Partida Rol por web

La repentina luz del día le despierta a Ragi. Con los ojos entreabiertos ve al maestro Ionell corriendo las cortinas de las ventanas de los barracones donde duermen los alumnos de la Academia desde hace unas semanas. Desde luego el nuevo edificio de la Academia ofrece más posibilidades que donde estaban antes, en una tienda de madera abajo en la aldea. Pero estaban en la aldea, cerca del mercado, cerca de la gente. Ahora sólo se ven andamios y piedras de la construcción del castillo, además de obreros, carpinteros, guardias... Siempre las mismas caras.

- Vamos, que el día ya está avanzado y estáis perdiendo un tiempo muy valioso, insiste Ionell sonriente mientras da golpecitos a Girion, hijo de un rico mercader. El viejo Ionell es un maestro muy cercano y querido, y sus anécdotas e historias siempre resultan interesantes. Y más cuando organiza una excursión para ver los alrededores.

Ragi se levanta para vestirse, y busca con la mirada a la niña Sir para asegurarse de que está bien. También busca a su compañero Eben, a quien últimamente ha visto menos. Desde que explora la zona con los cazadores de Sil Auressë. El más joven entre aquellos veteranos curtidos, liderados por el temible Denelloth. Se llevan bien, y Eben tenía muchas ganas de que llegara este día. Por eso la sorpresa de Ragi es grande al descubrir que Eben no está. Su cama está deshecha, y no están sus cosas tampoco.

- Ahhh... - Ya llevan tiempo en este edificio, pero todavía no se ha acostumbrado. - Maldito colchón. - refunfuña mientras se estira - Casi prefiero dormir en el suelo bajo las estrellas, esta cama es peor que un saco de piedras. -

Se acerca al camastro de Siri y la mueve suavemente con el brazo: - Levanta, dormilona, o te quedarás sin desayunar. ¿Has pasado frio? - Le pregunta, mientras se vuelve para recoger la chaqueta. - Si quieres mañana te pido otra manta. Venga, date prisa en vestirte que nos vamos ya. Luego tendrás que preguntarle al maestro qué taréas tiene para tí hoy. No vas a estar zanganeando todo el día. -

Mientras se dirigen hacia las cocinas con el resto de reclutas busca con la mirada a Girion o algún otro al que preguntar. - Oye, ¿sabes si los cazadores han salido pronto esta mañana? He visto que Eben no está. - Durante el viaje haste Sil Auresse había ido conociéndole, y ahora, entre tanta gente, era uno de los pocos con los que se sentía cómodo para hablar sin tapujos. No es que los demás fueran extraños, y en las semanas que había pasado en la academia, como llamaban a aquel extraño sitio de adiestramiento multidisciplinar, había encontrado algunos espíritus afines, pero no estaba acostumbrado a tanta camaradería. No terminaba de sentirse cómodo.

Las rebanadas de pan de centeno con miel y la jarra de hidromiel -leche para Sir- le parecían un manjar y le llenaron de energía. Tras un último trago y un satisfactorio eructo regi se pone en pie dispuesto a ver qué le depara el día.

- "¿Los cazadores? Ellos son parte del ejército, contesta Girion, no nos dicen a los alumnos a dónde van y de dónde vienen. Desde que les lidera el montaraz Denelloth, rinden cuentas únicamente al Lugarteniente.

Denelloth... Dicen que fue un montaraz real no hace mucho. Ahora tiene cicatrices y heridas por todo el cuerpo y la cara, y parece que otras de más difícil curación. Siempre serio, siempre con la capucha tapando el rostro. Entre los alumnos de la Academia, sobre todo los más jóvenes, les ha dado por ponerles motes a las personas de Sil Auressë. En caso del montaraz, ninguno de los apodos es especialmente cariñoso. No obstante, la voz de Girion denota un profundo respeto al decir la palabra sindarin "Feredir" para referirse al montaraz. Ragi aún no ha aprendido mucho del idioma élfico, pero la importancia de los Faradrim (montaraces) en la cultura dúnadan parece evidente. No deja de sorprender lo mucho que ha madurado Girion en los meses que lleva aquí en Sil Auressë. De familia noble, la vida de Girion había sido muy diferente a la de Ragi. Desde hace unos días, su padre Gildûr está de visita en Sil Auressë, pero la relación entre ellos parece complicada. No es un tema del que le guste hablar a Girion.

