Las agujas del reloj eran el único sonido que acompañaba sus pensamientos en aquella antecámara, mientras repasaba una y otra vez en su cabeza todo lo ocurrido, esforzándose por eliminar cualquier imprecisión o error del relato. Esa era la auténtica culminación de aquella campaña, aunque los soldados no lo supieran, y era su deber ofrecer una visión lo más imparcial y cristalina posible sobre lo ocurrido para complementar el informe que ya había sido entregado. Sin embargo, por mucho que fuera su deber, siempre había odiado aquella situación. Le hacía sentirse de vuelta en la Schola, vulnerable ante el interrogatorio de los maestros, acechando como buitres dispuestos a destriparle ante la aparición de cualquier error.
Con un gruñido, Harkon alejó esos pensamientos de sí mismo. No era adecuado tener esas ideas y, además, no le iban a ayudar nada en la tarea que tenía ante él, por mucho que sintiera que el pulso se le aceleraba. Sélica IV había resultado ser un escenario mucho más complejo y retorcido de lo esperado, y solo el Emperador sabía hasta donde se extenderían las ramificaciones de aquel conflicto.
Las campanas del reloj empezaron a sonar, indicando las doce del mediodía según el horario del Sagrado Palacio Imperial. Era el momento de franquear aquellas puertas. El inquisidor suspiró, apuró el contenido de la copa que tenía ante él y se puso en pie, atravesando las puertas que se abrían en ese momento. Ante él se descubrió la ya familiar sala de audiencias, con los elevados y sombríos estrados rodeando la silla donde debía sentarse, el único lugar bien iluminado de aquella cavernosa sala. En cinco de ellos parecía haber alguna figura aguardando en las sombras a que se sentara.
"Uno por Ordo, esto está bastante concurrido hoy..." pensó, mientras se sentaba. ¿Quiénes estarían allí? El Malleus y el Hereticus sin duda debían ser dos de los presentes, lo que dejaba en duda los otros tres. El Xenos seguramente no, apenas habían tenido nada que ver. Así que eran tres Ordos Menores, tres que se habían interesado por aquel escenario en un momento u otro y que estaban allí para ver como rendía cuentas y tomar sus propias decisiones.
Una vez se sentó, escuchó como las puertas se cerraban y como un bajo sonido de estática o electricidad hacía aparición, los familiares sonidos que indicaban el aislamiento total de aquella cámara, nada entraría ni saldría sin permiso, ni personas, ni información, ni otras... Cosas.
-Inquisidor Harkon...-saludó una de aquellas voces, con un tono ronco-bienvenido al cónclave de audiencia inquisitorial sobre Sélica IV. Hemos leído su exhaustivo informe sobre toda la campaña, pero dada la atención que ha recibido el planeta y la naturaleza de todo lo acontecido se ha decidido que es necesaria una exposición de los hechos ante los Ordos interesados y una posterior deliberación sobre el futuro de dicho mundo-explicó, aunque no dejaba de ser un mero formalismo para los registros de los servidores incrustados en los nichos. Que todo o parte de lo expuesto allí fuera a ser borrado era un asunto aparte que probablemente no correspondía a ninguno de los presentes.
-A las 12:03 del presente día, según el uso horario del Trono Dorado, comienza esta sesión. Comparece el inquisidor Julius Harkon del Ordo Malleus. Presiden la inquisidora Katerina Ivanova del Ordo Hereticus y mi persona, el inquisidor Tetsuo Tanaka del Ordo Malleus. Como vocales y testigos asisten el inquisidor Abasi Nkosi del Ordo Sepulturum, la inquisidora Jaya Mahapatra del Ordo Militum y el inquisidor Práxedes Lazaridis del Ordo Chronos-recitó con tono monocorde. Sin embargo, ante aquel último nombre fue evidente como algunas de las figuras en las sombras parecieron sorprendidas. Quizás incluso el propio narrador tuvo una sombra de duda en la voz. No era para menos, el Chronos se suponía desaparecido. ¿Qué diablos hacían allí?
