Shamira no tardó ni un segundo en ponerse en pie, asentía con la cabeza dispuesta a hacer lo que había dicho Morgana y parecía feliz de formar parte del grupo que enseñaría el refugio a la recién llegada. A Lincoln, por el contrario, pareció que no le hacía tanta gracia y que solamente se sumaba porque la mirada de la exmilitar no le dejaba otra opción. No protestó, ni rechistó, pero la expresión de disgusto que torcía su boca no dejaba mucho lugar a interpretación.
Y así, el grupo que se había reunido para dar la bienvenida a la nueva integrante del refugio se fue disolviendo. Algunos les acompañaron en aquel paseo por el Major Morris, otros se dispersaron en distintas direcciones, y la noche continuó deslizándose alrededor del edificio.