- Acabo de ver a los cazadores junto al puente, hoy no han salido, dice otro alumno que acaba de sentarse. Hoy no salen. Y además a Eben no le tocaba hoy con ellos. Como no se lo haya llevado el Caraquemada...

- ¿Eben tampoco está?, pregunta otro mientras se agacha para que no le oiga el maestro Ionell. Están pasando cosas extrañas. ¿Habéis oído que la Cadena se ha quedado sin la Bola?

Entre la multitud de personas de Sil Auressë, la extraña pareja formada por el enano Nurg y el guerrero elfo Aeldric no había dejado indiferente a ninguno de los jóvenes de la Academia. En poco tiempo se habían convertido en leyenda entre los jóvenes. Se les usaba como grupo de acción rápida, cuando había huellas de trols u otros restos de los ejércitos del Señor de la Guerra. El enano era un guerrero formidable, armado hasta los dientes, y saltaba de emoción cada vez que surgía la ocasión de salir para ponerse a prueba. La diferencia entre uno y otro, y el uso de la pareja como "arma de Sil Auressë" había propiciado el sobrenombre de Bola con Cadena, o Estrella de la Mañana que era un poco más difícil de descifrar.

- ¡Vamos chavales! Qué se nos va la luz y no hemos salido del Castillo, insiste Ionell y pide a todo el mundo que 
se levante ya de la mesa. Mientras cinco de los mayores acompañan a Ionell hoy, otros veinte y tantos se quedarán en la Academia. A Sir le toca con la maestra Edrec, su favorita.

Ragi se ha pasado el desayuno casi en silencio, escuchando hablar a los demás. Al llegar a Sil Auressë la convivencia con la violencia y el aire marcial del asentamiento le sorprendieron, pero ahora los encuentra naturales. No es una región pacífica. Aunque desde hace tiempo los asuntos entre Arthedain y Girithlin permanecen tranquilos hay los rumores sobre grupos de hombres que se han lanzado al bandidaje y el pillaje, o cosas peores. Se estremece al pensar en los incursores de Creb Durga, para los que Sil Auressë supondría un tentador objetivo. Si, los cazadores son muy necesarios, pero aun así la figura de Denelloth le parece demasiado sombría. ¿Qué terrible drama esconderá su pasado? - Se pregunta.

Al oir al maestro Ionell azuzándoles para salir, Ragi se levanta con el resto – Si aprovechas el día esta tarde podemos ir a por almendras, que cogidas del árbol están muy buenas – Le grita a Sir, que se marcha correteando.  - La llegada a Sil Auressë le ha venido bien – piensa. - Con el paso de los días se ha vuelto más alegre. Sigue llorando alguna noche, pero aquí ha encontrado distracciones y amigos. -

– Maestro Ionell – dice, al pasar cerca de la amable figura - , si no tenéis nada que encargarme hoy, me gustaría acercarme al pueblo. - Se había quedado en la academia esperando noticias de su tío, pero todavía no tenía muy claro qué hacer allí. Era un sitio donde dormir, y le daban de comer, pero mientras que otros de los chicos estaban allí por propia voluntad, él sólo había llegado acompañando a Sir. Echaba una mano donde podía y donde le pedían, e incluso había atendido a algunas de las enseñanzas de los maestros pero, aunque había cosas interesantes, otras resultaban tediosas y sin aparente utilidad. - He oído que entre los nuevos llegados hay un cordelero. Estoy pensando en hacerme con algo de cuerda y probar a poner unas cuantas trampas de liebres por las cercanías. Si consigo algo de carne y pieles me sentaré más tranquilo a vuestra mesa. Y siempre vendrán bien, con tanta gente nueva. -

– Y quizá tenga oportunidad de descubrir donde ha ido Eben. – añade para sí.

