—Sí. Y ya verás cuando les digamos que se metió alguien hasta aquí y ni se enteraron. —Aimée se rió con anticipación, alzando las cejas—. A ver qué excusa mala ponen esta vez.
Enredó uno de los rizos en un dedo y se quedó pensativa un instante antes de agregar algo más.
—A Nana le dará pena haberse perdido las historias. Le gustan mucho. Pero se lo merece por no hacer su trabajo.
El más pequeño asintió con la cabeza con seriedad y luego se encogió de hombros.
—Es porque ellos son más mayores —explicó—. Me lo contó una señora que conocimos en otro barrio, ¿sabes? Dijo que cuando te haces mayor te vuelves idiota y ya solo quieres besarte.
Kane miró a Clara, una vez más esa sonrisa reverberó en el eco de la que era la habitual sonrisa de su tía. Pero ya curado, realmente no, de espanto, contuvo cualquier otra reacción negativa. Aceptó con suspicacia las explicaciones de los muchachos, puede que simplemente estuvieran enrollándose mientras desertaban de sus labores. Suspiró con un asentimiento, hasta con una sonrisa a Charlie, le había caído bien el chico.
—No te falta razón —revolvió los cabellos rubios del chico, se despidió presto a seguir su búsqueda. Mientras se alejaba por el pasillo vino a su memoria la chica que conoció en la Comunidad, Mónica, otra chica perdida en un mundo hostil que había tenido que buscarse la vida. Él había tenido suerte, había tenido a Jeff, a pesar de todo. Pero si podía hacer algo para hacer mejor la vida de la gente, eso haría.
Saliendo husmeó ligeramente para ver señales de los dos amantes vigilantes, pero tampoco dedicó un tiempo extenso para eso. Quería retomar el camino hacia la casa de la madre del bebé, saber de primera mano sus razones y las historias de las desapariciones.
Finalmente Kane abandonó aquel departamento con una sensación extraña aún pegada a su nuca. A su espalda no tardó en escuchar los cuchicheos de los críos, que seguramente estarían comentando su visita. Sin embargo, él centró sus sentidos justamente en los que faltaban. Estaba saliendo por el portal cuando le pareció escuchar algo a lo lejos, desde algún piso más arriba. Una risilla femenina, coqueta, unos cuchicheos de otra voz juvenil después. No vio ninguna señal que le indicase que podía haber habido problemas, todo apuntaba a que los chavales tenían razón sobre sus compañeros.
Ya en el exterior el pistolero retomó sus pasos para continuar con lo que le había llevado allí y se encaminó de nuevo hacia el estadio. El edificio que abandonaba no tardó en perderse entre la niebla a medida que se alejaba de la cercanía del puente para sumergirse en las calles del Bronx.
No tardó más que unos pocos minutos en encontrar el lugar donde la avenida por la que circulaba se veía cortada por varias vallas de metal, de las que en otros tiempos se habían usado para proteger las obras de los viandantes y viceversa. Estaba justo al lado del enorme estadio y las vallas llegaban hasta el otro lado de la calle, como una de esas barricadas que montaban algunas comunidades de Nueva York para protegerse.
No había nadie a la vista, aunque se oían voces lejanas al otro lado del metal. Lo que sí había era una especie de puerta, fabricada con el mismo material que las vallas y asegurada con una cadena que debía estar candada al otro lado.
Tirada oculta
Motivo: Astucia Kane
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 5, 4, 6 (Suma: 15)
Exitos: 3
Tirada oculta
Motivo: Dif difícil
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 5, 4, 2 (Suma: 11)
Exitos: 2
La sensación que acompañaba a Kane era tan densa como la niebla, la recurrente visita de las palabras de Jeff volvían una y otra vez a su mente, le recordaban sus lecciones. En cierto modo le irritaba, en cierto modo le tranquilizaba. Era el efecto que siempre había tenido el viejo tuerto con él, y a estas alturas dudaba que fuera a cambiar. Cuando llegó al vallado, el pistolero recorrió el perímetro esperando encontrar a alguien, o un acceso más libre en alguno de sus puntos. Pero parecía que la puerta cerrada era la única apreciable.
