La cosa iba mal. No hacía falta ser parte del Estado Mayor para saberlo, aunque Aubrey desde luego lo era. Las previsiones tácticas iban sucediéndose y corrigiéndose en simuladores y proyecciones, augurando un conflicto que seguiría enquistado por algún tiempo, si es que el condenado archienemigo no daba otro golpe de mano y acababa de barrerles. Harkon les estaba respirando casi en la nuca, atento a cualquier signo de derrota clara para barrer este mundo del mapa, los locales eran unos ineptos o eran ignorados por el resto de sus compatriotas...
Esos y otros pensamientos del estilo pasaban por su cabeza mientras recorría las naves de almacenaje que habían instalado cerca de las plataformas de aterrizaje en aquel mundo. No es que hubiera nada digno de tal nombre antes de su llegada, claro, pero habían logrado convertir aquello en algo casi digno de ser una instalación imperial. Casi. El suelo estaba surcado de raíles por los que discurrían grandes plataformas cargadas con contenedores, según los servidores iban clasificándolos y cargándolos en sus respectivas vías para enviarlos a su destino.
Había acudido personalmente a gestionar la labor, en primer lugar porque casi había finalizado, y en segundo porque se habían reportado algunos comportamientos erráticos por parte de los servidores de carga. Seguramente serían habladurías de los palurdos intendentes locales, gente atrasada que no sabría distinguir un rifle láser M36 de un arma antiabominación aunque la mataran, mucho menos identificar cualquier otra cosa que superara su patético nivel tecnológico.
"Y por eso estás aquí, para hacer el trabajo del que ellos no son capaces" pensó con amargura. En su mano, una autopluma se desplazaba velozmente sobre los manifiestos de carga e inventarios varios, comprobando que todo estuviera correcto. Y todo encajaba, claro, hasta que llegó al final de la tercera nave.
Un par de servidores, modelos antiguos y casi obsoletos, se habían quedado trabados sin saber qué hacer, ante un grupo considerable de contenedores. Ahora que se fijaba, el resto de autómatas evitaban aquella zona. Extraño. Probablemente, el tipo de cosa que pondría los pelos de punta a gente menos experimentada, y que explicaría esos informes de comportamiento anómalo. Para alguien como él, estaba claro que alguna sub-rutina había entrado en conflicto en aquel lugar, "friendo" algunas máquinas poco actualizadas... Lo que había ocasionado que el resto, al registrar dicho fallo, activaran protocolos de preservación y evitaran la fuente del daño.
Ahora la pregunta era por qué se habían roto.
Avanzó hasta los contenedores con paso tranquilo y buscó algún manifiesto de carga o etiquetado que le diera alguna pista. Cuando finalmente dio con él, comprendió todo aquel problema, con una de sus cejas alzándose conforme más leía.
"Destino: Puerto Mandíbula."
Ahí estaba el problema. Todo esto se supone que no debería estar aquí. Los servidores no estaban configurados para trabajar con destinos ajenos a este planeta y, al intentarlo, habían sobrecargado su pobre matriz.
-Puerto Mandíbula...-dijo, pensativo. Mismo segmentum, pero dirección equivocada. Por lo que veía en el manifiesto de carga, se trataba de material destinado a equipar a las tropas que mantenían el orden en el sector Gótico, había un poco de todo. Echó mano de la placa de datos y empezó a consultar envíos y recogidas previstos, así como posibles rutas para devolver toda aquella carga a su destino, pero todo era en balde. En el mejor de los casos, podría enviarlo él mismo desde allí, lo que supondría alterar los esfuerzos bélicos de aquel mundo, responder un montón de preguntas, y seguramente para que todo aquello llegara tarde.
Sí, sin duda era el momento de aplicar algo de sentido común.
-Ya me jodería...-añadió, con una leve sonrisa, mientras editaba el manifiesto de carga. Su nuevo destino, el frente de Sélica IV-pero ya sabes lo que dicen... El que lo pierde llora, el que lo encuentra atesora...
Además, ahora mismo todas las naves disponibles estaban ocupadas en labores de desescombro orbital, así que no iba a poder arreglar aquello de ningún modo. En estos momentos debían estar disparando ahí arriba...
... Con una descarga de lanzas láser, otro conglomerado de chatarra espacial fue reducido a menos que nada. Aquello era totalmente indigno. Se suponía que eran una flota de combate, maldita sea. Y ahí les tenían, por orden del almirante, disparando a restos del Emperador sabía qué para ejecutar alguna clase de plan de esos patanes de infantería. O un remedo de plan. Esos tipos no tenían ni idea de lo que era la guerra en el espacio, pensaban que se sentaban, pulsaban un par de botones y estaba todo hecho.
¡Y no era así! Había toda una aritmética y un arte en las batallas espaciales que ellos nunca entenderían. Pero debían obedecer, estaban sometidos a las fuerzas de tierra en ese escenario. Lo que incluía aquella labor.
La órbita de aquel planetucho tenía cierta densidad de basura espacial, eso debía reconocerlo. Fruto de salidas del Empíreo chapuceras, antiguas batallas, seguramente algún intercambio reciente entre alguna nave del enemigo y las suyas, y puede que en parte pecios de origen milenario. El protocolo habitual establecía que debían enviarse equipos de naves pequeñas, a veces infantería de marina convenientemente equipada, para registrar aquellos trozos, detonarlos de forma adecuada y proseguir.
Sin embargo, parecía que no tenían tiempo para hacer las cosas como debían hacerse. Así que ahí se encontraban, desperdiciando potencia de fuego en aquella tontería.
-Soluciones de disparo para los sectores 17-j y 18-j...-ordenó, con voz aburrida, recostado en su trono de mando. En aquel turno de desescombro le había tocado a él y su nave, y aquello hacía horas que había dejado de tener cualquier emoción. De nuevo, sus lanzas de energía abrieron fuego... Pero esta vez, tras confirmarse el impacto, su propia nave se sacudió.
Al principio pensó que algún trozo de chatarra especialmente grande debía haber sobrevivido y chocado contra ellos, pero pronto quedó claro que algo les había respondido a través de la nube de escombros. Y seguía haciéndolo, aunque con una puntería horrenda y una cadencia de tiro bastante lamentable.
-No sé qué es, pero lo quiero eliminado. ¿Tiene el auspex su posición?-preguntó el capitán, saliendo algo del tedio ante lo que prometía ser un breve enfrentamiento. Cuando le llegó confirmación positiva, continuó-¿a qué esperan entonces? Quiero las lanzas a plena potencia, destrócenlo.
Apenas dos minutos después, la señal desapareció del auspex, así como los disparos de respuesta. Fuera lo que fuera, había sido destruido. Sin embargo, puede que por la saturación de señales débiles que recibían, nadie en aquel navío imperial fue consciente de que, desde la explosión que se había formado en el punto de origen del fuego de respuesta, algo caía hacia el planeta...