-No ha sido testigo de carácter, sargento Schenkopp, pero el comisario Malatesta tiene razón en que este asunto ocupa un tiempo valioso. Deben ceñirse a los hechos, limitando los adornos. Puede sentarse, o retirarse-replicó el Comisario General, con tono severo.
Ya solo quedaba uno, después el acusado, y la sentencia.
-Se llama al estrado al especialista en armas Paul Van Horst-proclamó el escolta que sostenía la copia del libro sagrado, acercándoselo después.
-Ponga la palma sobre la tapa, por favor-susurró, para después continuar-¿jura, por el Emperador y por su honor, decir a este tribunal la verdad y nada más que la verdad?
Paul había escuchado, con cara de circunstancias, los testimonios anteriores. Aquel asunto se había complicado del todo y uno de los soldados que se había presentado como testigo había salido de la sala con los pies por delante.
Luciendo su uniforme de gala y habiéndose afeitado por primera vez en semanas, la imagen del especialista en armas era bastante distinta a la que lucía en el teatro de operaciones. Se acercó al estrado. Si tenía alguna duda o reticencia tras el destino del sargento Anthony, no lo parecía.
Puso la mano sobre el Lectio Divinitatus y formuló el juramento con voz clara –Por Terra y el Trono, lo juro. Carraspeó antes de seguir -Me encontraba en el compartimento adyacente cuando escuché varias detonaciones. Al darme cuenta de que el ruido de lo que parecían disparos provenía del interior del vagón salí al pasillo y preparé mi arma. Entré en el compartimento de Fezzorn justo a tiempo de ver como el sargento Lenz era abatido por una salva de disparos de varios soldados del 13º, aquí presentes. Al ver a uno de los míos caer estuve a punto de abrir fuego, pero viendo la ausencia de respuesta de la sargento Schenkopp y el resto de los fezzornitas me contuve y me arrodillé al lado del fallecido.
El aspecto del sargento era dantesco. Proyectiles sólidos en un lateral de la máscara, varios disparos láser en el torso. La ropa se había incendiado. No pude menos que exigir a la patrulla de enviudadores que me dijesen quién estaba al mando de tal despropósito. El medicae Nicodemus Pius aquí presente me dejó claro, al descerrajar un tiro antes y otro después de contestarme, que él era el responsable de la “ejecución”.
Van Horst apenas se detuvo un segundo, sopesando si sería adecuado exponer su opinión sobre lo excesivo e innecesario de la salva de disparos. En su mente seguía pensando que de haber dado la orden de someter a Frederick de forma no letal, quizás él y muy probablemente la gran mayoría de los fezzornitas del vagón seguirían vivos. Finalmente no lo hizo, y continuó –Llegaron entonces los comisarios Levinge y Malatesta, que al igual que yo pidieron que se identificase el responsable. El medicae Nicodemus y la sargento Schenkopp les informaron de lo acontecido.
Ahora sí se detuvo, pues le era difícil relatar lo que seguía, dadas las implicaciones. – Hay que comentar que ya habíamos llegado a la estación de Grouxvignon y que la mayoría se disponía a bajar del tren lo antes posible, señor. Había sido un viaje largo, y con las visiones que ya se han relatado anteriormente, muchos de nosotros queríamos abandonar aquel cacharro lo antes posible. Lamentablemente para todos, o bien nadie reparó en que el cadáver de Lenz seguía en llamas y el sargento llevaba su equipo reglamentario que incluía la dotación habitual de granadas, o bien la mayoría estaba, mejor dicho, estábamos, en shock por el desagradable final de uno de nuestros compañeros de armas.
El Emperador, en su divina providencia, me permitió distinguir un potente fogonazo desde el interior del compartimento. Instintivamente, supe que se iba a producir una detonación. Salté atravesando la cristalera del fondo del pasillo justo antes de que la explosión destrozase el vagón. La onda expansiva me lanzó a varios metros pero salí considerablemente bien parado dada la suerte del resto de mis camaradas del Punto Fénix. Como todos los presentes saben, la mayoría no sobrevivieron.
