Partida Rol por web

En 1409 T.E., el último rey fue asesinado y prácticamente todo el ejército de Cardolan destruido en las Quebradas de los Túmulos. Ahora, en 1644 T.E., la Gran Plaga de la década pasada y la doble invasión del caudillo Dagorhir y los tumularios habían originado una crisis parecida en Cardolan.

Una sucesión de guerras civiles y luchas por el poder habían hecho el resto, y cada vez más familias dúnadan abandonaban Cardolan para irse a Arthedain en el norte, o a Gondor en el sur. Por eso a la tripulación del navío les resultó extraño ver a Berephar subirse con bastantes cajas de cierto tamaño, y acompañado de su joven nieta Eren.

–Comienza una nueva etapa, le dijo mientras le agarraba del brazo. Se encontraban en la proa del barco desde dónde se podía ver la costa meridional de Lebennin, y un poco más lejos el puerto de Linhir.

-¿Volveremos a verlo?, se preguntó de repente con cierta emoción en su voz. No estaba claro si se refería a la ciudad, al reino de Gondor… O si preguntaba si su abuelo tenía intención de regresar algún día.

El viejo dúnadan, pese a ser heredero de la sangre númenoréana, sacudió la cabeza.

- Mis huesos son frágiles y mi fortaleza se debilita, querida nieta. Ya he vivido suficientes años en estas tierras, y si marcho es para encontrar un lugar en el cual descansar para siempre. Mis ojos no volverán a ver los vestigios de Gondor, ni volveré a pisar Linhir, excepto para mi reposo final. Allí seré enterrado, pero no regresaré con vida.

Miraba desde la proa del barco el horizonte marino.

- Sin embargo, tú eres muy joven todavía. La noche te pertenece, y ningún camino es demasiado largo a tu edad. Volverás a ver la grandeza de nuestro pueblo, me lo dice el corazón. ¡Ahora vamos! Ayúdame a cargar el resto de cajas. Ya estoy mayor para esfuerzos prolongados. Además la pierna me duele, la humedad del mar me está matando... lloverá esta noche.

El viejo Berephar dio media vuelta y se encaminó hacia su camarote, cojeando, apoyado siempre en su fiel bastón mientras se mesaba las barbas, pensativo.

En la soledad del camarote, Berephar releyó una vez más la última carta de Gildûr. Nada más recibirla, Berephar se había apresurado a partir cuanto antes. Además, le habían entregado cofres de parte de Gildûr bien cerradas que sin duda contenían algo importante. Por el peso, Berephar sospechaba que iban cargados de monedos. 

En cuanto a la carta, había llegado sin sellar y su contenido había sido de lo más extraño…

                                                                                                                       En Tharbad

Berephar, he cambiado de idea. No quiero vuestra presencia en Tharbad.
Me consta que esta carta la escribo desde el convencimiento de que las cosas
están cambiando para bien por fin en Cardolan. Estaré siempre en deuda y estaré
vigilando por vuestro bien, querido amigo. Nos volveremos a ver pronto mi estimado
Umbareano, pero será en las tierras del Sur. Si alguna vez necesitáis algo, podéis
ayudaros de todo mi patrimonio y el de mi familia. Para los objetivos, recordad que la
clave es buscar siempre el bien común más que el beneficio propio. Por lo tanto he de
decir que he descartado participar en la iniciativa de Sil Auressë.

Espero que entiendas lo que os quiero transmitir, y tengas en buen recaudo toda mi
fortaleza y afecto. A veces, los cambios en la vida no son lo que uno espera. Al
amanecer un nuevo día, podemos contemplar lo que hemos dejado atrás, y entender que
antes de todo lo sucedido, antes de los cambios, siempre ha habido una razón para
desembarcar y detenernos. Como dijo aquel juglar en la boda donde coincidimos,

Sí - ar lá i yáre úrénima¹

Encuentro difícil deciros adiós, aunque debo terminar ya la carta. Amigo, siempre seré
fiel a nuestro reino, y serviré a los nuevos señores de Tharbad y también a todo aquel
aliado con el que me encuentre.

                                                        Gildûr

Estaba clara una intriga. ¿Umbareanos? ¿Nos veremos en el Sur? ¿Tharbad? Repasó con su cansada vista el trazo de escritura, en especial de aquellas palabras que empezaban con mayúscula. ¿Acaso intentaba prevenirme de influencias umbareanas en Tharbad?

Pensó durante un rato, y se sumió en un sueño profundo con el vaivén de las olas. Mañana sería otro día y tendría más tiempo para meditar.

El viaje por mar era largo. Muchas jornadas mirando las orillas meridionales de Gondor desde el interior del camarote, mucho tiempo para pensar, para releer la nota... Los cofres que habían subido al barco contenían tal vez oro. En su vida anterior trabajando en Linhir había podido ver lo que pesaban las cajas llenas de monedas. ¿Por qué Gildûr le mandaría un mensaje en clave? Seguía sin ver claro lo que había oculto en la carta. Entonces, alguien llamaba su puerta.

Eren había acudido a avisarle de que la comida estaba servida.

- Eren, querida nieta, me gustaría tener una segunda opinión de esto. Conoces a Gildûr, así que entenderás que algo ocurre. No te preocupes, estará bien. Algo intenta decirnos, pero ignoro el qué.

