Ayla se encontraba en medio de una tormenta. Todo estaba ofuscado y desenfocado a su alrededor. No sabía cómo había llegado hasta aquí. Su pulso estaba muy acelerado, todo le daba vueltas. Corrientes de poder azul lo deformaban todo a su alrededor. Poco a poco consiguió controlarse y pudo distinguir a lo lejos unas sombras que se hacían y se deshacían constantemente, como imágenes dibujadas en el agua que desaparecían con las incesantes olas.
Era la fortaleza de Harnalda, que recordaba asediada por las hordas de Ervegil Brazo de Piedra. Parecía que estaba de nuevo en el Mundo de las Sombras, pero esta vez era diferente. No estaba la desesperante inmensidad y vacío de otras veces. Todo se movía, todo giraba. Diferentes sucesos, diferentes pasados, presentes y futuros se convergían y se divergían a su alrededor. Demasiados para que su mente pudiera discernir ninguna en particular. Las vidas, las almas, de miles de personas se proyectaban a la vez en este plano, para luego desaparecer en aquella tormenta del tiempo.
Pasado, presente y futuro. Vida y muerte. Victoria y derrota. Triunfo y fracaso. El castillo de Harnalda aparecía y desaparecía, se desdibujaba una y otra vez sin que ella pudiera enfocarlo con la vista. Como todo que se movía a su alrededor. Su propio ser parecía querer dejarse llevar por la incesante tormenta. Su alma se aferraba a ella para no liberarse, ni perder el control…
Notó una sensación de dolor, de agonía… Pequeñas voces murmurando a la vez, in crescendo. El viento de poder portaba los destinos, los sueños y los temores y pesadillas de todos. Entre el ruido trataba de distinguir alguna palabra coherente, algún indicio de que no estaba sola, algún indicio de por qué estaba aquí… Pero era en vano.
Le faltaba su rincón, su lugar seguro, un guía… Estaba sola ante la inmensidad. Sentía miedo a lo desconocido, a lo imprevisible y al caos… Pero a la vez curiosidad por lo nuevo, por esta otra realidad… O por esta otra manifestación de la realidad. Tan diferente al mundo atemporal y distante de sus otras visitas. Parecía imposible que alguien pudiera controlar o visualizar algo en este lugar.
transcripción de la partida jugada por mail, sin alteraciones.
Fecha de este texto: 7/5/2009.
Intentaba ordenar sus emociones, y cuando se serenó un poco susurró: -Demiurgo... ¿Me has convocado tú?
Al no oír contestación, Ayla no dijo nada más, pero su mente seguía pensando en el vidente noldo.
Hace un tiempo ya me convocaste a tiempos pasados, y eso me llevó a Hilde Sikelion. Sé que no fué casualidad, y que esperas algo de mí. Sé que mis sueños no son un mero producto de mi imaginación y que son mensajes, se que algo se avecina y sé que he de estar preparada. Siento como si se me dara una segunda oportunidad para terminar algo que quedó pendiente en el pasado... He viso a gente desconocida para mí mirarme como si me conocieran de siempre. He de fortalecerme, mi sitio no está entre los héroes. Pero sí lo está entre esas personas que hacen posible que los héroes existan. He decidido empezar un trabajo, arduo pero que puede redundar en un beneficio inestimable... Tú ya has guiado mis pasos antes, asísteme ahora... Huinen.
Demiurgo... ¿Me has convocado tú?
Su voz se perdía en la tormenta que le rodeaba. Gritaba con todas sus fuerzas pero el grito se perdía en la inmensidad. Ayla notaba cómo las siluetas y las formas se iban desdibujando cada vez más. En medio del caos, consiguió distinguir una figura estable en la lejanía. Era una figura de forma humana. Parecía llevar una túnica. Pero sólo vio una silueta negra, sin detalles. Todo giraba a su alrededor, pero él parecía estar quieto. Era de mediana estatura y de constitución corpulenta. Desde luego no era la forma de Huinen con sus más de 2 metros de altura. No, se trataba de alguien mucho más vulgar. Menos poderoso. Más inestable. Y malvado. Su alma negra disfrutaba de las corrientes de poder que le atravesaban en este caos incontrolable. A pesar de no poder distinguir ningún rasgo de él, le resultaba extrañamente familiar para Ayla. Ella intentó dar un paso hacia él, acortar la distancia que les separaba.
Un paso. Otro. Otro más. Pero la distancia entre los dos se mantenía constante. Dio la sensación de que él se había fijado en ella, y su postura se volvió más tensa.
-Kathog..., dijo y mostró una sonrisa no exenta de maldad. -¿Por qué me has llamado? ¿No has tenido suficiente y ahora quieres perturbar mi descanso? Hasta ahora he sido condescendiente contigo, pero la paciencia se me está acabando.
-¡Ah!, añadió cuando se dio cuenta de su sorpresa y de su inquietud. -No me has llamado tú... Hemos sido traidos aquí. ¿Qué juego es éste?
Los dedos de Ayla acariciaban el anillo Hilde Sikelion y se concentraba en él, como preparándolo para un posible encontronazo con un viejo conocido.
-¿Ayla?, dijo el enemigo de la elfa. Se le notaba sorprendido por su presencia. Sorprendido y algo preocupado. En sus ojos brillaba la locura cuando le dijo: -Este plano es el caos, la intersección de nuestros destinos, nuestros pasados y futuros. Sólo alguien como el Gran Khathog puede contemplar las corrientes de poder, la fuerza arcana bruta, y salir airoso… Y aún más poderoso…
Mientras seguía recitando incoherencias, alzó su brazo derecho que sujetaba su bastón… De su boca salían palabras sobre el poder que le había sido otorgado, pero Ayla las obviaba y observó cómo dentro de su capa, con su mano izquierda, sujetaba un artefacto que emanaba un poder considerable…
El orbe que se perdió en Dunland.
A Ayla le invadió una sensación de que una pieza importante del puzzle acababa de encajar. Cerró los ojos y cuando los abrió se encontraba de nuevo en el mundo terrenal, junto a una mesa con un enorme plano de la situación de Harnalda y alrededores, con las posiciones de las tropas enemigas que estaban sitiando la fortaleza.