Kane se puso delante de ella, la sacudió para llamar la atención a un hipotético vigilante al otro lado. Lo acompañó con un alzamiento de voz, aunque la soledad no le acababa de buscar, dejó la mano cerca de Raguel por si las moscas.
—¿Hola? ¿Hay alguien? —preguntó esperando una respuesta.
Las voces se callaron en seco en cuanto Kane empezó a sacudir la plancha de metal, pero pasaron aún varios segundos antes de que un par de cabezas se asomasen por la parte de arriba para mirarle desde allí. Los dueños de estas cabezas eran dos jóvenes, ambos veinteañeros, que parecían la antítesis el uno del otro.
Ella tenía la tez pálida, los ojos azules y una larga melena del color del trigo. Su mirada se movió rápidamente mirando al pistolero de arriba a abajo. Parecía una de esas personas inquietas, con un nervio constante manteniéndolas en movimiento en todo momento. En cambio, la piel de su acompañante era tan oscura como sus cabellos. El chico apoyó ambos brazos sobre el borde de la valla y desde ahí contempló con calma al viajero.
Los dos parecían sorprendidos con aquella visita, desvelando en su forma de mirar a Kane que no estaban acostumbrados a que la gente llamase a su puerta. Sin embargo, fue ella la primera en hablar.
—¿Hola? ¿Has llamado? No damos limosna y ya hemos pagado el tributo este mes. —Hizo una pausa, muy breve, lo justo para intercambiar una mirada con su compañero, que se encogió de hombros, antes de señalar con la barbilla hacia Kane—. ¿Quieres algo?
Cuando los dos presuntos centinelas asomaron por encima de la valla, Kane se apartó para que pudieran verlo con claridad, con las manos separadas de las armas mostrando que no tenía intenciones hostiles.
—No vengo por limosna, ni tampoco por tributo —aclaró mirando alternativamente uno y a otro, aunque dirigiendo principalmente la mirada a la mujer que es la que había hablado —. Vengo de Sugar Hill. Me dijeron que aquí vive una mujer que ha dado a luz recientemente. El otro día vinieron unos compañeros míos a verla, tenemos unas preguntas para ella, y hoy he venido yo. Me gustaría verla.
Maldijo por no acordarse del nombre de la mujer, ¿llegaron a decirlo en algún momento? Kane bufó para sus adentros, aunque en su cara se mostraba claramente cierta frustración por no acordarse del nombre.
—El bebé.. el bebé se llama Thiago, ¿sabéis de quién hablo?
Kane pudo percibir cómo el rostro de la chica se iba ensombreciendo más y más a medida que él hablaba. Su expresión jovial se fue desvaneciendo. Sus ojos se entrecerraban y sus labios se apretaban en una fina línea, hasta que con las últimas palabras del pistolero sus mejillas pálidas enrojecieron y saltó, enfadada.
—Ese bebé murió hace días —espetó, tan molesta que el chico que la acompañaba giró el rostro hacia ella, sorprendido por su tono—. No nos cuentes cuentos. No sabes ni a quién vienes a ver y no dejamos entrar a desconocidos.
Sin duda algo de lo que había dicho Kane la había cabreado mucho, muchísimo, y por sus palabras y la acritud con que le hablaba a él sólo se le ocurría que pudiese tener algo que ver con lo que habían mencionado Daniel, Trish y Cassandra, que la madre del bebé no quería, bajo ninguna circunstancia, que se supiera que Thiago estaba vivo y a salvo en el Morris. Pero qué tenía que ver esa chica y por qué parecía tan ofendida, eso era un misterio. Lo que estaba claro era que, de algún modo, Kane había metido la pata hasta el fondo con esa entrada.
El chico le puso una mano en el antebrazo y murmuró algo en su dirección, pero ella apartó el brazo y negó con la cabeza, sin dejar de mirar a Kane, con la nariz un poco levantada.
—Ya te puedes largar por donde has venido.
