Nueva York, sábado 14 de noviembre de 2037, 11.30.
Y todos los demás fueron poco a poco saliendo de allí hasta que al final sólo quedaron Daniel y Robin, con una conversación pendiente entre ellos desde la noche anterior.
Todo vuestro ;).
El pelirrojo tensó su cuerpo en alerta al sentirse descubierto por las palabras de Skyler, la vergüenza empezó a escalar sus mejillas y sus manos dejaron los vasos tranquilos.
Llevó su atención a ella y al sentir que no le señalaba, sino que, al contrario, le hacía una concesión, entendió que ella sabía más de lo que él mismo se atrevía a reconocer y que le apoyaba, empujaba y animaba a que fuera valiente.
Los nervioso se fueron acumulando en su estómago a medida que los demás salían de la sala y para cuándo solo quedaban él y Daniel, Robin ya acunaba los vasos sobre un brazo cerrado al pecho mientras con la mano contraria controlaba que no cayeran y sus pies acumulaban todo el peso en las puntas a punto de marcha y huída.
«¡Robin!» le riñó su cabeza «Tienes que hacerlo, no seas cabrón.»
«Un gilipollas más» puntualizó Morgana en un lejano eco.
Cuatro respiraciones concienzudas le abrieron los labios lo justo para facilitarle hablar a pesar de que las palabras tendrían que superar el nudo de su garganta.
— Dan —le llamó solicito y casi interrogante con voz tímida; y tan pronto se escuchó, se dió cuenta que había usado el diminutivo de su nombre a traición.
En ese momento pensó en corregirlo pero la pausa entre el principio y el final del nombre de su amigo sería demasiado extraña y delatora.
— ¿Tienes un minuto? —raspó la voz con la bola de temor al rechazo instalada en su garganta al tiempo que acomodaba los vasos en la mesa de nuevo para mostrar que él no tenía ninguna prisa y librarse del repiqueteo de cristal que pronto sus nervioso hubiesen puesto al hacer vibrar los brazos.
— Me gustaría disculparme. No he sido nada justo contigo —empezó y su memoria creyó oportuno recordarle todas aquellas veces dónde no había actuado como más le hubiese gustado o en las que no había tomado en consideración sus mimos en palabras y gestos por el prejuicio de que simplemente era así, todo ello, con el detonante de la noche anterior—.
«Tienes un problemon.» Se dijo a sí mismo «Hazlo bien.» Insistió.
Y tan pronto una parte de él le rezaba calma, otra se dejó llevar por la pasión que horas atrás le había empujado a besarle y reactivó su imaginación con el deseo de acercarse a Daniel y arrancarle la ropa con pocos miramientos. Mientras, una tercera voz seguía defendiendo la posición de Alec en ese embrollo.
Y con todo ahí estaba complicándose la vida a sí mismo y a Dan, deseando estar con él en esa vida, y, no obstante, ni se atrevía a mirarle a los ojos.
— Ayer no me comporté como mereces. Pero ayer no estaba bien — se excusó aunque en su interior en esa excusa habia ligero reproche en el momento en que Daniel habia elegido para declararse—.
— Y el caso es que me gustas. Tendría que estar loco para que no me gustases — dejo entrever que el patinador podia tener a cualquier chico u hombre del planeta y masticó la inseguridad que suponía ser el elgido cuando no tenía nada de especial—. Pero no puedo estar toreandote, en un ahora sí, ahora no. No me parece justo ni siquiera decirte que me gustó besarte cuando tengo una historia abierta con otra persona, pero aquí estamos...
Cayó en el silencio para asumir él mismo lo que acababa de confesar a pesar de todas las negociaciones que había tenido consigo mismo para no sentir lo que sentía.
Entonces sí buscó la mirada de Dan «¿Y ahora qué? » se atizó con la pregunta que hubiese querido responder en otro escenario vital y no estuvo seguro de si prefería que Daniel le sacase la soga del cuello o que le pegase la patada al taburete.
«Necesito encontrarle».
— No puedo darte lo que quieres, ni pedirte lo que quiero —bajó el ritmo de las palabras por miedo y resistencia a acabar la frase—. Mientras esté hecho un lío, no me parece justo, para nadie. ¿Me podrás perdonar?
