Partida Rol por web

-Gracias por la ayuda -dijo Daniel a aquella mujer de pelo corto y rubio que acabó reconociendo de vista de alguna visita anterior pero con la cual nunca había llegado a comerciar ni intercambiar dos palabras. Atendiendo a la descripción dada por Kane, que ella dijera no haberlos visto era casi tan importante como si hubiera dichó que sí. Con toda probabilidad y pese a estar dando palos de ciego, sus dos presas no habían pasado por el mercado pero dudaba que Robin se fuera a rendir tan pronto-. Karina, ¿a quién podríamos preguntar por ellos? ¿Hay alguien en El Trueque a quien no se le escapa nada? Y ya de paso y aunque la pregunta suene un tanto absurda, ¿hay alguna vendedora joven y especialmente guapa no habitual en la zona?

Si hacía caso de lo que Robin había dicho, Alec buscaba para sus productos vendedoras con ciertos alicientes físicos. Tal vez era hora de tirar del sedal por otro lado.

Al escuchar a Daniel, Robin parpadeó como si recién saliera de un trance y volvió a tomar la palabra tras él.

— Ah, eh. El bebé bien, mi prima no le quita ojo de encima —sonrió al darse cuenta de que esa mujer no tenía porque conocer su lazo con Skyler—. Es la rubia, no sé si la conociste. Y descuida, le diremos a Trish lo de los botes.

Miró hacia la bolsa que tenía a sus pies.

— Si quieres... Nos los podemos llevar ya.

La mujer sacudió ligeramente la cabeza, como queriendo decir que no le molestaba que Robin prefiriese encargarse él mismo. Con las últimas palabras que explicaban el motivo de la búsqueda del pelirrojo, le miró con una mezcla entre ternura y lástima. 

—Espero que tengas suerte. 

Tras eso su mirada se centró en Daniel. Con sus primeras preguntas sus labios se curvaron en una sonrisa que oscilaba entre el orgullo y la diversión. 

—Conmigo —dijo, acompañando sus palabras de una pequeña risa—. Si le preguntas a cualquiera eso mismo, te dirá que hables conmigo. —Se encogió de hombros—. Y yo te podría decir que le preguntaras a Jimmy, pero hace un par de días que no pasa por aquí y no sé cuándo volverá. Él os cobraría por la información, no da nada gratis, pero es muy bueno en lo suyo. Rápido y discreto.

Su sonrisa adquirió una pizca de picardía al responder a la siguiente pregunta de Daniel. 

—Creo que estás hablando de Jean —dijo, señalando con la barbilla hacia el lugar donde una chica joven parecía estar vendiendo unas sartenes a un hombre—. Viene sólo un par de veces al mes, así que si lanzas tus flechas a esa gacela tendrás que preparar tus patines, casanova.

Lo cierto era que la muchacha de la que hablaba sí que parecía bastante guapa. Tenía el pelo corto y muy negro y unos ojos claros y almendrados. Su figura se adivinaba bonita y proporcionada bajo el abrigo y su sonrisa resultaba espontánea y cercana.

Dicho eso, volvió a mirar a Robin y asintió con la cabeza. 

—Me alegro de que el pequeñuelo esté bien. Si en algún momento queréis que me pase a verlo, me lo decís, ¿vale? —Bajó la mirada hacia la mochila a sus pies, siguiendo los ojos del pelirrojo—. Si habéis traído el pago, por mí perfecto. Tengo seis botes, le dije a ella que os haría una rebaja si cogíais varios juntos, así que serán cien gramos de cardamomo.

Mientras esperaba la respuesta del muchacho, su mirada se escapó hacia Kane y le dedicó una sonrisa.

Daniel sonrió a su vez a Karina y bajó la mirada con una timidez que no sentía. Lo importante era su respuesta y no lo que presuponía que él quería. Ni era un casanova, ni buscaba a la muchacha por las razones que ella imaginaba pero, ¿acaso importaba?

Dirigió su mirada a Robin en un primer momento, al que hizo un mudo asentimiento de cabeza, y después la desvió hacia la tal Jean. Ciertamente era un muchacha atractiva, aunque que lo fuera no implicaba que fuera una de las vendedoras del novio de Robin pero al menos era una posibilidad. Estaban dando palos de ciego y no perdían nada por preguntar.

