Al oír la primera pregunta de Daniel Trish asintió con la cabeza con una pequeña sonrisa. Escuchó cómo continuó hablando su amigo, y tomó sus palabras como si estuvieran llenas de una mezcla de complicidad e ironía. Para la muchacha de pelo azul Dan había comprendido lo que decía, y por qué, y precisamente estaba exagerando tal y como debían hacer en el Morris. Y lo cierto es que Daniel hablaba de una forma tan convincente que Trish decidió dejar que fuese él quien se lo explicara a los otros.
Sin embargo, cuando Cassandra intervino, la inventora se dio cuenta de que quizá se había equivocado de cabo a rabo. Miró a su hermana y luego a Daniel, intentando leer en sus actitudes el punto en el que se encontraban, y al final acabó decidiendo ser totalmente clara.
—Es lo que dice Cass —comentó entonces—. Que Lis tiene miedo es evidente, pero no creo que el peligro que describe sea tan real.
Hizo una pequeña pausa mirando al frente antes de encogerse de hombros.
—Nos guste o no, niños desaparecen en todas partes —prosiguió—. Ella y Janine están desde pequeñas allí, y han crecido sin problemas. Y tienen una escuela y todo: está claro que no desaparecen, ni mucho menos, todos los críos que nacen, ni nada así. Está claro que a Lis le movió el miedo. Y puede que tenga sus motivos. Pero el problema no es tan grave como para dar por hecho que alguien se va a llevar a cualquier chaval. No sabemos si desaparecen más o menos que en La Comunidad, por ejemplo, y allí no les va nada mal.
Sopesó lo que decían las hermanas. Las entendía, pero no compartía lo que decían. Para él, el miedo de Lis era fundado. ¿Y acaso que no desaparecieran por docenas implicaba un peligro menos real? Y en todo caso, les faltaban datos. No sabían cuántos niños habían desaparecido de aquella zona ni en cuánto tiempo se dilataban aquellos raptos.
-Entiendo lo que decís -dijo aunque se le veía dubitativo. No sentía la necesidad de disimular u ocultar su reticencia a lo que ellas afirmaban. Eran amigos y compañeros de una misma comunidad. Pensar era libre, respetar al otro, obligatorio. Y la decisión que se tomara, la cumpliría a pies juntillas-. Lis no ha dicho todo. Es normal. Somos unos desconocidos, aunque unos desconocidos en cuya puerta ha dejado a su hijo. Quizá lo que ha callado nos hubiera dado más respuestas. Quizá haber hablado con los paisanos o incluso con Janine nos hubiera permitido saber más. Joder, soy tonto -dijo palmeándose la frente por haber dejado escapar aquella oportunidad de interrogar a la jovencita.
Suspiró resignado.
-Okey. Se hace como decís. Las amas ordenan. El siervo obedece -se inclinó servilmente aunque una carcajada imposible de evitar le obligó a incorporarse-. Y si queréis yo mismo me encargo de comentarlo. Un poco de teatro sin excesos y hasta Morgana llorará mientras acoge a Thiago entre sus protectores pechos. ¿O serán granadas? Espero que Thiago no tire del pezón o... BOOOOOM -las carcajadas de Daniel resonaron estentóreas mientras avanzaban.
Al oír que Daniel entendía lo que exponían Trish asintió con una breve sonrisa y llevó los ojos hacia su hermana. Esperaba que estuviera satisfecha, desde luego.
Después de eso la chica siguió escuchando a su amigo, con los ojos repartidos por momentos entre él y el frente. Negó con la cabeza en cuanto él se llamó tonto a sí mismo y llevó una mano al hombro del chico antes de hablar.
—Nada de eso —protestó—. Todos estábamos allí, y ninguno preguntó más. Bueno, preguntamos por el padre a las dos, y ninguna quiso decir nada, así que no te rayes. Si hubieran querido que supiéramos más nos lo habrían contado. Y de todas formas, sabemos todo lo que necesitamos —afirmó aparentemente convencida.
Acto seguido, con las payasadas que Daniel empezó a encadenar, Trish empezó sonriendo y acabó por reír de buena gana.
—Yo creo que Morgana es, directamente, una mina antipersona de pies a cabeza —opinó bromeando antes de mirar al chico y ofrecerle un trato—. Pero venga, si eres capaz de hacerla llorar me encargo dos semanas del té —prometió sin plantearlo como una apuesta, pues el recíproco no sería justo. Después de eso miró hacia el frente.
—¿Con qué queréis que paguemos la vuelta, chicos?
