“¿Lo prometes?” -Claro, luego te envío una puta foto tocándome, capullo. Ah, no, qué putada, no tengo móvil, lo perdí cuando el mundo se fue a cagar -le enseñó el dedo corazón levantado- Olvídalo.
Las bromas, las pullas y el cinismo bailaban entre ellos y alrededor. Es como mejor se sentía, y como Axel le seguía el rollo, no se le ocurrió preguntarle si le iba esa forma de comunicación; nunca se había quejado.
El violinista estaba cómodo, no hacía falta jurarlo. Y Morgana intentaba sentirse igual. De alguna forma lo conseguía, su cuerpo mandaba ahora, tenía el control, igual que en una pelea cuerpo a cuerpo.
Se tuvo que reír con su respuesta, tan a lo “Axel”.- Eres un mamonazo hijo de la gran chingada. Me estás vacilando y te soltaré un hostión. Tú me invitas a una puta cerveza, sí o sí. Recuerda que soy la dominatrix -le mordió el labio inferior con intención de hacer daño, un poquito- ¿Te ha gustado, señor rata? El lunes a mi regreso de la Comunidad por la tarde podemos ir a la plaza. *
*He visto que tenemos una posible salida el viernes, pero he pensado que Morga podría plantearle esto a Axel. ¿Qué os parece? Si estás libre.
La respuesta de Morgana le sacó una carcajada nada sutil. Entre el tono de la chica, el dedo corazón dedicado y la promesa de un sexting imposible era difícil no reírse de buena gana. - Y yo que me esperaba un sugerente retrato a carboncillo por correo para confirmarlo - bromeó con una sonrisa torcida, dándole un mordisquito juguetón en la barbilla.
Incluso cuando la conversación se volvió un poco más seria su humor no se desvaneció. Era imposible que lo hiciera del todo mientras se sintiera cómodo y contento, y ahora mismo lo estaba a pesar del lío al que se había ido a meter al buscar refugio con los Morris, que claramente no estaban viviendo tiempos de paz. Lo estaba porque hasta el momento no tenía razones para preocuparse. La gente que habitaba el centro era agradable, al menos en su gran mayoría, y todas sus necesidades básicas estaban cubiertas, tanto así que podía tener tiempo de ocio con absoluta tranquilidad. Podía, por ejemplo, disfrutar de un paseo nocturno con la misma normalidad que si aquello fuera treinta años atrás.
Ante el mordisco con toque doloroso echó el cuello un poco para atrás para mirarla mientras se relamía con una sonrisa el lugar donde le había atacado. - Vale, vale, te invito una cerveza. Putos gringos abusones, siempre quitándole a las minorías y a los más pobres. - se quejó bromeando - Me gusta el plan del lunes. - dijo luego, ampliando un poco más su sonrisa - Podemos pasar un rato por ahí antes de la guardia... Eso si puedes soportarme durante tantas horas seguidas, claro.
La guardia del lunes. Morgana no recordaba que la tenía a las once con Axel. “La guardia. Mierda, tenemos que regresar ya”. Torció un poco la cabeza- ¿También te van los mordiscos? –Besó en el cuello a Axel, una, dos, tres veces, marcó con pequeños bocados su piel. Mordisqueó el lóbulo de su oreja, nerviosa, y le susurró –Depende de tu puta charla y de lo que hagas. Nunca has sido un muermo ni un plomo conmigo.
Morga no reparó en que aquello era una cita. Pero sí supo al instante del riesgo de una salida así con un hombre con el que conectaba después de tantos años. ¿O sería solo un espejismo, una ilusión?
-Debemos regresar –Morga retrocedió cinco años en su vida. Y de allí dio un salto atrás de diez años más. Quedó desnuda, sin el barniz oscuro de los años vividos, sin las costras de los muertos dejados por el camino, sin la cobertura de la militar endurecida y cínica. Solo la adolescente asalvajada con sus sueños de victorias y triunfos, la que iba a domar al mundo y estrujarlo en su puño. Cerró los ojos, respirando el aire de su adolescencia, el aroma de los cabellos de su madre, el olor de sus hermanos pequeños. El primer cigarrillo, el sabor del primer beso con Lucía.
Se odió a sí misma y se odió por ese momento de debilidad. Quiso quedarse entre los brazos de Axel, envuelta en su calor, acariciada por sus besos. “Qué pedazo de mierda gilipollas que soy”. Pero no se movió del sitio.
Mientras sean mordiscos de gata juguetona y no de bestia bruta, sí - bromeó con una sonrisa de medio lado. Para ser justos un mordisco de bestia no estaría mal de vez en cuando, pero tampoco tenía demasiado interés en llenarse el cuerpo de marcas de dientes porque cada vez que lo moría le sacaba sangre. Uno que otro, en momentos de pasión, era más que bienvenido.
¿Estás diciendo que te gusta pasar tiempo conmigo? ¿No te estarás gastando tus cumplidos anuales demasiado rápido? - la picó un poco dándole un mordisquito cariñoso en el labio inferior mientras reía por lo bajo con voz ronca. Disfrutaba de las pullas constantes entre ambos, de ver que aunque llevaran años sin verse, no eran completos extraños.
Deberíamos, sí - concordó - No queremos que la experta en seguridad se salte su guardia, no es buen ejemplo - dijo antes de volver a besarla, aprovechando que seguía en sus brazos. Algo le decía que cuando estuvieran en el Morris otra vez Morgana no estaría particularmente ansiosa de lanzarse a sus labios a cada segundo como lo hacía aquí. Acariciando la espalda y luego la cintura de la marine mientras hacía durar ese beso lo que podía, un beso que pensaba disfrutar y recordar cuando hiciera falta, le dio un último agarrón antes de separarse de sus labios y de su cuerpo para tomarla de la mano y entrelazar los dedos - Vamos de vuelta - le sonrió, guiándola de la mano de vuelta al refugio si se lo permitía.