Tras aquello, se produjo una situación bastante caótica. Luego supimos que uno o varios infiltrados del Archienemigo habían aprovechado la situación para abrir fuego desde nidos de francotirador cercanos a la estación; pero supongo que dicha investigación estará en manos de la inteligencia militar de la Guardia y entiendo que no tiene relación directa con el caso.
Suspiró, como si se hubiese quitado un peso de encima tras su relato. –Eso es todo, tal y como lo recuerdo, señor- concluyó mirando al comisario general. –Si usted o alguno de los miembros del tribunal tiene más preguntas, con gusto las contestaré lo mejor que pueda.
He releído la escena y creo que me he ajustado a los hechos, por supuesto el director es libre de modificar si algo no se ajusta a lo sucedido dado que éramos varios posteando describiendo lo que ocurría.
Una vez le llegó el turno, Malatesta pensó durante unos segundos qué decir, antes de tomar la palabra.
-Creo que todo lo que debía decir lo he dicho ya, señoría, al menos en lo relativo a lo expresado en este testimonio. El especialista llegó a aquel escenario a la mitad, y por tanto, no es consciente, como si lo son otros, de las repetidas oportunidades que tuvo Lenz de que aquello saliera de otra manera. Nada más que añadir.
Motivo: Carisma
Tirada: 1d100
Resultado: 57 [57]
Levinge, una vez llegó su turno, asintió con aprobación en dirección al especialista antes de empezar a hablar.
-Señoría, creo que el testimonio del especialista Van Horst nos arroja no pocas pistas, así como relata la carnicería que se realizó con el sargento, por no mencionar las consecuencias que tuvo pocos segundos después... Aún siendo consciente de que no forman parte de las atribuciones de este tribunal, ni de la causa, siguen siendo un fruto de la misma. Fruto de una descuidada actuación. ¿Saben por qué? Porque la operación fue una chapuza, realizada por soldados que ni sabían ni debían hacer lo que hicieron-replicó el fezzornita.
-Creo sinceramente que la manera más adecuada de asegurarnos de que esto no vuelva a ocurrir es ajusticiando al responsable, señoría. Y así lo he de transmitir-sentenció, volviendo a su lugar.
Motivo: Carisma
Tirada: 1d100
Resultado: 2 [2]
El comisario general quedó pensativo unos segundos, valorando el discurso de van Horst y las réplicas de los comisarios, antes de tomar la palabra.
-Es cierto, lo ocurrido a raíz de la ejecución del sargento Lenz no forma parte de la causa, pero puede tener cierto valor de cara a encarar la profundidad de dicho error. Puede sentarse, especialista van Horst, o marcharse si así lo desea.
Una vez Paul se hubo movido, el comisario general centró su mirada en el acusado, engrilletado y que había estado escuchando los diversos testimonios a favor, en contra, y toda la gama intermedia.
-El final del juicio se acerca, hijo-replicó, sin apartar la mirada del acusado-es el momento de que usted tome la palabra, y nos relate los hechos desde su punto de vista-añadió, asintiendo después al improvisado auxiliar judicial.
Se llama al estrado al medicae Nicodemus Pius Octavianus-proclamó el escolta que sostenía la copia del libro sagrado, acercándoselo después.
-Ponga la palma sobre la tapa, por favor-susurró, para después continuar-¿jura, por el Emperador y por su honor, decir a este tribunal la verdad y nada más que la verdad?
Nicodemus parecía el menos afectado de los allí presentes.
Era difícil saber si eso podría ser considerado un rasgo a favor o un rasgo en contra a ojos de quienes tenían su vida en sus manos, pero apenas había pestañeado cuando la matanza se había producido, mientras que muchos no habían podido soportar semejante muestra de brutalidad, y había mantenido una cierta distancia semicortés que no parecía encajar del todo en ulna situación de la que dependía su vida.
Posó la mano sobre la tapa.
-Lo juro, Su Señoría.
Y se dispuso a declarar, con la conciencia limpia que daba saber que estaba rodeado de hombres fuertemente armados que le volarían la tapa de los sesos si hacía el más mínimo movimiento improcedente.
-Con la venia, Su Señoría...