-Ok. Jean. Gracias -respondió amablemente, esperando a los demás antes de encaminarse hacia la muchacha. 

Kane se quedó callado mientras Robin y Daniel conversaban con Karina, el pistolero respondía a las sonrisas de la mujer con otras igualmente sencillas. Dirigió la mirada hacia la chica especialmente guapa, y desde luego que lo era, hasta el punto de recordarle a alguien. Kane apretó los labios ligeramente apartando la mirada y centrarse en la conversación presente. Miró a Robin con una ligera resignación, por ahora no se estaba teniendo éxito en la búsqueda. Volver a escuchar el nombre de Jimmy lo puso ligeramente de mal humor, pero no dijo nada, aquello era decisión de Robin.

Al proponer llevar la leche para el bebé, Kane no sabía si habían traído con qué pagarlo, no intervino. Aunque de nuevo la mirada de Karina encontrándose con la suya, la sonrisa, y el pistolero se la devolvió gentil.

—Gracias por la ayuda, Karina —dijo al fin —. Toda ayuda es poca. Seguro que acabaremos encontrándoles.

Robin negó con la cabeza y un mohín de disculpa. 

- No, lo siento. Por como hablaste entendí que ya lo teníais saldado entre vosotras - se disculpó por el feo-. Entonces dejémoslo en que se lo diré o sino cuando vuelva yo por aquí.  

Su cabeza giró llamado por el gesto de Daniel y en cuanto reparó en él se olvidó por completo de Karina, de su conversación, de sentir una pizca de vergüenza e incluso de que había mundo.

Fue la despedida de Kane la que le devolvió la idea de que estaban haciendo algo y reiteró las gracias del grupo con un asentimiento que se sumaba a ellas sin entrar en querer demasiado a la chica. 

- Hasta pronto.

 - ¿Y ahora qué? - preguntó a sus compañeros tres pasos más alejado de Karina - Si ella no los vio, no creo que nadie aquí... - se encogió de hombros llevado por la esperanza del "¿y si..?" - ¿Le preguntamos a Jean y si no nos vamos?

—Seguro que sí —dijo la mujer, asintiendo a las palabras de Kane. Luego respondió a Robin—. Si os corre prisa os los podéis llevar ahora y me paso luego por el Morris a por el cardamomo. No quiero que el pequeñuelo pase hambre sin necesidad.

Dejó esa decisión en manos del pelirrojo, pero como fuese les hizo un gesto de despedida cuando se alejaron.

—Que tengáis suerte, chicos.

Aunque por el momento no parecía que estuvieran teniendo demasiada. Quizá estaban persiguiendo una quimera al preguntar por un chico que vivía más allá de Queens, a unas ocho horas de distancia de Sugar Hill, y por una chiquilla que se había marchado del refugio en una noche cubierta de niebla, en una ciudad en la que las farolas ya no funcionaban.

Delante de ellos, la chica de la que les había hablado Karina estaba terminando su venta y quedaba disponible para que hablasen con ella cuando quisieran.

Daniel sonrió ante el "y si" que siempre acompañaba a Robin como una sombra.

-Robin, acabamos de empezar. Puede que tengamos suerte o puede que no. Pero al menos lo estamos intentando. Probemos con la chica esa, la tal Jean, y veamos qué pasa. Si hay suerte y suena la campana, tendremos un hilo que seguir. Que no, bueno, no habremos perdido más que tiempo y ya decidiremos qué hacer. De todos modos, con ella probaría a ver si conoce a Alec, sin meter a Hope de momento. Según dijiste es el tipo de chica que tu pareja usaría para vender sus cosas, un reclamo por su físico. Y oye, puede que le conozca. Y si no le conoce, dado que Karina ha dicho que circula por aquí un par de veces al mes, eso quiere decir que se mueve de un lado a otro. Quizá hasta haya visto a Hope -dijo mirando alternativamente a sus dos compañeros-. Venga, vayamos.

