Partida Rol por web

Al oír que no se trataba de una broma Trish dio un par de pasos en la dirección en la que estaba mirando, entrecerrando un poco los ojos. Desde luego un túnel no era el lugar más sencillo para buscar algo que ni siquiera sabía qué era, y también existía la posibilidad de haberlo dejado ya atrás...

No se detuvo cuando Jimmy reaccionó, sino que dio otro paso hacia adelante justo antes de ver aquella cosa. Trish palideció, con las pupilas fijas en aquellas filas de dientes. Su primer instinto no fue darse la vuelta y echar a correr, sino terminar de avanzar deprisa hasta donde estaba el conseguidor y dar un tirón hacia atrás de su mochila. Mientras tanto dio un repaso de la criatura. ¿Sus patas salían de todas las zonas de su cuerpo, o tenía un arriba y un abajo? ¿Tenía ojos? Cualquier cosa que le pudiera ser de ayuda... O que poder contar más adelante.

—Corre —le dijo, y entonces ella misma se dio la vuelta y empezó a correr hacia la parte delantera del tren. No sabía si esa cosa iba a arrollarlos, si se largaría en el primer desvío, o si sería capaz de comerse medio vagón... Pero desde luego no iba a quedarse allí para comprobarlo—. ¡Vamos!

Corrió tanto como las piernas se lo permitieron, esperando llegar al siguiente vagón cuanto antes y asegurándose de que Jimmy la acompañaba. Nunca había creído que aquellas historias fuesen reales... Pero el engendro estaba allí, detrás de ellos, y desde luego parecía peligroso. No sabía cuánto llevaría existiendo, pero estaba segura de que no quería quedarse a comprobar de qué se había alimentado durante ese tiempo.

En aquel rápido examen Trish pudo notar que el ser que perseguía al tren no parecía tener ojos y, sin embargo, se movía rápido siguiendo su objetivo... que parecía ser el mismo vagón. Las patas se distribuían en dos hileras, pero en aquel momento no las estaba usando sino que se impulsaba con movimientos serpenteantes de la mole que era su propio cuerpo. 

En cuanto notó el tirón en la mochila Jimmy se dio la vuelta y echó a correr. Era rápido y en un par de zancadas había alcanzado a la chica. La cogió de la mano y tiró de ella para ayudarla a correr más hacia la puerta del otro extremo del vagón. 

Antes de que llegasen a abrirla un crujido estremecedor sonó a su espalda, seguido del ruido zumbante del tren al moverse. Aquella especie de gusano había arrancado un trozo del vagón y su cuerpo se curvaba, preparándose para una nueva embestida. De algún modo parecía que no le interesaba devorar el metal o el plástico que conformaban el esqueleto del tren, sino que buscaba algo en su interior, algo vivo.

—Me cago en la puta —maldijo Jimmy entre dientes cuando abrió la puerta y empujó a Trish para que pasara antes que él—. Corre, Trish. ¡Corre! 

En el vagón al que llegaban había un hombre tumbado usando dos asientos que parecía demasiado borracho o colocado como para enterarse siquiera de lo que sucedía a su alrededor. Y mientras los dos jóvenes entraban en él, la criatura ya había arrancado a trozos algo menos de la mitad del vagón del que venían. 

En el momento en que Trish notó la mano de Jimmy tirando de ella no tuvo ni un solo pensamiento romántico. Tampoco pensó en cuando antes se la había agarrado, ni en nada que no fuera correr, correr y correr. Sí se planteó si él no iría más rápido sin ella... Y si llegado el caso no debería soltarle.

Al oír aquel crujido Trish giró el cuello para mirar atrás y lo que vio la aterrorizó. Había tenido la esperanza de que aquella criatura se dedicase simplemente a seguir al tren... Pero estaba claro que no iba a ser el caso.

No contestó a las palabras de Jimmy. Le faltaba el aire. Siguió corriendo tan rápido como podía, y al ver a aquel hombre tumbado volvió a mirar atrás.

—¡Eh! —gritó sin dejar de correr—. ¡Espabila!

Antes de pasar al primer vagón Trish tuvo una idea. La única que creía que les serviría, en realidad.

