Partida Rol por web

Ragi y Milriel tomaron rumbo hacia la aldea bajo la atenta mirada de Khôradur y Barendil. El destino había querido juntar a los dos oficiales en este punto de un destino cuyo final parecía oscuro. Pero el sol brillaba con fuerza, y estaban rodeados de hombres valientes y dispuestos a luchar hasta cualquier fin.

No estaban solos, aunque eran pocos para hacer frente a la amenaza que se cernía sobre ellos.

Khôradur observó como Milriel y Ragi se alejaban. Tras unos instantes se giró y entró de nuevo al pabellón

-Caballeros, va siendo hora de que nos pongamos en marcha. Aunque vayamos escasos de hombres, propongo enviar varias partidas de exploradores. Seguramente lo estarán esperando por lo que tendrán que ser rápidos para traer nuevas de lo que encuentren. Propongo dos grupos separados, de no más de dos o tres hombres, que rodeen la elevación dónde se encuentra el enemigo por diestra y siniestra, y otro que intente coronarla, aunque más para despistar que para explorar, ya que nuestros enemigos se encuentran allí.

Khôradur observó a sus hombres

-¿Objeciones?, ¿sugerencias?, soy todo oidos. Si por el contrario están de acuerdo, que partan los exploradores de inmediato

-Estoy de acuerdo, dijo Barendil. -Necesitamos saber más del enemigo, y también que vea que estamos preparados. Pero no enviaría a ninguno de los soldados, negó con la cabeza. -Al llegar he visto soldados muy bien equipados, pero pocos. Muy pocos. El resto son milicianos, sin duda bien entrenados pero peor equipados.

Estaba claro que Barendil contaba con una larga experiencia militar, y los sargentos presentes le escuchaban mientras éste se diríga a Khôradur. -Yo pediría unos voluntarios de entre los hombres que no estén equipados para luchar. Nos interesa que sean rápidos, y no deben entrar en combate.

En definitiva, se les podía sacrificar sin que las defensas se viesen mermadas.

-Y como bien decís, que los exploradoradores se acerquen al enemigo desde dos o tres direcciones, y que regresen lo antes posible con información.

Los sargentos presentes Eliver, Parthil, Leaniach y Faelimir asintieron en silencio. Aún no estaban preparadas las posiciones defensivas, y necesitaban coordinarse rápidamente. No era aconsejable perder a ningún soldado ni guardia ahora.

-Tal vez uno de los cazadores de Denelloth podría escoger a los voluntarios e indicarles la ruta a seguir, y coordinar la exploración. Al menos no les mandaríamos tan a ciegas.

La voz de Parthil denotaba tristeza, porque él también había visto batallas y guerras, y los exploradores corrían un riesgo muy elevado, incluso los que eran rastreadores experimentados. Pero mucho se tenía que arriesgar en la guerra. Y a menudo era necesario sacrificar a unos pocos para lograr un beneficio mayor.

Khôradur asintió. Al igual que sus hombres, sabía que la misión de los exploradores podría ser de no retorno. Era un riesgo elevado, y más en las circunstancias en las que se encontraban, pero tenían que correr ese riesgo, a sabiendas de que tal vez esos hombres no volverían.

-De acuerdo, que un cazador de Denelloth los escoja y les indique por dónde vayan y que los exploradores sean, si es posible, voluntarios sin equipar. Anotar sus nombres, ya que si tienen familia y no regresan, no quiero que les falte de nada. Mientras yo sea el lugarteniente se acabó, dentro de lo posible, viudas desconsoladas y huérfanos que no tienen un techo o comida porque el marido o el padre no regresaron y nadie puede cuidar de ellos.

El escudero de Echorion escuchó en silencio las palabras de Khôradur. Comprendía bien la carga de los que estaban al mando, y le sorprendió gratamente la humanidad que mostraba el temido capitán corsario que en la Batalla de Metraith había logrado conquistar el Palacio Real. Observó como el sargento Parthel le hizo un areverencia a su comandante antes de salir, y pudo ver de primera mano la lealtad qu le profesaban a Khôradur.

