Partida Rol por web

- No voy a poder curarle la pata. Hay que sacrificarlo, le dices al granjero que necesita sentarse en un tronco de madera y respirar hondo. Una gran parte del sustento de su familia se basaba en aquella oveja, pero la infección había penetrado hasta el hueso. No había nada que hacer.

Mientras recoges tus cosas, piensas de nuevo en tu vida. Otro verano vagando por las aldeas y granjas por las tierras de Bree y alrededores. Curando pequeñas dolencias y ayudando a cambio de voluntad, comida o alojamiento. Tu tío Basco te instó a salir a buscar tu destino el año pasado, pero de momento no lo has encontrado. Pronto será la gran fiesta de la cosecha, y el establo de la posada donde gentilmente te han dejado pasar las noches se llenará de viajeros. Te tendrás que marchar de nuevo. El posadero Asgrim te ha tratado muy bien. Perdió una hija más o menos de tu edad hace unos años. Él está convencido de que tienes un talento especial para la curación e incluso para la magia, y ha pedido a un amigo que te lleve a un sitio para que sigas aprendiendo. Su amigo es un artista ambulante bastante mayor, y de modales muy toscos. Ha tocado su violín alguna noche en la posada, y después se dedica perder todas las monedas que gana en el juego y a beber hasta perder el conocimiento. No te gusta como te mira, y la idea de viajar a solas con él no te acaba de convencer.

Dices que podré aprender cosas nuevas, pregunta a Asgrim entusiasmada, entonces, dices que he de ir, acomapañda de,  y se gira para mirar como aquel hombre mayor la observaba, entonces se acerca un poco más a la barra para susurrar algo a Asgrim, me muero de ganas de ir, pero ese amigo tuyo... casi preferiría esperar un par de días más, con la llegada de la gran fiesta muchos viajeros pasarán por aquí y preferiría alguien más fuerte y menos promiscuo. Mientras dice esto está sentada y acaricia a su hurón que roe un trocito de fruta.

Asgrim está preparando un cocido para esta noche, ocupado como siempre y de espaldas a ti mientras le hablas. - Mira niña, dice y se gira bruscamente pero al ver tu cara suaviza el tono. - Cäaniza... hija, la gente que pasan por aquí por lo de la fiesta se irán a Bree, o a Fornost. Muy pocos toman rumbo a sur. Gelmir, susurra Asgrim y mira de reojo al viejo violinista tocando en un rincón de la sala, -me ha contado que en el sur hay una aldea donde enseñan a niños aunque no puedan pagarlo. O eso dice, añade. 

 - Escucha, te dice al oído mientras te da una manzana de su bolsillo, tú ya no eres una niña pequeña. Tienes que aprender a cuidarte. Gelmir va a partir pasado mañana, y le acompañarás. Pero yo hablaré con él antes para que no se le ocurra hacer ninguna tontería, ¿de acuerdo?

Agarra la manzana y la pone en el zurrón, supongo que tienes razón, y se encoje de hombros, mientras aparece una sonrisa nerviosa en su cara, un poco por la emoción del cambio que se avecina en su vida, y otro poco por que no las tiene todas consigo. Bien prepararé mis cosas. Subió a su cuarto y preparo la habitación para que los siguientes inquilinos no notarán que había estada ocupada. Durante la cena, aprovecho para agradecer todas las atenciones que Asgrim había tenido con ella y le deseo mucha suerte y salud.

Caäniza recoge sus escasas pertenencias, entre las que se encuentran algunos objetos de gran valor bien escondidos en un rincón secreto de la habitación.

Antes de cerrar la puerta, echa otro vistazo para asegurarse de que no se deja nada, y también comprueba lo que lleva en el zurrón. Las noches que le quedan ha decidido pasarlas en el altillo del establo, como hizo las primeras semanas del verano. Por la noche cena por última vez con los que la habían acogido estos meses y se despide de ellos. Ya de noche, se encuentra en el altillo. El pequeño hurón está comiendo la manzana, y de vez en cuando le mira a ella.

Una suma de sentimientos se agolpaban en su mente mientras pasaba sus últimas horas en casa de Asgrim. Recordaba como había llegado a la zona, escondida en un carro primero y más tarde una vez descubierta a lomos del jamelgo. Y entreteniendo al carretero con el que hizo buenas migas. Cada uno de los objetos que portaba le recordaban partes de su pasado, precisamente ese buen hombre le enseñó a sujetar la saeta y le regaló su arco. "Uno corto como tú" decía burlándose cariñosamente de su estatura. O ese zurrón con inquilino incluido que encontró en el desván de una casa abandonada en la que hizo noche, desde entonces el hurón y Caäniza han compartida sus horas. 

También estaba el colgante con esa piedra verde esmeralda, herencia del viejo Rauhth, que se lo dio al despedirse, "lleva siempre encima, te ayudará, y sera más posible que nos reencontremos" Mentor de Caäniza la salvo de la barbarie de un asedio de hordas de orcos que destrozaron su aldea natal y le enseño todo lo que sabe. "La mente despierta ve más allá que la vista" solía repetir durante sus años de enseñanzas. Gracias a el aprendió que hongos son buenos para comer y que especies ayudan al descanso o la recuperación de la fatiga. Apenas medio año atrás le dijo que ya podía valerse por ella misma y que fuera precavida y generosa, y que tuviera la mente siempre abierta.

Por último el set de espada y escudo que encontró en los brazos huesudos de su antiguo amo dentro de una gruta en la que entró persiguiendo al hurón, mala suerte tuvo que tener su antiguo amo por terminar de ese modo, pero para que pudiera descansar se ocupo de dar sepultura a esos despojos y se cobró su precio con esas dos piezas que tan bien sentaban a su figura.

Ya de madrugada, el sueño finalmente vence a Caäniza y se queda dormida soñando con la nueva etapa que está a punto de comenzar, aunque sigue teniendo muchas dudas acerca de aquel viejo bardo que le acompañará.

Algo le despierta en medio de la noche...