Partida Rol por web

La gargantuesca masa de soldados reanimados avanzaba hacia ellos, como una especie de rodillo de carne pútrida, uniformes y armaduras de infantería rellenas de los dos primeros. Por suerte para cualquier persona viva, la velocidad de los no muertos era bastante escasa, y sin duda podrían escapar fácilmente de aquella zona. Las aves de monta liberadas ya les habían tomado la delantera, así como algunos de los representantes de regimientos desplegados allí.

Y quizás, pronto, los que quedaban estarían también a salvo.

Con la excepción de un único soldado krieg. Un héroe o loco que, enfrentado a aquella amalgama de carne, se negaba tercamente a retirarse, y seguía disparando su rifle. 

La retirada se realiza de manera normal. Solo un Krieg se mantiene en la retaguardia, probablemente deseando morir, mientras una horda cada vez más grande se acerca a nosotros. Por suerte, el paso de aquel grupo es mucho más lento que el nuestro y las probabilidades de que nos alcancen son mínimas si no nos encontramos con alguna barrera que nos detenga.

Veo a esos muertos caminar y tengo demasiadas ganas de girar y darles con mi bolter pesado para destrozar sus putrefactos cuerpos con las armas de Imperium mas las órdenes del Sargento son claras y debemos irnos sin retrasarnos.

Sigo entonces los pasos del resto de las tropas, sin mirar hacia atrás y sin hacer más de lo que me han ordenado. No quiero que un comisario me fusile por desacato, aunque no he visto a ningún comisario vivo en horas.

La retirada casi se había completado, con la tambaleante horda zombie siguiendo los pasos de los leales, que finalmente abandonaban en bloque aquel lugar, dándolo por perdido. Sin embargo, era evidente para cualquiera que los cadáveres reanimados eran torpes y tenían un paso renqueante. Su virtud era, sin duda, su resistencia, que les facilitaba alcanzar en algún número a defensores poco decididos.

O quizás tenían más puntos a favor, pero ninguno de los soldados se atrevía a especular sobre esas posibilidades. Era mejor no dar demasiadas vueltas a los asuntos de los herejes, por el bien de la cordura y pureza de cada uno. 

Salgo del establo.

Finalmente, las fuerzas leales lograron abandonar el establo. Tras ellos quedó una horda bamboleante de zombies que les seguía a cierta distancia, aunque a un paso lamentablemente lento. Mientras tanto, a lo lejos, las aves de monta selicanas, intuyendo el peligro que transmitían esos cuerpos animados y su olor a podredumbre, se dispersaron a la carrera por los campos adyacentes. En cierto modo, era un consuelo para el corazón ver a aquellos nobles animales correr libres y saber que sobrevivirían, aunque eso dejara sin sus monturas a buena parte de los lanceros desplegados en aquel lugar. 

Un poco más allá, podía verse al grupo en cabeza, que seguía avanzando. A suficiente distancia para ser alcanzados con una corta carrera...