-Veamos... Aunque creo que el inquisidor Nkosi solicitará que vuelva sobre el asunto de los avances en las trincheras más adelante, creo que convendrá en la necesidad de clarificar los compases finales de la campaña ante todos nosotros, empezando desde Grouxvignon.
Harkon hizo un último repaso mental a todo lo que debía decir en unos pocos segundos, luchando por alejar de su mente las preguntas que le asaltaban, en especial sobre el asistente "sorpresa", y asintió y carraspeó antes de empezar a hablar.
-Grouxvignon. El avance por la tierra de nadie había acabado en desastre, con algunos focos de resistencia en la misma por parte de nuestras fuerzas que habían tenido mayor o menor fortuna. Como habrán leído en el informe, uno de los Poderes favorecía al enemigo y parte de sus retorcidos siervos hicieron aparición allí, así como cadáveres reanimados que se lanzaron sobre todo el frente. Todo ello está debidamente documentado y se hicieron las purgas necesarias para contener esa amenaza. El mando decidió relevar a las tropas que se habían llevado lo peor de aquel desastre y darles un descanso en la ciudad de Grouxvignon, sin embargo yo ya tenía ciertas preocupaciones en el lugar...
-La interrogadora Sómnir y parte de mis fuerzas habían desaparecido allí, en un festival. Los agentes de los Ordos no desaparecen sin más, lo que indicaba problemas. Pero dado que fue una desaparición silenciosa, decidí llevar el asunto del mismo modo. Parte de las tropas que me quedaban ya estaban allí, y otra parte se desplegó hacia la ciudad, usando dicho viaje para sondear a las tropas que volvían del frente en busca de signos de corrupción-explicó, algo que pareció generar asentimientos y conformidad por parte de los presentes.
-Tras eso empezó el sondeo y, en resumen, las desapariciones parecían estarse intensificando. Finalmente mis hombres junto con parte de los efectivos de la Guardia, aparentemente en una misión de búsqueda voluntaria, dieron en las alcantarillas con otra entidad disforme y un culto que parecía adorar a un Poder Ruinoso... Pero no el que se suponía presente en aquel lugar. A partir de este punto es cuando los acontecimientos se aceleran, con mi interrogadora rescatada y un prisionero capturado y puesto a buen recaudo. El interrogatorio de ambos no hizo más que complicar las cosas. El prisionero era uno de los nobles del supuestamente legítimo Constantin, al que arrancamos que había toda una secta ruinosa instalada entre la cúpula de aquel planeta y presidida por ese canalla que se hacía llamar rey. Por contra, mi subalterna... Había sido sacrificada pero estaba allí, sin una respuesta aparente.
En aquel punto, parecía que varios querían intervenir, aunque Tanaka denegó cualquier interrupción. Los ruegos y preguntas llegarían una vez finalizara aquella exposición. Tras eso, Harkon siguió hablando, explicando lo ocurrido en la cuádruple operación para romper las líneas enemigas, con un avance por mar que tomó Bonne, un avance subterráneo que rompió la línea de trincheras enemiga, un avance aéreo que realizó algunas operaciones de sabotaje tras las líneas enemigas para facilitar el éxito de ambas operaciones y que, inadvertidamente, desplegó el cuarto avance con ellos: un operativo Callidus que debía infiltrarse en el enemigo para desbaratar sus planes. Los tres primeros tuvieron éxito, mientras que el miembro del clado consiguió infiltrarse en la misma Roquebrune aprovechando la caída de Bonne y las evacuaciones de soldados.