—¡Jimmy! —dijo jadeando—. ¿Adónde íbamos? —preguntó, y apretó su mano para demostrar que aquello era más importante que una chaladura que se le hubiera ocurrido en un momento de peligro—. ¿Dónde es el trabajo?

El tipo del vagón llevó una mirada desvaída hacia la chica, pero no hizo ningún movimiento para levantarse y al instante siguiente estaba mirando de nuevo hacia el techo. No parecía importarle lo que pudiera pasar, tal vez por no considerar la posibilidad de ser devorado por un gusano gigante o quizás porque estaba demasiado colocado como para enterarse de nada. 

Jimmy corría, tirando de la mano de Trish hacia el siguiente vagón. De tanto en cuando echaba la mirada por encima del hombro, pero no se detuvo hasta que no llegaron a la siguiente puerta. Para ese momento los sonidos que provenían del vagón de cola hacían pensar que no debía quedar mucho de él y el propio tren se bamboleaba, zarandeado por los movimientos de la criatura. 

—¿Qué? ¿Para qu~ —El chico miró desconcertado a Trish al escuchar su pregunta y por un momento frunció el ceño, como si estuviese a punto de preguntar a qué venía aquello. Pero sacudió la cabeza dejando las dudas para después y abrió la puerta que les llevaría al primer vagón—. En Brooklyn, en Red Hook —respondió, mientras dejaba pasar primero a Trish, apremiándola—. Vamos, corre. Tenemos que ganar ventaja. 

Trish notaba el pulso de su corazón en el pecho y en la garganta. Se había detenido a un paso de la puerta al vagón delantero, con la idea de intentar saltar a través de ella palpitando en sus sienes. No sabía si sería capaz, y si no lo hacía quizá acabarían muertos. La muchacha apretaba los dientes con fuerza, y al oír a Jimmy maldijo para sus adentros. Con la tensión no se le ocurría ninguna referencia cercana. Dentro de ella se producía una lucha entre la razón, que siempre la había acompañado, y la fe. No podía explicar cómo hacía aquello, y una parte de sí misma quería buscar otras soluciones, no depender de algo que no comprendía.

Al final resopló y pasó al siguiente vagón antes de darse la vuelta. De inmediato buscó arriba y abajo alguna forma de desenganchar ambos. Si se quedaban con sólo uno, quizá aquella cosa se atragantase. O quizá le bastase con el tipo drogado. O quizá tardase tanto en comerse el trozo de tren que le estarían regalando que para entonces ya estarían bien lejos. En cualquier caso, tenía que probarlo antes que lanzarse a ciegas a algo que quizá ni siquiera funcionase.

El tic-tac de la mente de Trish se movía tan rápido que los sonidos casi se superponían. No recordaba ningún lugar conocido en Brooklyn, pero eso de Red Hook trajo un chispazo de iluminación a su memoria. Nick le había contado algo de ese lugar junto a los muelles, una historia seguramente inventada, como solía hacer cuando estaba de buen humor. Sin embargo, no era la historia lo que podía resultarle interesante en ese momento, sino darse cuenta de que aquel lugar no debía estar muy lejos del City Hall, zona que los dos habían frecuentado mucho por ser la residencia de Dima. 

Jimmy pasó también al primer vagón y parecía tener intención de continuar hacia la puerta que los separaba del conductor, pero al ver que ella se detenía a mirar arriba y abajo, se quedó a su lado. 

—Trish... —llamó, llevando la vista hacia el vagón del que venían.

Sin embargo, ella estaba concentrada, intentando comprender el mecanismo que tenía delante. Aquel enganche parecía firme y automático, tapado con un carenado. Trish había visto alguno así en los libros que tenía El Relojero y sabía cómo sería por debajo, con dos cilindros de aire que giraban en el interior de la carcasa. No había mangas para el paso de freno y parecía conectar al mismo tiempo que los vagones el sistema eléctrico y el neumático. Se imaginaba fácilmente la botonera con conectores eléctricos. Lo normal sería soltar aquel enganche desde algún botón en la cabina, pero sabía que debía haber dos palancas de emergencia, que había que activar para soltarlo de forma manual. Haría falta fuerza, eso seguro. Claro que, para eso, antes tendría que levantar el revestimiento que ocultaba el mecanismo. 

