La evacuación de las fuerzas había tenido éxito, aunque pronto las cosas empezaron a complicarse. Roquebrune era claramente distinto a Bonne, o a cualquier otro de los sitios que habías visto, algo que se apreciaba incluso de lejos. Allí había signos de que algo no encajaba del todo con la realidad, por decirlo de algún modo. Crecimientos fúngicos de aspecto malsano superpuestos sobre la vegetación y los muros, abundancia de insectos de todo tipo, el viento arrastraba hedores innombrables...
Aquello casi parecía dar un aspecto decrépito y vulnerable al bastión en el que habían convertido la ciudad. Casi. Los búnkeres, torres, altos muros erizados de armas imponentes y lo que parecía un estado de vigilancia constante no tardaban en desmentir esa imagen. Y, sin embargo, aquello seguía estando mal, a falta de una definición mejor. Curiosamente, parecía que tus "compañeros" también compartían esa opinión, con intercambios de miradas ominosas entre ellos conforme os acercabais al lugar, o susurros sobre la posibilidad de que la plaga hubiera tomado aquella capital.
Pronto traspasasteis sus oxidadas puertas y, tras circular por unas calles que parecían sumidas en un estado de excepción y vigilancia continuos a juzgar por la falta de tráfico, llegasteis a un acuartelamiento. Allí, tras haceros bajar del camión, un oficial enfundado en un uniforme desgastado y con todo su cuerpo cubierto por equipo antigás os informó de vuestras órdenes: un programa de entrenamiento y reacondicionamiento para afrontar lo que estaba por venir.
"Reacondicionamiento" no es una palabra que suene muy bien de base, y quizás fue el aspecto sospechoso de aquel tipo, tu propia sugestión ante lo que veías en aquel lugar, o la sensación de que sus insignias tenían un algo extraño que te hacía sospechar. Fuera por el motivo que fuera, hiciste uso de tus facultades para escaquearte en un despiste y alejarte de aquel programa de entrenamiento.
Los siguientes días no hicieron más que reafirmarte en tu decisión. Algo estaba terriblemente mal en aquel lugar. No había civiles en la calle, todas las ventanas estaban tapiadas con tablones, así como buena parte de las puertas... Tablones detrás de los cuales jurarías que se escuchaban arañazos intentando salir, y gemidos de moribundos, o quizás de algo peor. Las patrullas de soldados también eran particularmente inquietantes, todos enfundados de los pies a la cabeza como aquel oficial, aunque parte de ellos tenían claramente algún tipo de problema físico que intentaban disimular.
De algún modo, sabías instintivamente que allí no encontrarías insignias con el Aquila Imperial en ningún lugar. El Archienemigo había hundido sus garras con fuerza en aquella ciudad, y estaba infectando todo lo que caía en su poder.
-Operativo, informe-chasqueó el comunicador, tras aquellos días de silencio.
Todo me parecía muchísimo más preocupante visto de cerca, solo me quedaba reafirmarme en mi fe para poder combatir a semejante perversión fruto del caos. Era difícil saber por dónde empezar, o intentar averiguar qué les haría más daño, así que me decidí a aguantar la posición un poco más. Así estuve hasta que una voz salió de mi comunicador; miré a los lados, asegurándome de que no comprometía mi fachada y me decidí a responder.
―Me hallo en Roquebrune, señor ―dije, en voz baja―. La posición se encuentra fuertemente protegida, pero lo más preocupante es lo que sucede a los soldados que llegan aquí y que hacen llamar «reacondicionamiento». Todo parece relacionado. No he visto civiles y los edificios están tapiados, algo hay dentro de ellos. Arañazos y gemidos salen de ahí. Todos los soldados van cubiertos, ocultando la oscuridad que hay en ellos. Es necesario exterminar esta posición y terminar con toda esta herejía. Estoy a la espera de vuestras órdenes, mi señor.
Pasan unos segundos en silencio antes de que el comunicador vuelva a emitir.
