Partida Rol por web

¿Tradición hebrea? ¿Un ángel? Morga observó con la misma perplejidad inicial los grabados de la puerta. Se encogió de hombros, balanceó ligeramente el cuello, frunció la boca- Sip. Eso mismo. Un chico culto, ¿eh? Me salté esa clase –añadió con cierta sorna. Y aguardó a que Clem hiciese su trabajo.

Pero no.

Cuando la chica se desvaneció en brazos de Kane, ella se agachó junto a Bentley, le acarició la cabezota y el lomo e intentó tranquilizarle, con su suave y clara voz aterciopelada, unida a una amistosa sonrisa.

-Eh, eh, bicho, calma, Bentley. Clem está bien, ya ha regresado con nosotros. Vamos, grandullón, vas a despertar a tus jodidas pulgas y a todo dios. Venga, no seas un mierda de marica.

Después se giró hacia la pareja- Tú también, Kane, sosiégate. Dale tiempo y espacio. Mira su cara, no tiene ni puta idea.

La voz de Morgana sonó suave y clara, centrada. Y al escucharla el perro dejó de ladrar. Seguía nervioso, con la mirada puesta sobre Clementine y dando pequeños pasos sobre sus propias patas, pero parecía menos alterado. Miró a la exmilitar y emitió un gañido bajo antes de volver a mirar a la predicadora. 

Y es que realmente la actitud de Morgana invitaba a mantener la calma. A Kane no le costaba imaginarla consiguiendo que un grupo de soldados permaneciesen centrados en su objetivo sin perder los nervios. Había algo en su tono, en su forma de hablar, que invitaba a mirar el asunto con perspectiva y la mente fría. 

Clementine tosió, y se llevó las manos a la garganta, con la mirada perdida y llena de urgencia, tomando aire como si de hecho sintiese la imperiosa necesidad de hacerlo, a medida que la agitación parecía retroceder un tanto y la confusión reclamaba su terreno en la expresión que dominaba su rostro.

Posó unos ojos verdes y asustados sobre Kane, sobre Morgana, y sobre Bentley, intuyendo sus caras y sus siluetas. Sobre el arco en penumbra de la sala, y volvió a toser una vez más, al sentir el profundo olor a moho y polvo que dominaba aquel sitio que no reconocía.

- Nick...-dijo, de pronto, con la voz rota y ronca, aclarándose la garganta, a medio camino entre el susurro y el sollozo- Nick, Nathaniel... El fuego... Y tanta sangre...-susurró, contrita- ¿Qué... Qué ha pasado? Tenemos... Tenemos que volver... No sé si... - añadió, interrumpiéndose, para apretar los labios y tragar saliva, mientras se servía de Kane como apoyo para intentar quedar arrodillada sobre el suelo por sus propios medios, al mismo tiempo que negaba con el rostro, que se encontraba lleno de angustia- Oh, por Dios misericordioso... Ojalá no sea cierto... Pero creo que ha ocurrido algo horrible. - sollozó.

Al escuchar la voz de Clem el perro empezó a mover el rabo despacio y luego se acercó hasta poner el hocico en su mano. De su garganta salieron varios gimoteos en tono bajo. Casi parecía estar protestando por el susto que la humana le había dado. 

Clementine ya había vuelto a su ser, pero aún quedaba una sensación bajo su piel. Todo lo que había visto, lo que le había sido mostrado, la presencia que le había hablado, sentía como si el universo entero la hubiese lanzado de un empujón para que pudiera verlo. Si acaso existía eso que algunos llamaban Destino y ella llamaba Dios, la predicadora tuvo la impresión de que, de alguna manera, lo que había visto truncaba su gran Plan. “Esto no debía pasar”, recordó que había dicho la silueta. 

Una fuerza que no provenía de ella rebullía en su interior mientras se iba convenciendo poco a poco de que, una vez más, había sido una herramienta de algo mucho más fuerte que ella misma. 

