Partida Rol por web

Intuyó que igual se había pasado un poco con Trish. Morga poseía una capacidad innata e insana para transformar la mayoría de sus conversaciones en enfrentamientos. A pesar de la experiencia de la vida, su madurez no brillaba como una bombilla de cien vatios sino como la luz de un candil. El resto de niveles que le faltaban los sustituía por la artillería siempre a punto y engrasada.

Se miraron unos segundos. La inventora cambió de pronto de tema, Morga torció la boca, casi decepcionada cuando estaba preparándose para un combate verbal. Algo, pequeño, no sabía bien qué, dentro de ella agradeció no enzarzarse en disputas con la chica. Trish era una buena nena, optimista y vitalista, defendía su postura con beligerancia; lástima que se equivocaba.

Se mordió el labio superior. En realidad se había guardado un supuesto acerca de las bondades del Centro. Si ella, Morga, era buena para Major Morris. Estaba llegando al convencimiento de que la seguridad o apoyo que ofrecía no compensaba el elemento perturbador que representaba.

-Una revisión sencilla. Hasta donde yo se Cass no presenta ningún síntoma raro. Estas anomalías son unas tocahuevos, difíciles de encontrar su origen, incluso con los putos medios que teníamos antes. Le he dicho de ver a un médico amigo, no hemos concretado. ¿Tú sabes algo más de los desmayos, has notado algo extraño? La conoces mejor que nadie aquí.

Trish se alegró de ver que la militar aceptaba con facilidad aquel cambio de tema. Mejor, porque de seguir por otro camino quizá las cosas no acabasen tan bien. Escuchó lo que decía y asintió, demostrando que lo había entendido.

—No sé qué te habrá dicho Cass —comentó—, pero no creo que merezca la pena ver y pagar a un médico salvo que tenga máquinas para hacer pruebas. Los desmayos hasta ahora han sido una lata, pero siendo uno cada no sé cuántos años no creo que compense.

—Yo todo lo que sé —dijo después— lo he sabido hoy, no se lo había visto antes. Pero a mí me ha dicho que está bien y tú no has encontrado nada, así que por mi parte sin fallo. Si no le pasa hasta dentro de otros no sé cuántos años, creo que tenemos otras cosas más urgentes, ¿no crees?

-El pago no es problema. Me encargo yo. -Pensaba en Nicolás, él atendería a Cass con una afable sonrisa. Y a Morgana no le importaría echarle una mano durante una mañana extra-. Que no haya pasado desde hace años no es garantía de que mañana no le de un puto pasmo tres veces. A mí me parece importante. -Podría haber añadido, es tu hermana, tú veras, a mí me la pela. Pero lo segundo no era cierto y el estilo de Morga no era tan rastrero.

Aquello de cosas urgentes le hizo poner morritos de reflexión, giró un poco la cabeza y los ojos hacia el techo, se llevó un dedo a los labios, todo en actitud irónicamente pensativa.

-¿Cómo qué? -Se hizo la tonta-. Lo urgente y lo importante, una vieja cantinela. Si es urgente, decide Nick, ¿no? O yo, ¿no es así? ¿O es otra clase de urgencia que se puede decidir en democrácia?

Aunque Trish no dijo nada sí le sorprendió que Morgana estuviera dispuesta a encargarse de aquel pago, fuera el que fuera. Luego, cuando la mujer siguió hablando, la muchacha apartó la mirada hacia el frente. En cuanto a las cosas de Cassandra —o al menos en cuanto a eso— tenía clara su decisión: se haría lo que Cass dijera.

Acto seguido, cuando la militar le pidió un ejemplo de cosas que urgían a punto estuvo de contestar. Sin embargo ella siguió hablando, y para cuando acabó Trish negó con la cabeza.

—Con ese cuento a otra —le dijo—. En primer lugar, no es urgente. Y en segundo, aunque lo fuera, hay cosas que ni va a decidir Nick, ni vamos a decidir en democracia. Ir al médico o no es algo de Cass y sólo de Cass. Si ella quiere ir da igual quién lo pague: lo asumiremos. Y si ella no quiere, lo mismo da todo lo demás. Fin de la historia, no vamos a obligarla —enunció antes de mirar a Morgana más fijamente—. Ni a darle la coña.

Trish no había entendido la ironía de Morga y a qué se refería con el tema urgente. En su lugar se encontró con una respuesta contundente, su hermana era intocable, lo mismo que la propia Trish para Cass. En ese sentido las emociones estaban a flor de piel, algo que, más o menos, comprendía Morga por lo poco que sabía de su separación en el pasado. Sin embargo, para la exmarine, con el día que llevaba de enfrentamientos, atípico por el número de ellos, el vaso de la irritación estaba rebosando ya. Morga era del tipo de persona que pocas veces toma aire, respira hondo y se lo piensa dos veces. Y, aunque pensaba que definitivamente una cosa sí había sido buena, que estaba bien y no se arrepentía, acabó por enfurecerse y le tocó descargar la tormenta sobre la inventora.