-Defina "reacondicionamiento". ¿Los locales que le acompañaban han ido al mismo? ¿Hay diferencias entre lo que hemos visto en Bonne y lo que hay en Roquebrune?-preguntó, aguardando respuestas. Tras eso, volvió a hablar.
-Su objetivo sigue siendo infiltrarse, pero en principio no queremos que decapite a la oficialía. Lo que indica tiene implicaciones que deben ser estudiadas, así que ha de conseguir información, cuanta más, mejor. Número de activos enemigos, tipo de los mismos, escala de oficiales, qué es el reacondicionamiento, dónde están los civiles, quién dirige esto... Todo lo que obtenga nos será útil-añadió, aunque se vio interrumpido por una voz de fondo al otro lado de la línea. Tras responderle algo breve a su vez, volvió a hablar-los tácticos y el confesor recomiendan que extreme precauciones y que no se someta a reacondicionamiento alguno, ni aunque considere que puede escapar. Dada la naturaleza del enemigo, hay riesgos de contagios para el cuerpo y la mente. Limítese en lo posible a usar los dones de su clado, no use ropas u objetos del enemigo. Considere todo, por defecto, contagioso y actúe en consecuencia.
Permanecí en silencio mientras realizaba sus primeras preguntas, atendiendo a lo que interesaba al Alto Mando.
―Una definición detallada no me es posible en estos momentos, pero le comunicaré lo que he podido apreciar hasta ahora; tras el proceso de reacondicionamiento, pude apreciar la ausencia de civiles y los edificios tapiados, y los propios locales que estaban a mi alrededor temían lo que ocurría, creían que la plaga podía haber llegado a este lugar y se notaba el miedo en sus miradas. Aquí todos van cubiertos y llevamos máscaras antigas ―aclaré―. Los locales han entrado en ese proceso, no espero volver a verlos. Y las patrullas que he visto, a pesar de ir cubiertos, tienen algún tipo de tara física.
»Hay diferencias entre las dos localidades, señor. En este lugar crecen muchos hongos en la vegetación y los muros, está lleno de desagradables insectos y huele peor que las letrinas de unos ogretes. El hedor es asqueroso. A pesar de ello, es un bastión fuertemente defendido y con mucha vigilancia.
Dicho eso, esperé a las instrucciones dejando algunos «sí» a cada pausa que hacia mi mando para que supiera que me quedaba claro.
―Sí, señor ―dije, cuando acabó―. Extraeré todos esos datos. Extremaré las precauciones y evitaré el contagio. Mi vida solo sirve al Emperador. ¿Desea decirme algo más, o procedo a comenzar con la siguiente fase de la operación?
-Cabe esperar que ese reacondicionamiento haga que los locales con los que ha acudido allí acaben de un modo similar a los que ha visto desplegados por las calles, por lo que cuenta. Tiene una semana antes de que empiece el ataque. Recuerde que el Emperador protege, siempre y en todas las cosas. Cambio y corto.
Y tras eso, la transmisión se cortó. Ahora quedaba intentar averiguar todo lo posible.
Muy bien, ¿cómo planeas enfocar esto?
No llegué a dar respuesta, pero en mi cabeza realizó un pequeño gesto afirmativo al tiempo que resonaba ese «sí, señor» tan característico. Dicho eso, me preparé para cumplir con la misión que se me había dado. No había que matar, solo atender a lo que me rodeaba y esclarecer algunos puntos e incógnitas que seguían en el aire. En ese pútrida atmósfera que me rodeaba.
Desconozco cuán detallado deseas el plan, pero lo primero y básico sería la infiltración, pero también me gusta la idea de aprovechar el talento de Mímica imitando la voz de algún mando a partir de mensajes grabados o por torres de comunicaciones para pedir la información necesaria que pide el Alto Mando. Creo que puede funcionar para tener algunos números y detalles adicionales. Otra posibilidad es seguir a distintos mandos para ver cómo y ante quién responden, conociendo así la escala de mandos y preparándose para imitar sus voces.
¿Es suficiente, o lo detallo más?