Partida Rol por web

Los resultados distaban de ser buenos, pero los instructores de aviación no parecían determinados a rendirse, ni a dar muestra de ningún tipo de piedad ante las caídas. Una y otra vez insistieron en repetir el ejercicio, salteando la práctica con demostraciones y consejos, hasta que el día acabó. Solo para volver a empezar al día siguiente, y al que le siguió, y también al que continuó. 

Poco a poco los ejercicios se complicaron, pasando de simplemente aterrizar con seguridad a hacerlo, además, con precisión. De saltar con las manos libres y poca impedimenta, a hacerlo con su equipo, a veces hasta empuñado. Incluso supieron, a base de charlas teóricas, que el chimera del 13º que había aparcado fuera saltaría con ellos, llegado el momento, con unos paracaídas reforzados hechos a medida. Fuera lo que fuera que se esperaba de ellos, parecía que iban a necesitar apoyo blindado, movilidad, o ambas. Día tras día fueron recorriendo todos los posibles desarrollos de su misión futura, y trabajando sin descanso para perfeccionar su desempeño... Así los días pasaban, y poco a poco los beneficios del trabajo se iban notando.

Cuando se incluyeron los Chimera en las practicas Quintus ya tenía más que claro que aquello era algo grande, se iba ha hacer un gran despliegue en el frente y los Enviudadores iban a estar en el ojo del huracán. Lo normal en un tropa de asedio, ahora mismo el rifle largo se lo iban a poder meter por el culo, pero ya no había vuelta atrás ni tiempo para quejas. El recio soldado se concentró en sacarle el máximo provecho a los entrenamientos para no morir durante el despliegue aplastado contra el suelo a causa de una mala caída, y lo mismo le deseaba a sus hermanos.

Día tras día se sucedió el agotador entrenamiento, y los del treceavo lo hicieron como siempre, dando lo mejor de si mismos en cada una de las ocasiones que tuvieron. Poco a poco Nico se empezaba a encontrar mejor, y eso alegró todavía más a la tropa, sobretodo a Albius, que veía como su amigo de la infancia se recuperaba a ojos vista. 

Las noticias y los rumores dieron paso a historias y a apuestas de lo más variadas entre los soldados, sobretodo cuando se enteraron de que iban a desembarcar con un Chimera y varios dijeron que mejor no dejar que lo condujera Flavia, que lo estamparía directo contra el cuartel general enemigo. Las apuestas giraban en torno a cuantos días sin poderse sentar bien iban a estar los agresores verbales cuando Flavia les metiera un obús por el culo. 

Con lentitud, pero sin pausa, todos aprendieron, más o menos, a manejar aquel infernal cacharro, y se empezaron a encontrar más cómodos con la idea de dejarse caer desde cientos de metros de altura en medio de un posible fuego enemigo. Eran el treceavo, y si alguien podía hacerlo, eran ellos. 

-Lanzamisiles y despliegue aereo. La muerte desde el cielo me vais a llamar.- Comentó Flavia en uno de los descansos a Albius, riendo ruidosamente ante la idea.

La soldado agradeció el entrenamiento, tirarse a la cama y dormir de tirón era algo que, estando de permiso, no solia ocurrir. A veces la perseguian algunos sueños, los gritos de algunos hombres que habia visto morir, a veces a manos de miembros de su propio bando. Pero todo eso se iba cuando llegaba cansada al camastro y se dejaba caer en este.

Los entrenamientos siguieron, y pronto empezó a quedar claro que se esperaba de ellos una buena fiesta, a juzgar por las cajas que iban desfilando, en especial por la presencia de cargas de demolición. Poco a poco fuisteis logrando rascar retazos, sabiendo que aterrizaríais tras las líneas enemigas, y que se esperaba de vosotros movilidad, contundencia y también cierta capacidad para generar caos, aunque no quedaba claro del todo a qué se referían los instructores. Además, en las pistas empezaban a juntarse unos cuantos bombardeos y cazabombardeos del ala de ataque, que parecían estar siendo puestos a punto, además de irse cargando de bombas y municiones. Fuera lo que fuera, prometía ser gordo.