-Bien, para este momento estaba claro que nuestros aliados locales estaban comprometidos, aunque aún no sabíamos hasta que punto. Y eso me generaba una gran duda ya que, si la lealtad de Constantin era falsa, ¿por qué no iba a serlo también su historia? Por lo que habíamos sacado interrogando a algunos prisioneros del bando traidor, ninguno recordaba haber visto a Cristophe en los últimos años. Las órdenes venían de él, pero nadie sabía bien donde estaba el rey. En su lugar, parecía que un profeta les traía la salvación, un fraile que había descubierto la cura para el dolor y las enfermedades que asolaban a su población. Ese tal Fray Anselmus realmente había sido corrompido por el Señor de la Podredumbre, tentado por sus falsas promesas de terminar la agonía de su carne. Y era, probablemente, el origen del cáncer que se había extendido entre ellos. Aquí es donde entra el operativo Silvara, el avance en Roquebrune... Y mis propias fuerzas.
-Empecemos por la infiltrada. En Roquebrune estaban "reconvirtiendo" a las tropas que sacaban del frente o de otros lugares, un supuesto entrenamiento para hacer frente mejor a nuestras fuerzas. Realmente se trataba de la corrupción definitiva, infligiendo tormento a sus almas y retorciendo sus cuerpos, mutando a sus fuerzas para hacernos frente. La población de la ciudad ya no existía, de cara a la galería estaban en cuarentena por un brote de gripe especialmente virulento que estaba mermando a los civiles leales a Cristophe. Sin embargo, en este caso habían sido sacrificados y sus cuerpos usados para crear más aberraciones no muertas. La ciudad estaba literalmente repleta de carcasas gimientes esperando para volcarse sobre nosotros. Silvara logró abrirse camino en una de aquellas plantas de reconversión para ver lo que estaba ocurriendo, y liberó a un nutrido grupo de soldados de su destino, soldados que no parecían muy convencidos sobre lo que se les echaba encima y cuyo oficial empezaba a albergar serias dudas de que nada de aquello estuviera bien-prosiguió Harkon, echando mano de una placa de datos en la que tecleó en busca de algunas imágenes que proyectar. En ellas se observaban algunas grabaciones de la llegada a las líneas aliadas de esos soldados, y de fragmentos de interrogatorios a los mismos-aparentemente, limpios, y hasta donde hemos logrado averiguar, leales al Emperador. Por lo que contaron, piensan que son el bando leal y defienden que Constantin trajo la enfermedad hacia sus puertas por medios retorcidos, que realmente él fue el que intentó asesinar a su hermano, y que han sido víctima de actos que solo podían calificar como magia. Actos que cesaron, casualmente, unas semanas antes de la llegada estimada de nuestras fuerzas. Como pueden apreciar, una imagen empieza a tomar forma: hemos sido engañados y los leales son traidores y los traidores, leales. Sin embargo, esto no era así en todos los casos, no al menos a estas alturas. Es aquí donde gana protagonismo el grupo del asalto.