- Está bien, Ragi, dice Ionell resignado mientras llama de nuevo a una de las últimas en llegar a la Academia. - ¿Caäniza, a dónde vas? Luego se gira de nuevo para hablar con Ragi. -Hoy nos íbamos hacia el norte, para ver aunque sea desde lejos las colinas de Pinnath Ceren. Pero puedes quedarte, e ir hasta el mercado. Ya estarán llegando los mercaderes para la feria de Ioëndë, así que seguro que puedes echar una mano con los puestos.

Ionell le hablaba con tono amable y tranquilo. Era un buen hombre, y sus historias resultaban amenas y entretenidas para los alumnos. - Estoy seguro que encuentras lo que buscas en el mercado. Intenta no meterte en líos, añade sonriente y sale fuera a reunir a los alumnos.

La visible resignación de Ionell hacen que Ragi sienta que está haciendo algo mál.

- Maestro, - Le interpela antes de que se aleje - ¿qué interés encontráis en esas colinas?. - Al ver la perplejidad en el rostro de Ionell toma consciencia de la brusquedad de su pregunta - Perdonádme. - dice, algo avergonzado. - Es solo que no veo la utilidad de algunas de las cosas que tratáis de enseñar en la academia. -

Con necesidad de justificar su actitud, explica - No me toméis por un desagradecido. Sois muy amables por dejarme estar aquí hasta que tenga noticias de mi tío. Sólo pretendo devolveros algo de lo que me dáis. -

Al fin, con un ligero suspiro, se decide - Si ese viaje es interesante siempre puedo acercarme al pueblo mañana. - dice, dando a entender que irá con los demás - Así tendré la oportunidad de ir conociendo las cercanías. Y puedo comprobar si es buen terreno para poner trampas. Un día más no significará diferencia alguna. -

Ionell estaba ya saliendo por la puerta cuando Ragi le para de nuevo. El veterano maestro echa una mirada fugaz al cielo, donde el sol ya ha subido bastante alto. A continuación, se queda mirando a Ragi y sonríe amablemente. Las cosas que tratamos de enseñaros, Ragi, son herramientas para que podáis hacer frente al mundo que os espera allá fuera. Sé que no te parecen enseñanzas útiles algunas cosas, pero cada uno puede sacar beneficio a su manera. Aquí no obligamos a nadie, y menos a ti que has venido acompañando a la pequeña Sir. Pero sólo sé que tu ... tío... te envió aquí pensando en que podría ser algo útil para ti también me imagino... Igual encuentras algo que te podamos ofrecer y que te resulte beneficioso.

Ionell se queda pensativo, con ganas de narrar una de sus historias. Se toca la barba y continúa No siempre he sido el anciano que ahora ves. Hubo un tiempo que mi mano sujetaba un martillo más a menudo que un libro, pero nunca dejé de lado lo que nos podía aportar el conocimiento. Yo también he pasado tiempo atrapado entre los muros de Tharbad, y lo que ahora ansio es ver el campo abierto de nuevo, aunque sea en cortas excursiones. Y lo que es más, ver en los ojos de los alumnos la misma ilusión que yo tuve antaño. La Academia no es sólo libros, también adiestramos a todos en el uso de las armas.

El maestro coloca su mano de forma paternal en el hombro de Ragi. -El cuaderno que te dio Cerveth sobre las cerraduras te lo busqué yo. Pensé que quizá te podía interesar. Todos buscamos nuestro sitio, no te preocupes. Las colinas de Pinnath Ceren seguirán allí, hoy, mañana y cuando ya no estemos ninguno de los dos. Estuvieron antes de la llegada de los dúnedain, y de sus entrañas sacaron un metal capaz de hacer frente al acero númenoreano. Un brillo aparece en sus ojos, un entusiasmo casi infantil. Pero están algo lejos, y tenemos que andar con cuidado. No nos alejaremos de la zona vigilada. La mayoría de los alumnos no han tenido una vida como la tuya, Ragi. Hoy será una excursión corta, y no pasa nada si no nos acompañas. Más adelante igual te lo pido como favor. Si te apetece bajar hoy al mercado, también me puedes ser de utilidad. Pregunta a los herreros y a los comerciantes si alguno tiene o puede conseguir herramientas y utensilios de minería. Y necesito una polea de media yarda de giro.

