Partida Rol por web

Girion se retiró a descansar a los barracones contiguos a la Academia, no sin antes confirmar que se había encontrado con el sargento Ethlor quien había seguido en dirección a la última posición conocida de Eärnil. Todo parecía indicar que pronto aparecerían algunos más de los hombres que aún seguían allí fuera. Del que nada se sabía era de Ragi.

Mientras tanto, Denelloth descansaba en la sala principal de la Academia junto a Sir. La niña estaba inconsciente. Les cuidaban Caäniza y el maestros Ionell, y en este momento Norión estaba con ellos.

Curudae se despidió de momento de Khôradur y de los demás, y se dirigió a la aldea. Tenía asuntos que atender. En la Casa del Comercio también estaban el mediano Otho y la maestra Edrec quien había ayudado de forma deliberada o no al enemigo.

Russef y Khôradur se dirigían a la sala de Othrind en el castillo a esperar nuevas de los grupos que aún estaban por llegar, y a comenzar a preparar la misión de destruir el monolito.

Todos fueron quedándose paulatinamente callados, y el leve eco de las voces se perdió en la amplia sala. Norión musitaba sentado junto a Denelloth, que parecía perdido en los recuerdos de su sueño, pero que no apartaba la mirad de Sir y su respiración cada vez más regular y tranquila. Russef callaba, y los caudillos de Sil Auressë estaban unos pocos pasos más allá.

El montaraz movía los labios, recitando y descifrando las palabras que había oído en sueños. Se fue acomodando y, poco a poco, volvió a quedarse adormilado.
 

Giron se machó como le habían dicho. Necesitaba descansar, pero por su mente pasaban bastantes cosas como para que se permitiera el lujo del reparador descanso.

Lo primero llevó a Viento al establo. Le había prometido un baño, cepillado y unas manzana junto con avena fresca. Además necesitaba información, y que mejor que hablar con "Sombra" para ver que se cocía en Sil Auressë.

Al llegar a los establos, Girion miró a todos lados percatándose de que estaban solos. Luego le habló.

- Hola, Sombra- le saludó dejando a las claras que estaban solos y que venía a recabar información-. Necesito que me hagas un informe de lo que ha sucedido y te has enterado en mi corta ausencia en Sil Auressë- pidió el dunadan a sabiendas que poco le podría contar, pues había pasado poco tiempo. Aun así el hecho de que la guarnición se moviera era síntoma de algo.

Al cerrar los ojos y dejarse llevar hacia el mundo de los sueños y de las visiones, Denelloth pudo sentir cómo su espíritu halló el camino hacia ese lugar dominado por el frío. La visión aún era borrosa, pero pudo ver o sentir esos ojos de color eléctrico, la fuerza que emanaba de ellos. En aquel lugar, el elfo blanco se sentía como en casa. Era su santuario, su refugio...

- Os confundí con un amigo...

La voz se escucha con eco, y mezclada con el terrible sonido de la ventisca. Pero más que oír las palabras, el montaraz sintió que aquella persona no tenía malas intenciones. Su afán era de proteger, y también parecía extrañado de la repentina presencia de Denelloth en el lugar.

(...) pocos me conocen, y menos saben quien soy. Ciertamente soy el Guardián (...)

Las palabras del elfo se perdían en la inmensidad de aquel lugar, las imágenes se volvían cada vez más borrosas y Denelloth luchaba por centrar su mente en algún punto fijo. La angustia se apoderaba de él, pero siguió esforzándose por cruzar el umbral y poder presentarse ante el elfo que se hacía llamar el Guardián.

Llevado al sueño en parte por el cansancio acumulado, en parte por el afán de recuperar la experiencia onírica interrumpida, Denelloth fue extrañamente consciente durante un brevísimo chispazo de tiempo (que al mismo tiempo podría considerarse de forma igualmente verdadera como una eternidad) de estar navegando en una dualidad con conexiones que su mente no podía explicar, ni apenas concebir. Aunque no era un hombre insensible ni completamente ajeno a la empatía, no se sentía cómodo entre sueños, tal vez porque los que le sobrevenían normalmente no solían ser demasiado agradables. De repente revivió (de nuevo en otro margen temporal diferenciado, distinto al que experimentaba en "la realidad" y al que experimentaba en "el sueño" -tal vez se tratase de "los recuerdos", intuyó-) un episodio de su primera juventud.