-Parte del asalto se vio sepultado conforme avanzaban, por lo que sabemos por una combinación de nuestro fuego artillero y fragilidades estructurales no reconocidas por nuestros análisis. De los que fueron sepultados, parte tuvo la fortuna o el infortunio de sobrevivir, solo para dar con una cámara subterránea de los horrores, la misma a la que mis agentes se habían abierto paso. Bajo Roquebrune se hallaba un complejo de laboratorios, cámaras de experimentación y celdas donde el Enemigo estaba llevando a cabo sus pérfidos planes. Algunos de los seres más retorcidos e ingeniosos del Señor de la Putrefacción estaban volcados en varios proyectos, como el desarrollo y control de nuevas cepas de enfermedades, el "refuerzo" de las tropas para plantarnos cara, la creación de distintas aberraciones con las que romper nuestras líneas... Sin embargo, había un proyecto principal. Estaban intentando clonar a alguien. Hasta el momento sin éxito, ya que las fuerzas del Enemigo permeaban y manchaban aquel proyecto, haciéndolo inviable. Necesitaba ser una copia aparentemente limpia, perfecta... Porque debía suplantar a alguien ante los confiados ojos de Sélica IV-expuso, permitiéndose cierta teatralidad en aquellas palabras-alguien que estaba preso en aquellos mismos túneles, confinado desde hacía años, incapaz de alzar la voz ante lo que veía o de ejercer su poder para detenerlo. Cristophe, rey de Sélica IV. Una combinación de fuerzas de la Guardia, mis tropas y un miembro de los astartes limpió aquellos túneles y extrajo con seguridad a Cristophe para su interrogatorio. Como habrán leído en los informes, el supuesto rey traidor estaba limpio. La corrupción no había logrado llegar hasta él. Si ha sido la voluntad del Emperador o se trata de algo más siniestro o de simple casualidad, eso no podemos saberlo, aunque él mismo confirmó que cuando lo capturaron redujeron el contacto con él al mínimo y parecían obsesionados en sangrarle y mantenerle "puro". Mi teoría es que el Enemigo se contuvo para llevar a cabo su plan, algo que tiene implicaciones más bien oscuras de cara a nuestros esfuerzos para identificar y frustrar sus planes, pero volveremos sobre esto luego.
Volvió a teclear en la placa de datos, sacando nuevas proyecciones sobre Grouxvignon, sus alcantarillas y el palacio del rey.
-Decidí guardar en secreto a Cristophe, y hablé a solas con el Lord General para detallarle la situación y mi plan: el asalto debía congelarse. Debía buscar cualquier excusa para detener la ofensiva y pasar a la defensiva, que estuviera claro que no habíamos conseguido gran cosa. No podíamos fiarnos de los locales o de quienes estarían implicados, así que nada debía saberse de aquel asunto, al menos hasta que se ejecutara la segunda parte del citado plan. Había que decapitar a la serpiente.
-Un grupo de soldados, personalmente elegidos por ambos, ayudaría a mis fuerzas a entrar en el palacio y detener a Constantin y toda su corte, y simultáneamente la plana mayor capturaría a todos los oficiales supuestamente leales. El asalto reveló los poderes infames y retorcidos a los que había estado adorando Constantin, y como pergeñó todo aquello para hacerse con el poder. La primera parte de su plan falló, pues Cristophe sobrevivió, así que fue a la guerra contra él, partiendo el planeta en dos. Hizo un uso muy cuidadoso de sus condenadas habilidades, aparentando siempre ser recto y puro. Solo debían ver los fuegos demoniacos aquellos que ya sabían de su existencia, o enemigos a los que nadie creería. Pero la guerra se alargaba y Constantin se impacientaba, así que con su malhadado patrón tendió un cebo para que otro Poder depredara a sus enemigos. Aquello les daría fuerza con la que quizás podrían vencerle, sí, pero también le otorgaría una baza que jugar para usar al Imperio a su favor. Y nosotros caímos en la trampa y le allanamos el camino a la victoria.
-Pero se hizo avaricioso-continuó, con una sonrisa amarga-¿por qué contentarse con el planeta? ¿Por qué no pedir más? Y claro, para pedir más favores y obtener más promesas de poder vacío, necesitaba ofrecer más. Ahí entran las desapariciones y ahí es donde cometió un error. Ahí es donde empezó la cacería que acabó derribándole. Conseguimos capturar al rey, y lo sondeamos psíquicamente hasta que no fue más que una carcasa lamentable sin nada más que ofrecer, momento en el que fue ejecutado. Lo mismo pasó con ese inepto de Wellengley, y con todos los que estaban implicados en aquella conjura.
-Lo que nos lleva al remate de la guerra. Revelamos a Cristophe y como Constantin había generado todo aquello y usado a todos, lo retransmitimos por todos los medios que pudimos... Y logramos que lo que quedaba de los verdaderos partidarios de Cristophe se uniera a su rey y acabar con esa condenada guerra.
