Todo parecía haber acabado pero para terminar el enemigo hizo otra de las suyas. La mente se le volvió a quebrar pensando en todas muertes y escenas grotescas. Tenía que salir de las calles, volver a zona segura. El almacén sería un buen lugar y además así conseguiría reunirse con los demás o tendría nuevas noticias.
Motivo: voluntad
Tirada: 1d100
Dificultad: 33-
Resultado: 77(+10)=87 (Fracaso)
Motivo: locura
Tirada: 1d4
Resultado: 1
al almacén
Le hubiera gustado responder al caballero, pero aquel chorro de ticnalingua le resultó, como cabía de esperar, ininteligible. Sin mucho que hacer, formó a todos sus hombres, en doble columna con él al frente. La marcha comenzó y uno de los soldados se puso cerca suya y le expresó sus pensamientos y temores - hijo... si esto te ha parecido fácil, creo que luchamos en guerras distintas - no era un comentario hiriente, pero si sincero - si es una trampa, lucharemos, pero las ordenes estaban claras, ir a defender el taller y a los blindados a la espera de la llegada de suministros. Puede volver a la mansión o quedarse a fortificar la zona. Todos somos héroes y cadáveres, mejor trabajemos para seguir siendo lo primero - pero antes de darle opción a responder, el sargento desenfundó su hacha e hizo varios circulos sobre su cabeza, activó el vox y su voz tronó por todo el lugar - ¡MILCIANOS DE SÉLICA! ¡AVAAAAAAAAAAAAAAAANCE! - y entonces, empezó a cantar uno de las marchas militares de Sélica IV que todos los milicianos empezaron a cantar al unísono, emocionados por la victoria, contentos de seguir con vida y dirigiendo sus pasos hacía el taller, como si de un desfile se tratara...
El Sargento mundado, Anthony "El Bastardo", formó a todos en columna de a dos, y Albius ocupó su lugar rapida y diligentemente, chasqueando la lengua ante la poca disciplina de algunos. - ¡Vamos Fedor! - ¡AAAAAAVANCE! - repitió, como un segundo al mando, dando ejemplo y siguiendo la marcha.
El caballero imperial, aquella enorme mole de metal, armas de gran calibre y mucha mala leche, se quedó observándolos con el equivalente a ojos, que Albius dedujo que serían algún tipo de pictógrafos o auspex de una tecnología misteriosa y arcana a la que él nunca había tenido acceso. Seguramente sería fantástico pilotar a una de aquellas magníficas máquinas...más que nada para poder sentir el poder de destrucción masivo que aquellas armas enormes tenían.
Una pregunta en tecno-lingua surgió de aquella figura y Albius se quedó mirando a aquel ser mientras su mente intentaba traducir de alguna forma aquel galimatías.
Motivo: Gótico Vulgar
Tirada: 1d100
Dificultad: 30-
Resultado: 26 (Exito)
Hago una tirada de Gótico Vulgar porque he leído que en algunos mundos altamente industrializados o gente con una formación de alta calidad podría entender alguna palabra suelta dentro de ésa jeringoza binaria, y creo que mi pj entra dentro de esa descripción. El DM dirá.
Arthur se rascó la cabeza por debajo del casco.
- ¿Dice que invita a la primera ronda?- preguntó, uniéndose a los demás. Tenía un aspecto ridículo, con el mono de presidiario por encima de la armadura Karskin, pero al menos eso habría impedido que le dispararan al confundirle con un ex de Moopsie, lo cual no dejaba de ser irónico porque, ténicamente, lo era. Pero Arthur nunca había dejado que los tecnicismos rigieran su vida.
Seguramente la aportación binaria del gigante metalizado era apasionante, pero tales conocimientos estaban más allá de las capacidades de un sencillo soldado de infantería como Paul.
Encogiéndose de hombros, continuó su avance hacia el garaje. No había enemigos a la vista, pero aquello estaba saturado de cadáveres y cuerpos destrozados por disparos de láser, explosiones y cosas peores. Dio gracias al Emperador por su máscara antigás, que filtraba los peores olores y (esperaba) cualquier tipo de toxina nociva de la atmósfera.
Al ver aquella devastación, se sorprendió a si mismo pensando en Klaus, su pardillo, fallecido hace lo que ya parecía una eternidad.
Reprimió las ganas de alzar una breve plegaria por los espíritus de los muertos. Parece que los veteranos del regimiento tienen razón, cuando las bombas aterrizan a tu alrededor y las cargas víricas saturan el aire, hasta el soldado más descreído pueden volverse de repente tan piadoso como un predicador del Ministorum pensó para si mismo.