Dicho aquello, se acercó a la chica.

-Hola, buenos días. ¿Qué tal va el día? ¿Un buen domingo de ventas? -saludó y preguntó un sonriente Daniel-. ¿Y tendrías un segundo? Quizá puedas ayudarnos.

Kane se despidió de Karina con una sonrisa leve, se encaminó a acompañar a Robin y Daniel escuchando a uno y otro. Cuando encontró el hueco para añadir.

—También he visto a Ransom, uno de los hombres de McAvoy. Puede que ellos puedan darnos ayuda —apuntó, aunque sin mucho entusiasmo por quien sabía qué razones.

Dado que los pasos los llevaban a la muchacha, Jean, el pistolero se plantó cerca de la conversación sin intervenir. Miraba a los alrededores con tranquilidad, entre ojo avizor y ojo despreocupado. La joven le recordaba vagamente a alguien, alguien a quien no le apetecía recordar en ese momento, aunque esos últimos días ciertas emociones estaban a flor de piel.

Un brillo curioso pasó por los ojos de la muchacha al ver al trío que se acercaba a ella. Sin embargo, sus labios no tardaron en curvarse para Daniel, con una de esas sonrisas que solían brotar espontáneas a su paso. Se pasó los dedos por el flequillo, colocándolo justo a tiempo para el saludo del joven. 

—No va mal —respondió, apretando las mejillas de modo que un hoyuelo encantador se dibujó cerca de su boca—. No me puedo quejar. Y tengo todo el tiempo que necesites —agregó, con un leve ademán hacia los objetos que tenía delante, casi todos utensilios de cocina—. ¿Cómo puedo ayudaros?

Robin sonrió a Karina y esta vez lo hizo desde un corazón tocado por la disposición y amabilidad de la chica. 

— No hay tanta prisa —agradeció más con el tono que con las palabras y, por primera vez, sin tomar la excusa para perderla de vista.  

A lo mejor Trish sabe de gente y todo. Quedó sorprendido mientras se alejaba con sus dos compañeros e iba escuchando el resultado de ese precioso carácter positivo de Daniel.

Al final de sus palabras el pelirrojo suspiro con un poco demasiado de corazón encandilado como para estar resoplando desidia. No dijo nada, la mitad de las palabras se le habían olvidado cuando Dan llamo a Alec su pareja y lo que fuera que hacían en ese mercado se apartó de su mente por unos instantes mientras se obsesionaba en analizar aquella cuchillada.

Especialmente en adivinar si lo había sido y si Alec estaba intentando recordarle que tenía novio y que él se arrepentía de lo ocurrido la noche anterior. Repasó en su cabeza el tono, el gesto y hasta la distancia entre ellos cuando lo había dicho y no consiguió llegar a ninguna conclusión satisfactoria. 

Qué pollas me pasa. Se quejó a sí mismo y su cabeza corrió a los brazos de Morgana para que le solucionase la papeleta. ¿De verdad no le quiero? 

Asintió a Kane sin saber tampoco qué había dicho y al darse cuenta de ello, agitó un poco las neuronas y se obligó a volver al ahora, al aquí, a la búsqueda. 

— Pues — se coló en la conversación de la chica y Daniel sin molestarse en dar su nombre—, no eres muy habitual aquí, ¿verdad? ¿Vendes en otros sitios? —preguntó bajando los ojos a los utensilios de cocina y mientras más bajaban aquellos más se asombraban sus labios. 

Lo que haría yo con todo esto. Se le aguó la boca.

La chica asintió a las preguntas de Robin cuando el pelirrojo intervino.

—Vengo a veces —explicó, con un gracioso encogimiento de hombros—, pero me muevo mucho. Vendo por todo Manhattan. ¿Por qué? ¿Necesitas algo? Esa sartén tiene teflón y está casi sin usar —dijo, haciendo un gesto hacia uno de los utensilios que tenía delante y que Robin contemplaba.

Daniel sonrió en correspondencia a la muchacha.

