Morga se puso rígida, apretó la mandíbula y los puños durante unos segundos en los que miró con auténtica rabia a William. No se podía hablar de este tema ni siquiera con la gente en quien confiabas. Las uñas se le clavaron en las palmas de las manos, adelantó el mentón, parpadeó, tomó aire y relajó la tensión. Cerró los ojos, casi resignada. Se esforzó por parecer tranquila. Cuando los abrió, el momento de furia había pasado. -¿Te parezco una borracha, William? ¿Una puta loca ex marine a la que se le ha ido por completo la olla? ¿Me lo dices en serio? No se confía esa información a cualquiera, nadie quiere creerte, solo a las personas que consideras tus amigos. Aunque sean unos capullos. No dudas de mí, pero piensas que me pasé con la bebida, ¿qué mierda de discurso es ese? Se giró otra vez hacia el cristal y el exterior. -No se donde se esconden. Ahí fuera. Los voy a encontrar, a ellos y a toda su puta familia de engendros. ¿Sabes? Si yo fuese una tía sensiblera… -se cayó y no continuó la frase. “te diría que mejor nunca los veas con tus propios ojos, sin embargo como para algunos soy una cabrona hija de puta estaría bien que un día te des de bruces con ellos”- No importa. He visto ogros, arpías y los inhumanos del Soho. Y ahí más, estoy segura. No me preguntes de donde vienen, ni puta idea. Se volvió hacia William. Cuando te traiga la cabeza de algunas de esas cosas, entonces me crearás, ¿no? O mejor, ven conmigo cuando se de la situación. Serás testigo de primera mano. Lo malo del asunto, es que luego ni dios te creerá. Una putada, William.
El hombre negó con la cabeza, aferrándose a su incredulidad como si la sola posibilidad de abandonarla fuera suficiente para hacerle sentir que el suelo se volvía resbaladizo bajo sus pies.
—No sé qué viste —dijo entonces, todavía sacudiendo la cabeza para puntualizar a continuación—. O qué mierda creíste ver. Pero sé que el peor monstruo al que podemos enfrentarnos somos nosotros. Siempre ha habido leyendas e historias, pero el jodido ser humano nunca ha necesitado ayuda para joderse la vida.
Se echó un poco hacia atrás en la silla y se cruzó de brazos, con la mirada clavada en la exmilitar.
—Dime cuándo y dónde e iré contigo con los ojos bien abiertos a ver a tus monstruos. Yo mismo les cortaré la cabeza. Mientras tanto, no puedo creer. Yo, como santo Tomás. Tengo que meter el puto dedo en la llaga, joder.
Morga se mordió el labio inferior. Tanto, que pudo saborear el cobre de la sangre. Entrecerró los ojos por el dolor agudo, dejó que la lengua atrapase esas diminutas gotas carmesís. Relajó los músculos de la cara con lentitud, sin dejar de clavar la mirada en todo momento de William.
-No me crees porque no quieres creer. Porque tu mundo se iría a la mierda y piensas que perderías el juicio.
A pesar de la retorcida y resistente capacidad de Morgana a la frustración, lo cierto era que no podía evitar su picazón bajo la piel. La expresividad de William no dejaba dudas acerca de su confianza en negar una verdad tan grande como un templo. Pero Morga no poseía evidencias. Ninguna prueba. Solo su palabra. Y no bastaba para convencer al hombre que tenía delante.
-Prepara testamento –hizo una pausa- Vale. Sí, Chloe es tu sustituta natural. Acelera el proceso, William, tiene dotes aunque le falta foguearse de verdad. Debería acompañarme de vez en cuando –Chloe se parecía un poco a Morga, ambiciosa, con carencia de escrúpulos, ideas claras, manipuladora. Quizá fuese una buena socia-. Habrás notado que ella piensa ampliar las fronteras del Instituto, ¿no? No es una chica inmóvil. Calculadora y ávida de poder.
Se acercó a la mesa. Ahora tocaba otro asunto delicado. Morga se contuvo y midió sus palabras.
-Me da que a Shami le gusta Random. No soy buena en leer ese tipo de juegos, y lo mismo estoy patinando. Estaría bien…sería un detalle, William, que hablases con el chico, dejarle claro que no cometa ninguna gilipollez. Es una cría.
William no se molestó en negar las primeras palabras con las que Morgana rompió el silencio que se había formando entre las miradas de ambos, como si ese enfrentamiento de pupilas sirviese también para medir la cabezonería. Con las siguientes, el hombre relajó en parte su expresión y su mirada abandonó los ojos de Morgana para pasear por el antiguo despacho.