Para ese momento la criatura empezaba a destrozar el segundo vagón y el estruendo fue suficiente para que el tipo tumbado se levantase. Su rostro fue un poema al encontrarse ante el enorme gusano que curvó su cuerpo y emitió un siseo ansioso. La mano de Jimmy agarró el brazo de Trish y el muchacho tiró un poco de ella, queriendo apartarla de la puerta antes de que aquel hombre fuese devorado.

—¡Vamos! ¡Corre!

Los ojos de Trish se fijaron en aquel enganche como su literalmente se amarrasen a él. Ignorando por un instante el peligro se echó hacia adelante, dispuesta a palpar por debajo para ver si era como suponía. Luego tiró del revestimiento, esperando quitarlo...

Ignoraba la voz de Jimmy. Tensa llevó la vista al frente, donde aquella criatura empezaba a destrozar aquel vagón. E incluso cuando notó la mano del chico en su brazo no se apartó de aquella puerta. Lo que sí hizo fue girarse hacia la que llevaba a la cabina.

—¿Está abierta? —preguntó, apremiándolo a comprobarlo.

Jimmy todavía tiró un poco más del brazo de Trish, como si así pudiera convencerla para que abandonase lo que tenía entre manos. Pero con la pregunta de la chica, emitió un resoplido y se puso en movimiento hacia el final de ese vagón. 

Allí había dos mujeres, que estaban de pie y los habían contemplado al entrar. En ese momento contemplaban con los ojos como platos cómo el gusano se lanzaba sobre el tipo del otro vagón y sus dientes partían su torso por la mitad engulléndolo sin dificultad. Una de ellas comenzó a rezar entre dientes, la otra siguió a Jimmy alejándose todo lo que podía de la criatura.

Trish logró sacar la carcasa que protegía el mecanismo de acople, dejándolo a la vista. Era tal y como esperaba, pero una cosa era saber cómo funcionaba y otra ser capaz de hacerlo funcionar. 

—¡Está cerrada! —exclamó Jimmy tras un breve forcejeo con la puerta. Y entonces empezó a golpearla con la palma abierta y a gritar hacia el otro lado—. ¡Oiga! ¡Oiga! ¡Abra! ¡Joder, abra la puta puerta!

La mujer no tardó en sumarse a sus gritos y golpes, suplicando al conductor que les abriese.

Al oír que la puerta estaba cerrada Trish tuvo claro que tenía que seguir a lo suyo. Si abrían, y esperaba que lo hicieran... Entonces ya vería qué pasaba. Pero no podían perder la opción de soltar el vagón... O lo que quedaba de él. Sentía la tensión en sus hombros y en sus brazos, sabiéndose en peligro. Repasó el enganche con la mirada y buscó una de las palancas, la más cercana. Con el tiempo que llevarían sin hacerle mantenimiento dio por hecho que estaría dura y decidió saltarse la parte en que intentaba moverla con los dedos y se veía incapaz. En lugar de eso se puso la mochila delante y con decisión sacó la llave inglesa, dispuesta a hacer palanca.

Cada pocos segundos desviaba la mirada hacia delante, a aquella criatura. Deseaba que se hubiera saciado con ese hombre, pero no lo creía probable. Y desde luego no iba a contar con ello.

—¡¿¿Cómo vais por allí??! —enunció, levantando la voz para no tener que perder ni un segundo en girar la cabeza para ser oída.

Quizá eran los nervios, o tal vez que aquel mecanismo estaba atascado, pero Trish no consiguió moverlo ni un ápice por mucho que se esforzó. A su espalda Jimmy y la mujer seguían aporreando la puerta, lo cual parecía responder por sí solo a su pregunta. De mirar hacia allí podría ver que el chico se agachaba maldiciendo para estudiar la cerradura con un cuchillo en la mano. 

Y ante ella, el gusano se lanzaba ya a devorar con ansia el otro trozo en que se había partido el cuerpo del tipo, dejando el suelo del vagón lleno de sangre. No era difícil suponer que iba a tardar poco en seguir destrozando el tren hasta alcanzarlos para que siguieran el mismo destino que aquel desgraciado.