Las palabras de la joven acabaron de tranquilizar a Cassandra, no sabía si era el tono, los gestos o qué, pero la peliazul tenía ese efecto en ella. Tenerla cerca era bueno, los pasos de la morena se distendieron y, a pesar de seguir controlando el entorno, se relajó.
La buscadora oyó a Daniel y luego a Trish, y no pudo evitar que las comisuras de sus labios se curvaran hacia arriba en una sonrisa que reprimió para que no fuera a más. Tenía una reputación que mantener. Pero no pudo contener a su lengua de añadir su opinión al respecto de la ex militar.
-Más bien un explosivo de proximidad... -su mente rememorando situaciones pasadas con la mujer -Cuidado con lo que apostáis, sus lágrimas pueden ser peores que la nitro.
Su cuerpo se removió inquieto, acomodando la mochila, mientras sus ojos miraron al suelo durante un instante. Con la pregunta de su hermana se mordió ligeramente el labio, lamentaba no haber pensado en eso y no tener nada.
-La maria que has sacado antes, ¿era toda? Yo no tengo nada especial.
Negó ligeramente con la cabeza mientras pedía perdón con los ojos, ella no era nada especial.
-Tengo otro condón, si fuera necesario -dijo sin reticencias-, aunque el peaje de salida debería ser más barato que el de entrada, salvo que además de salir, queramos respuestas. ¿Nos atrevemos a hacer preguntas o pasamos? Si nos atrevemos, follar con plástico es una buena moneda. Si no, es desperdiciarlo.
Al escuchar la respuesta de su hermana Trish siguió caminando con la sonrisa colgada de los labios. No había malicia real en sus comentarios sobre Morgana, pero sí le había resultado divertido aquel momento de distensión. Para la muchacha de pelo azul había muchas cosas de las que preocuparse como para que algún roce por la convivencia supusiera un problema. Estaban juntos porque se necesitaban más que cualquier otra cosa y eso lo tenía claro.
Cuando después de algunos pasos su hermana volvió a hablar Trish se llevó una mano al bolsillo.
—No era toda, no —aseguró—, pero quería tirarme un poco el moco a ver si nos dejaban pasar sólo con eso.
Después de decir eso miró a Daniel.
—Si nos hubieran cobrado para entrar en la comunidad, quizá, pero era cruzar el puente: nos dirán que se la sopla lo que sea para nosotros entrar o salir, que para ellos sólo es cruzar —expuso antes de palmear el bolsillo por la parte de fuera—. Así que a esta invito yo. Aún así... ¿Qué quieres preguntarles, por los críos desaparecidos?
Daniel asintió con la cabeza, al tiempo que sonreía tímidamente.
-Pues sí, me gustaría pero solo si lo creéis conveniente o no creáis que nos compromete. Lo haría de forma casual, sin mencionar a nadie en particular. Quizá a ese bebé que desapareció, como un rumor de la comunidad.
Mientras los tres viajeros iban hablando, el puente se iba haciendo cada vez más presente entre la niebla y no tardaron en llegar a él. Custodiándolo estaban las tres personas que habían visto al pasar la primera vez, con la diferencia de que en esta ocasión sí parecieron prestarles la atención debida.
En la parte de la izquierda había una mujer con una melena pelirroja, corta y enmarañada. Era alta, sus labios dibujaban una fina línea y sus ojos poseían la frialdad de quien ha visto lo suficiente para estar de vuelta de todo. Una semiautomática colgaba del hombro y quedaba cerca de su cintura, al alcance de su mano en un rápido movimiento.
En el centro estaba otra mujer, de corta estatura y hombros cuadrados. Iba enteramente vestida de negro, de tez pálida y pecosa y cabello moreno y corto, peinado hacia un lado. Se podía ver un tatuaje de finas líneas rojas que asomaba por el cuello de su jersey. En una de sus manos llevaba una daga de hoja ancha que empuñaba a modo de katar.
Finalmente, a la derecha había un hombre corpulento, con el pelo rapado casi por completo salvo por una cresta del mismo color cobrizo que su poblada barba. Él llevaba una automática en la mano, pero también una espada de hoja curva colgada de su cintura.
Fue la mujer bajita la que se adelantó un paso para recibir a los habitantes del Morris cuando llegaron a su altura. Su mirada los recorrió a los tres antes de hablar, con una voz grave, algo cascada.
—Si queréis pasar tenéis que pagar —anunció sin darle mucho bombo, como si fuese una información rutinaria y le pareciese innecesaria—. Ya sabéis cómo va.