En uno de los entrenamientos se dio el alto y se indicó que todos debíais salir a las pistas y formar ante ellas. Apenas un par de minutos después de cumplir la orden, todos vieron a qué se debía. Un vehículo de exploración Salamandra se acercaba por la carretera, una variante de mando a juzgar por las antenas y los vocoemisores adicionales que llevaba instalados. El vehículo traqueteó hasta pararse ante ellos, a cierta distancia, y sobre el mismo asomó el Lord General en persona, paseando su mirada por todos ellos. 

-Soldados del Imperio. Habéis trabajado como el que más en estas semanas, habéis sudado, sangrado y os habéis esforzado hasta la extenuación. Lo habéis hecho porque así se os ordenó, y me consta que lo habéis hecho bien. Vuestro celo en esta tarea me llena de orgullo, más aún sabiendo la oscuridad en la que os hemos tenido sumergidos. Sin embargo, hoy amanece. Y este amanecer está destinado a traeros luz, y a traer perdición abrasadora a nuestros enemigos-empezó el hombre, amplificado por los aparatos del blindado ligero.

-Sí, vais a saltar a terreno enemigo, más allá de casi cualquier apoyo. Pero os aseguro que no marcháis a la muerte, hoy no. Vamos a ejecutar, empezando en breves horas, un ataque múltiple y coordinado por varios frentes, del que vosotros vais a ser un cuchillo más que se hunda profundamente en el costado del Enemigo. El objetivo de los que estáis aquí reunidos es devastar las líneas de suministro del enemigo, de tal forma que se le complique enviar refuerzos al resto de escenarios operativos... Además de causar tanto daño como os sea posible, por supuesto-añadió, con una leve sonrisa.

-Os preguntaréis, sin duda, por esos otros escenarios operativos. Además del bombardeo del ala de ataque, en el que iréis insertados para llamar menos la atención sobre vosotros, vamos a realizar dos grandes ofensivas simultáneas. La primera, un asalto por mar kilómetros por detrás de las trincheras, destinado a establecer una cabeza de puente y a forzar un flanqueo de las posiciones enemigas. El segundo, un asalto directo por parte de los Krieg sobre las trincheras, reforzado con una sorpresa especial. Ustedes deberán atacar en los puntos que les suministra el buen instructor-continuó, mientras su instructor les iba repartiendo pequeños mapas de campaña de una zona tras las trincheras. Había varias "x" rojas en el mapa, sobre puntos concretos de vías férreas y carreteras, así como alguna población o asentamiento-y, si lo hacen bien, el enemigo no sabrá ni qué le golpeó. Toda la operación será coordinada y ejecutada al mismo tiempo, aunque ustedes, naturalmente, contarán con algo de ventaja para encontrarse en posición una vez todo esto comience. Espero de todos que tengan éxito en esta empresa, pero recuerden: lo importante es el conjunto. Cualquier victoria que consigamos hoy nos acerca más a la victoria de mañana. Buena suerte a todos, y recuerden que el Emperador protege, siempre y en todas las cosas.

Tras aquel discurso, el vehículo arrancó de nuevo, marchándose de aquel lugar, mientras el instructor se encaraba con ellos. 

-Equipo listo en cinco minutos. Volamos hacia el enemigo.

El entrenamiento empezaba a dar sus frutos, iba por fin pillando el tranquillo a esto de saltar sin tener suelo debajo, pero pronto íbamos a la batalla, sin ir mas lejos, nuestro objetivo, tal como se podría prever por el entrenamiento, era saltar sobre las líneas enemigas y eliminar su red de suministros, lo cual era en principio algo sencillo, pero nunca una misión era sencilla, así que tras saber toda la información, hago una ultima revisión a mi equipo, estaba todo en orden, cargadores rellenos y granadas listas para cualquier cosa que mande el archienemigo.

