Shawn James- Ain't No Sunshine
I'll be there as soon as I can,
but I'm busy mending broken
pieces of the life I had before you.
—Unintended, Muse.
Major Morris, 3 de enero de 2037.
Apenas hacía algunos meses desde que la predicadora, el pistolero y el perro se habían instalado en aquel refugio que en otros tiempos había sido un centro de salud. En ese tiempo habían estado amoldándose al lugar y sus habitantes, entretenidos con el huerto y la conversión de una consulta en la capilla, y, poco a poco, iban encontrando su sitio en aquella comunidad.
No había mucho mobiliario en las antiguas consultas que utilizaban como dormitorios. La mayoría del que había pertenecido al centro de salud había sido saqueado hacía mucho, o se había estropeado en la inundación que había dejado el sótano anegado, pero los que llevaban más años allí habían conseguido algunos colchones y mantas. Incluso algunas de las habitaciones, como era el caso de aquella, tenían taquillas que hacían la función de armarios estrechos y una mesa con un par de cajones.
El frío del invierno había llegado cuando ya estaban resguardados entre las paredes del centro, pero aún golpeaba con fuerza en el exterior, sin duda lo suficiente como para que, tras pasar una mala noche, Kane despertase esa mañana con la garganta en carne viva y un fuerte dolor de cabeza. Sentía la piel ardiendo, pero aún así tenía frío y le costaba centrar la mirada en un punto fijo.
Así, febril y mareado, con unas intensas sobras bajo los ojos, lo encontró Clementine cuando entró en su cuarto, extrañada por no haberlo visto todavía cuando él solía despertarse antes de que saliese el sol.
Todo vuestro ;).
Era ese chiste tópico sobre que si con él no habían podido pandilleros de toda índole, podría un mísero virus. Kane sentía genuina frustración por quedarse encamado, la mentalidad del nómada seguía arraigada en su cerebro, y ese estado era incluso peor cuando no tenías un lugar seguro donde reponerte. La tos, el dolor, la quemazón, se aferraban a su garganta como garrapatas, y cuando vio entrar a Clementine en la habitación soltó un bufido.
—¿Te he dejado dormir? No he parado de toser toda la noche —se quejó con la mirada algo ida por la fiebre.
Clementine se acercó a Kane, cerrando la puerta a su espalda, evidentemente preocupada- No digas tonterías.-dijo, tocando su frente, comprobando su temperatura con el dorso de la mano- Kane, estás ardiendo...- profirió, acariciando su pelo, contrita- ¿Por qué no me dijiste nada de que te encontrabas mal? Te habría traído algo... Te habría prestado mi manta... Yo... -tomó sus manos, suspirando- Mírate, estás temblando...
Kane gruñó un poco peleando ante la evidencia de su estado, se removió con escaso éxito hasta que asumió que en su estado poca oposición podría presentar a Clementine.
—Ya es mala suerte —se quejó entre temblores —. No he cogido nunca nada peor que un resfriado, ya ahora.. —suspiró mirando a la mujer —. No te preocupes. Se pasará. Como todo.. como todo.. solo necesito descansar.
Clementine observó al pistolero sin decir nada, guardando silencio, contrita, mientras le acariciaba el pelo. Ya pasaría... Eso quería decirse también ella. Eso quiso decirse el Reverendo Steven, eso quisieron decirse muchos de sus propios hermanos en la fe, varios inviernos atrás, tras una noche en la que también el frío había apretado más de la cuenta. Pero aquello no tenía por qué pasarle a Kane, se dijo, mientras suspiraba, entrecortada.
- Quédate tumbado. Traeré otra manta. Y compresas húmedas.-sentenció, desapareciendo por la puerta de la habitación sin darle oportunidad a negarse, o a emitir queja alguna al respecto, sin que tardase demasiado en volver a aparecer por la puerta, portando la manta que había mencionado y una palangana pequeña, un tanto maltrecha, que parecía estar llena.
Kane obedeció a regañadientes las indicaciones de Clementine, pelearse contra la realidad no iba a hacer que mejorara y por mucha tozudez que demostrara, los virus parecían serlo mucho más. La siguió con los ojos vidriosos, tañido por alguna tos seca y sintiéndose arder la frente.
—Eh.. ¿a qué viene esa cara? —preguntó quedándose en silencio unos instantes —. De peores hemos salido, ¿no? —preguntó a la predicadora tratando de esbozar una febril sonrisa.
- Sí...-respondió, mientras le echaba la manta encima y se sentaba a los pies de su cama, mojando un paño limpio- Dios prooverá, como siempre.-admitió, escurriendo el trapo, para acercarse a su rostro y ponerlo sobre su frente, con cuidado- Pero vas a tener que hacerme caso. Vas a tener que cuidarte.-advirtió, posando una mano sobre la suya- Es la primera vez que te veo enfermo. Lo siento, puede que haya exagerado un poco. Pero prefiero asegurarme de que te encuentres en condiciones.
Kane acertó a reír un poco acompañado de una tos seca, rasposa, al sentir la mano de Clementine sobre la suya esbozó una liviana sonrisa cuando las sacudidas de la tos le permitían hacerlo.
—Tanto caso como me hace caso a mi Bentley, palabra —bromeó rozando con el pulgar el dorso de la mano de la predicadora, suspiró aliviando un poco de carga de la garganta —. Lo haré, gracias por ocuparte de mi.
Hizo una mueca tragando saliva, el dolor pinchó con mayor intensidad, pero acostumbrado a esas lides lo asumió con entereza.
—Bueno, no tenemos que irnos a ningún lado. Ya no —se encogió de hombros tratando de buscar una posición cómoda —. Pero no podré cuidar de las lechugas así, ¿quién cuidará las lechugas por mi? —se quejó con dramatismo, ese dramatismo contenido que poseía el hombre.