-Me llamo Daniel a todo esto. Y si no me equivoco eres Jean -alzó las manos para evitar la alarma y ensanchó un poco más su sonrisa-. No, no, tranquila. Karina nos dijo cómo te llamabas. Verás. Estamos buscando a un chico. De hecho a un chico y a una chica y que seas alguien que se mueve mucho, aumenta la posibilidad de que puedas ayudarnos, porque quizá hasta le conozcas -no le pasó por alto la mirada de Robin a los utensilios de cocina y apenas pudo evitar una carcajada divertida-. En cuanto al chico, se llama Alec y... bueno, tenemos un dibujo de él. Y ya de paso, ¿cuánto pides por esa sartén?

Las mejillas de la muchacha se arrebolaron en respuesta a la sonrisa que Daniel le dedicaba. El hoyuelo de su sonrisa se marcó un poco más cuando bajó la mirada por un instante para volver a subirla después al escuchar cómo el joven se presentaba. 

—Soy Jean, sí —confirmó, mientras sus ojos escapaban por un instante en busca de Karina para volver de inmediato a Daniel. Se quedó pensativa al escuchar el nombre del chico que buscaban y luego negó despacio—. Alec... no me suena, la verdad. Pero conozco mucha gente de vista, así que podría ser. Enseñadme el dibujo a ver. 

Sus ojos abandonaron el rostro de Daniel para mirar hacia la sartén y se encogió de hombros.

—Me sirve cualquier cosa que pueda vender luego. ¿Qué tenéis para cambiar?

Daniel miró a Robin, a quien invitó con un enarcamiento de cejas a que mostrara los dibujos de Alec y Hope a la joven vendedora. A simple vista, el nombre de Alec no parecía decirle nada y no aparentaba mentir, lo cual la descartaba como una de las caras bonitas de Alec, como una de sus vendedoras. 

-Bueno, tengo esto -dijo mostrándole el preservativo que había cogido para aquel periplo y que estaba destinado a mejores usos que ser canjeado por una sartén. Pero necesitaban tiempo y la confianza de la chica-. Aunque me temo que vale mas que una sartén. 

Viendo que su propuesta no había tenido demasiado éxito, Kane tampoco hizo esfuerzo en promoverla, no le gustaba demasiado tratar con la gente de McAvoy. Siguió en silencio a sus dos compañeros en la charla con Jean, desde luego era una muchacha guapa, aunque dejó que Daniel llevara la batuta de la conversación simplemente dirigiendo una ligera sonrisa a la chica para que no se sintiera presionada o abordada.

Cuando la búsqueda de Alec pasó a la negociación por la sartén a cambio de un condón, Kane sintió una oleada de extrañeza propia de los que vivían esos tiempos. No era sorprendente tampoco, pero no dejaba de ser una estampa peculiar. Hasta amagó una sonrisa como mudo, una de divertida, pero estampada de forma inevitable en su cara.

Si la muchacha ya tenía algo de color en las mejillas por culpa de las sonrisas que Daniel le regalaba, cuando le vio sacar el preservativo su rostro adquirió el tono de una cereza madura y la rojez se extendió hasta la raíz de sus cabellos. 

—Bue-no —empezó a decir, haciendo un esfuerzo visible por recomponerse—. No estoy segura de que valga más. Al fin y al cabo una sartén si la cuidas bien te dura para siempre y esta es muy buena. Pero un condón es eh... perecedero.

Aún seguía colorada y no era difícil intuir en la forma en que miraba al joven que estaba abierta a negociar. 

Robin despegó los ojos de la sartén cuando escuchó a Daniel pedir por ella y se colgó en el perfil del chico con ilusión aunque por dentro iba calculando la viabilidad de ese gasto que no dejaba de ser un capricho innecesario y más con el hurto de Hope sobre sus finanzas.

Sus tripas se removieron con culpa al ver el preservativo que Dan ofrecía a cambio y esa culpa pinzó su corazón al grito de "despierta de una vez" que el pelirrojo seguía esforzándose en ignorar.

Metió las manos en los bolsillos y aprovechó que Alec había quedado en segundo plano para no sacar el dibujo. No sabían en quién residían las lealtades de esa chica y como estuvieran con los militares, iba a condenar a todo el Morris.

Morgana llevaba razón.