-No hablaba de eso. Pero estamos de acuerdo en algo, hay cosas que no se van a decidir en tu puta democracia. Y daré la coña a quien me salga y cuando me salga justamente del coño. Y ni tú, ni nadie, ni Nick o su puta madre me va a decir lo que puedo o no hacer.

Morgana dio un paso hacia atrás. Su expresión se había transformado directamente a una cara de muy mala leche.

-Supongo que no tenemos nada más de qué hablar esta noche. Que duermas bien. –Se giró hacia la puerta, pero no se marchó todavía, no quería actuar como Clem en la cena. Se quedó a medias en su movimiento, para dar la oportunidad a Trish si quería contestarle alguna cosa, como por el hecho de que recordó algo-. Jimmy. ¿Te ha dicho algo más acerca de la comunidad de la que procede esa zorra? No tiene nada que ver con esta conversación, quiero saber qué clase de mierda vamos a tener que enfrentar.

Al oír cómo Morgana tergiversaba aquello que Trish había dicho para volver al tema de la democracia la muchacha la dio por imposible. No creía que la mujer fuera tan corta de miras que no viera la diferencia entre votar lo del bebé, que era cosa de todos, a votar si su hermana tenía que ir al médico o no. Más bien lo que sí creía Trish era que Morgana seguía con ganas de discutir, como bien demostró con cada frase que soltó. Al menos hasta que de repente decidió que se marchaba.

Trish hizo un gesto con la mano, despidiéndose, antes de decir un —Buenas noches — que no respondía a ninguna de las otras cosas que la militar había soltado. Sin embargo cuando ella se detuvo y nombró al chico que les había visitado Trish volvió a girarse hacia ella. Escuchó lo que decía, y fue evidente que no le gustó ni lo que decía ni tampoco cómo lo decía.

—Sólo me ha dicho que le pediste información gratis —le dijo—. Que luego te ofreció un trato pero decidiste pasar.

Fue bastante claro que la muchacha estuvo a punto de añadir algo más. Sin embargo hizo algo lo que no estaba acostumbrada, reteniendo su lengua por el bien de todos.

—Buenas noches, Morgana —repitió, sentándose de nuevo en la silla de trabajo y colocándose de cara hacia la mesa.

No se entendían. Era como si cada una hablase un idioma diferente e incomprensible para la otra. Había entrado en el taller con la sana intención de charlar un poco amistosamente, y el resultado fue todo lo contrario. ¿Dónde se había torcido la conversación?

Esperó unos instantes, recibió el segundo buenas noches y nada más. Trish se guardaba algo. Morgana giró un poco la cabeza a un lado, dubitativa, observando a la inventora peliazul lo mismo que a una presa sobre la que saltar, con intención de exigirle que le dijera lo que sabía. Que no era solo para ella, sino que resultaba información importante para todos. Trish no la entendía, lo mismo que Jimmy. “Cegados por el espejismo  de la realidad, ignorantes e ingenuos en su juventud, sabios en sus verdades mediocres.”

-Esa es una versión superficial. Demuestra que Jimmy tiene poco seso y visión de su entorno. Tú eres más inteligente.

No se decidía a marchar. Intentó rebajar el tono, parpadeó y se pasó los dedos por las comisuras de los labios, llenándose los pulmones de paciencia y liberando irritación.

-Si te dio más información te pido que la sueltes. Te lo pregunto cómo amiga. O si lo prefieres como la encargada de la seguridad del Centro.

Después de despedirse Trish aguardó, esperando oír la puerta cerrarse de un momento a otro. Sin embargo lo único que oyó fue a la militar hablando de nuevo. La miró durante un instante cuando dijo que aquello era una versión superficial, como esperando a que ella diera la suya propia... Pero eso no llegó, lo cual hizo pensar a Trish que no andaba tan desencaminada. Y con aquel halago, diciéndole que era inteligente tras todo lo que había dicho ya, la muchacha tuvo claro que sólo quería hacerle la pelota.

La sorpresa fue no sólo que Morgana pasase de las exigencias a las peticiones, y más aún que lo hiciera como amiga. Otra noche habría podido llegar a creerlo. Esa, no tanto. Aquel añadido final, en cambio, fue la puntilla.

—No sé qué te has creído, Morgana, pero yo a Jimmy lo he conocido hoy —le dijo—. Y he pagado por cada pedazo de información que vino a dar.

Una vez más estuvo a punto de dejarlo ahí, pero aquella vez optó por continuar. Estaba claro que la militar no iba a darse por vencida.

—Y voy a pagar también por las cosas que vosotros le habéis preguntado, pidiendo cosas de más aunque ya las supiéramos. —Trish masticaba aquellas palabras, demostrando que era aquel punto el que la tenía molesta en cuanto a Morgana intentando obtener información sin pagar—. Y ni así he tratado de escaquearme, o de decirle a Jimmy que os pidiese lo que fuera a cualquiera de vosotros. Fue un riesgo que asumí, y yo me lo como.