Cuando Bentley se calmó y buscó el regazo y la caricia de su amiga favorita, Morgana se irguió, escuchó y observó a Clem, con gesto atento e impasible al principio, que derivó un punto a la inquietud. ¿Nick. Fuego. Sangre? ¿Visiones? ¿Qué coño..?

¿Qué mierda te ha sucedido? ¿Qué dices de Nick, qué tiene que ver con esto? -Se mordió el labio superior, puso morros, frunció el entrecejo- De pronto tu expresión cambió. No parecías ser tú ni estar aquí. Tu cabeza, quiero decir. En trance, o como coño se diga. Nos has traído hasta aquí -señaló con un gesto el entorno- La puta cripta de una iglesia. Tenías muy claro a donde ir -Morgana caminó unos pasos hacia la puerta de piedra. Se preguntaba si Clem, ahora, sabría dar con la clave para superar el obstáculo- Lo que fuera que te dominaba conocía muy bien qué cojones hacer.

Paseó la linterna por los grabados una vez más,  por las paredes adyacentes, el suelo y el techo- ¿Entiendes lo que pone?

Kane no respondió a Morgana, simplemente dirigió un fugaz encogimiento de hombros a la militar para volver su atención a Clementine. Estaba preocupado, pero procuraba que esa preocupación no engullera la tranquilidad o el temple, se centraba principalmente en el estado de la predicadora.

A medida que escuchaba la descripción de lo que le había sucedido iba acentuándose un fruncimiento de ceño. Los términos, su reacción, el pistolero cuajó una seriedad que se conjugaba con el fruncir de su frente., a pesar de que intentaba dulcificar su tono al hablar con ella.

—Ya estás aquí.. —aseguró Kane tomándola de la mano con firmeza —. Respira. Ubícate. Estás aquí. Con nosotros.

Volvió la mirada hacia Morgana con seriedad, igual que lanzaba esa mirada al arco de roca.

—Deja de avasallarla, deja que se calme. Habrá tiempo de mirar lo que haga falta —espetó sin perder esa seriedad proverbial e inusual en él, volvió la mirada hacia Clementine, iba a abrazarla pero con Bentley en medio prefirió que el animal aportara esa paz que ahora veía que necesitaba la joven.

Sentía con ella que algo terrible había pasado, ecos familiares, ecos nuevos. El instinto le advertía que había una oscuridad densa que se había levantado a su alrededor, que se había colado en la mente de Clementine haciendo que viera cosas horribles. Fuego y sangre, al conjunción de esas palabras eran estremecedoras si era realmente lo que imaginaba que significaba. Respiró profundamente, recitó uno de los salmos que siempre lo acompañaban.

—Aunque ande en valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno —susurró con fe, buscando esa calma necesaria para el alma de Clementine que tan atribulada veía, reforzó la mano que tomaba —. Porque tú estarás conmigo, tu vara y tu cayado me infundirán aliento —respiró profundamente, miró a los ojos de Clementine y asintió haciendo reverberar la metáfora del cayado en aquella mirada.

La luz de la linterna paseó por suelo, techo y paredes, pero Morgana no vislumbró nada más que la piedra y el polvo. No había huellas en aquel espacio, ninguna señal de que alguien hubiese pasado por allí en mucho, mucho, tiempo.

Luego se fijó también en la puerta de piedra, en sus grabados y en la arcada con el texto extraño. No vio en ella cerraduras, bisagras, ni ningún tipo de mecanismo que pudiera darle una idea de cómo se abría. Ninguna muesca o señal de que hubiera sido abierta antes. Parecía, sencillamente, imposible abrirla con medios humanos. 

Clementine aún escuchaba las voces de Kane y de Morgana, como si sus palabras fuesen ecos difíciles de comprender. Daba un respingo, al sentir el hocico de Bentley sobre su mano, sobresaltándose para acto seguido acariciarlo, y recorrer con la mirada perdida de nuevo la sala polvorienta en la que se encontraban, tratando de situarse mientras su pecho ascendía y descendía al ritmo de su respiración agitada, la cual trataba de apaciguar, tomando profundas bocanadas de aire que la mareaban y provocaban que le temblasen los labios. 