—Llévatela cuando quieras, si ella se apunta —dijo, haciendo un gesto con la cabeza—. Chloe tiene una visión mucho más grande que la mía. Si es capaz de hacer la mitad de las cosas que pretende, prosperará. La respeto y cada vez le doy más cuerda, pero todavía no ha llegado su momento.
Hizo una pausa, masticando sus últimas palabras, y cuando la exmilitar siguió hablando en un primer momento pestañeó, como si el cambio de tema le pillase por sorpresa con algo totalmente inesperado. Meditó un instante para sí mismo y cambió su postura, descruzando los brazos y echando el cuerpo hacia delante, con las manos apoyadas en sus muslos.
—Vaya —dijo—. Bueno, no me sorprende. A muchas de mis chicas también les gusta. Cuando el cabrón entra en el comedor se les van los ojos. —Chasqueó la lengua—. Pero él nunca les hace ni puto caso. Puedes estar tranquila. Tiene cabeza suficiente como para no meterse con tu cría... —Se detuvo un segundo, aunque su tono parecía indicar que no había terminado y que faltaba algún «pero» en esa frase—. Pero hablaré con él. Se lo dejaré claro.
-Te lo agradezco.-Asintió con la cabeza. Supuso un pequeño esfuerzo dar las gracias, palabra restringida en su vocabulario. Por eso la usaba cuando consideraba que tenía sentido hacerlo.
Miró una vez más a través de la ventana. Cogió la chaqueta y se la puso.
-He de reparar la valla, quiero aprovechar la luz que queda. Despídeme de Chloe, dile que es bienvenida a darse una vuelta conmigo. Que se pase por nuestro centro. Nos divertiremos.
Más relajada, se despidió de William con una sonrisa.
-Tu hospitalidad merece reconocimiento. Te conseguiré tabaco de verdad y no esas boñigas de vaca. Nos vemos pronto.
El hombre respondió con un leve gesto de cabeza al agradecimiento de Morgana, como quitándole importancia al asunto. Después se puso en pie al ver que la mujer se despedía y la siguió hacia la puerta.
—Eso no estaría nada mal —rió, con su comentario sobre el tabaco—. Se lo diré a Chloe. Y vuelve cuando quieras.
Con esas palabras se dio por despedido y se alejó en dirección a las escaleras al fondo del pasillo. Morgana encontró a los niños todavía en el comedor. Shamira estaba explicándole a Lincoln cómo funcionaba un revólver. Aprovechaba para ello las piezas de uno que alguien había desmontado, seguramente la misma persona que le había explicado a ella lo mismo que traspasaba ahora al chiquillo. Ambos enderezaron su postura al ver a la exmilitar y los tres no tardaron en salir de allí, para encaminarse de vuelta al refugio.
Veo que no has cerrado este episodio. A mí me gustaría preguntarles en el regreso cómo les ha ido, y acerca de los detalles del camino de ida (si es que puedo inventarme cosas que hayan visto). Entonces, ¿desarrollamos el regreso? ¿O lo hces tú de pasada si no lo ves tan importante? Imagino que irás saturada de escenas privadas XD
NdM. Lo dejé así ambiguo porque no estaba segura de si querías cerrar ya o te quedaba algo por hacer aquí XD. Pero sí que me interesa ir cerrando estas escenas de antes de la cena porque voy a ir abriendo ya las del resto de la noche. Si te parece, te propongo un punto intermedio: que hagas un post incluyendo todo lo que quieras tratar con ellos en el camino y luego yo te respondo a todo en una intervención. Si luego hace falta podemos hacer otro intercambio. Así nos lo ventilamos rápido.
Vale. Dijiste que no pusiéramos descripciones de cosas inventadas. ¿Puedo hacerlo con los detalles de esta mañana para preguntarle a los chicos? O puedo indicar que Morgana les interroga sobre eso. No se.
NdM. Sip, puedes echarle imaginación en este caso. Creo que tienes bien pillado el rollo al ambiente, así que dale caña ^^. según lo que te inventes y las tiradas que saquen los pequeños yo respondo en consecuencia.
De regreso, Morga repasó las conversaciones del día. Le gustaba examinar de nuevo los diferentes puntos de vista por si se le había escapado alguna cosa. Pero, acompañada por los críos, decidió dedicarles a ellos su atención.
-Bien, quiero un informe de la jornada. ¿Qué os ha parecido la excursión? ¿Qué habéis practicado con Chloe? –Era un ejercicio mental que ayudaba a fijar detalles y conceptos- ¿Y con Ramson? Soltó con intención.