Esas palabras fueron seguidas por un pesado silencio. Había varias preguntas y temores flotando en el aire, y asuntos muy preocupantes que tratar.
-El culto azul, ¿de dónde viene? ¿Está purgado?-preguntó finalmente Ivanova, rompiendo el silencio.
-Aparentemente, es antiguo. Hay algunos... Indicios que apuntan a cuentos antiguos, y esa criatura de las alcantarillas parece apoyarlos, así como los sucesos extraños que sucedieron. Hemos purgado a toda rama que hemos detectado, pero no podemos estar seguros de que sean todas las que hay-apuntó, sin estar muy contento con la afirmación. Pero dada la naturaleza de lo que habían presenciado, no se podía afirmar con total seguridad que no tuviera ramificaciones ocultas-si tuviera que apostar, diría que ese culto ha desaparecido, dado su público objetivo: las clases altas de la sociedad selicana. No son tantos los privilegiados en cualquier población, así que no ha sido un rastreo que requiera de muchos recursos.
-El cebo con el que atrajo la perdición al otro lado del planeta, ¿ha terminado?-preguntó Tanaka una vez hubo respuesta a la anterior pregunta.
-Se hizo de algún modo con cepas víricas potentes, no sabemos si de algún pecio desconocido o por vía de algún tecnohereje biologis... O por métodos aún más siniestros. Ese fue el cebo: una pandemia global. Por lo que apuntan mis fuentes médicas, alguna variante especialmente potente de gripe, principalmente, así como algunos brotes de tuberculosis y cólera. La población enfermó, empezó a caer, los muertos se apilaron... Y con las pilas de muertos, llegó la desesperación. Campanas para la cena del Señor de la Podredumbre. ¿Ha terminado? Está en proceso de terminar. Nos hemos cobrado algunos favores para desviar cargamentos de medicamentos hacia el sector, y hemos derivado a las unidades médicas de la Guardia destinadas en retaguardia a labores de apoyo al sector civil. Cuarentena, vigilancia y purga del material infectado-replicó, encogiéndose levemente de hombros-eso debería bastar...
-Pero no para toda la infección-interrumpió bruscamente Nkosi-los muertos. ¿Es la condenada cepa Fidae, o hacemos frente a otra cosa? ¿¡Qué medidas están tomando!?-exigió saber, nervioso.
-Es parte de la cuarentena. Hemos instalado campos de refugiados y derivamos a todo civil sospechoso a uno de ellos, son campos fuertemente armados y monitorizados, con cuerpos armados y médicos que saben exactamente qué síntomas buscar. Cualquier sospechoso de infección es eliminado y su cuerpo incinerado, así como todas sus posesiones, y aquellos que han tenido contacto con él aislados-respondió Harkon, lo que aparentemente tranquilizó suficiente a Nkosi.
Una voz extraña tomó la palabra en ese momento. Era metálica y distorsionada, y provenía de uno de los dos que no habían tomado la palabra.
-¿Han encontrado la grieta? ¿Qué han hecho con Sómnir?
"¿Grieta? ¿Qué grieta?"
-No sé a qué grieta se refiere, inquisidor ¿Lazaridis?-dijo, como sonda. Estaba relativamente seguro de que sería él, y un asentimiento de la figura de la que venía la voz, un humanoide aparentemente envuelto en lo que parecía una especie de traje de vacío cubierto de cableado y maquinaria, le confirmó que era él-en cuanto a Sómnir, todavía está en nuestro poder, pero es un cabo suelto que pronto elim...
-No. Nos entregará a la interrogadora Sómnir-afirmó el hombre del Ordo Chronos-viva. Y mi Ordo necesitará que se le conceda permiso para monitorear Sélica IV. El mundo debe ser puesto en cuarentena y ser sometido a estudio antes de declararse seguro para el Imperio-añadió con tono contundente. Eso provocó algunos gestos de disgusto por parte de los otros asistentes, así como miradas de confusión o maldiciones por lo bajo. Que no solo hubiera aparecido de la nada sino que viniera con exigencias era algo a lo que estaban poco acostumbrados... Probablemente por ser su propio modus operandi a la hora de tratar con otros estamentos del Imperio.