Era consciente de que tenían una conversación pendiente, aunque no presupuso que esta tendría lugar tras la reunión, con los ánimos del grupo caldeados por cuestiones varias y la sensisbilidad a flor de piel. Y si Daniel no se había marchado de allí era porque esperaba a que todos se fueran para tener un momento de tranquilidad a solas y reflexionar sobre todo lo ocurrido. Tenía cierta desazón, una sensación de malestar por todo lo que había pasado. Las votaciones, el no querer asumir el resultado de las mismas por una u otra razón, la creencia de algunos en que serían las personas idóneas y al descubrir el escaso refrendo o incluso las reticencias ajenas, no habían sabido aceptarlo y hacer un acto de reflexión del porqué eran vistos de aquel modo.
Era triste, pero la muerte de Nick, aquel hombre tranquilo y discreto, había hecho desaparecer los tenues hilos que habían mantenido a aquel grupo unido. Ahora se enfrentaban a un destino incierto. Tendrían que encontrar nuevos equilibrios e incluso encontrarse a sí mismos si querían que el Morris sobreviviera, aprender a limar asperezas, dar y ceder para así recibir y progresar. Nunca había sido tan consciente de la debilidad del Morris como en aquel momento de resaca en que las gentes abandonaban la sala, como los borrachos abandonarían un bar con las primeras luces del día.
Fue por ello que, al escuchar su nombre, se sorprendió de la presencia de Robin. Y ante su pregunta, asintió, pese a que intuía la razón de aquel minuto y las pocas ganas que tenía en aquel momento de hablar con nadie.
Escuchó, y cada palabra desgranada marcaba una dirección clara. Una disculpa innecesaria, una excusa igualmente sobrante, un halago excesivo y que parecía más destinado a alabar su exterior que su interior, una asignatura pendiente que debía ser resuelta en un sentido u otro y el planteamiento de un imposible.
Y cuando Robin calló, él permaneció silencioso unos instantes, asimilando cuanto le había dicho, dejando sedimentar aquella realidad y tratando de comprender que en aquella ecuación eran dos y lo entendiera o no, lo compartiera o no, cada uno de ellos era un barco que partía de un puerto distinto y con destinos también distintos.
-No tengo nada que perdonar, Robin. En ese sentido, estate tranquilo. Me gustaría saber qué es lo que quieres de mí y entiendo que no es el momento de empezar nada, al menos para ti. Pero no te mentí, así que te daré el tiempo que necesitas, sea poco o sea mucho. Tampoco necesito promesas ni nada similar. Y en el momento en que sepas lo que quieres, dímelo, sea lo que sea que hayas decidido. ¿De acuerdo?
El aire volvió a fluir hacia el interior de Robin. Pues las primeras palabras de Dan le enseñaron la tercera y mejor opción de su encrucijada en la soga. El patinador había optado por darle la mano y ayudarle a bajar del taburete.
Las siguientes encendieron una estrella en su corazón que ramificó en luz plateada por todo su pecho llenándole de calidez. Su cabeza volvió a volar sin su permiso encontrando felicidad en la ficción de una vida con Dan. Y le repateó la agilidad con la que podía imaginar aquello comparando, sin querer, con lo muy poco que confiaba en serlo tan genuinamente al lado de Alec.
«¿Por qué tienes que ser tan perfecto?» se quejó al tiempo que una punzada de dolor le obligaba a cerrar los ojos.
Pero después del gesto de Daniel creyó en todo punto inoportuno dejarle ver ese dolor que él mismo se había buscado y disimuló alargando una sonrisa cuando sus párpados cayeron, fingiendo ser todo un mismo gesto de aceptación y gratitud.
La pregunta implícita de qué quería de él puso la inquieta cabeza de Robin a trabajar y cuánto más descubría de sus sentimientos y expectativas, más culpable se sentía y más necesario veía sellar sus labios.
— De acuerdo —respondió en el asentimiento y se sorprendió de no verse huyendo de los brazos de su amigo.
Si bien había dejado claro por activa y por pasiva, cien y doscientas veces que detestaba el contacto físico, Dan era el único que seguía presionando sus límites hasta el punto de que, ahora, echaba en falta ese mimo que nunca hubiese creído necesitar.
Se apartó del refugio que le daba la mesa para acercarse un poco a su amigo.
— Oye, otra cosa, no pretendo defenderla pero Morgana no piensa lo que dice. No es que no piense antes de hablar, es que lo que dice, no lo piensa.