Al escuchar la respuesta de Daniel Trish se encogió de hombros, aceptando las palabras y la idea del chico. Por intentarlo, después de todo, no pasaba nada.
En el último tramo de camino al puente la muchacha se mantuvo en silencio, con una expresión tranquila y los pasos de quien no tiene prisa real, pero tampoco ningún motivo para rezagarse. Sí tenía ganas de llegar al mercado pronto, pero más por la curiosidad de ver qué encontraban que cualquier otra cosa. Y aún así, antes esperaba pasar por el Morris.
En cuanto llegó y vio a esos tres Trish se acercó al encuentro de la que caminaba en dirección a ellos. Sacó prácticamente toda la marihuana que llevaba en el bolsillo, que según sus cálculos debería dar para pasar los tres y un poco más, por el tema de las preguntas de Daniel.
—Ahí tienes —ofreció—. Noah dijo que era de puta madre.
Daniel miró las caras de aquellos tres y suspiró. De alguna manera pensaba que se relacionaría directamente con los tres que inicialmente habían encontrado, sin ser consciente de que los dos extremos del puente estaban controlados. Sin duda, la logística no era lo suyo y Morgana le hubiera condenado a doscientas flexiones por algo como aquello. No obstante, no estaba dispuesto a desperdiciar oportunidades porque más valía pájaro en mano que un pollo dibujado en un papel.
Ante la afirmación de Trish, simplemente asintió con la cabeza, aunque la sutil vehemencia de su gesto más parecía ratificar lo supuestamente dicho por Noah que lo que Trish en sí decía.
-Y ya va siendo hora de dejar esto y de regresar a casa. Esas historias de secuestros y desapariciones me han dejado mal cuerpo. Hasta bebés -dijo de forma casual-. No debe ser fácil ofrecer protección y ver cómo ocurren esas cosas ante vuestros ojos sin poder hacer nada -dijo mirando seria y preocupadamente a la mujer que les había hablado.
Tirada oculta
Motivo: Presencia
Tirada: 4d6
Resultado: 5, 2, 3, 1 (Suma: 11)
Cassandra prefería no hacer preguntas, no llamar más la atención de lo que ya lo habían hecho, pero se mantuvo en silencio mientras su hermana respondía a Daniel. Intentaba no dejarse llevar por su paranoia y confiar en ellos.
Los tres del puente le dieron más mal rollo que los del otro lado, quizás era debido a que ahora quería volver a casa y que les negasen el paso sería un problema mucho más grave que si no les hubiesen dejado salir, pero se dijo que, a malas, si un condón había pagado un viaje debería poder pagar el otro. Se forzó a respirar de forma tranquila, sus manos se cogían a las correas de la mochila en un gesto de descanso, y sus ojos miraban a los tres individuos alternativamente, como midiendo cuál de ellos era más peligroso. El tatuaje que asomaba por la parte descubierta del cuello de la mujer del centro le llamó la atención y su mirada se detuvo en ella, o en esa zona de su anatomía, un poco más que en el resto.
La intervención del chico comentando las desapariciones empezó tranquilizando a la buscadora, pero con la coletilla final haciéndolos casi responsables, aguantó el aliento.
Tirada oculta
Motivo: Tatuaje?
Tirada: 4d6
Resultado: 1, 3, 6, 6 (Suma: 16)
La mujer echó un vistazo a la hierba que Trish le ofrecía, extendió un dedo y hurgó en ella, después apretó un poco uno de los cogollos, como valorando su calidad. Su expresión no cambió durante ese proceso, pero cuando levantó la mirada de la mano de la muchacha, asintió.
Parecía que iba a ratificar aquel gesto con su voz, pero las palabras de Daniel llegaron antes y le prestó atención. Su ceño se frunció un poquito y parecía estar dudando sobre cómo tomarse lo que había dicho el chico. Desde algunos metros a su derecha, la otra mujer resopló entre dientes, pendiente de la conversación. Tardó un segundo entero en hablar y cuando lo hizo su tono fue algo cortante.
—Me suda el coño tu opinión, chaval —declaró, para después chasquear la lengua—. Ni sé de qué hablas, ni me importan tus historias, pero si no quieres problemas coge tu bonito culo y lárgate.
Incluso la amenaza parecía algo cargada de desidia, como si también fuese algo rutinario para ella. Entonces miró a las dos chicas.
—Es suficiente. Podéis pasar.
Y con esas palabras se movió un poco para dejar pasar a los tres.