-Sin duda discutiremos eso más a fondo...-replicó la inquisidora Mahapatra, intentando adoptar cierta postura conciliadora-hábleme de las fuerzas presentes, ¿qué se puede esperar de ellos? ¿Hay algo que temer o que señalar?
-Veamos... Sobre los nativos, diría que Sélica IV está en posición de hacer aportaciones al diezmo imperial, si así se decide-matizó, inseguro a raíz de la petición de aislamiento realizada-no son grandes tropas, pero con algo de entrenamiento y equipo se pueden conseguir regimientos ligeros relativamente eficaces. En cuanto a Fezzorn, Lantan y Caldeum, se han desempeñado bien, cada uno en su campo. De los cadianos y los krieg supongo que no hay que decir nada que no sepamos a estas alturas. Los penales... Bueno, esa escoria ha dado su vida como debía. En cuanto a la sorpresa del 13º... Creo que habría que retirarlos del servicio. Son demasiado pocos para ser realmente útiles en campaña alguna, en cambio pueden ser un refuerzo interesante a las huestes inquisitoriales-comentó, aunque era evidente que pensaba en sus propias fuerzas-haré al respecto una petición formal para asimilarlos. Ha habido rumores sobre herejías menores, trastornos de conducta, un incidente desagradable relacionado con un tren que ya habrán leído... Pero nada especialmente preocupante.
Tras eso, el cónclave se alargó unas cuantas horas más, desgranando la campaña y todos los asuntos relativos a ella, hasta el más insignificante. Todo podía tener algún componente oculto que indicara la mano del Archienemigo, así que era su labor asegurarse de que nada se pasara por alto. Naturalmente, también hubo acalorados debates sobre qué debía hacerse a continuación y el destino de aquel planeta y aquellos que habían luchado en él, sopesando pros y contras, promesas hechas y el coste de romperlas.
Cuando por fin salió de allí, Harkon estaba agotado y relativamente satisfecho. Había logrado autorización para llevarse su pedazo del pastel en la forma del 13º de asedio, y el mundo en el que había tenido que trabajar aquellos meses no sería destruido. Ivanova no parecía muy contenta con la resolución, aunque dado que tanto Nkosi como Lazaridis habían recibido autorización para instalarse y monitorizar el mundo, y el permiso de cuarentena para aislarlo del resto del Imperio por el tiempo que consideraran necesario, probablemente el mal que hubiera en aquel lugar quedaría lo suficientemente encapsulado. En cualquier caso, aquel ya no era su problema. Su trabajo estaba hecho y sin duda alguna tan pronto llegara a sus aposentos habría algún otro asunto esperando, requiriendo su trabajo en otro lugar.
¿Cuál había sido el precio de la milla? Ni lo sabía ni le importaba. Sin duda en el futuro los cronistas adornarían todo aquello, expondrían actos de valor, plasmarían cifras de bajas exageradas y sin exagerar. Para él, el precio habían sido demasiados quebraderos de cabeza por un mundo que perfectamente podrían haber volatilizado desde la órbita.
El día de la coronación supuso el punto final de la guerra en Sélica IV, al menos en el gran esquema de las cosas. Había costado mucha sangre, sudor y lágrimas, pero finalmente la corona del mundo había encontrado unas sienes en las que reposar y, con ese gesto, el planeta se acercaba de forma decidida a la paz. Nadie habría supuesto jamás que Constantin era realmente un traidor pero, por lo que se difundió por todo medio al alcance de los libertadores, era un usurpador que había incriminado a su hermano y atraído magias oscuras sobre la población en un intento de hacerse con todo el poder.