Tirada oculta
Motivo: Percepción Kane
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 6, 6, 2 (Suma: 14)
Exitos: 2
Tirada oculta
Motivo: Dificultad normal
Tirada: 2d6
Dificultad: 4+
Resultado: 1, 3 (Suma: 4)
No cabía duda de que Kane no era el tipo más discreto del mundo, quizá por esa razón cuando viajaba en soledad prefería escasas palabras, escasa empatía con la gente y, especialmente, dar las menores explicaciones posibles. La reacción de Janine, tan virulenta, provocó en el pistolero un quejido interno de frustración. No se movió.
—Sé que desaparecen niños desde hace años —sentenció sin restar firmeza a su postura —. ¿O eso también es información equivocada? Vengo por ese motivo. Solo quiero hacer unas preguntas sobre esas desapariciones. No, no sé ni a quién vengo a ver, pero sé que vive aquí. Y por tu reacción veo que tú sí lo sabes.
Respiró profundamente, estaba cansado de discusiones por una temporada. Pero siguió plantado sin moverse.
—Mi hijo.. —se frenó en seco al ver tanta soltura en mencionar este punto, pero no había llegado hasta ahí para irse con las manos vacías —.. desapareció cuando nació. Alguien se lo llevó. Y esta es la primera pista que tengo en años, algo que seguir. Tienes razón. No sé a quién vengo a ver. Tenía la esperanza de saberlo al llegar, pero ya veo que he dado con alguien —alzó la mirada, directa a los ojos de Janine, quizá tratando de empatizar, quizá para que viera que no estaba mintiendo.
La chica le mantuvo la mirada desde arriba, con mirada furibunda y el rostro encendido. No pareció que el intento de empatizar del hombre le llegase demasiado, o tal vez estaba demasiado enfadada. Como fuese, no tardó en negar con la cabeza, cerrada en banda.
—La madre de Thiago no tiene nada que ver con ninguna desaparición. Su bebé murió y ya tiene bastante con eso como para que venga un desconocido a hurgarle en la herida y hacer preguntas raras. Lo siento por tu bebé pero si no vivías aquí tu movida no tiene nada que ver con nosotros. Ya te lo he dicho: si no conoces a nadie de dentro no puedes entrar. —Hizo un gesto con la mano hacia fuera, como si así pudiera espantarle—. Así que ya te puedes largar.
Miro a su acompañante, que parecía algo sorprendido por el desarrollo de la conversación, y le hizo un gesto con la cabeza antes de empezar a descender de su posición elevada, sin pararse a escuchar respuesta alguna por parte de Kane.
—Vamos, Orson.
Tirada oculta
Motivo: Presencia Kane
Tirada: 3d6
Dificultad: 4+
Resultado: 4, 2, 3 (Suma: 9)
Exitos: 1
Tirada oculta
Motivo: Dificultad muy difícil
Tirada: 4d6
Dificultad: 4+
Resultado: 5, 6, 3, 4 (Suma: 18)
Exitos: 3
El chico no parecía tener intención ninguna de discutir con ella, pero sí que llevó la mirada hacia Kane para despedirse.
—Siento tu pérdida, pero no creo que aquí encuentres nada que te sirva. Que tengas un buen día.
Le hizo un gesto con la mano y giró para bajar tras ella.
Kane estaba al borde de un cabreo monumental. Miraba a la mujer con el gesto algo torcido, si bien apelaba a la paciencia, al pistolero le quedaba poca tras pasar demasiado tiempo aguantando en el Morris. ¿No le iban a dejar pasar? Está bien. Pero no se iría sin escuchar las verdades como eran, o al menos como las percibía un Kane que veía como escapaba una hipotética pista en su eterna búsqueda.