Escuchó atenta. Luego prosiguió su interrogatorio.
-Esta mañana...Había un tipo en la ventana del quinto piso del bloque azul. ¿Es cierto? Y si es así, ¿llevaba gorra negra? ¿O el de la gorra era el mierda de vagabundo que meaba contra un árbol casi fuera de nuestro punto focal, en las proximidades de la antigua fuente? ¿Shamira?
Caminaron.
-¿De qué color eran las bragas de Chloe? Sobresalían por la parte de atrás, un poco. ¿Me podéis decir alguna cosa de la conversación del camino de ida? Todo esto es importante, jodidamente importante para vuestra supervivencia. Debéis controlar hasta el puto aleteo de un gorrión. La clase de mirada de quienes os rodean, la gota de sudor en su sien o el temblor en la barbilla. Su ropa. Sus cosas. Sus sucias manos. Es tan necesario como desmontar y montar una pistola a ciegas –echó una mirada significativa a Shami.
Caminaron.
-Os exijo tanto como a mí misma. No me pone cachonda tocaros los huevos. Hace meses pactamos que este es el plan. Instrucción diaria, entrenamiento. Soy una puta apisonadora, vale. Es lo que hay, chicos. Para besitos y abrazos tenéis a Clem.
En cuanto Morgana anunció que había llegado el momento de repasar aquel paseo que había sustituido al entrenamiento de aquella mañana, Shamira puso cara de circunstancias. De los dos, ella era la que más había protestado por ese tipo de exámenes, aunque a esas alturas ya no se molestaba en intentarlo. Había asumido que iba a suceder lo discutiese o no, así que suspiró resignada al empezar a hablar.
—La excursión ha estado bien, ha sido entretenida e instructiva al mismo tiempo —señaló, con el tono de quien intenta contentar a alguien—. Chloe nos llevó con los otros y estuvimos practicando caídas con unas colchonetas, girando al caer y así. Uno de los chicos nos lanzaba unas pelotas amarillas y teníamos que esquivarlas.
Intercambió una fugaz mirada con Lincoln, que se mantenía serio pero cuya mirada se alternaba entre las dos, como si desease intervenir, y le hizo un gesto para que siguiera él.
—Ransom nos enseñó unos rifles largos de francotirador. Y también nos enseñó una escopeta y un revólver. Nos explicó cuándo se usa cada uno pero no me dejó dispararlos —Las cejas del niño se fruncieron con algo que a todas luces le había parecido injusto.
Con las siguientes preguntas de Morgana resultó evidente en la cara de Shamira que no tenía ni idea de ninguna de las cosas que ella mencionaba. Sus mejillas se colorearon cuando la exmilitar le preguntó directamente a ella y tuvo que negar con la cabeza.
—No... No estoy segura. ¿Sí que la llevaba el del quinto piso? —probó suerte, dubitativa, para ser interrumpida de inmediato.
—¡Qué va! El tío de la gorra estaba en el tercer piso. Y el vagabundo no llevaba gorra, pero su jersey era granate. Con unos dibujitos como de ciervos con cuernos raros —precisó, atinando en cada detalle con cara de satisfacción.
Llegó otra batería de preguntas y Shamira terminó mirando sus pies, con la esperanza de que Lincoln respondiese antes de quedar en evidencia otra vez. Y así fue, el niño le echó un vistazo a la muchacha y se lanzó a hablar mientras asentía con la cabeza.
—Eran blancas, como con pintitas. —Llegó el momento de hablar del camino de ida y ahí el niño se quedó pensativo por primera vez, aunque no tardó en seguir hablando—. Hablasteis de unas bombas que mataban a la gente desde dentro. Y Clementine y Daniel hablaban de ti en voz baja cuando no te enterabas.
—Y luego hablamos de cómo compone Clem sus canciones —intervino Shamira, inspirándose de repente—. Y de ir a su siguiente actuación.
La jovencita siguió con su cara de circunstancias mientras Morgana repetía el plan que los dos niños habían aceptado, pero Lincoln parecía orgulloso de sí mismo por haber acertado todas las preguntas y con esas palabras empezó a caminar más erguido, hinchando un poco el pecho.