— Pensé que no te lo tomabas personal y pareces decir que no pero... No te creas nada. Ella solo ve el mundo de un modo muy romántico —utilizó romántico para referirse a la vehemencia de la militar, por un lado porque así le habían contado que era el romanticismo de los autores y por otro por no conocer mejor palabra—. Y se escuda más de quién menos debería, aun así, te cambio la guardia siempre que lo necesites, solo dímelo.
Te molesto un poco más con Hope y te dejo tranquilo ><
Dejo a medias. Mañana sigo.
Daniel no pudo evitar enarcar una ceja ante la visión de Robin sobre Morgana.
-Quizá tengas razón, pero no es lo que aparenta ni lo que demuestra con los hechos. Y desde luego, jamás definiría a esa mujer como una romántica. De todos modos, y aunque te agradezco el ofrecimiento, sé capear a Morgana. Si coincidimos en una misma guardía, no hay problema. En el mejor de los casos, no me hablará. En el peor, no dirá nada que no haya escuchado antes de su propia boca. No tiene demasiado repertorio.
El pelirrojo hizo un gesto de descarte con la mano cuando Daniel criticó la palabra elegida para resumir el comportamiento de Morgana, aceptando que se hubiese equivocado en ella pero aprovechando para indicar que no era lo más relevante de lo que había dicho.
A lo que siguió simplemente se encogió de hombros; si a su amigo le parecía bien, a él también.
- Vale. Me alegro -le sonrió con la incomodidad de querer perderse a hablar con él pero no tener el ánimo para arranar una buena conversación y menos siendo evidente que en ese momento le estorbaba-.
- Perdona, solo una cosa más... - introdujo avanzando lo justo para acercarse un poco más a él y simular que ya empezaba su regreso a la cocina- Ayer, anoche, en algún momento ¿llegaste a hablar con Hope? ¿te... dijo algo que me ayude a saber qué pasaba por su cabeza?
Hope. Ante la mención de su nombre, Daniel puso cara de preocupación. En la reunión se había enterado de que la muchacha se había ido y había sido una verdadera sorpresa.
-No, Robin, no hablé con ella. De hecho, tras nuestra pequeña charla en la azotea no he vuelto a estar con ella a solas. Y después de nuestro encuentro o... desencuentro de anoche -Daniel no pudo evitar sonreír como solo él sabía hacerlo, con una sonrisa llena de encanto en la que se mezclaba buen humor y cierta malicia demasiado sensual como para no ser apreciada- ni siquiera ha habido ocasión o tiempo. ¿Por qué se ha ido? Se me hace muy raro. Y no le veo sentido. No sé, no puedo decir que la conozca, pero me cayó bien y sé que de algún modo conectamos y aunque estaba herida y confusa con todo lo ocurrido no me dio la sensación de que quisiera huir, escapar o siquiera irse de aquí a algún otro lugar. Hablamos de cosas que implicaban pequeños planes a corto plazo y me pareció que quería quedarse en el Morris. Al menos un tiempo. ¿qué ha ocurrido?
La preocupación del chico quedó reflejada en su rostro al escuchar que Dan no había hablado con Hope, y la incoherencia con lo que le había dicho el día anterior tensó una ceja incrédula.
No obstante, pronto el guión de su amigo fue vertiendo luz a la confusión del pelirrojo y aunque la espina de que creyera que iba a controlar si había visto a su cuñada tras su ataque de celos ocultos, hasta para sí mismos, en cuidado de la joven llegó a clavarse, en ese momento ni le prestó atención.
Sus párpados cayeron ante la angustia de la responsabilidad y un largo suspiro regó el suelo con su ignorancia.
— Yo tampoco lo entiendo —confesó afligido—. Ha salido a por su hermano. Pero... No entiendo por qué sola. Es peligroso —protestó como si Daniel pudiera hacer algo que cambiara las circunstancias— ¿Y si le pasa algo? ¿No ha pensado en eso?
-¿A por su hermano? -repitió tontamente Daniel-. Bueno, es comprensible. Ahora mismo y con todo lo ocurrido, puedo entender su deseo de estar junto a él. En cuanto al peligro, moverse en este mundo es peligroso siempre. Pero sola y tan joven... No ha sido una buena idea. Además, podría habernos pedido ayuda y se la hubiéramos dado. Quizá sea tan consciente de ese peligro, Robin, que no ha querido involucrarnos -señaló a modo de refelxión-. ¿Y qué vas a hacer al respecto, Robin? Porque no te imagino cruzándote de brazos.
