respondió. Parecía más relajado que antes, lo suficiente para no hablar sólo en susurros, y como consecuencia la tensión de los hombros de la muchacha también se relajó un poco. Sonrió de medio lado antes de contestar.
—A ti te lo voy a decir... —bromeó antes de mirar al frente y guardar un instante de silencio—. Nick y yo lo conocimos hace tiempo. Nos dijo algunas cosas interesantes, y me gustaría volver a encontrarlo.
Antes de seguir hablando al respecto la muchacha lo miró una vez más.
—Bueno, y ¿cuál es mi porcentaje por lo de hoy?
Jimmy no se molestó en ocultar que aquella nueva información aportada por Trish había despertado su curiosidad. Pero antes de continuar por ese camino, respondió a la pregunta de la muchacha.
—No estoy seguro. Creo que voy a poder sacar más de lo que acordé —dijo, con un leve encogimiento de hombros—. Así que te lo llevaré en un par de días, en cuanto me paguen.
La miró por un momento, como si dudase si decir algo, pero finalmente pareció decidir no hacerlo y sacudió la cabeza antes de seguir hablando.
—Vale. Puedo buscar a Jeff para ti. ¿Ya sabes qué me vas a ofrecer a cambio?
Para ese momento ya se veía a lo lejos la silueta del puente y el chico se detuvo para mirar a Trish.
—Voy a ver si me entero de lo de la furgo —Había bajado el tono de nuevo—. Espera aquí hasta que te haga una señal, ¿vale?
Trish asintió a lo del pago. En realidad no le preocupaba en absoluto lo que Jimmy le fuese a dar por aquel trabajo. Aunque la idea de que en un par de días se pasase por el Morris no era desagradable, desde luego. Era consciente de que el chico no había contestado realmente a su pregunta, pero no le dio importancia: seguía sin saber si hablaba de un cinco, de un diez o de un cuarenta. Fuese cual fuese el caso, no insistió.
Sin embargo, al ver cómo él se la quedaba mirando ella sostuvo sus ojos en los del chico mientras una sonrisa crecía poco a poco. Luego se encogió de hombros.
—Primero tendré que ver qué cobro por lo de hoy —le dijo, hablando como en una especie de juego, aunque no tardó en mirarle de una manera más directa—. ¿Sabes tú qué querrás a cambio?
No esperó su respuesta antes de asentir de nuevo y colocarse una vez más la capucha.
—Venga, hasta ahora.
—Algo se me ocurrirá —respondió, siguiendo con el juego. Con esas palabras y un guiño de ojo se dio la vuelta y se acercó a los que vigilaban el puente.
De lejos Trish vio cómo hablaba con ellos. Uno alzó un brazo como señalando una dirección y Jimmy asintió con la cabeza. Luego la chica vio que el conseguidor dejaba algo en la mano de otro y con eso se apartaron para dejarles pasar. Entonces fue cuando Jimmy miró hacia atrás y le hizo un gesto para que se acercase. La esperó para atravesar el puente a su lado y no volvió a hablar de nuevo hasta que no estuvieron al otro lado y se hubieron alejado varios pasos.
—Estamos de suerte, me han dicho dónde podemos coger un autobús.
Parecía más relajado una vez habían pasado al otro lado, pero aún así apretó un poco el paso. Su mirada seguía pendiente de que Trish avanzase con comodidad, y pronto llegaron a un cruce donde un autobús pintado entero de negro y rojo salvo las ventanillasesperaba junto a la acera, con el motor arrancado. Allí, algunas personas aguardaban su turno para subir y las que lo hacían sólo era tras hacer algún tipo de intercambio con el que debía ser el conductor, un tipo de tez oscura y rastas que tenía una cicatriz cruzando su ceja izquierda.
Cuando Jimmy y Trish llegaron al final de la cola, tan sólo tenían tres personas por delante, habían llegado por los pelos. Y sin un horario estricto que seguir, quién sabía cuándo habría llegado el siguiente, si es que lo había.