Llegado ese punto Trish se giró para mirar a Morgana directamente. La verdad es que no le gustaba discutir, no encontraba en ello ningún placer. Pero la presencia de la mujer había encendido la noche una y otra vez, y había cosas que no estaba dispuesta a pasar.

—Pero como amiga ni te has preocupado de qué voy a dar yo o qué va a dar Nick a cambio de esto, así que esa moto se la vendes a otra, si es que hay alguien que te la compre —dijo antes de una breve pausa—. Y como encargada de seguridad no has estado dispuesta a pagar una mierda para saber lo que querías, así que no te importará tanto.

—Así que déjate de historias, Morgana. Cada cosa que se ha sabido aquí del crío ha sido cosa mía, y no he esperado que nadie me diera las gracias. Podía hacerlo y era útil, así que lo hice y punto. Pero las exigencias puedes guardártelas, y más si vas a venir de colega para hacerlas.

Así que todo se reducía a una cuestión de reconocimiento, de qué buena soy, me lo curro y quiero aplausos aunque no lo diga. Al menos era como la mente de Morgana lo pensaba y leía a Trish.

No interrumpió a la chica. Fue patente una vez más lo lejos y lejos que se sentía de personas como la inventora, intentando comprenderla, y que ella lo hiciese. Su talón de Aquilés siempre fue la comunicación, el entendimiento con los demás, incapaz de superar esa barrera emocional y fuente constante de conflictos. Morgana no respondió echándole en cara que Trish no se explicase en la cena; no le dijo que la marine no preguntó nada precisamente para no aumentar el precio. No le dijo que dio por sentado que Jimmy era su amigo y que el pago, o parte del mismo, fueron los contactos de Nick. Tampoco abrió la boca para agradecerle que confiase más en el soplagaitas del conseguidor que en Morga, después de casi un año de convivencia, y que no tuviese ni idea de su conversación pero aún así la juzgase mal. Morgana no consideraba la necesidad de justificarse y permaneció en silencio mientras la jovencita descargaba la caballería sobre ella. Una veinteañera no demasiado distinta de la que fue Morga y tantas otras jóvenes sabelotodos, a la que le quedaba mucho por vivir y aprender.

Morga torció la boca una vez más. La peliazul se merecía un sopapo, y ganas no le faltaban de soltárselo, pero Morgana no haría tal cosa por una, al fin y al cabo, pataleta. Le cabreaba más lo que dijo antes y el modo, que esto.

- Me lo has dejado muy claro. Y solo te doy la razón en una puta cosa: en tus propias palabras, no se conoce de verdad a nadie porque sea tu amiga de refugio.

Se mordió los labios en ese tic habitual y, antes de marcharse, tuvo que dejar la impronta de su estilo habitual:

-Es una mierda que una polla de fuera te tire más que una amistad de dentro.Pásalo bien, nunca se sabe cuando un tío se quedará sin huevos.

Trish esperaba que Morgana se marchase enfadada, por ejemplo. O si se quedaba a contestar, que le soltara cuatro idioteces y luego se marchase. Pero en lugar de eso lo que hizo fue lanzarle un golpe bajo directamente al estómago con aquello de la amiga de refugio. No por su amistad, ni mucho menos, sino por sacar y poner sobre la mesa en forma de ataque lo que Trish le había contado antes. Estaba claro que había con personas con quienes la intimidad y la confianza no eran una opción.

Antes de que la muchacha respondiera la militar siguió hablando, demostrando lo poco que había entendido de lo que había pasado. Estaba claro que Morgana interpretaba las cosas como quería, tomaba sus propias decisiones y no veía más allá.

—¿Me has oído decir que sepa más? —preguntó Trish entonces. No llegó a levantarse, pero sí echó su cuerpo hacia adelante y apoyó una mano en la mesa, a su lado, dispuesta a ponerse en pie si la cosa seguía por ahí—. Coño, a lo mejor lo he dicho y no me he dado cuenta, pero me parece a mí que no.

En ese punto sí se levantó, aunque no caminó hacia la puerta.

—No he antepuesto nada a la gente de aquí dentro. No me he callado lo que me haya contado, porque no me ha contado nada, grábatelo ya en la puta cabeza.

—¿Sabes cuál es tu problema, Morgana? —preguntó también de manera retórica aunque no tardó en contestar—. Que hablas de amistad, pero mira cómo tratas a todo el puto mundo ¿Tú eres mi amiga, en serio? ¡Venga! Te da igual lo que hagamos por el grupo. Siempre que hay algo que no te mola conviertes a quien sea en tu puto enemigo. 

—¿A qué cojones viene lo que me acabas de decir, Morgana? Ya te lo he dicho: sólo me dijo que le pediste información gratis. Y sí, manda huevos que si tan importante te parece lo que querías saber no puedas pagar como hacemos todos. Joder, con la encargada de la seguridad del Centro. Esperemos que estar seguros no dependa de que tengas que hacer algo por alguien, porque si no ya estamos muertos.