- Pues sí que nos vamos a tener que llamar el escuadrón de "La muerte desde el Cielo". - le dijo a Flavia, recordando su comentario días atrás, tras el discurso del Lord General. Aquello era algo gordo, y ellos habían sido asignados a caer tras las líneas enemigas para causar la mayor destrucción y desorientación posibles, algo que se les daba bien. Pero Albius se quedó pensando, y no debía ser casualidad que su escuadrón precisamente hubiera sido elegido para entrar de "incógnito" en un punto específico tras las líneas enemigas. - Apuesto tres rondas contra una a que el I... - e hizo la señal que tenían entre ellos para referirse al Inquisidor - ..tiene algo que ver en esto. ¿A que recibimos alguna orden de capturar, recuperar o destruir algo que nadie sabe que estaba ahí? - dijo, con una gran sonrisa en el rostro, hablando sólo con sus compañeros, tratando que mantener la conversación en privado*. 

Flavia saludó marcial a nada más ni nada menos que el Lord General cuando hizo aparición, escuchó sus palabras con el pecho henchido de orgullo, y saludo de nuevo cuando este se despidió.

-Ya te lo dije.- Alargó la manaza para frotarle el cogote a Albius, con clara intención de chincharle un poco.- Sea o no me apetece entrar, hacer volar cosas por los aires, y si hay que sacar un paquete en medio de todo el caos, pues se saca. Ahora si me disculpáis.

-¡Desiderius, botarate! ¡Mueve el culo que nos vamos de excursión…!-Flavia gritó a su pardillo para que este dejará de hablar con otros pardillos de lo malo que era el Lord General, que eso siempre la daba mala imagen y la mujerona ya se lo conocía al dedillo para saber que tardaría poco en hacer su parte. La soldado se aseguró de que los proyectiles de su lanzamisiles estuvieran en sus respectivos contenedores, bien protegidos, y que no hubiera riesgo de explosión indebida.

No mentían con lo de los cinco minutos. Apenas se marchó el Lord General, las naves empezaron a despegar de las pistas. Uno a uno, los "pájaros" echaban a volar, dando vueltas una vez en el aire mientras se juntaban por grupos de ataque. Aquella iba a ser la pantalla de bombardeo que les daría cierta cobertura... Y que seguramente apoyaría otras operaciones. Una vez estuvieron listos, su carruaje les esperaba. Por partida doble, además. Ante el transporte aéreo aguardaba también otro transporte, un Chimera con los colores del 13º, ante el que esperaba un soldado de su regimiento. 

-Saludos. Yo soy Nero, y parece que soy a ser vuestro conductor durante las próximas horas. Y este es Crucio-replicó, palmeando la superficie del vehículo-os haremos llegar a donde haga falta. Y ahora, si no os importa, será mejor que entre yo primero, no queremos pisar el pie a nadie-añadió con una pequeña risa antes de subir al vehículo y arrancar su motor. Apenas medio minuto después, ya subía por la rampa y quedaba acoplado, para después ser enganchado por varios cables por el personal de la nave.

-Ahora ustedes, vamos, tomen asiento-ordenaron, guiando a cada uno hasta unos asientos en la zona de carga, cerca del vehículo. Poco después, las puertas se cerraban, y con todos abrochados y en sus puestos, la aeronave cobraba vida, con todo el interior traqueteando mientras tomaba potencia y finalmente se elevaba. Aquella operación comenzaba.

El Lord General les mandaba a una misión suicida.

El Lord General en persona. Nunca hubiera creído que viviría tanto como para llegar a ver algo así, pero había vivido como para servir bajo un Inquisidor, y ahora tanto como para que un Lord pudiese estar a distancia de verle la cara. El día que tuviera que presentar revista ante el Dios Emperador iba a tener una hoja de servicios como no la hubiera imaginado cuando sólo era un crío estúpido con luces en los ojos y agua entre las orejas, en vez de... bueno, un adulto marginalmente menos estúpido. Pero al menos las luces habían desaparecido. Las luces, había descubierto durante todo aquel tiempo, sólo acababan interponiéndose en el trabajo. El truco consistía en la lenta y metódica aniquilación de las luces sin llegar al punto de quemar la luz piloto. Sonaba difícil, pero se hacía fácil con el tiempo.

Se hacía mucho más fácil con el tiempo.

-...

Todavía no se lo había explicado a Titus. No creía que estuviera preparado para eso, no todavía. No se sentía cómodo con... bueeeno... con eso.

-Aue, Nero, Crucio -hizo la media asta (del águila imperial) con el brazo derecho tras llevarse el punio cerrado al pecho- Medicae Nicodemus. Hagamos esto. 

