Discreción e infiltración, todo ello acompañado del credo más importante del Templo Callidus: «Asumir la forma del enemigo y darles muerte». El plan era el mismo al que había dedicado mi vida, siempre era igual y esta vez no iba a cambiar, me haría pasar por una enemiga del Emperador para así tomar nota de los puntos débiles y de las posiciones que debería destruir o sabotear; también de esos líderes que merecían la muerte por encima de todo, aquello que merecían de mi tiempo y destreza para ser exterminados.
Así que seguí avanzando, quizás para entrar lo haría con total discreción y ya dentro sería una más, era sospechoso llegar sola. Debía ver que me encontraba más adelante.
Finalmente, llegó a la ciudad. Apenas había gente por las calles, siendo la mayoría patrullas de soldados haciendo las rondas y asegurándose de que todo estuviera bien. Todos con máscaras de gas, todos con la cara tapada. Los pocos transeúntes que se veían también llevaban la cara tapada, al menos parcialmente, con alguna bufanda o máscara de tela cubriendo la parte inferior, y parecían tener prisa en su deambular, procurando no demorarse demasiado en el exterior.
Bonne parecía cuidada y limpia, aunque aquella intranquilidad que había visto en el pueblo habitado anterior parecía pervivir aquí...
Avancé fijándome con disimulo en todo aquel que pasaba cerca de mi posición. Necesitaba encontrar las posiciones enemigas, saber un poco más de ese emplazamiento y de lo que aquí podíamos hallar para el Emperador. Mi objetivo seguía siendo el mismo que al principio de todo esto, nada había cambiado, tenía que sabotear cada lugar que encontrara en mi camino. También quería encontrar a alguno de los líderes que tuvieran en esta posición, pues si fuera necesario y la situación lo permitiera, había que descabezar a la serpiente. Con todo eso en la cabeza seguí moviéndome, aparentando saber exactamente a donde iba con mi paso decidido y el porte de una guerrera veterana.
Tus pasos te siguieron llevando dentro de la ciudad, avanzando por entre la misma. Siendo sinceros, no era muy diferente de lo que habías visto al otro lado de las trincheras, salvo por aquello de no ver un solo rostro descubierto. El resto parecía bastante similar: avenidas iluminadas por lámparas de gas, algunos parques y zonas de recreo, casas de aspecto primitivo para los estándares imperiales, de ladrillo o piedra, pero indudablemente bien construidas...
Sin duda las agrupaciones de soldados estarían en otro lugar, debía haber acuartelamientos o algo similar... Aunque con los bombardeos puede ser que hubieran movilizado a parte de las fuerzas...
Bien, tiradas ocultas de perspicacia, de engañar y de saber popular Sélica.
Seguí caminando con paso tranquilo, como si supiera exactamente a donde me dirigía, con esa seguridad que solo podía darme la experiencia y el saber de toda una vida haciéndome pasar por todas esas personas que nunca serían yo. Era difícil incluso para mí saber quién era realmente, pues solo era y sería esas persona que necesitaba el Emperador. Nada más.
Tirada oculta
Motivo: Engañar
Tirada: 1d100
Dificultad: 85-
Resultado: 80 (Exito) [80]
Tirada oculta
Motivo: Perspicacia
Tirada: 1d100
Dificultad: 43-
Resultado: 8 (Exito) [8]
Tirada oculta
Motivo: Saber Selica
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 100 (Fracaso) [100]
Finalmente diste con parte del despliegue, consiguiendo unirte a una patrulla en su ruta por aquel lugar. Hubo un problema, sin embargo, y es que no tenías claro a qué unidad pertenecías... Y parecía que los trozos de uniforme que habías recogido tenían alguna sutil diferencia que se te había escapado en el momento. Sin embargo, lograste salir del paso con hábiles mentiras y algún silencio o detalle olvidado o implícito en tus respuestas.
Por lo que parecía, la ciudad estaba en alerta, se esperaba en cualquier momento otro bombardeo o, decían algunos, un desembarco anfibio cerca de allí. Eso sin contar con aquella maldita plaga, claro. Parecía que los mandos estaban bastante preocupados por como se extendía, con algunos pueblos directamente sometidos a cuarentena. Por supuesto, la culpa era del Enemigo. Ellos habían traído algún poder demoniaco, alejados de la Luz del Emperador, y lo estaban usando para ganar esta guerra...
Aquello era sorprendente porque era lo que decían ellos. ¿Qué diablos estaba pasando aquí?
