Partida Rol por web

Berephar había agradecido con buenos modales y buena conversación la hospitalidad de aquellos soldados, mas era viejo para empuñar un arma que no fuera su bastón contra algún pillín o truhán de no más de doce años. Además su espada se la había regalado a su nieta, conformando así el legado de su familia. La misma espada que empuñó su familia en la Guerra entre Parientes y su hijo ya difunto.

Había permanecido taciturno, a los cuidados de Gildûr, y bastante cercano a él. Cuando los hombres partieran a romper el cerco, conduciría el carro a Sil Auressë con su amigo y pariente y otros heridos a bordo. Se subió al carromato, cuando reparó en el yelmo de Milzarâk. Lo tomó con ambas manos y se lo ofreció a su nieta.

- Eren, querida nieta. Un hombre parte a la guerra sin su yelmo. ¿Seréis tan amable de recordarle a nuestro Milzarâk que jamás un hombre debe huir de sus raíces? Puede que Umbar y Gondor sean enemigos, pero él claramente puede ser considerado un amigo para mí. Id con él y dadle su yelmo, además de desearle valor en la batalla. Sin duda te lo agradecerá.

Ella tomó en sus manos el yelmo de Milzarak. Era un "karma", un yelmo clásico de diseño númenoreano. Era de placas pequeñas a modo de escamas, y la forma recordaba la de una serpiente marina.

Bien era cierto que el diseño databa de los tiempos de Númenor, pero después del Hundimiento los Reinos del Exilio dejaron de usarlo, y se solía asociar únicamente con los hombres de Umbar.

-Sí, ha de llevarlo, ciertamente, dijo Eren y salió en busca de Milzarak. Lo encontró junto a los otros hombres que se preparaban para el combate. Muchos cesaron en sus quehaceres al verla, ya que su belleza era tal que ante la inminente batalla los hombres no pudieron evitar recordar por un instante aquello que tal vez no iban a volver a ver y disfrutar.

-Ten, Milzarak, le dijo con la voz algo rota por la emoción -Has de llevar este yelmo, tu karma. Porque eres un descendiente de Númenor, y por tus venas corre la sangre de los Altos Hombres de Oesternesse. Aquí, Umbar no es enemigo, pues Gondor y la terrible Lucha Entre Parientes quedan lejos. 

Miró a su alrededor, y efectivamente varios asintieron ante sus palabras. El Reino del Norte había mantenido buenas relaciones con aquellas facciones de Umbar que no habían servido a la Sombra. -Nada has de temer salvo la muerte. Hasta que nos volvamos a ver, le dijo y al entregar el yelmo le dio un beso en la frente como despedida.

- Os llevaré siempre a mi lado - dijo metiendose la mano en el bosillo del pecho y mostrandole el pañuelo que le había regalado - Que volvamos a vernos.

Volviendo a guardarse el pañuelo en el bolsillo, cogió el casco con las dos manos y se lo puso.

Ya estaba listo para el combate.

Milzarâk tomó posición junto al resto de los guerreros. Sumaban diecinueve hombres preparados para el combate. El resto se apresuraron a desmontar el campamento, cargar los bienes más valiosos a los caballos, y sobre todo preparar el traslado de los heridos. Eren y Berephor ayudaron en esa tarea.

El plan era avanzar en dirección hacia Sil Auressë buscando un lugar elevado desde el cual se pudiera ver el castillo. Los guerreros irían delante a pie, y la retaguardia sería el rsto a una distancia prudencial. No podían quedarse demasiado atrás, pues tendrían que avanzar hacia la seguridad del castillo en cuanto los hombres liderados por Belegund hubiesen entablado combate con los huargos.

-La clave es la coordinación con los defensores de Sil Auressë, dijo el líder mercenario dirigiéndose a los presentes. -Nos han informado que cuentan con un artilugio que proyecta una luz potente, o más bien, tres luces: roja, verde y azul. Estas luces se pueden apagar y encender, creando un código. La señal para comenzar el ataque es Rojo y Azul. No me preguntéis qué es exactamente, pero cuentan que una poderosa hechicera fundó aquella aldea, así que no debe sorprendernos.

Suspiró al mirar a la retaguardia formada por un par de carros y varias monturas. -Avanzan lentos, y de nosotros depende darles el tiempo suficiente para que lleguen al castillo. Y que nos abran el portón.

Milzarâk miró también hacia los carros que los seguían. Pero ahora lo único que podía hacer por ellos era concentrarse en la lucha que estaba por venir.

Girando la cabeza se puso a observar el camino que aún tenían por delante.

Habían llegado casi hasta el camino que rodeaba la meseta de Sil Auressë, y que entraba en la aldea. Pues Sil Auressë tenía dos partes: la aldea vallada abajo, y el castillo que estaban construyendo en lo alto. Y era allí hacia donde se dirigían, a la protección del castillo. Ya pudieron ver a un nutrido grupo de aldeanos amontonados cerca de la empalizada. No eran guerreros, sino mujeres, niños y ancianos. También querían ser evacuados al castillo, pero varias manadas de huargos se postraban en el camino. Si los aldeanos se atrevían a avanzar, los depredadores se iban a dar un festín con ellos.

Los huargos eran numerosos. A simple visto había más de treinta. Y fuertes y ágiles, y con una oscura astucia que les inclinaba a servir el Mal. Ya habían detectado a los nuevos, y estaban dudando qué hacer. Por último, en el castillo había algunos defensores. No eran muchos, pero con la ayuda de los hombres de Belegund, tal vez podían romper el cerco del castillo.

-Q-qué está sucediendo, preguntó Gildûr. Su voz era débil, y estaba febril en el carromato que seguía la estela de los guerreros. Junto a él estaban Eren y Berephar. Entonces agarró con fuerza el antebrazo de la joven, y miró al cielo asustado y con un atisbo de locura en los ojos. –La oscuridad… todo se vuelve oscuro. Las sombras...¿Qué está pasando?

Entonces vieron algo inesperado. De repente, el sol en lo alto del cielo parecía atenuarse ligeramente. Era algo insólito y les hizo callar tanto a los hombres de Metraith como a los habitantes de Sil Auressë.

Una franja oscura apareció en un borde del mismo Sol, y muy poco a poco la mancha negra iba devorando el astro rey.

El miedo y el nerviosismo se apoderaron de los hombres, y más cuando los huargos respondieron aullando y gruñiendo con frenesí.