Trish mantuvo unos segundos la sonrisa tras las palabras de Jimmy, viendo cómo se alejaba. En el tiempo que estuvo alejado aprovechó para tantear su tobillo, primero apoyando de distintas formas el peso en él y luego hurgando con los dedos, buscando qué tendón era el que le estaba haciendo la faena. Lo hizo sin perder de vista lo que estaba haciendo el conseguidor, y al ver que entregaba algo dio por hecho que estaba pagando por la información. Lo que hubiera obtenido de esa caja fuerte debía ser bueno, si valía por tantos pagos en transportes y peajes.
Una vez que vio aquel gesto ella se acercó, caminando de la forma más normal posible y con la capucha bien ceñida. No miró demasiado a quien hubiese allí, aunque sí estaba lo suficientemente alerta para reaccionar rápidamente si algo pasaba. Permaneció en silencio hasta que llegaron al autobús, y una vez allí se relajó un poco.
—Sabes que cuando se lo cuente a mi hermana me va a matar, ¿verdad? —preguntó con una media sonrisa.
Mientras esperaban su turno para subir Jimmy se ladeó para mirar a Trish, divertido con lo que la chica acababa de decir.
—¿Por qué? —preguntó con una inocencia abiertamente fingida—. ¿A Cassandra no le gusta que viajes en furgoneta?
Su sonrisa se amplió, traviesa, encantadora, capaz de derretir a cualquiera, y el chico se movió un poco para darle un empujón amistoso con el hombro. Parecía estar de un humor inmejorable. Cuando llegaron a la altura del tipo de la cicatriz le saludó con desparpajo y le ofreció una bala a cambio de subir los dos. El conductor aceptó sin darle muchas vueltas y pronto estuvieron sentados en el autobús.
Un par de minutos después las puertas del autobús se cerraron y el hombre de la cicatriz se sentó al volante. El motor carraspeó un par de veces, delatando que ya empezaba a estar cascado, o quizás que la gasolina con que lo alimentaban estaba demasiado rebajada, pero al final arrancó.
Se pusieron en marcha y el paisaje de las calles de Manhattan empezó a moverse ante sus ojos, envuelto en los jirones insistentes de esa niebla que poblaban las noches neoyorkinas En el interior del autobús había un puñado de personas, salpicando los asientos aquí o allá. Algunos iban acompañados y el murmullo de sus conversaciones se entremezclaba con el sonido del motor, haciendo imposible entender lo que decían.
Por la ventanilla podían ver las calles desiertas, vacías y apagadas. Las ventanas de los edificios que habían salpicado con puntitos de luz el paisaje de la Gran Manzana eran agujeros más oscuros en una panorámica gris, teñida del banco sucio de la niebla. Las farolas que aún quedaban en pie eran sólo restos de un esplendor lejano. De tanto en cuando algún foco de luz, síntoma de que pasaban cerca de algún refugio que aún conservaba la electricidad, rompía levemente esa monotonía, pero eran escasos, cada vez más a medida que el tiempo iba deteriorando los tendidos sin que nadie se encargase de realizar mantenimiento alguno.
Jimmy había dejado su mochila en el suelo, sosteniéndola entre sus tobillos, y pasó un brazo por encima de los hombros de Trish, ofreciéndole el suyo para que apoyase la cabeza en él si quería descansar un poco.
—¿Y ahora que ya hemos terminado el trabajo —murmuró en voz baja, con un tono entre ronroneante y divertido— ya podemos convertir esto en una cita?
Trish se había limitado a quedarse mirando a Jimmy durante un par de segundos con su respuesta a lo de Cassandra, con una media sonrisa que era difícil no convertir en completa. Puso los ojos en blanco tras su empujón, y se lo devolvió al chico un instante más tarde.
Luego, ya en el asiento, la muchacha suspiró antes de mirar un momento por la ventana. Sin embargo, el ruido del motor captó su atención, intentando adivinar por el sonido qué le pasaba. Se sintió tentada de ofrecerse a arreglarlo a cambio de unos cuantos viajes gratis... Pero se dijo que era mejor no llamar la atención, esa noche al menos.