Robin subió los párpados del suelo a Daniel como un resorte al escucharse repetido en su pregunta con la extraña sensación de que esa escena ya la había vivido. Casi le pareció que podía oírse respondiendo antes de que su mandíbula bajara para hacerlo.
— Alec —le recordó como si lo que Dan había notado extraño fuese que él hablase de su novio como el hermano de Hope—.
Esa misma idea hizo que la observación del patinador sobre la proximidad que importa en momentos así le cayera como una piedra al lado de la que Morgana había lanzado la noche anterior.
«Deberías haber salido esta misma noche en su busca. No estás enamorado de esa puta polla, Robin. Te estás engañando.»
se escudó de nuevo en la misma defensa aunque esta vez, con la evidencia de Daniel delante de sus morros, intentaba convencerse de que ese había sido el único motivo.
Recordó entonces la carta de Hope y sonrió asombrado por el acierto de su amigo.
— Es exactamente cómo dices.
Se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón y extrajo la carta doblada de su cuñada que tendió a Daniel.
— Aun así — siguió sin esperar a que él la leyera ni creyendo molestar si lo hacía—, tendría que haberla visto salir.
Sus ojos se abrieron golpeados por una pregunta de esas de las que prefería inventarse la respuesta y por la casi-certeza de acabar de entender una de las muchas frases sin sentido de la militar.
«Ella la vio» pensó a medio camino entre la afirmación y la pregunta.
— Me cuesta pero creo que no debo —resaltó esa palabra— hacer nada. Sería una idiotez salir corriendo sin saber dónde ir...
— Creo que ha vuelto a Brooklyn, nos ha robado lo suficiente para pagarse el billete y buscarse un par de problemas también.
— Sabe volver, ¿Tal vez debería darle una semana de confianza?
De echar un vistazo al papel que Robin le tendía, Daniel se encontraría con una caligrafía redondeada y apretada, algo infantil:
Rob:
Me voy a buscar a Alec, no puedo esperar más. Aquí hay mucha gente que te quiere y se preocupa por ti, así que es mejor que tú no vengas y te quedes a salvo. Hazlo por mí.
Te he cogido un par de cosas, pero te las devolveré en cuanto le encuentre. No te preocupes y no te enfades conmigo, por favor. Volveré con él, te lo prometo.
Cuídate. Te quiero mucho.Hope.
Tomó la carta y la leyó. Sin prisas. No terminaba de comprender la urgencia de encontrar a Alec por parte de Hope. Apenas había llegado al Morris y se marchaba, tras sufrir varias pérdidas que hubieran postrado al más fuerte. No se veía sí mismo, por ejemplo, vagando sin rumbo y con una vana esperanza de reencuentro en una circunstancia similar. Hubiera necesitado tiempo para lamerse las heridas, recomponerse y adquirir la fuerza para emprender cualquier misión. Y desde luego hubiera recurrido a los amigos.
Miró a Robin. Su pregunta era sencilla pero la respuesta no.
—Te seré sincero —dijo acariciándose el cogote—. Lo que ha hecho me parece imprudente y bastante estúpido. Aunque quiera dar con su hermano, vagar por las calles carece de sentido. Así que, o sabe a dónde ir, o va de cabeza hacia un problema bien grande. Y que sepa volver no es importante. Lo importante es si podrá volver. Nick también sabía volver —señaló crudamente. Pero para Daniel, Robin tan solo intentaba posponer una decisión. Y se daba el plazo de una semana que era tanto como decir un año. Era hora de que hiciera frente a la realidad y cogiera el toro por los cuernos—. ¿Una semana de confianza? ¿Confianza en qué? En que regresará al Morris con Alec de la mano, en que no se tropiece con quien no debe, en que... ¡Robin, despierta! Tienes dos opciones. O ir a por ella cuanto antes y con ayuda o hacer caso de lo que te dice en la carta y pasar. Pero te arriesgas a perderla a ella y por extensión a Alec, tu novio.