De todas las personas posibles, era quizá la que más había podido practicar aquel discurso, en lugar de estar borracho como un lémur en cualquier parte como un buen soldado temeroso de dios.
-Todo empezó cuando, en el tren, tras las experiencias de incomodidad y las declaraciones de diferentes miembros de que sus componentes regimentales habían sufrido pesadillas y se encontraban en estados inusuales, fue dada la orden por el oficial Druso, en aquellos momentos líder de nuestras fuerzas, de que organizásemos un chequeo en las fuerzas, dada la situación que habíamos enfrentado con anterioridad y lo que parecía ser una cognitoamenaza.
Esperó por unos segundos por si existía alguna pregunta, con respecto a términos médicos, amenazas, insultos, depreciaciones o simple pérdida de interés y ejecución (y por eso mismo no demasiados segundos) y continuó.
-Me fue ordenado tomar mando de la operación y proceder a la revisión de los vagones. Albius Vespilio, Flavia Oriestes y Cayo Lelio formaron mi escolta debido a la seriedad de la situación, un posible brote hubiera sido un gran peligro a atajar de forma relámpago en caso de darse y era conveniente actuar con la mayor presteza dada la virulencia de la cepa y la situación en la que nos encontrábamos. Nos presentamos ante la sargento Schenkopp de las fuerzas aliadas de Fezzorn y entramos al vagón, donde fuimos recibidos por el sargento Lenz con displicencia. Dado que puede que no hubiera sido informado de que sus nuevas órdenes consistían en ponerse a mi disposición para llevar a cabo el registro médico, le informé de ello. Su permiso en aquel momento había acabado, se había aplazado, y era el momento de trabajar, "por orden del actual líder de nuestras fuerzas". Fueron las palabras textuales que se usaron para con él.
Se rascó lo más disimuladamente posible la zona de los grilletes con el pulgar, fingiendo estar masajeando y recolocando las seguridades: la mirada del Comisario General le hacía sentirse incómodo y culpable, la sensación del niño que en el fondo de su corazón sabe que estará en las listas de niños deficientes en Sanguinala.
-Sus palabras fueron que El 13º de Asedio no tenía ninguna potestad sobre el 303 y que era sólo por la bondad de su corazón por lo que nos dijo que habláramos con Schenkopp en lugar de mandarnos por donde habíamos venido. Se le recordó que de ordinario este hubiera sido el caso, pero que Marcus Druso había sido declarado el liderazgo pro tempore, y estaba dentro de la cadena de mando. En este momento albergaba mis sospechas, pero nada fuera de lo normal. Podría haber sido una simple miscomunicación. Le informé de que ese era el caso y enfaticé la urgencia absoluta de la revisión y cordinación con los medicaes.
…
-La sargento Schenkopp apareció y reforzó estas instrucciones, sin embargo el sargento Lenz siguió insistiendo en que nada de lo que yo había dicho implicaba que el Treceavo estuviera por encima de ellos, cuestión que no había aparecido en la conversación ni había sido debatida en momento alguno, y que era consciente de la cadena de liderazgo.
Se encogió de hombros.
-Ese esquema de pensamiento corrupto y la incapacidad de seguir la cadena de mando me parecieron demasiadas pruebas de sintomatología mental como para no proceder a tomar medidas, así que organicé una cuarentena: arresto domiciliario, custodia menor, contactos limitados a entre cinco y diez metros de distancia, vigilancia en las comunicaciones. Procedimiento estándar en estos casos, y la cosa no hubiera pasado de ahí en circunstancias normales.
Sacudió la cabeza, transmitiendo el mensaje de que las circunstancias no eran las "normales".
-Hubiera sido con eso bastante para disipar sospechas: dando la autoridad a manos de la sargento Schenkopp para la vigilancia del posible afectado, hubiéramos podido contener su influencia y realizar un chequeo médico para comprobar el grado de compromiso de la enfermedad y entregar en CG, pero entonces el tipo... el ahora fallecido Sargento Lenz del 303 de Fezzorn volvió a hablar. Insistió en que no teníamos autoridad sobre él y en que, si la Inquisición no le había arrestado, claramente se mantenía puro de mente y tomar medidas contra él sería un asesinato. He de decir, en aquel momento aún no tenía bastante información como para tomar medidas. Seguía siendo en extremo sospechoso, pero, la cuarentena estaba realizada y estábamos procediendo a revisar al resto del vagón extremando la precaución.