*...tiene algo que ver en esto. ¿A que recibimos alguna orden de capturar, recuperar o destruir algo que nadie sabe que estaba ahí?*

*Tiene sentido. Bien visto* 

Se abrochó el cinturón, tratando de mentalizarse de que iban a lanzarles en picado desde un avión. Y él había nacido y moriría infantería. No dijo la otra cosa que pensaba y le parecía evidente: si el Inquisidor necesitaba que hicieran algo más, eran la mezcla perfecta de competencia y prescindibilidad. Si les encargaban un objetivo adicional, no las tenía todas consigo con que fuera uno que pudieran cumplir y volver sin problemas. Pero, en el peor de los casos, dada la magnitud de lo que estaban enfrentando, había preparado su plan de emergencia: una sobrecarga de reserva en la pistola, aplicada en el mejor ángulo.

-Parece que el Emperador ha tocado a los Enviudadores con los dones de la clarividencia. No te acepto la apuesta Albius, opino lo mismo y no me sale a cuenta jugar para perder, aún y así si aciertas la primera ronda al volver la pongo yo. Así no podrás espanzurrarte contra el suelo cuando nos suelten los "pajaritos".- le dio una palmada en el hombre a medida que la compañía iba formando, equipándose y ultimando los últimos preparativos antes del despliegue aéreo. Todos iban yendo y viniendo a medida que se les asignaban las naves por escuadras.

Una vez dentro de la nave se sentó cerca de Nico sonriéndole con cierta acidez.-Es bueno tenerte de regreso, del patíbulo al cielo, menudo cambio. Que no se diga que nuestro medicae no es hombre de altos vuelos. Aquí nos tienes para cubrirte el culo hermano, se te echaba de menos.-le dio un pequeño empujón antes de sentarse y tomar posiciones, aquello iba a complicarse pero habían sido entrenados para mantener la sangre fría en cualquier situación.

Casi ronroneó cuando Flavia le "acarició" la nuca, asintiendo a su comentario. Apenas unos minutos despúes, aún henchido de orgullo por haber podido recibir una arenga del famoso Lord General, saludó junto al resto a Nero y Crucio, dándole un golpe en el hombro que hubiera descuarengijado a alguien más débil, pero no a uno del treceavo. Aún le parecía increíble que una cosa tan grande y pesada como un chimera pudiera sobrevivir a una caída libre de varios cientos de metros de altura, pero si aquella mole tenía posibilidades de sobrevivir, ellos deberían hacerlo con mayor soltura. - ¿No? - pensó disfrutando de los colores del vehículo y de sus líneas, de los afustes de armas y de su poderoso blindaje. 

Rió cuando Quintus aceptó la apuesta "a su manera" y asintió. - Hecho amigo, nada como unas rondas gratis para motivar a uno a no estamparse contra el suelo. Pagará otra quien más enemigos abata. - que por supuesto, pensaba ser él. 

Abrazó a Nicodemus sin apretarle demasiado. - Cierto hermano, se te ha echado de menos. No dudes que te cubriremos.  - luego entró al vehículo y guardó su arma en el receptáculo previsto, asegurándola para que no le pasara nada a Lugere, y luego abrochándose el cinturón y comprobando todo dos veces antes de permanecer en posición de descanso. 

Miró a Nero y sonrió, no hacía falta que el enviudador dijera su "ocupación", como si su bólter pesado no hablara por él a los cuatro vientos.

Flavia devolvió el saludo a quien se presentaba como Nero, estaba impaciente por dejar todo a bordo, bien colocado y asegurado.

Al tomar asiento Flavia se aseguro a este por medio de las correas, sacó un bote con algo oscuro y se hizo unas franjas bajo los ojos, para que, si salian a plena luz del sol allí en el aire donde uno no podia cubrirse la vista con nada, al menos estas franjas mitigaran parte de la luz. Tras aquello ofreció al resto de los soldados allí reunidos por si querian hacer lo mismo.

-Si si, pero la que ha estado de guardería con Nico he sido yo, ¿eh?, algunos estabais por ahí, jugando al pilla pilla en otro lado.-Dijo en un tono desenfadado tras escucharles hablar.