Poco a poco, mientras el paisaje al otro lado de la ventana iba corriendo hacia atrás, la muchacha se fue relajando. El tobillo quizá le diera guerra al menos hasta que descansase, pero no se podía quejar de cómo había ido la noche... Y eso que aún no había acabado, como quedó claro cuando Jimmy le rodeó los hombros con su brazo. Una vez más las voces de alarma sonaron en su cabeza. Hablaban de lo rápido que estaba yendo todo, de que prácticamente no lo conocía, de que no sabía cuántas más habría... Pero decidió mandarlas a la mierda y apoyar su cabeza en el hombro de él.
Al oír sus palabras Trish agradeció que él no pudiera ver más que su pelo. Su sonrisa se acentuó, sus mejillas se sonrojaron y sintió algo removerse dentro de ella... En el buen sentido. Por un momento sintió el deseo de mirarlo a los ojos antes de contestar, pero ni quería perder la postura ni que él viera la cara que se le había quedado al oír aquello. Además, si lo hacía probablemente acabaría besándolo allí mismo. De modo que conteniendo la sonrisa y la respiración respondió tras unos segundos.
—No, aún no —susurró. Por si no se notaba que bromeaba buscó la mano que no la rodeaba—. A no ser que vayas a llevarme a cenar y al cine, claro. En ese caso sólo podría ser una cita, quisiera o no.
Los dedos de Trish no tardaron en encontrar los de Jimmy, que movió un poco la mano para entrelazarlos con un gesto suave. La respuesta de la chica le sacó una pequeña risa.
—Ah, bueno —dijo, siguiéndole la broma—. Si sólo se trata de eso, no pasa nada. Te recojo pasado mañana a la misma hora y te llevo a un italiano. ¿Te gusta la pasta? Podemos compartir un plato de espaguetis.
Su pulgar había empezado a acariciar el dorso de la mano de Trish, dibujando círculos lentos que dejaban una estela cálida en su piel a su paso.
Mientras seguía escuchando a Jimmy Trish cerró un instante los ojos. Un instante que se alargó bastante. Con sus palabras se quedó unos segundos en silencio qué decir. Tenía ganas de quedarse así, descansando en silencio, hasta llegar. Se sentía como si fuera el primer momento de paz en mucho tiempo. Sabía que en algún momento llegarían, que tendría que ir al Morris, que tendría que seguir peleando con la ausencia de Nick... Pero no en ese momento. No en ese autobús.
Durante ese tiempo de silencio Trish dedicó una línea de pensamiento a imaginar la escena que planteaba Jimmy. Se le hacía raro que como cita propusiera compartir un plato de nada... Y entonces cayó. En cuanto a referencias al viejo mundo, había tenido en Nick a un buen maestro. ¿A quién había tenido él? Ni idea.
—No soy ninguna dama, ¿eh? —decidió advertir, aunque no negó que él fuese un vagabundo.
Trish sintió la risa suave del chico en sus cabellos.
—Touché —murmuró cerca de su oreja.
Con naturalidad empezó a acariciar su pelo y el perfil de su mejilla. Era una sensación agradable y cálida que parecía resonar en la misma frecuencia que el cosquilleo que dejaba su pulgar en el dorso de su mano. Él no dijo nada más, parecía tranquilo y relajado, disfrutando en silencio de la compañía y el viaje, con el ronroneo del motor del autobús como sonido de fondo.
Si no vas a añadir nada podemos dar por hecho que llegan al destino. El autobús les dejará a unos diez minutos del Major Morris y él la acompañará hasta allí.
En un mundo como aquel era difícil encontrar momentos en que una se sintiese segura. El Morris era un hogar, desde luego, y se podía dormir en calma entre sus paredes... Pero les había llevado años construirlo. Fuera de aquellos muros todo era mucho más complicado y peligroso. Y sin embargo, Trish confió lo suficiente en aquel chico al que había conocido sólo unos días atrás como para cerrar los ojos de nuevo y vaciar sus pulmones lentamente, llegando lentamente a un estado entre el sueño y la vigilia.