Motivo: Astucia Linc
Tirada: 4d6
Dificultad: 4+
Resultado: 4, 5, 4, 6 (Suma: 19)
Exitos: 4
Motivo: Dif alta
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 4, 1, 2 (Suma: 7)
Exitos: 1
Motivo: astucia Shami
Tirada: 2d6
Dificultad: 4+
Resultado: 1, 2 (Suma: 3)
Motivo: dif alta
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 2, 4, 2 (Suma: 8)
Exitos: 1
En la cara de piedra de Morga no se reveló la expresión de decepción y disgusto ya esperada por las respuestas de Shamina. Como siempre miraba hacia delante e intentaba ver y comprender la realidad tal y como era sin engañarse a sí misma, no se mosqueó ni cabreó. A fin de cuentas, Lincoln tuvo un pleno. Y Shamira poseía otras dotes. Con todo, no le gustaba el desarrollo de su instrucción; quería dos de dos.
No abrió la boca durante el resto del paseo de vuelta. Meditó acerca del próximo sermón. Odiaba los sermones, los que se veía obligada a dar a los soldados a su mando y los que recibía de sus superiores. De su santa madre, del cabrón de su padre, del hijo de puta de su padrasto. Al aproximarse al refugio, detuvo sus pasos. Miró a los dos jovencitos. Se acuclilló frente a ellos para estar a la altura de Lincoln. Habló despacio.
-A veces los amigos se separan. Toman decisiones, no ven las cosas de la misma manera. Conocen a otra gente.Yo me considero amiga vuestra. Lleváis un año y medio aguantándome -sonrió-. Hemos vivido momentos difíciles. Somos familia, ¿no? No hace falta la misma sangre para serlo. Yo no lo busqué, no lo quise, pero sucedió y aquí estamos.
En Major Morris.
-Quiero que sobreviváis. Fuertes, aquí y aquí -señaló su corazón y su cabeza-. Sin una puta pizca de debilidad en vuestros ánimos.
Ahora le tocaba el turno a la Morga áspera y cargada de espinas.
-No estoy para gilipolleces, ni para perder el tiempo con quien no lo aprovecha-desvió una dura mirada hacia Shami-.Puedes caer bien; mejor es ver venir la hostia y evitarla. Entiendo la fase por la que estás pasando, yo también la viví, y eso te obliga a esforzarte el doble, el triple, sin desfallecer.Me jodería encontrarte en una zanja con el cuello rajado o tirada en la calle con el culo sangrando. En particular porque eso me obligaría a destripar y cortarle la polla a quien te lo haya hecho. Quiero que seas una maldita zorra capaz de beberte la sangre todavía caliente de cualquiera que pretenda pasarse contigo.-Se puso en pie- Debes decidir si quieres seguir siendo mi hermana menor. No me voy a enfadar si quieres ir por libre.
Los dos niños detuvieron sus pasos cuando Morgana lo hizo y ya sus propias posturas corporales indicaban que ambos tenían bastante claro cómo les había ido en el interrogatorio. Lincoln tenía la barbilla alta y hasta sacaba un poco el pecho en lo que él consideraba una buena pose de soldado. Shamira, en cambio, se miraba los pies y parecía preparada para que le cayese encima un chaparrón.
La primera parte del discurso de la exmilitar hizo que el chaval pareciese crecerse un poco más. Asintió con la cabeza cuando ella dijo que eran familia, totalmente convencido de aquel hecho, como si Morgana hubiera dicho que el sol salía durante el día.
Pero siguió hablando y la dureza de la segunda parte de sus palabras hizo que Shamira fuese poco a poco palideciendo. Habían tenido sus encontronazos, sobre todo al principio, pero había algo en la forma calmada y cruda de Morgana de hablar aquella tarde que parecía sumarse a la certeza de no haberlo hecho bien que anidaba en la muchachita.
En un primer momento ninguno de los dos dijo nada. Los tres retomaron el camino hacia el antiguo centro de salud en que vivían, Shamira con la mirada todavía en el suelo y los labios tan apretados que parecían blancos, Lincoln dubitativo, alternando miradas de reojo entre las dos mujeres.
Pudo parecer que el asunto había quedado allí por el momento, que la chiquilla pensaría en ello en algún rato de soledad o terminaría olvidándolo. Pero cuando Lincoln ya había traspasado la puerta del Major Morris y le tocaba a ella, se giró de golpe, mirando a Morgana sin rastro alguno de alegría, pero una fuerte determinación brillando en su mirada.
—No quiero ir por libre. Me esforzaré más.
Y, con esas palabras, se dio la vuelta y entró en el edificio con zancadas tan largas que eran el paso previo a correr. No tardó en desaparecer, escondiéndose en algún lugar a rumiar la conversación, pero a la hora de la cena asomó por la sala común siendo de nuevo la de siempre. Haría falta que pasara algo de tiempo para que pudiera demostrar el poso que había calado en ella aquella tarde.