—No, claro que no. Nos trajo a su crío al Morris. ¡Yo mismo recogí al bebé antes de que se congelara en la puta calle! —espetó enojado —. ¿Hurgar en la herida? Nos cuelan al crío pretendiendo que lo cuidemos y lo alimentemos, sin explicación ninguna y encima tienes las narices de decirme todo eso. ¡He perdido un hijo! ¡A mi mujer pariendo! ¡Yo sí sé lo que es perder a un hijo! ¡Peor! Ni siquiera sé qué ha sido de él, ni siquiera saber si era niño o niña.. —en cierto modo, esa furia no iba dirigida a Janine, sino hacia el mundo, la frustración que de nuevo burbujeaba en su seno —. No me vengas con gilipolleces ni monsergas. Ese crío no le pasará nada mientras yo esté cerca, mientras esté en el Morris, que por cierto parte de él pretendía deshacerse de él y suerte tuvo que algunos nos opusimos. Vuestra jodida movida es la mía desde el mismo momento en el que recogí a Thiago de la calle.
Kane apeló a la calma, no podía culpar el recelo de la mujer, pero tampoco se iba a quedar callado. Total, ya había dejado clara su intención de no dejarle pasar.
—Sí, lárgate. Huye. Que importa ya.. —suspiró tras haberse librado de tanta frustración acumulada, hacia tiempo que no se sentía de ese modo. Abatido, hundido.. acordarse de su hijo.. hija.. de Diana.. y para acabar de condimentar la jodienda.. el encuentro con Clara. El asunto de que no había sido un buen día y se estaba convirtiendo en una mala semana.
Sutileza 1 strikes back xD
El joven detuvo su movimiento para mirarlo con ojos desorbitados cuando la paciencia de Kane se esfumó. Sus ojos se alternaron entre él y algún punto más abajo, probablemente la chica que se había negado a dejarle pasar. Finalmente continuó su primera intención y se marchó él también, dejando al pistolero solo, a su lado de la valla.
Desde el otro lado le llegaron sus voces, la de ella sonaba aguda y airada, la de él inquieta, pero más sosegada. No alcanzaba a entender lo que decían, pero parecía que estaban discutiendo. O, tal vez, él estaba intentando apaciguarla después de que Kane saltase.
A su alrededor la niebla empezaba a despejarse, aún presente, pero cada vez más difusa. Se estaba levantando una ligera corriente de aire que movía sus jirones, la única compañía del pistolero frente a esa valla que se le había vedado. Se había quedado solo.
Un volcán de emociones dormido largo tiempo estalló en ese momento, la frustración rampante que había despertado aquella explosión lo habían dejado exhausto emocionalmente. Cuando se vio solo se encaró contra un muro medio derruido y empezó a pegarle puñetazos con una rabia descarnada, ¿qué coño estaba pasando? Kane se sentía en la cima de una montaña de sucesos, recuerdos, acontecimientos que no era capaz de controlar.
Se peló los nudillos golpeando, hasta el punto que empezaron a sangrar, afortunadamente para esa frustración el pistolero no había perdido los estribos hasta el punto de romperse la mano. Cuando fue consciente de lo que le rodeaba, miró sintiéndose de nuevo solo, como hacia una semana. La esperanza de saber algo más se esfumaba, pero lo que dejaba atrás, una puerta abierta nuevamente y que tardaría en volver a cerrarse, permanecía.
—Mírate.. Kane.. eres patético.. sigues siendo un crío y su puta rabieta —se recriminó escupiendo al suelo y mirándose la mano magullada.
Volvió la mirada hacia la cerca, la ira se había templado, la frustración había tomado su lugar. Un frustración densa y pegajosa como el alquitrán. Sí, se sentía patético, sin rumbo. Pensó en los niños perdidos, en Clara, luego en Jeff que, a pesar de todo, Kane seguía rumiando convencido de que era el mismo. Pero, por encima de todas las cosas, pensaba en Diana, en su hijo, y aquel pensamiento le llevó a acariciarse el tatuaje de la golondrina que ahora estaba salpicado en sangre.
—Te he vuelto a fallar, Diana.. sigo sin saber dónde está nuestro hijo.
No hubo lágrimas, las que había derramado durante años había vaciado el cupo de estas. Echó una última mirada a la cerca e hiló camino de vuelta mientras se dolía un tanto de su arranque de furia contra el inocente muro en ruinas que cogió por banda.