Trató de evitar cambiar el gesto a uno de desagrado cuando mencionó el argumento de la Inquisición de Lenz, con lo que creía que fue cierto éxito pero podría estar equivocado. A su corazón devoto muy en el fondo (la clase de devoción tan erosionada que guarda dos o tres preceptos como las perlas más valiosas en el fondo de un arca) la idea de tratar de utilizar al Santo Oficio como excusa le había resultado abominable. Se obligó a recordar que a aquellas alturas aquel hombre ya no era hombre y que, si no se controlaba, iba a acabar fusilado al amanecer.
-Nos informó, a aquellas alturas de la conversación, tras haber sido apremiado de la urgente necesidad de la operación, que su vagón había sido asaltado por... demonios. Y tras su repetida negación, necesitaba comprobar la velocidad a la que la corrupción se había establecido en su mente, así que le repetí, lenta y cuidadosamente, quién era el líder de las fuerzas y qué autoridad tenía para realizar el proyecto. Le di una oportunidad más de que reconociera la situación, esperando que su mente no estuviera lo bastante comprometida. Y su respuesta fue...
Volvió las palmas vacías en dirección al Comisario, juntas por la muñeca.
-"Está a un paso de provocar que todo el vagón lo frían a tiros y lo único que los detiene es mi paciencia".
Sacudió la cabeza.
-Por supuesto, una amenaza de MOTÍN Y TRAICIÓN era todo lo que necesitaba para comprobar que fuera quien fuese aquel hombre, ya no era el sargento Lenz, y que la enfermedad lo había reclamado por completo y convertido en un foco de infección enorme en aquellos mismos momentos: la situación cambió por entero. Miré a la sargento, informé de que sus hombres debían mantenerse al margen y mandé inmediatamente que todo el mundo se apartase de él, y tanto mis compañeros como yo aplicamos los cierres aislantes de nuestras armaduras, aislándonos de lo que ahora era claro el efecto del peligroso patógeno. La sargento comprendió la nueva situación, viendo que se cumplía lo que habíamos dicho, y dio órdenes a sus compañeros de que se mantuvieran al margen. Informé al sargento de sus derechos como afectado de enfermedad extremis según las ordenanzas y di la orden a mis compañeros de que abrieran fuego.
"Di la orden a mis compañeros de que abrieran fuego" quizá fuera la clave ahí. O quizá no. No le gustaba la idea de acabar muerto, pero no le molestaba tanto como hubiera podido esperar. La idea de morir deshonrado, o clasificado como un traídor, en cambio, era una sombra que le arañaba las entrañas.
-Retirar la máscara hubiera sido demasiado riesgo para esparcir sin filtro la enfermedad. Ordené la ejecución mandando al grupo bajo mi dirección que preparara los láseres, y al soldado Albius Vespilio que ejecutara al sargento por medio de escopeta. Sin embargo, hemos visto anteriormente la... resiliencia que los infectados muestran, y el tiro no fue por desgracia suficiente para reprimirlo: el sargento se levantó aullando, gritando delirante contra nosotros. Sin embargo, teniendo sus armas a mano trató de lanzarse hacia mi con sus manos desnudas y ensangrentadas. Su primer instinto fue tratar de esparcir la enfermedad.
Carraspeó.
-El fuego de diferentes armas láser impactó sobre el sargento Lenz, un foco de calor que provocó que empezara a arder. Esto hasta cierto punto era conveniente: la idea original una vez contenido el brote hubiera sido apartarlo, despojarlo y calcinarlo por medio de intensidad láser de alta potencia de la manera de la manera más discreta para prevenir pérdida de moral -dijo, como si no acabara de decir "la idea era, después de matarlo, quemar el cuerpo con un soplete a escondidas de sus compañeros"- En ese momento empezó a aparecer gente afectada por lo que había acontecido, pertenecientes a diferentes cuerpos, buscando informarse. No hubiera sido nada especial, se les hubiera despachado y se hubiera continuado con la tarea: mi misión no había terminado, después de todo.