Una vez que llegaron a su destino y echaron a caminar hacia el antiguo centro de salud una idea se fue formando en su mente. Ella sentía algo de lástima de pensar que la noche estuviera a punto de acabar. Sin embargo, sentía que estirarla más no era una buena idea. No tenía ni idea de lo que diría su hermana, pero mientras que el compromiso de un trabajo era algo fácil de defender, cualquier otra cosa no tanto.
Antes de llegar a la puerta Trish empezó a caminar más despacio. Había soltado la mano de Jimmy en cuanto habían quedado a la vista de quien estuviera en la azotea, y no fue hasta quedar escondida por la propia puerta que se giró hacia él. Llevó una mano hacia su rostro, apoyándola en su mejilla, y acarició un instante su pómulo con el pulgar.
—Buenas noches, Jimmy —murmuró, antes de acercarse a darle un beso en la mejilla—. Ten cuidado de vuelta. —«De vuelta adonde sea», pensó, consciente de que ni siquiera sabía dónde se refugiaba el chico.
El chico caminó tranquilo hacia el antiguo centro de salud. Los músculos de su espalda estaban relajados y tenía una sonrisa en los labios que parecía dispuesta a quedarse allí. Cuando Trish se giró para despedirse de él, la miró a los ojos y su sonrisa se acentuó en las comisuras, con algo de pillería.
Levantó la mano para acariciar el dorso de la de Trish mientras ella la ponía en su mejilla y cuando la muchacha acercó sus labios, Jimmy movió un poco la cara, atrapándola con los suyos.
Fue un beso suave, contenido. La pasión moldeada por la ternura. Uno de esos instantes en los que el mundo parece ralentizarse hasta que el tiempo se detiene. La otra mano de Jimmy se posó en su cintura mientras duró y cuando se separaron dejó una breve caricia en su espalda.
Trish podía notar que la respiración de él se había vuelto más pesada y que había aumentado el brillo en sus ojos. Su sonrisa era cómplice ahora.
—Cuídate, Trish —murmuró como despedida, mientras se echaba la capucha por encima de la cabeza.
Le pareció que le guiñaba un ojo antes de echar a andar, hasta perderse en los jirones de niebla que se arremolinaban en las sombras.
Te dejo la escena abierta por si quieres postear algo en reacción, pero por mi parte está finalizada ;).
Trish fue consciente sólo en el último momento del giro de Jimmy. ¿Podría haberse echado atrás? Quizá. Pero desde luego, no iba a hacerlo. Llevaba toda la noche preguntándose si aquello no iba demasiado rápido, si él no desaparecería en cuanto ella cerrase los ojos, o si de verdad aquello era lo mismo para ambos... Pero ese era el momento de dejar de hacerse preguntas.
Y en el momento en que sus labios se encontraron, el tic y el tac de la cabeza de Trish se detuvieron, como compensando lo rápido que de repente latía su corazón. Ni siquiera sintió el pinchazo de dolor cuando se puso de puntillas para alcanzar mejor la boca del chico, decidida a disfrutarla mientras durase aquel beso. Su mano se desplazo de la mejilla de él a su nuca, atrayéndolo un poco para sí y la otra se colocó en su cintura.
Cuando los labios se separaron y los ojos de la muchacha se abrieron estaban brillantes. La complicidad de la sonrisa de Jimmy era correspondida con complicidad y con un toque de ilusión difícil de esconder.
—Hasta dentro de dos noches —se despidió. Aquel beso había bajado sus defensas mucho más de lo que esperaba y demostraba con sus palabras una expectación que, si se hubiera parado a pensar, habría preferido guardarse. Pero es que era imposible pararse a pensar cuando aquello no iba de razón, cuando la sonrisa le crecía sin pedirle permiso y se descubría siguiéndole con la mirada.
Tras quedarse a solas Trish apretó los puños y la sonrisa y tensó las piernas, quedándose unos segundos ahí fuera hasta que su corazón dejase de estar desbocado. Sí, Nick había muerto y casi habían sido devorados por un gusano gigante... Pero aún así sentía el impulso de saltar de alegría, e iba a ser difícil escondérselo a todos si entraba de inmediato.