El modo en que inició la respuesta de Daniel ya golpeó el corazón de Robin con un toque de atención. Su padre le había dicho más de una vez que cuando alguien empezaba invocando la sinceridad y apartaba los brazos es que algo importante venía y que lo mejor era prepararse para encajarlo.
La opinión que las prisas de Hope merecían amortiguaron el golpe. Nadie podía discrepar en aquello; como en teoría nadie debería haber creído correcto que él hiciera lo propio. E incluso tomó el análisis de esa coincidencia y paradoja para huir del golpe anunciado por la sinceridad y la experiencia de su padre. Sin embargo, la línea argumental de su amigo no perdonó y cuando llegó a Nick, el joven recuperó una imagen que nunca hubiese deseado tener, sus rodillas flaquearon y con tal de evitar volver a marearse, dió un paso atrás y buscó apoyo en la mesa, reposando su cuerpo en la arista más próxima.
El pelirrojo no apartó la mirada del rostro de Daniel. Independientemente de que de él nacieran todos los miedos que ahora pinzaban y se columpiaba por su pecho, le necesitaba como ancla de cordura.
— Antes han dicho que hoy no se va a salir, menos a Brooklyn. Las opiniones que me das no son reales. Si salgo haré la misma estupidez que ha hecho ella, si me quedo casi suena a que la sentencie a muerte.
Se empujó para apartarse de la mesa, creyendo que ya podía confiar en sus rodillas.
— Me acercaré al mercado. Preguntaré, tal vez alguien tenga un rastro. ¿Vienes conmigo?
-Por supuesto que te acompañaré, Robin. Pero pidamos más ayuda. Y sobretodo, hablemos con Cass. Y no interpretes lo que te digo como una realidad absoluta. Lo que te he pedido es que decidas y que una vez tomada la decisión, nos la comuniques para que obremos en consecuencia. No se trata de que salgas y vagues por ahí solo como un alma en pena. Eso sí sería estúpido. Y decidir quedarte, no es algo recriminable. Pero cuando hablas de otorgar un plazo de confianza a Hope confiando en que sabe volver, lo único que pretendo hacerte ver es que ahí fuera todo es peligroso y hay que estar preparado para todo. Pero decidas lo que decidas, te ayudaré. ¿Entendido?
Robin soltó todo el aire de sus pulmones en un asentimiento al fin convencido. Dan tenía razón, generalmente la tenía, y agradecía de sobremanera que se tomara la molestia de hacerle ver lo que su corazón no sabía respirar.
A lo mejor necesitaba parar un poco más. Dejar de pensar en las opiniones de todos para decidir y, por una vez, hacerlo al revés: primero decidir y luego, con la cabeza clara y el pulso tranquilo comunicar lo que pensaba hacer y que ya fueran los demás quienes actuaran como creyeran conveniente.
Descansó del mundo hunidéndose en la mirada de Daniel, solo un segundo al que se permitió añadir otro segundo más. Sonrió tragándose un nuevo "gracias" y algo más tranquilo inició el camino fuera de la sala.
- Voy a pedirle a Kane unos dibujos y hablamos con Cass - acordó-.
- Y Dan - añadió incapaz de morderse más la lengua-, eres genial. Gracias por quedarte cerca.
Daniel sonrió ante el cumplido, aceptándolo con naturalidad. En la vida había aprendido que había que aceptar cuanto esta te ofreciera poniendo siempre la mejor cara. A veces seria algo bueno. En otras ocasiones, no tanto. Pero en una u otra situación, una cara larga y una mirada amargada no servirían de ayuda.
-Te acompaño. ¿Qué dibujos son esos?
Robin torció el gesto ligeramente cortado cuando Dan le preguntó de qué eran los dibujos. No por falta de ganas de contarlo sino por tener aun latente la incomodidad de hablar de Alec frente a Dan, más si le hacían detallar.
- Unos retratos de Hope y... bueno, Alec, también. Para preguntar bien.
-¿Puedo verlos? -dijo con absoluta naturalidad-. Así conoceré el rostro de Alec.
El chico asintió con la cabeza repetidas veces sorprendido por la voluntad de su amigo.
- Claro. Aunque Kane no le ha visto nunca, así que verás lo que yo recuerde o sepa explicar.
Sonrió con cariño tras ello, en parte por volver a ver a Alec y en parte enamorado del interés de Dan en su vida.
* La escena del retraro la había empezado a jugar junto con esta. ¿cómo hacemos master?