Mientras avanzamos hacia los talleres, el enorme Caballero Imperial nos habla con una serie de números. No entiendo nada de lo que dice y, de hecho, me sorprendo al ver que es una máquina pues pensaba que estaba siendo tripulado por algún ser humano, como la ley imperial lo dicta.
"Pero ningún ser humano respondería de esa forma a una pregunta normal."
Lo que me lleva a pensar que es una de esas máquinas sin componentes humanos que utiliza el Adeptus Mechanicus, bordeando la herejía, pero que se les permite por lo que imprescindibles que sus trabajos son para vencer en esta y en todas las guerras que libra la humanidad.
Niego con la cabeza y le ignoro antes de continuar mi avance hacia el objetivo que debemos asegurar. De momento el peligro parece haber desaparecido pero ya aprendí a no confiarme en este mundo.
Sigo avanzando.
Por primera vez desde que empezara en esas calles Alexander tuvo un momento de tranquilidad. Aprovechó para revisar el estado del equipo teniendo especial atención en la boquilla del lanzallamas ya que esos artilugios eran muy sensibles. Mejor estar seguro de que todo estaba en su sitio. No quería explotar como había visto a otros compañeros en el campo de batalla por no ser cuidadosos.
El tal Paul no parecía el tío más sociable pero por lo menos si aparentaba saber lo que se hacía por lo que Alexander permaneció avanzando con él en silencio, pendiente de la aparición de enemigos.
Fedor no comprendió exactamente el júbilo de los presentes. A excepción de seguir vivos, en ese terrible combate solo habían perdido y perdido. Abundante munición y recursos es lo que habían gastado para rechazar el ataque de las hordas. Y hombres. Enormes cantidades de soldados y compañeros. Pareciera que muchos de sus compañeros no advertían que aquellos cadáveres corruptos y reventados por sus disparos, aquellas repugnantes hordas, hace una hora eran sus compañeros de armas. El lantanita suspiró y negó con la cabeza ante el sinsentido de todo aquello, pero derrumbarse pesimista no servía para nada, así que habría que contentarse con seguir un rato más vivo para cumplir los designios del Emperador. Fueran cuales fueran esos.
Asintió con la cabeza y una media sonrisa al artillero del 13º. De alguna manera estaba en desventaja ya que él parecía conocerle, al saber su nombre, pero Fedor no tenía ni puñetera idea de como se llamaba el "widowmaker".
- Te sigo, Treceavo - respondió sardónico.
Cuando pasaron frente a la mole el lantanita no pudo evitar mirarlo. Fedor era un manitas en cuanto a trastos y chismes y a pesar de que aquella cosa se le escapaba a su limitada comprensión tecnológica, al artillero no le hubiera importado tener la posibilidad de poder ver los mecanismos de aquel fantástico trasto. Entonces el gigante soltó una parrafada en código binario, preguntando algo.
- ¿El Emperador protege...? - contestó a la mole sin saber qué decir, encogiéndose de hombros y continuando la marcha junto al resto.
Seguí caminando por el desolado campo de batalla en dirección a los talleres, cuando pude notar el movimiento del gigantesco Caballero Imperial y como lanzaba una pregunta al aire. Me detuve a pensar lo que podían implicar sus palabras, intentando comprenderlas.
Tras ello, avancé sin realizar ninguna pausa más, debía contabilizar las tropas y eso es lo que iba a hacer. Las órdenes eran órdenes y si se necesitaba esa información yo la llevaría.
Tirada oculta
Motivo: Poliglota
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 87 (Fracaso)
Hazme dos tiradas ocultas de Perspicacia y Competencia tecnológica.
Tirada oculta
Motivo: Perspicacia
Tirada: 1d100
Resultado: 87(+38)=125
Tirada oculta
Motivo: Tecnología
Tirada: 1d100
Resultado: 97(+42)=139
El caballero pareció centrar su atención en aquellos que se encontraban fuera, escuchando lo que decían y como. Nadie podía saber muy bien qué pasaba por su mente, pero fuera lo que fuera, debió quedar satisfecho con aquello. O, al menos, lo suficiente para no hacerles volar por los aires. Las fuerzas del equipo de voluntarios consiguieron llegar al taller, con los milicianos marchando de una manera casi profesional y cantando aquella canción que empezó el sargento. Tras la columna de soldados, el caballero se unió, casi se diría que siguiéndolos con curiosidad, aunque leer las emociones del piloto tras todo aquel acero y ceramita era, como poco, complicado.