Supongo que se hará un punto de daño o así xD
Kane giró sobre sí mismo para deshacer el camino que le había llevado hasta allí. A medida que caminaba de regreso el puente se iba haciendo cada vez más presente entre la niebla y no tardó en llegar a él. Custodiándolo estaban las tres personas que había visto al pasar la primera vez, con la diferencia de que en esta ocasión sí parecieron prestarle la atención debida.
La primera era una mujer rubia, guapa, pero de mirada hosca y cuyos labios se torcían en una mueca de desagrado que parecía ya formar parte de su expresión. Ella llevaba una automática.
En el centro, un hombre moreno, el más mayor de los presentes, con el pelo rapado en los laterales y barba de varios días, tenía en una de sus manos un mandoble ancho y grande, con una hoja que parecía perfectamente afilada incluso a cierta distancia.
Finalmente, a la derecha había un hombre corpulento, con el pelo rapado casi por completo salvo por una cresta del mismo color cobrizo que su poblada barba. Él llevaba una automática en la mano, pero también una espada de hoja curva colgada de su cintura.
Habrás perdido algunos puntos de Resistencia, pero se recupera sola cuando pasa un rato, así que no te lo voy a tener en cuenta a nivel de sistema. Con que lo incorpores de forma narrativa es suficiente :).
Fue el tipo más corpulento el que dio un paso cuando Kane se acercó. Lo contempló de arriba a abajo y al final esbozó una especie de mueca que con algo de imaginación podría parecerse a una sonrisa.
—Nadie quiere estar en el Bronx mucho tiempo —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero el peaje se paga igual.
Kane regresaba algo hundido, se le debía notar, pues el matón irlandés parecía haber puesto el dedo en la llaga. Sentía el dolor lacerante en los nudillos, pero lo ignoraba como tantas heridas físicas o mentales que cargaba a sus espaldas. Una más, y esta merecida, por imbécil. Sabiendo que eran los irlandeses, se había guardado de ponerse en guante para esconder su tatuaje, toda precaución era poca. La gente creía que su alter ego había muerto o desaparecido, o al menos hasta que aquel doble apareciera hacía unos días. Otra pieza más de un rompecabezas demasiado grande.
—Nadie quiere estar en ningún sitio de mierda mucho tiempo. Pero con el mundo hecho una mierda.. que remedio —repuso acerado, al filo del sarcasmo, pero maquinal echó mano de la otra bolsita de especias y se la tendió al mató —. ¿Sirve?
—Y que lo digas —respondió el tipo con cierta complicidad.
Su manaza cogió la bolsa que Kane le ofrecía y le echó un ojo por fuera, de un lado y del otro. Luego la abrió y la acercó a su nariz para olisquearla con cuidado. El aroma de las especias pareció agradarle, porque cerró los ojos por un instante y al abrirlos ya se la estaba guardando en un bolsillo.
—Sirve —confirmó, echándose a un lado para dejarle pasar y haciendo un gesto con la cabeza como despedida—. Que encuentres un sitio de mierda mejor.
Cuando postees cuéntame si vas directo hacia el Morris o qué haces, porfis, para ver dónde te llevo :3.
Kane dirigió un somero asentimiento al matón antes de empezar a cruzar el puente, al otro lado saludó del mismo modo a la otra comitiva y se alejó de la zona de control irlandesa de regreso a Morris. Tuvo la tentación de volver a la Comunidad, regresar a la iglesia, saber más. Los últimos acontecimientos lo tenían confuso, pero tras marcharse solo, pensó que era mejor volver para tranquilizar a Clementine. Seguramente se había preocupado, no le había dicho nada, pero aquello era algo que quería hacer solo.
Aunque claro, quizá la diplomacia de Clementine hubiera servido con la rubia.
Una vez atravesado el puente y de vuelta en Manhattan el resto del camino de regreso hacia el refugio fue bastante tranquilo. La niebla iba levantándose de forma perezosa, arrastrando aún sus jirones por el suelo. Pronto estuvo en Sugar Hill, tras una excursión que había terminado más rápido de lo previsto, pero que había tocado algo muy profundo en el interior de Kane.
Vamos a: [Capítulo 3.3] El refugio.