-Si Sil Auressë sobrevive a este desafío, tengo esperanzas de que se formalice esa alianza entre esta aldea y el Príncipe Echorion. Creo que seréis un gran aliado a tener a nuestro lado en tiempos venideros.

Sin embargo, no tenía sentido mirar más allá de lo inmediato. Fuera, los últimos efectivos del pequeño ejército tomaban posiciones en la suave pendiente. Se estaban colocando estacas y otras estructuras defensivas ligeras bajo la atenta mirada de Domar para intentar dificultar al máximo la carga del enemigo por la cuesta. El hondo del valle tenía forma de U, con la guardia de Walec en el vértice justo delante del puesto de mando. Desde ese punto, y a ambos lados, había arqueros, soldados y milicianos.

-¿Revisamos las defensas, y pasamos revista a las tropas?, preguntó el dúnadan. Se habían quedado a solas Khôradur y él junto al pabellón. –No es mi intención entrometerme, pero la espera previa a la batalla siempre me resulta agobiante. Necesito hacer algo.

Miraba a los hombres subiendo la cuesta, otros bajando estacas con cuerdas, algunos comprobando sus lanzas y arcos. De vez en cuando, echaban una mirada furtiva hacia la colina de enfrente.

El ruido de la hueste enemiga se escucha como un murmullo constante si uno se quedaba en silencio. Recordaba el sonido de las olas chocando contra una orilla que no se alcanzaba ver. El vaíven constante y salvaje de una fuerza indomable que en cualquier momento podía desatar su ira hacia ellos. Quedaba por ver cómo la roca de Sil Auressë iba a aguantar el embite.

Khôradur asintió ante las palabras de Barendil

-Gracias por vuestras palabras Barendil. Sil Auressë está creciendo poco a poco, pero creo que, si la oscuridad no nos engulle, podremos ofrecer a Cardolan muchas cosas. Yo también confío en que esa alianza se formalice, y he de decir que si sobrevivimos a esta prueba que el Destino nos ha puesto delante, creo que ganaremos respeto en estas tierras, aunque mucho me temo que también avivará odios y envidias, por lo que será necesario disponer de amigos leales y sinceros para las pruebas que aparezcan en nuestro camino en el futuro.

Khôradur observaba como se preparaban las defensas y los hombres tomaban posiciones. Barendil le sacó de su ensimismamiento y no pudo por menos que sonreír. Se notaba que era un guerrero, y como tal, en ocasiones la impaciencia por entrar en combate les ponía tensos e impacientes.

-Sea pues, vayamos a ver esas defensas.

Khôradur caminaba entre sus hombres, animándoles y dándoles consejos. Pero más que sus palabras, fue su presencia la que infundió coraje en los corazones de los defensores de Sil Auressë. Por donde pasaba, la moral parecía subir. Los guerreros le vieron ataviado y armado para el combate, preparado para luchar junto a ellos, y a dirigirlos contra el enemigo. Su porte era imponente y su figura se alzaba muy por encima del hombre más alto. Con el tiempo, sus hazañas en el Saqueo de Pelargir y en la Batalla de Metraith se habían convertido en leyenda. En estos tiempos aciagos, y ante la inminente batalla, su presencia era como si por algún encantamiento, un Alto Señor de Númenor hubiera desembarcado en las tierras del Reino del Norte, igual que lo habían hecho los supervivientes del Akhallabeth liderados por Elendil el Alto. Los hombres, ante la inmediatez de su propia destrucción, necesitaban aferrarse a una esperanza. Y esa esperanza era su comandante.

A su lado, Barendil aportaba algunas ideas y consejos. Barendil conocía el arte y el oficio de la guerra. No era un hombre destinado a grandes hazañas ni heroicidades. Tampoco era un líder nato, aunque los reconocía cuando se encontraba con ellos.