Con aquello atascado y con tan poco tiempo, poco podía hacer Trish. Chasqueó la lengua con claro fastidio y alzó la mirada para intentar ver... Ni siquiera sabía qué. Alguna salida, en definitiva. Sin embargo, cuanto más miraba a aquel engendro más claro tenía que no iba a parar hasta devorarlos. Tenía miedo. Claro que lo tenía. Al ponerse en pie le temblaban las piernas y notaba un sudor frío recorriéndola. Pero sabía que no podía dejar que el terror la bloquease.

—Jimmy... —enunció antes de buscarle con la mirada. Luego miró a las otras dos mujeres y habló con más resolución—. Jimmy —lo volvió a llamar, antes de decir algo con la voz cargada de gravedad—. Voy a pedirte una locura, y voy a necesitar que confíes en mí.

Entonces miró a las otras dos mujeres. No podía dejarlas allí. Quizá se arrepintiese de aquello... Pero ya había llevado a dos personas antes. ¿Por qué no intentarlo con tres? Sólo esperaba no rebasar su límite, y que eso no tuviera consecuencias catastróficas.

—Y vosotras también.

Jimmy levantó la mirada para dirigirla hacia Trish al escuchar que le llamaba. Dio un golpe más en la puerta al abandonar esa tarea, que seguramente le iba a llevar más tiempo del que tenían, y en unas pocas zancadas estaba de vuelta junto a la muchacha. La miró seriamente a los ojos durante dos segundos, como si estuviese valorando si podía confiar en ella o solamente estaba loca como una cabra, y finalmente asintió con la cabeza. 

—Confío en ti —aseguró, para luego deslizar una pequeña sonrisa algo forzada en sus labios—. Y tampoco es que tengamos muchas alternativas. Déjate de rodeos, ¿qué tengo que hacer?

La mujer que rezaba se estaba acercando también a ellos, al parecer dispuesta a escuchar a Trish, mientras que la otra insistía en aporrear la puerta y gritar, sin resultado alguno.

En cuanto Trish oyó aquel «Confío en ti» no esperó más. Miró hacia atrás, queriendo asegurarse de si tenían tiempo o no para llevarse a la otra mujer, y al entender que sólo contaban con unos segundos se limitó a alzar la voz.

—¡Deja eso y ven!

Luego volvió a mirar a Jimmy. No tenía tiempo tampoco de ponerse a explicarle nada, así que se limitó a cogerle de la mano. No sabía si era necesario, pero sí recordaba que Robin lo había hecho con ella antes de cruzar. ¿Habían agarrado también a Hope? ¿Y a la vaca? Ni idea, pero no iba a arriesgarse. Cogió a la que había estado rezando y en caso de que la otra se hubiera acercado le haría un gesto para que se sujetase a esta.

Luego echó a correr hacia la puerta del vagón, segura de que tenía que hacer aquello antes de que aquella criatura la destrozara. Quizá la detuvieran, o lo intentasen. Quizá prefirieran soltarse. Pero Trish no tenía tiempo de convencer a nadie. Se limitó a agarrar con fuerza la mano de Jimmy, queriendo arrastrarle al menos unos metros en caso de que se resistiese.

Los ojos de Jimmy reflejaron duda cuando Trish aferró su mano y empezó a correr hacia la puerta que acababan de atravesar un momento atrás. La miraron con horror y luego buscaron alrededor, deteniéndose por un momento en la puerta cerrada del lateral del vagón y en una trampilla cerrada del techo, como si buscase cualquier otra salida que no fuese dejarse arrastrar. Pero tras ese momento de duda apretó las mandíbulas y su mano cogió con más fuerza la de Trish. La chica notó que ya no tenía que tirar de él, pues Jimmy acompasaba su carrera a la suya. 

La que parecía más apocada de las dos mujeres se había cogido a su mano en un primer momento. Y la otra había dejado de aporrear la puerta para cogerse a ella. Pero en cuanto la que rezaba vio las intenciones de Trish, gritó asustada y la soltó, quedándose atrás. La otra la miró y dudó un brevísimo segundo, pero terminó por correr hasta alcanzar a Trish y agarrarse a su chaqueta justo en el momento en que llegaban a la puerta. 

