-Ah claro, abuelo. Aquí lo tengo, un momento, decía la joven y se puso a buscar entre sus pertenencias...
Las palabras de Milzarâk le pusieron sore aviso a Danroth. -No suele haber rateros en este barrio, dijo pensativo. -Puede que no sea nada. Pero en el tiempo que llevo en Tharbad, he aprendido a ser precavido. En esta ciudad, las redes de contactos y de influencias de unos y otros nunca descansan.
Miró a Gildûr, y le puso una mano en el hombro. -Amigo, me temo que nuestro encuentro ha de ser aún más breve de lo que tenía previsto. Pero ya está todo dicho, y os espera un largo camino...
-Es mejor no correr riesgos, asintió Gildûr.
Miró a los deás, y luego a Milzarâk. -Hay una salida desde el sótano. Conduce al sistema de alcantarillado. Se puede caminar por el lateral. Hay un pequeño bote en la segunda bifurcación, y podéis usarlo para cruzar el río por la zona del puerto, y llegar hasta las proximidades de Annon Gwathló en la orilla cardolanii.
Confiaba que alguno de los presentes sabía manejar un pequeño bote, seguramente Milzarâk ya que había servido en la marina de Umbar. Luego le entregó un sobre cerrado a Berephar. Por el peso llevaba alguna moneda, además de una carta. -Con esta misiva, el guardia os abrirá la puerta sin hacer preguntas. Vuestro carruaje y los caballos están listos en el lugar acordado.
Mentalmente Danroth repasó el plan por si se le escapaba algo. -Haré llamar a algunas bailarinas, y pediré una cena para cuatro o más. Si están vigilando esta casa, eso os dará una ligera ventaja.
Estrechó su mano uno a uno a todos. -Qué los valar os bendigan, y qué lleguéis sanos y salvos a Sil Auressë.
podéis poner algo a modo de despedida de Danroth. Luego abriré unaescnea ya de viaje Gildûr, Eren, Milzarâk y Berephar.
- Manwë guíe tus pasos, Lord Danroth. Si marcho de algún moo es feliz por haberle conocido. Sis duda alguna usted es la chispa en la noche, la Suerte de Tharbad. ¡Bienaventurado seas!
El viejo y cojo dúnadan preparó su equipaje. Esperó a que Eren entregara el último presente, y se despidió de un abrazo de Lord Danroth.
- Si alguna vez necesitas ayuda y puedo prestártela, Eru sabe que lo haré.
- Espero que no os hayamos causado problemas con nuestra visita - dijo mientras le estrechaba la mano a Lord Danroth a modo de despedida - si tan solo una decima parte de los habitantes de Thabard poseyeran vuestra honradez no sería la cloaca en la que se ha convertido.
El viaje en bote no le preocupaba, habia viajado cientos de veces en bote y alguna de la veces en mares embravecidos y una vez estuvieran fuera de la ciudad se sentiría más tranquilo.
Sin tiempo para más, Danroth les guió por una escalera de caracol hasta el sótano. Allí abrió una pesada puerta oculta detrás de una estantería. Había un túnel oscuro, pero antes de despedirse de ellos, su anfitrión les dejó una linterna.
El camino por los subterráneos de Tharbad resultó más sencillo de lo previsto. La ciudad fue construida por los señores de Númenor en sus días de grandeza, y la red de alcantarillado era realmente impresionante. Tharbad había sido construida en una zona pantanosa donde un afluente importante se unía al gran río Gwathló. Toda la ciudad estaba repleta de canales y fuentes, y bajo la superficie había un laberinto de túneles y bóvedas de distinto tamaño.
Encontraron el bote en el lugar indicado, y Milzarâk lo maniobró primero para salir de los túneles y cruzar el río hasta la Isla, y luego para seguir hacia la puerta de Annon Gwathló.
Allí, la carta de Danroth les abrió la puerta sin mayores preguntas, tal y como había prometido. Sin duda, estaba jugando un juego muy peligroso. Pero de momento, se mantenía lejos del peligro a pesar de estar muy metido en las redes de los grandes Gremios, y con la familia Aludor al acecho.
Echaron un último vistazo a la ciudad conocida como la Reina del Norte. Delante de ellos se extendía la ciudadela de los refugiados de la Gran Plaga que había asolado Cardolan hace unos años. Miles y miles de personas viviendo en chabolas junto a las grandes murallas de la ciudad. Sin esperanza de una vida mejor, seguían esperando un milagro. Tharbad nunca les iba a acoger. Pero la otra opción era regresar a Cardolan. A una tierra desolada por las guerras y las epidemias, donde los inviernos eran cada vez más crudos y las cosechas escasas. Una tierra donde nada quedaba de la grandeza de Oesternesse.
El Reino Perdido…
Fin de la escena, seguimos aquí
Salen de la escena: Berephar y Milzarak
Siguiente escena de lectura cronológica: 12.0.1. El Bardo y la Niña
La historia de Berephar y de Milzarak sigue en: 16.5.4 El Reino Perdido