Cassandra atisbó en el interior y la oscuridad le devolvió la mirada.
Los ojos de la morena se abrieron con pánico, sus manos se aferraron al marco de la puerta como las de un náufrago a la única tabla de madera a la vista, y su corazón se detuvo mientras su mente se quebraba viviendo mil y una posibilidades de futuro, cada una más horrenda que la anterior. Entonces la voz de Skyler irrumpió en su cerebro. Estridente, exigente y por último acusadora.
Las mandíbulas de la buscadora se apretaron y su cara, semioculta por la sempiterna capucha y el mechón de pelo, se distorsionó en un gesto que poco antes ya había tenido. Justo cuando ella había gritado su ira y frustración y el mundo contuvo el aliento. Ahora Cass miró a la cara de la rubia, la furia por los recuerdos y los reproches llameando en su interior, las aletas de su nariz vibraron con cada inhalación mientras sus ojos oscuros se clavaron en los claros.
-No tiene ni puta gracia, no. -dijo llamando a cada fibra racional de su cuerpo para contenerse, para no romperse -Volvemos al Morris, no podemos pagar los peajes.
Su tono era bajo, comedido, sus gestos contenidos para no dejar salir su frustración como le había pasado antes. Esperaba que eso fuese suficiente para convencer a la otra mujer, no tenía ganas ni aguante para una larga discusión.
Al ver el rostro de Cassandra, Skyler dio un paso atrás. Sus ojos estaban bien abiertos y levantó un poco las manos, aunque no llegó a terminar ningún gesto con ellas. Si no hubiera sido por lo que había pasado un rato atrás en el refugio sin duda habría discutido y peleado con la cabezonería que la caracterizaba. Pero ese instante en que el tiempo parecía haber contenido el aliento estaba aún demasiado fresco en su memoria y tan sólo asintió con la cabeza.
—Vale, pues volvemos a por algo —dijo, con un tono conciliador que sonaba extraño en ella, como si desease apaciguar a un animal salvaje y peligroso—. Trish ya dejará de hacer el imbécil y vendrá cuando quiera. Como broma se os ha ido de las manos, eh.
Lo último parecía apuntillarlo para proteger lo que le quedaba de orgullo, pero su voz sonaba insegura y sus ojos se escaparon en varias ocasiones hacia delante mientras deshacía el camino hacia su bicicleta.
Por un instante había deseado que la rubia protestase, por un momento había querido sacar lo que la quemaba por dentro, pero Cassandra había aprendido a guardarse sentimientos y deseos para sí misma por lo que se giró, dando la espalda al portal y volviendo sobre sus pasos. Aún así la última frase hizo que su lengua volviese a moverse.
-Una broma... pero de quién.
Sus ojos se empañaron con recuerdos de cuando conoció al escritor, de lo equivocada que había estado con respecto a él y del tiempo que habían compartido desde entonces. Ellos eran los que habían puesto el Morris en funcionamiento y él ya no estaba... La morena parpadeó secando la humedad y puso en pie su bici, comprobó que la cadena estaba en su sitio y que los frenos iban bien y se deslizó sobre el vehículo mientras pedaleaba de vuelta al antiguo centro de salud. Tenía que confiar en Trish, creer que podía controlar perfectamente su don y que llegaría de un momento a otro, no podían entretenerse con nada. Debían estar allí.
La rubia giró la cabeza sobre el hombro para mirar a Cassandra cuando dijo aquello, pero enseguida volvió a mirar hacia delante. Levantó su bici del lugar donde la había dejado caer y tomó aire antes de empezar a pedalear en sentido contrario, dispuesta a deshacer el camino que las había llevado allí y regresar al Morris.
No dijo palabra en todo el camino, bastante parecía costarle seguir pedaleando, a juzgar por la forma en que su respiración se agitó rápidamente y su rostro normalmente pálido tomó color.
En unos minutos estaban entrando por la puerta principal del antiguo centro de salud.