El viejo dúnadan le entrega la carta a la joven gondoriana.

- Vayamos a comer. La vida siempre se ve de manera distinta después de comer. No en vano, es la mejor forma de contentar a tus subordinados... Una buena comida caliente a la hora. Espero que no le hayan echado demasiada sal, o se me disparará la tensión...

Berephar pensó entonces sobre la situación comercial de Tharbad. Pero había estado tanto tiempo en Linhir que esa información quedaba muy lejos. Creía, sin embargo, que Umbar tenía algo que ver en todo esto...

Tharbad siempre había sido clave para todo el comercio del Reino del Norte, pero el poder lo manejaban distintas facciones. Pertenecía a Cardolan, tenía representación de Gondor quien poseía la autoridad teórica en la figura del Cánotar… Pero Arthedain y hasta Umbar tenían sus intereses representados. En ese complejo equilibrio, eran los gremios de comerciantes y artesanos quienes realmente controlaban la ciudad. O eso se decía.

Por desgracia, la información de la que disponía Berephar no estaba actualizada, y necesitaba sin duda hablar con Gildûr para ponerse al día…

Ella observó la carta con detenimiento, incluso a trasluz. -Contiene un mensaje en clave, de eso estoy segura, confirmó. -Puede ser algo sencillo. A ver...

Pero el camarero le interrumpió y no logró deducirlo. -Lo que sí recuerdo es la frase: Sí - ar lá i yáre úrénima, comentó. -Era el tema central de la obra de un juglar en la boda donde conocí a Gildûr. A ver, cómo continuaba... Ah, sí.

Sí - ar lá i yáre úrénima¹

Sí - i noa ré vahaiya ná²

-¿Podría ser una especie de saludo en clave? ¿Un código donde uno dice la primera parte y el otro la segunda del poema?

- Podría ser un código, sin duda. No se me ocurre otra cosa. Evidentemente es un episodio muy familiar donde no encontrarían el significado, pero nosotros sí. Así que deberemos estar prevenidos, Eren.

El anciano dúnadan decide salir a pasear por cubierta, guardando la carta.

- No hables a nadie de esto. Las paredes tienen ojos y oídos. Y Gildûr seguramente un buen motivo para su carta.

Los siguientes días pasaron lentamente en la embarcación. La ruta seguía en paralelo a la costa meridional de Gondor, pero ésta apenas era visible en el horizonte. La sensación de soledad desaparecía sólo cuando se cruzaron con otro navío, o por la noche cuando vieron luces de los faros en la distancia.

Berephar pasaba el tiempo leyendo y repasando sus dotas, mientras su nieta recorría todo el barco. Cuando ya no quedaba rincón por descubrir para ella, retomó su interés en la carta...

-Y si el código está oculto en las mismas palabras, repitió. Los dos se encontraban en el camarote de Berephar, y estaba claro que ella no le iba a dejar seguir con sus libros. Ya había conseguido tener la carta nuevamente en sus manos, y en su mente se estaban formando teorías de lo más enrevesadas. -¿Y si hay que leer la carta pero siguiendo un patrón diferente?

Berephar no sabía cómo descifrar la carta, pero era un hombre extremadamente paciente. La respuesta estaría en algún sitio.

- Prueba a leerla del revés, querida nieta. Pero me inclino más a pensar que se han de sustituir algunas palabras. Esta carta podría haber sido registrada, lo cual me lleva a pensar que ha ocurrido algo para que lo sigan y le registren el correo. Gildûr siempre ha sido un hombre muy cauto.

Berephar había copiado la carta, para que no se perdiera el contenido. Cuando la terminó, decidió calentarla y leerla al trasluz. Mientras lo hacía, preguntó a Eren...

- ¿Qué sabes del jugo de limón?

No creía que fuera el caso, pero nunca estaba de más asegurarse.

-¿Letras ocultas?, preguntó la joven emocionada y se incorporó. Si no otra cosa, la carta les había entretenido durante el largo viaje. Conocía el uso del jugo de limón para esconder mensajes en el papel. Se puso frente a su abuelo mirando la carta fijamente en busca de algo...

Pero ninguna palabra adicional apareció. Entoncs desde su ángulo, con la carta al revés, tapada por el fuego, se fijó en que las líneas no eran muy regulares. Como si el autor hubiera hecho un pequeño esfuerzo para encajar las frases de una forma concreta, dejando espacios en blanco al final, añadiendo palabras.

Trató de ponerse en lugar de Gildûr.

-Un hombre precavido. Le registraban el correo... Le estaban ... ¿vigilando?

Era una de las palabras que aparecía en la carta. Justo debajo de la línea que empezaba por "están", que a su vez estaba debajo de "me".

ME - ESTÁN - VIGILANDO

Miró a Berephar...

El barco había dejado atrás el Gran Mar y subía ya por el río Gwathló. Tras una breve parada en el puerto de Súduri, comenzó la última etapa de la travesía a Tharbad.

Pronto llegarían a su destino. Aunque no habían logrado descubrir todo el contenido del mensaje oculto en la carta, lo que habían visto e intuido era suficiente para saber que tenían que estar atentos.