Tirada oculta
Motivo: Dif alta para Dan
Tirada: 4d6
Dificultad: 4+
Resultado: 4, 2, 6, 1 (Suma: 13)
Exitos: 2
Tirada oculta
Motivo: Dif normal para Cass
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 3, 5, 5 (Suma: 13)
Exitos: 2
La mirada de Cass recorrió los tatuajes que emergían de la ropa de aquella mujer, escrutándolos en busca de algo que llamase su atención... pero tan sólo se veía una pequeña parte de ellos, escaso para llegar a algo concluyente. Desde luego no parecían líneas al azar, pero era difícil definir si se entrelazaban con un criterio estético o había algo más en aquellos dibujos. Quizá cuando llegase al refugio y pudiese ir a Conector podría investigar al respecto.
La respuesta que llegó a la pregunta 'ocasional' de Daniel no les iluminó con ningún nuevo conocimiento, porque que el chico tenía un buen culo lo sabían todos, Cass estaba empezando a echar en falta el aire en sus pulmones cuando recibieron el permiso para continuar.
-Hasta otra. -dijo volviendo a respirar mientras se apresuraba a ponerse en movimiento.
Los pies le quemaban por volver al Morris, aunque como no estaba segura de las intenciones de su hermana y no pensaba dejarla vagar sola, al menos ese día, no se relajó. Siguió mirando a su alrededor, intentando ver un poco más allá del borde de la niebla, siempre queriendo ver las cosas antes de que pasasen.
Que la tía era una borde y una malhablada quedaba claro. Que tenía buen gusto también, si uno quería refugiarse en lo único medio agradable que había dicho y no se sintiera reducido a un culo que admirar. Pero si lo que decía era cierto, aumentaba las preguntas y restaba respuestas. Si no sabía a qué se refería, malo. Y la verdad, por su actitud, no parecía que la tipa aquella mintiera.
Miró a las dos hermanas, se encogió de hombros y siguió los pasos de Cass cuando esta se puso en marcha.
-Bonito tatuaje - dijo a su paso junto a la mujer, al tiempo que sonreía a esta, como si la amenaza de hace unos segundos no le hubiera molestado lo más mínimo-. Y que tengas un buen día.
Al escuchar cómo Daniel entró a aquella mujer para sacarle información Trish tuvo que contener la sonrisa. Estaba claro que ir de tapadillo no era el fuerte del chico, lo que lo hacía aún más adorable. La chica veía pocas cosas que se pudieran responder a aquello y que no implicasen un «Sí, no sabemos hacer el curro por el que cobramos a la peña», y estaba claro que eso no lo iban a decir.
La respuesta de la mujer se le hizo divertida y pudo dejar de contener aquella sonrisa que luchaba por salir. Información habían obtenido poca y habían pagado marihuana de más, pero desde luego Trish no se iba a poner a reclamar. Acababa de confirmar, eso sí, lo que había dado por hecho en el primer trayecto: aquella gente no era idiota, y si podía cobrar de más lo iba a hacer sin dudarlo.
A pesar de que Trish solía hablar más de lo que callaba no dijo nada mientras siguió andando, no al menos a aquella mujer. Entre Dan y Cass ya se habían despedido por los tres. Siguió caminando con tranquilidad, y el rastro de la sonrisa aún en el rostro, dispuesta a llegar al Morris cuanto antes e ir al mercado. En el otro lado del puente, eso sí, dedicaría un gesto de saludo al menos al tal Noah. El tipo no le había caído mal.
La mujer sólo respondió con un chasquido de lengua al comentario de Daniel sobre su tatuaje y no dijo nada a las despedidas ni del chico ni de Cass. Se limitó a devolver su mirada al frente y guardarse en el bolsillo la marihuana con la que habían pagado el paso.
Al otro lado del puente se cruzaron con los mismos tres que habían visto al llegar. Estaban en ese momento hablando con una mujer de cabellos oscuros, con aire autoritario. Ni la rubia ni el tipo de la espada les dedicaron más que una mirada, pero el que se había presentado como Noah sí que apartó su atención de la mujer para hacerles un gesto de despedida al verlos pasar.
Una vez atravesado el puente y de vuelta en Manhattan el resto del camino de regreso hacia el refugio fue bastante tranquilo. La niebla iba levantándose de forma perezosa, arrastrando aún sus jirones por el suelo. Pronto estuvieron en Sugar Hill, sabiendo más de lo que sabían antes del viaje, pero también con nuevas incertidumbres y preocupaciones sobre sus espaldas.