- Gracias por vuestra comprensión, maestro. - Responde Ragi con cierto alivio ante las palabras de Ionell. - Bajaré entonces al pueblo, y os traeré esa polea y la información que pueda reunir sobre herramientas. - Tras despedirse con un gesto del maestro se acerca al dormitorio a recoger un petate vacío y, después de dudar un poco, también el arco enfundado en su carcaj. - No creo que encuentre oportunidad de usarlo, pero nunca se sabe. - Piensa y, tras dar un último golpe automático a su bolsa, sale en dirección al poblado.

La mañana ya está avanzada, pero no hace calor y el paseo es agradable. El sendero entre la academia y el poblado no es un camino propiamente dicho, pero ha sido lo suficientemente transitado en los últimos meses para que no haya ninguna duda de por donde pasa. Con la mirada Ragi se va fijando en el terreno: algún ave rapaz, junto a las pequeñas entradas de madrigueras, y esporádicos montones de excrementos le confirman la idea de que por esa zona se pueden encontrar conejos y otros roedores, aunque no llega a ver ninguno. Ha oído decir a la gente del pueblo que también hay animales más grandes, como golodos, ciervos o jabalíes, pero no suelen dejarse ver tan cerca del poblado. - En época de lluvias este sendero se volverá un barrizal. - piensa fugazmente al tener que saltar un pequeño riachuelo.

Aunque satisfecho por poder organizar su propio tiempo, camina reflexionando sobre las palabras de Ionell. - Quizá el anciano tenga razón y pueda aprovechar el tiempo que pase aquí para aprender algo. La verdad es que el libreto que me dio Cerveth, con todos esos diagramas sobre ingeniosos mecanismos de cerraduras, me ha mantenido entretenido más de una tarde. - Mira a lo lejos, buscando los campos cultivados o alguno de los rebaños del poblado. - A ver si recuerdo preguntar a Cerveth cuando vuelva para que me aconseje, - decide - porque lo que no voy a hacer es soportar horas de divagaciones. -

Nada más entrar en la aldea, Ragi se alegra de encontrarse una actividad casi frenética en la plaza. Mercaderes montando sus puestos, otros cargando cajas, desmontando mercancía que ha llegado en carros. Se respira vida. Además, en un par de días llegan los festejos de la fiesta de Ioëndë.

También observa de que en pocas semanas han comenzado a levantar más edificios de madera, y se van formando las calles secundarias. Sil Auressë está expandiendo.

- Ciertamente no es el bullicio de Tharbad. - Piensa Ragi, mientras observaba los distintos puestos y carruajes. - Y por suerte no tiene su aroma. - Tras un breve paseo y un par de preguntas consigue localizar a los dos cordeleros que ya se han asentado y les pregunta por el precio y la disponibilidad de sus mercancías. - Busco cuerda fina y resistente. Unos treinta pies deberían bastarme.  Y un rollo de cuerda de cáñamo normal. -

Para aprovechar el viaje hasta el pueblo se acerca también a preguntar al cestero el precio de un par de jaulas, pensando en guardar en ellas animales vivos, aunque sin encargarlas todavía. - Antes habrá que ver si soy capaz de cazar algo por aquí. Y no tengo tantos fondos como me gustaría. -

Por último se dirige a la casa de comercio. Buscaba al chambelán, - Poddrec, o Peddric creo que se llama. -, para preguntarle donde podría encontrar las herramientas de minería y la polea . No tiene claro como llevan esas cosas, pero confía en que al ser un encargo del maestro Lionell no le pusiesen ninguna pega. Y quizá pudiera sacar algo en claro para sí. - A ver si hay algún curtidor de pieles por aquí, o piensa llegar alguno, porque si no tendré que pensar en otra cosa. -

En la entrada un padre de familia que había viajado junto a ellos desde Metraith le para para saludarle, pero tras un momento intercambiando noticias y rumores, y aunque el buen hombre tiene ganas de hablar, Ragi sigue su camino. - Bueno, me voy, que tengo una mañana ocupada. - Y se interna en el edificio.

Ragi intercambia palabras y con algunos conocidos, entre ellos la familia de Metraith, pero ninguna información o novedad interesante. Cuando Ragi se dirige hacia la Casa de Comercio, ve a Eben junto a la entrada haciendo señas para que se acerque. Parece importante.