"Bueno. ¿Quizá ahora sí? Ya iba tocando..."
-Entonces, mientras el cuerpo empezaba a experimentar combustión, aparecieron los miembros del Comisariado, ante los que me cuadré y respondí a sus preguntas como era demandado de mí. Mientras estaba realizando el protocolo, sucedió la explosión, y posteriormente a esta procedimos a establecer el triaje, evaluación y posterior restañado de heridas según consideración, urgencia y rango.
Cuando le llegó el turno de hablar, Malatesta se levantó con seguridad y convencimiento, y tras dedicar un leve asentimiento a su defendido, empezó su alegato final.
-Sí, es cierto. Nadie duda que no fue una operación limpia, por decirlo de algún modo. Pero hay otra serie de cosas de las que nadie duda. La primera de todas: el sargento mayor Druso dio, de forma clara, la orden de realizar dichos análisis. Así está recogido en las pruebas presentadas. Así está recogido en los testimonios de parte de los presentes-dijo, alzando un dedo.
-La segunda-continuó, levantando otro dedo más-en ese tren, el encargado de las mismas era el medicae Nicodemus, como se refleja en todos lados. Un hombre que desde luego tiene experiencia médica más que acreditada, y que en Fénix lidió con cosas similares.
-La tercera-prosiguió-muchos testimonios parecen apuntar una actitud por parte del difunto Lenz... Difícil. Es más, no nos andemos con eufemismos: traidora. Desobedecer las órdenes de un superior aún se llama así en la Guardia, ¿no?-preguntó, mirando a Levinge brevemente, como buscando que le contradijera-y no me refiero al medicae, claro, sino al sargento mayor. Incluso cuando las órdenes del mismo fueron ratificadas por la sargento Schenkopp, insistió en su actitud. Por muchas oportunidades que se le dieron. Solo cabe dar gracias al Emperador porque Lenz haya sido una excepción, y porque el resto de Fezzorn haya mantenido el tipo.
-Considerando todo ello, solo me cabe solicitar al tribunal la retirada de todos los cargos y la absolución del acusado.
Motivo: Carisma
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Levinge mantuvo el tipo de forma más que admirable, no haciendo un solo gesto ni comentario ante el alegato de su rival. Cuando este hubo terminado, y tras mirar fugazmente a Nicodemus, empezó con el alegato final de la acusación.
-No voy a negar los hechos de mi compañero Malatesta, aunque respecto al último me surgen dudas. Podría tratarse de mil cosas, aunque por supuesto, se optó por cortar por lo sano. Por desgracia, lo sano resultaron ser muchas vidas fezzornitas. Sin embargo, el objetivo de este tribunal no es ese. Es determinar si el medicae Nicodemus-dijo, incidiendo especialmente en la palabra "medicae" mientras le señalaba acusadoramente-tenía la potestad de realizar aquella ejecución.
-Bajo el punto de vista de la acusación, no la tenía. Permitió que la situación se le escapara de las manos, y en vez de buscar apoyo comisarial o reducir no violentamente al detenido, ya que en sus palabras, la máscara ayudaba a contener esa supuesta infección. Y eso ha costado muchas vidas, y el valioso tiempo de este tribunal-finalizó.
Motivo: Carisma
Tirada: 1d100
Resultado: 18 [18]
-He escuchado suficiente. Escoltas, saquen al acusado al exterior, y desalojen la sala-replicó el comisario general, poniéndose en pie y, una vez se puso en marcha toda la comitiva, y tras asegurarse de que la sala quedaba vacía, siguiendo a todos al exterior.
Recuento final:
Total de tiradas de Carisma de Malatesta: 383
Total de tiradas de Carisma de Levinge: 370
Bonificadores:
+20 a Malatesta por testigo de carácter (Anthony)
+20 a Levinge por pruebas varias
+10 a Levinge por testimonios mayormente a favor de Nicodemus
Total:
Malatesta: 403
Levinge: 400