Hubo quienes no lo aceptaron, aunque se dice que esas personas no tuvieron gran oportunidad de difundir su mensaje, con rumores de camiones llenos de bolsas negras saliendo de noche para deshacerse de su macabra carga en algún lugar discreto. Para la mayoría, sin embargo, el shock inicial dio paso a la ira y la vergüenza, sintiéndose ultrajados y abochornados por haber sido víctimas de semejante engaño.
Sin embargo, parecía que tanto el rey como los libertadores imperiales tenían planes para reconducir ese sentimiento, pues pronto se puso en marcha a todos aquellos que quisieran servir al Emperador y a su rey, y el planeta trabajó codo con codo para borrar aquella mancha de su historia. Aún quedaron combates, por supuesto, de hecho algunos de los peores enemigos surgieron entonces de forma pública al no ser necesaria ya la máscara del secretismo. Sin embargo, una sociedad unificada y unas fuerzas imperiales que ya no tenían que preocuparse de objetivos en las sombras fueron suficientes para hacerles frente y eliminarlos del planeta.
Los festejos empezaron a sucederse tras la proclamación del día de la victoria, con la sociedad de Sélica IV volcada en dar la bienvenida a la paz y agasajar a sus liberadores. Incluso los penales recibieron permisos, limitados y vigilados, para participar en dichas celebraciones. La mayoría se sintió realmente agradecida por todo aquello, pensando que por fin se habían acabado los problemas y el sufrimiento...
Pero aquellos más escépticos o más veteranos no podían evitar sentir cierta suspicacia ante todo aquello, aunque se guardaron mucho de manifestar nada al respecto. ¿Desde cuando la Inquisición era tan abierta? ¿Acaso no era todo demasiado bonito para ser verdad? Casi parecía que les intentaran abotargar, como cerdos que se engordan antes del matadero. Por desgracia, esos pájaros de mal agüero no andaban muy desencaminados.
Pronto, la labor de las fuerzas del la Guardia Imperial presentes cambió. Ya no había batallas que librar, pero tenían que prestar labores de apoyo en "tareas de reconstrucción". Parte de esas tareas consistían en asegurar las carreteras, puertos y demás medios de transporte para impedir la movilidad, algo que las fuerzas inquisitoriales ya habían empezado a hacer antes de recibir este apoyo. La población del planeta fue parcelada, aislada y sometida a un control estricto por parte de sus liberadores, prisioneros ahora en sus casas y ciudades.
Al principio se sostuvo que aquello era para terminar de erradicar las plagas que estaban castigando a la población del bando anteriormente traidor, pero esa narrativa no aguantó muchas semanas en pie. Se estaba buscando algo más y, aunque las patrullas de búsqueda guardaban silencio sobre qué era exactamente lo que estaban rastreando, era evidente que se trataba de algo más serio de lo que parecía. Las abducciones para recibir tratamiento eran casi tan frecuentes como aquellos que jamás volvían de dicho "tratamiento".
Además, empezaron a prepararse campos de aterrizaje y almacenes, así como bases totalmente equipadas para albergar nuevos invitados a aquel planeta. Que en todas ondeara la bandera inquisitorial era un mal augurio. Quizás el planeta no saltaría por los aires, pero habían atraído la mirada de la siempre vigilante Inquisición, algo que no solía salir bien. Conforme llegaron las nuevas comitivas, los soldados de la Guardia empezaron a ser relevados de sus puestos. Poco a poco, escuadra a escuadra y compañía a compañía, fueron llamados a filas en uno de esos campos de aterrizaje bajo control inquisitorial, con todo su equipo listo para partir.
Allí, eran reducidos y sometidos forzosamente a hipnoterapia. Las garras de la Inquisición se habían cerrado con firmeza sobre Sélica IV, y puede que ellos fueran a abandonar aquel planeta para seguir sirviendo al Imperio, pero ninguno de los secretos de aquel mundo se iría con ellos.