Se mantuvo en silencio, tratando de recomponerse, apoyando una mano sobre la mejilla de Kane, como si de hecho necesitase sentir que realmente se encontraba ahí, asintiendo ante sus palabras, encontrando en el roce de su mejilla rasposa un ancla hacia una realidad dudosa que aparecía de forma abrupta ante sus ojos. 

- Estaba con vosotros... Y de pronto... - musitó, entumecida- De pronto todo se volvió oscuro. Y se llenó de humo y de fuego. -añadió, estemeciéndose- Estaba rodeada de árboles en llamas, y veía... A lo lejos... Varios edificios, mayormente de madera, quemándose...-dijo, acariciando a Bentley mientras sentía cómo las lágrimas se apoltronaban en sus mejillas- Una voz comenzó a cantar... Recé... Y la seguí... Tragaba humo... Sentía el calor de las llamas, y observaba cómo a medida que me acercaba... Aparecían cuerpos carbonizados... Muerte... - profirió, estremeciéndose.

- Esto no debía pasar, me decía, esa mujer... Marjolein. - indicó, apretando la mano de Kane, temerosa- Y al acercarme más vi que había dos cuerpos, que aún no se habían quemado... Dos hombres tumbados sobre una alfombra de sangre... Dos hombres pálidos, inmóviles... Nathaniel y Nick. -pronunció, sollozando de nuevo, llevándose las manos a los labios, contrita- No debía pasar, me dijo, de nuevo... La treceava aún no ha despertado. La cruz está en peligro. Busca la cruz... Robin sabe.

Morgana apartó la mirada de la puerta de piedra el tiempo que tardó en lanzarle a Kane un bufido- Te sugiero que te muerdas la puta lengua antes de hablarme en ese tono -regresó al arco y las paredes antes de soltarle alguna lindeza que hubiera hecho elevar la temperatura ambiente de la cripta. Para su decepción, no encontró nada en el examen- Nada. No hay señal alguna -murmuró para sí.

Su concentración fue rota por el salmo de Kane. Prestó atención, la sonrisa torva apareció de nuevo en su boca. "Capullos beatos"- Parece que hablas de mí, Kane. Gracias. Para eso hemos nacido los jodidos marines -No podía evitar burlarse de él y de lo que ella consideraba creencias absurdas. Se calló en el instante que Clem inició el relato de su experiencia. Se giró hacia ella.

El principio de la descripción le resultó familiar. Exageradamente familiar. Lo había vivido en primera persona una docena de veces. No se extrañó ni se inmutó, incapaz de ser partícipe de los sentimientos y sensibilidad de la joven. Los nombres de Nick y el padre de Robin aparecieron no para bien.Terminaba de manera críptica y enigmática, mostrando Morga cara de perplejidad e incomprensión.

-A veces las visiones son como los sueños, o las putas pesadillas, una proyección de miedos y angustias, causadas por estrés o similar. Ese rollo soltaba el loquero de mi unidad. No tienes que creer que ha pasado o sucederá. Vamos, eres fuerte, seca esas lágrimas -quiso quitar importancia al asunto-. ¿Quién es Marjolein? ¿Y entiendes eso de la cruz?

Su atención volvió a la puerta, enfocó las letras- Kane dice que es hebreo. ¿Qué te parece? -Se acercó hasta posar la mano en los grabados, recorrió los mismos con los dedos, y pasó a hacer lo mismo en las paredes adyacentes- Quizá esté al otro lado, junto a las escaleras.

La respuesta de Morgana causó el habitual estupor en Kane, alzó las cejas sin responder a tenor de la situación que tenían, pero negó con la cabeza menospreciando la advertencia de la mujer. La atención se la llevaba Clementine, pues lo que describió hizo que al pistolero se le abrieran los ojos con asombro, pero también con perturbación. Ignorando la enésima falta de respeto de Morgana, Kane sujetó con firmeza la mano de Clementine mandándole la necesaria señal de que ahí estaba.

