Partida Rol por web

Otho aguantó más de los que Girion preveía, aun así el mediano tuvo que ser cargado por Eliver lo que dejó a Girion solo para ir más rápido y avisar a khôradur de lo que había sucedido. Le explicó al sargento lo que iba a hacer y lo que tenía que hacer con Otho, aconsejándole que no se alejara mucho del mediano por si todo esto era una treta.

Sin parar en su caminar rápido, al final llegó a su destino, el castillo que se erguía sobre la colina y que dominaba el valle. Allí encontraría a Khôradur.

Denelloth se detuvo frente al arroyo, desconcertado. Llevaba un buen rato siguiendo al trío sin avistarlo siquiera. Y ahora, las huellas desaparecían. Aprovechó para recuperar el resuello y miró un poco en todas direcciones.

Hace largo tiempo ya que los persigo. Girion habrá tenido tiempo de llegar a Sil Auressë, tal vez ya haya una partida en marcha hacia aquí. Quién sabe. Si no encuentro el rastro será mejor que vuelva también yo a Sil Auressë cuanto antes. El tiempo de aquellos que quedaron en el Claro de la Piedra corre rápido.

Denelloth encontró las huellas al otro lado del arroyo. Y algo más. Unas huellas diferentes, de alguien de poca estatura y pie pequeño que había bajado la cuesta de la meseta hasta el punto exacto donde habían cruzado el río. Y sus pequeñas huellas reaparecían al otro lado del agua, en el punto exacto. No había duda, alguien más los estaba persiguiendo, y ese alguien los había visto cruzar el río y lo había cruzado detrás de ellos.

Al otro lado, las huellas se dirigían ahora al noroeste por la meseta. Incluso se podía ver la humedad del agua en las piedras. Aún no se había secado del todo, por lo tanto le sacaba unas horas como mucho.

Y entonces escuchó algo. El viento nocturno trajo un sonido diferente. Una voz de una mujer, o de una niña. Delicada, pero había gritado “¡ALTO!” con firmeza. No podía estar a más de unos cientos de pasos hacia delante, en la oscuridad.

Las viejas huellas, y otras huellas nuevas. ¿Quién sería esa criatura menuda? Por lo que parece, descendió la meseta al ver al grupo y decidió seguirlos.

“¡ALTO!”

Denelloth apenas se movió. Demasiado tarde para esconderse, pensó. Era muy hábil ocultándose, pero no era ningún necio, y sabía que cualquier flecha sería más rápida que él. Además, no tenía ni idea de la situación de quien le daba el alto. Y si quisiera matarme ya lo habría hecho. Así que separó lentamente los brazos del cuerpo, dejándolos bien a la vista con las palmas hacia arriba, se irguió y esperó nuevas órdenes de la voz mientras escrutaba la oscuridad en busca de cualquier sombra.

El montaraz alzó las manos, y trató de ver o escuchar algo. Entonces escuchó otra voz, la de un hombre.

–Sshh, ¿qué haces aquí en la noche, niña? No es lugar para una niña sola…

La voz tenía un acento extraño, y venía de la misma dirección que la primera que había escuchado. Al parecer, el alto no era para Denelloth, sino para este desconcodio.

-Ni un paso mas o disparo la flecha, volvió a escucharse la voz femenina. ¿Qué le hacen a Sir? Es mi amiga

Y le contestó la voz masculina: -Muéstrate, no tengas miedo. No te vamos a hacer daño ni a ti ni ... ¿Cómo la has llamado? ¿Sir? No es... El hombre bajó la voz y no se distinguían las palabras.

En la penumbra, con la luz de las estrellas, Denelloth pudo distinguir por fin varias sombras. Había dos hombres, y una niña con un arco. Y bastante más lejos, un tercer hombre que sujetaba a alguien de poca estatura.

Instintivamente, Denelloth encogió los hombros. Cogió un pivote y lo colocó de inmediato en la ballesta, aprestándose para apoyar a la providencial niña, fuera quien fuera.

Balanceando el cuerpo por instinto, colocando los pies por experiencia, el montaraz avanzó, ballesta en ristre, hacia el hombre que tenía más cerca, intentando pasar desapercibido el mayor tiempo posible antes de respirar hondo, sujetar el pulso y disparar.
 

Denelloth avanzó en la penumbra. Por un momento perdió de vista a la joven. El montaraz tenía la ballesta preparada, y poco a poco reducía la distancia. Entonces observó un movimiento rápido de las manos de la niña en la oscuridad, y como apuntó con su pequeño arco y disparó una flecha certera que impactó en la espalda del hombre que estaba sujetando a la víctima. El hombre cayó al suelo emitiendo un sonido gutural que Denelloth había escuchado en muchas bocas cuando expiraban.

-¡¡¡¡HUYE!!!!!, le gritó ella a la pequeña que ya no estaba presa. Y entonces como si se despertara de un trance, la niña secuestrada comenzó a correr. Su carrera le traía en dirección a Denelloth, y el dúnadan pudo ver el rostro de ella. En efecto, se trataba de Sir, la niña más joven de la Academia.

Los otros dos hombres desenvainaron al mismo tiempo sus espadas.

-¡Qué no se escape la niña! El jefe la necesita viva, y de una pieza, espetó el bandido a su compañero mientras avanzaba hacia la que había disparado. Ella comenzó a retroceder.

La pequeña arquera reacciona con una velocidad y certeza pasmosas. Denelloth se lleva la ballesta a la cara para apuntar al hombre más cercano. Se permite una levísima sonrisa al oír que estos sicarios tienen orden de llevarla viva.

Y aprieta el gatillo.