Tenía trece años recién cumplidos, y participaba con otros chicos de su edad en unas competiciones marciales que se desarrollaban durante una semana en las Colinas del Viento, algo lúdico pero que servía, todos los sabían, para identificar a los que destacaban en particular en la supervivencia en las tierras salvajes. Había un niño, Marach, muy retraído, del que se decía que tenía facilidad para viajar en sueños. Los trece años siempre han sido una edad difícil, el "niño soñador" un blanco fácil, y en una ocasión Denelloth pagó su frustración burlándose cruelmente ante los demás de las habilidades de Marach. Muchas veces y mucho tiempo después, Denelloth había rememorado con remordimiento su comportamiento de aquel día.

Proyectarse de forma consciente y activa en un sueño le resultaba inconcecible, y sin embargo allí estaba, escuchando de nuevo las palabras del elfo, entreveradas del aullido del viento, tranquilas y solemnes. Y supo que tendría que esforzarse, concentrarse, para que ocurriese lo que él quería que ocurriese.

Khôradur se dirigía hacia la sala de reuniones, acompañado de Russef. No dejaba de sorprenderse que a pesar de su estado Russef aún siguiese empeñado en ayudar en lo que pueda

Es de un espíritu excepcional, digno de Sil Auressë

-Tendrías que descansar Russef, necesitas recuperarte del todo y más ante lo que ha de venir

Mientras se dirigía hacia la sala Khôradur no dejaba de pensar en las últimas informaciones que había recibido

Es posible que lleguen más hombres en breve, no estaré tranquilo hasta que estén todos en casa. ¿Y dónde estará Ragi?
 

Norión estudió detenidamente la piedra que tenía Sir en la mano, su forma, la energía que emanaba y que absorbía, el fluir de la esencia a través de sus vetas. Susurraba plegarias que lo inspiraban y lo conectaban con una sabiduría ancestral y superior, que le revelaba el significado de ese instrumento. Continuó así hasta que Curudae y los suyos se fueron, hasta que Denelloth se quedó dormido y aún mas, había perdido la noción del tiempo absorto en la tarea.

Tomó una banqueta pequeña y apenas estable y se sentó entre el montaraz y la niña. Dejó su cayado a un lado y sostuvo la mano de Sir con la suya, podía sentir como fluía la energía de la piedra a través de su cuerpo. Estiró su otra mano hacia el brazo de Denelloth que aún dormía, y al tocarlo la conexión que ya existía entre ellos cobró vida dentro de él, como si los mismos pensamientos de ambos pudiesen ser vistos en ráfagas incomprensibles. Presionó con fuerza los brazos de ambos y elevó su plegaria en un susurro que el oído de los hombres apenas percibía y aún así era escuchado desde muy lejos, mas allá de los mares por los guardianes de la creación.

- Irmo, hacedor de sueños y profecías, hermano de Namo e hijo de Eru, ven a guiar el descanso de Denelloth hacia su destino, ven a unir lo que clama por ser unido, a traer luz en medio de la noche, a hacer claro aquello que no se comprende. Llévalo a tus bosques sagrados, llévalo al invierno que espera por él... Ar úlamanen Lossenúr erumessen, Talmassen naulenen Voronwa brávanen Enila i tári...-

 Ar úlamanen Lossenúr erumessen, Talmassen naulenen...

Al pronunciar las palabras, Norión percibió sin duda alguna que se trataba de una oración sagrada. Una oración equivalente a la que habían ensañado para dirigirse a Námo a los sacerdotes de su orden. Una oración para invocar o para honrar a una deidad, pero ligeramente modificada. La deidad era Yavanna, la Madre de la Tierra, a la que honraban en un mundo de visiones.

Una insólita dualidad, o al menos desconocida para Norión al no haber una orden equivalente entre los dúnedain ni de Arnor nid e Gondor. De todos modos Denelloth iba ahora en busca de una respuesta a ese misterio del Guardián de los sueños.

Bien, pues si no se me precisa por ahora, voy a descansar unas horas. Estaré en mis aposentos, digo antes de irme.