Al otro lado el gusano tan sólo había dejado del tipo un charco sanguinolento en el suelo y se acercaba emitiendo ese sonido siseante. Lo tenían tan cerca que el olor pestilente de su aliento golpeó sus rostros mezclado con el leve toque ferroso de la sangre. Curvó su cuerpo al estar frente a ellos, como preparándose para lanzarse a por el primero que atravesase la puerta. Y Trish supo que era su momento. Ahora o nunca.

Al notar la duda en Jimmy, Trish trató de compensarla con resolución. Estaba segura de que salir al mismo túnel donde se encontraba aquella criatura no serviría de nada, como saltar desde otro vagón sólo habría servido para acabar en sus fauces. Sabía que lo que iba a hacer no tenía ningún sentido según la ciencia que ella manejaba... Pero en esa ocasión se trataba de un salto de fe.

Cuando Trish vio a la mujer soltarla lo sintió por ella, lo sintió de verdad. En su rostro mostró casi una súplica que no tenía tiempo de poner en palabras antes de echar a correr. Avanzó hacia el gusano apretando los labios, aterrada y decidida al mismo tiempo. Se concentraba sólo en pensar en el lugar al que quería ir y no en hacerlo sola, en no dejar atrás a aquellos dos... O tres, si es que por algún motivo aquello funcionaba con la mujer que se había soltado.

En el último momento la chispa de duda llegó a su cerebro. No sabía cómo funcionaba aquello y sólo lo había hecho a propósito una vez. Si no salía bien, moriría. Al menos sería la primera, no tendría que ver cómo destrozaba a los otros ni sentirse culpable. Quizá mientras la criatura la devoraba los otros tuvieran tiempo de encontrar otra salida. Quizá sus últimos momentos fueran para odiarla. Fuese cual fuese el caso, no importaría.

Sin embargo, en ese punto Trish sabía que ya no le quedaba otra opción. Saltó por si acaso, para atravesar aquella puerta rápidamente antes de que el gusano lanzara un nuevo envite... Y aunque no llegó a rezar, sí deseó tener la certeza de Clementine de que había alguien mirando, alguien que los ayudaría en aquel momento. Sin embargo, ella sabía que sólo se tenía a sí misma, que si algo los sacaba de allí sería esa capacidad que no sabía cómo ni por qué, pero había nacido de ella... Y que más valía que funcionase.

La sensación que se extendió bajo la piel de Trish en cuanto atravesó la puerta cada vez le resultaba más familiar, más como esa parte de sí misma que había permanecido oculta, pero era cada vez más difícil de negar. Y supo una vez más, con una certeza ineludible, que ella misma era parte de algo más, de algo mayor, que era una pieza en el engranaje que hacía girar el universo. 

Fue breve. Levantó la pierna para dar ese paso hacia lo que parecía una muerte segura. Y al instante siguiente apoyaba ese mismo pie en el asfalto, al aire libre. En una de sus manos sostenía la de Jimmy. Aferrada a su chaqueta todavía podía sentir a una de las mujeres. La otra había quedado atrás. 

El conseguidor dio un pequeño traspiés cuando aterrizó en un lugar que no había calculado y Trish no necesitaba darse la vuelta para imaginar la confusión que ambos tenían pintada en el rostro. Jimmy miraba alrededor, como tratando de reconocer aquella calle estrecha, pero Trish sabía perfectamente dónde estaba.

A su espalda tenían la puerta lateral que llevaba al cuartito donde descansaban los guardias de Dima. Ese lugar donde ella había esperado durante horas a Nick en tantas ocasiones. La puerta se cerró tras ellos y Trish supo que ya no podrían abrirla desde fuera. Sobre sus cabezas una ráfaga de viento hizo que la niebla oscilase y una sombra alada cubrió por un instante la luz de la luna dejándolos a oscuras y recordándoles que las calles ya no le pertenecían a la humanidad. Enseguida se alejó, continuando su aleteo. Los zarcillos de bruma se enredaron en los tobillos de la chica cuando se dio la vuelta y aporreó la puerta que había tras ellos.

—¡Ellie! ¡Ellie! —empezó a llamar, desgarrada, llamando seguramente a la mujer que había quedado atrás. 