Desde ese momento me vi obligada a seguir con la unidad, pero mis ojos se iban posando en cada detalle y en cada posición o punto de interés militar. Sí, veía también los estragos de una plaga que solo podía ser fruto del mismísimo Caos y eso resultaba preocupante, solo la verdadera fe en el Emperador podría sacarnos de esto. Ellos eran los culpables de todo esto. Quise buscar a alguna de las cabezas pensantes del enemigo, una de esas que merecería la pena suplantar llegado el momento. También entendía que pronto llegaría el martillo del Emperador y debía esperarlo habiendo comprometido una gran parte de las defensas de la zona.
«Paciencia», me dije, pues sabía que llegaría el momento propicio para ello. Solo se debía esperar y mientras, vivir como el mismo enemigo del Emperador.
Pronto la patrulla terminó, aunque fuiste captando algunas cosas, como la presencia de un gran cañón de tecnología más que interesante que parecía ser el encargado de proteger aquella zona. Artillería de alcance largo-medio, fijada a la plaza mediante su masiva megaestructura, de fácil diez metros de alto, y fuertemente custodiado. Quizás un objetivo, aunque con esa cantidad de ojos puestos encima, altamente improbable.
Sin embargo, sí había otras noticias de más interés... Órdenes de evacuación. Al parecer, se consideraba que la posición podía no ser tan segura como debería para la población y las fuerzas allí presentes, algo sobre ingenios demoniacos del enemigo, y se consideraba la opción de evacuar camino a la capital de la zona. Si los Enviudadores habían hecho su trabajo, el tren no valdría... Pero, ¿quizás uno de los camiones?
Había actos imposibles incluso para mí, eso lo sabía y debía medir los riesgos siempre buscando el éxito de la misión. Sin embargo, el plan de evacuación resultaba mucho más interesante, tomar uno de esos camiones me permitiría acceder directamente a la capital. Así que esa fue la opción que elegí y enseguida que tuve la oportunidad, me dirigí hacia los camiones para ser «evacuada» hacia el corazón del verdadero enemigo. Una vez ahí, seguiría siendo una entre muchos, una cara más, pero en cualquier momento no comprenderían qué sucedía tras sus propias líneas. Sería su perdición.
No fue complicado subir a uno de los camiones, ni escabullirse del grupo al que se había unido con cualquier excusa. Al fin y al cabo, en aquella clase de movimientos de tropas siempre había cierto caos inherente, demasiada gente yendo y viniendo, órdenes contradictorias o confusas, gente que perdía sus transportes y tenía que ser acomodada en otros... Al final, hacinada como ganado a bordo de uno de los vehículos, partiste hacia el norte.
Me mantuve paciente, a la espera de lo que fuera a llegar mientras el camión seguía hacia su destino. Apretada y rodeada por el enemigo me sentía igual que siempre, como si eso tuviera que ser así. Solo debía separar mi mente, como si ese ni siquiera fuera mi cuerpo y esperar a que todo llegara a su fin. Sí, me mantenía vigilante, pero también parecía que mi mirada estuviera fija en un punto de camión, absorta cuando realmente no lo estaba. Solo debía ser paciente y todo llegaría.
Así, Bonne quedó atrás. No pudiste siquiera verla a la luz del día, pues los primeros rayos de sol encontraron al camión a unos cuantos kilómetros de la ciudad portuaria, avanzando hacia el norte. Gracias a los bombardeos y, sospechabas, a los esfuerzos de aquellos tipos que habían sido desplegados tras las líneas enemigas, aquel trayecto fue más largo y accidentado de lo previsto, con varios rodeos y rutas alternativas para sortear puentes dañados y carreteras saturadas por el bombardeo.
Fue prácticamente medio día dando botes en aquel condenado vehículo pero, finalmente, alcanzaste el destino que se había fijado: Roquebrune. Aquella ciudad era notoriamente más grande que Bonne, además de estar bastante fortificada y contar con una presencia militar más que notable. Aquel iba a ser un hueso duro de roer.
Me daba igual lo complicado que pudiera ser un objetivo, pues había sido entrenada para no desistir, para estar sola ante el enemigo y cuantos más hubiera a mi alrededor, más metida estaría en el entramado que ellos tendrían preparado en la ciudad. Me dispuse a seguir las órdenes, a ser una más con el enemigo mientras esperaba el momento propicio para actuar como una verdadera servidora del Emperador. Solo había que tener paciencia y fijarse en todo lo que iba a rodearle, su principal objetivo era el sabotaje del equipo que pudieran utilizar para frenar un ofensiva de las tropas leales.