—Aquí la muerte ya no te alcanza. No te alcanza —dijo como un salmo mientras endurecía la mirada al escuchar aquel funesto.. ¿vaticinio? que daba Clementine, no hacia falta indagar mucho para ver que Kane daba credibilidad a cada una de las palabras que la predicadora decía —. No te alcanzará conmigo a tu lado —repitió con suavidad llevando la mano libre a la frente de Clementine, dibujó una suave cruz en su frente con las yemas de los dedos en un acto casi familiar, tranquilizador, y luego la abrazó para paliar sus sollozos.

Cuando sintió que Clementine estaba más calmada, dentro de los razonable tras esa extraña experiencia, Kane miró fugazmente el arco y volvió a la predicadora ayudándola a ponerse en pié de ser necesario de espaldas a Morgana.

—Nos has traído hasta aquí en tu trance —dijo torciendo el morro dirigiendo la mirada a la estructura —. Los símbolos del arco, me resultan familiares, creo que está dedicado a un ángel.. que guarda esta entrada o lo rememora. Ese vaticinio, este lugar, Nick y Nathaniel.. —arrugó los labios apretándolos —. ¿Y Robin? ¿Nuestro Robin? —movió la cabeza de lado —. Quizá deberíamos volver si no sacamos nada claro de aquí. 

El perro parecía acongojarse con la voz de Clementine y cuando la joven empezó a sollozar, Bentley comenzó a lamer su mano con su enorme lengua. Al notar que Kane se acercaba más a ella, el nacimiento de un gruñido vibró en su garganta por un brevísimo instante, pero tras una mirada al pistolero se apartó. Dejó que la rodease con sus brazos, pero no se alejó mucho de ella, aún al alcance de la mano. 

Los ojos de Clem recorrieron aquella especie de puerta, los grabados de rosas de tallos largos y espinosos, las letras sobre la arcada en ese idioma que le resultaba totalmente ajeno... Pero tras unos pocos segundos estuvo segura de que nunca antes había visto algo así y tampoco recordaba haber leído u oído nada parecido. Lo que decía Kane sobre un ángel tampoco le sonaba. No tenía ni idea de qué iba aquello. 

Entretanto Clem tomaba aliento y aclaraba sus pensamientos, Morgana se dedicó a inspeccionar las piedras y losas del perímetro de la cripta. Continuaba sin encontrar signos del mecanismo que permitiera superar el obstáculo de la puerta. A fin de cuentas no sería tan fácil como encontrar una baldosa suelta o un hueco en la pared. Pensó que en los símbolos pudiera estar la clave o que incluso el altar de la planta principal debiera regresar a su posición original para desbloquear la puerta.

Kane se estaba desinflando con su último comentario.

-Perseverancia, Kane. Alguien puso esta puta puerta aquí. Para guadar algo, para ocultarlo. Para que no saliese a la luz. Una puerta se abre. No es un maldito muro.

- Sí... Nuestro Robin...- corroboró- No... No sé cómo he llegado aquí... Ni conozco este lugar... Ni sé qué significan esos símbolos ni tampoco qué representan.-respondió, titubeante- Sólo sé... Que lo que vi no era un sueño. Lo que vi... Era... Allí, y ahora. - dijo, abrazándose a si misma, tras servirse de la ayuda del pistolero para levantarse, buscando con la mirada asustadiza a Bentley, aún con el corazón aterido, acariciándolo, con la mano temblorosa, antes de santiguarse y juntar las manos en rezo silencioso

- Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arreglada como una novia vestida para su prometido... Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía: «Aquí está el lugar donde Dios vive con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Secará toda lágrimas que de ellos mane, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir.»- musitó, con devoción, con el anhelo de un consuelo espiritual que parecía necesitar en ese instante más que el propio aire de su respiración.