Ahora que Trish podía verla con más calma pudo darse cuenta de que era joven, debía tener la edad de Kane. No era muy alta, apenas le sacaba algunos centímetros a la inventora. Tenía la piel de color chocolate y el pelo tan oscuro como sus ojos. 

—No, joder. ¡Ellie!

La boca de Jimmy estaba entreabierta mientras contemplaba el callejón y cuando sus ojos cayeron de nuevo sobre Trish la muchacha vio en ellos una mezcolanza de emociones. Pero sobre la confusión y el temor, estaba la euforia por estar vivo. 

—¿Cómo has...?

La pregunta quedó en el aire cuando la otra mujer empezó a gritar. El joven se tensó de inmediato y un brillo de alarma pasó por sus ojos. Ni se lo pensó antes de tirar del brazo de la chica para separarla de la puerta. 

—¡Calla! —le increpó—. Es de noche, no puedes ponerte a gritar. —Y en otros tiempos quizá el primer pensamiento al escuchar sus palabras podría ser que se preocupaba por no molestar a los durmientes, pero Trish era una hija de la nueva Nueva York y bien sabía que era la supervivencia la que hablaba por la boca de Jimmy.

Tras dar aquel salto Trish caminó algunos pasos por pura inercia, deteniéndose un poco más adelante y apoyando las manos en las rodillas flexionadas. Tomó aire, lo soltó... Y sintió toda la tensión acumulada se hacía presente de golpe, al mismo tiempo que se iba soltando. Notó el peligro, y toda la adrenalina acumulada en sus venas, recorriéndolas con rapidez y fuerza, le pidió correr, gritar, saltar... Y no hacer nada al mismo tiempo. Se sorprendió a sí misma escuchando los gritos de aquella mujer y no reaccionando a ellos. De repente se había quedado casi sin fuerzas. Lloraba de alivio y de felicidad. Con el olor nauseabundo de aquel gusano aún en su cabeza, lloraba por estar viva.

No encontró las palabras para contestar a Jimmy, no por el momento. En silencio agradeció que el chico se encargarse de los gritos de la mujer, y cuando se volvió a incorporar la miró a los ojos.

—Lo siento —dijo con sinceridad. Por un momento bajó la mirada con cierta vergüenza, como si el destino de la tal Ellie fuera culpa suya—. Yo... No podía esperar más. Lo habría hecho si pudiera, pero no podía. Lo siento mucho.

No había más formas de decir aquello en realidad. O sí las había, pero eran volver una vez y otra sobre lo mismo: la realidad de que la mujer había perdido a alguien, mientras que ellos seguían vivos. No hacía tanto que Trish había perdido a Nick. Conocía la impotencia y la rabia. Al menos esa mujer sabía a quién culpar, y no tenía que pensar en unos desconocidos con la cara tapada.

En ese punto miró a Jimmy antes de encogerse de hombros.

—Sorpresa —le dijo, sin llegar a sonreír.

Entonces lo entendió. No comprendió el cómo, pero sí el qué. Entendió —o eso creyó— cómo hacía aquello. ¿Y si el mundo, la realidad, o lo que fuese, era como un cubo de Rubik? Atravesar una puerta era pasar de un cuadrado al siguiente... Quizá Trish lo único que hacía era que el cubo girase un instante, colocándose con otra configuración. Si era así no era que ella se teleportase, como había dicho Daniel, sino simplemente que dos puntos del mundo se conectaban y ella daba un paso con total normalidad. Simplemente, claro. Como si algo de aquello fuese sencillo. O racional.

Al sentir la mano de Jimmy tirando de ella la chica se giró. Tenía los ojos anegados y con la reprimenda empezaron a deslizarse las lágrimas por sus mejillas. Apretó los labios y se soltó del agarre del conseguidor con un tirón, pero no volvió a gritar ni golpear la puerta. Se pasó la mano por los ojos casi con molestia, como si se odiase a sí misma por estar llorando, y luego escuchó a Trish con el ceño fruncido y la respiración agitada. 

—Ya —fue todo lo que dijo en un primer momento. Después cogió aire en dos tiempos y añadió algo más—. Gracias. 

Volvió a mirar por encima de su hombro y su boca se frunció en una mueca. Tras el primer impacto de la pérdida de su acompañante parecía que estaba intentando asimilar la situación, sin demasiado éxito.