Turno 16 - complemento
Motivo: Maniobra lanzar hechizo
Tirada: 1d100
Resultado: 17(+20)=37
Motivo: Hechizo
Tirada: 1d100
Resultado: 18(+50)=68
Para resolver el hechizo que entra en el símbolo ancestral hay que realizar una maniobra de lanzamiento (75% del turno) y luego resolver el hechizo... si entendí bien! lo hago y vos decime si está bien.
Maniobra
Voy a lanzar un Heal, de primer nivel de sendas de sanación (+15)
Estuve concentrado el turno anterior y dado que la diferencia de niveles entre hechizo y lanzador es 3, tiene un bono de: 0
PP 16/35 (45%): - 10
Lista abierta de canalización: +5
Una mano libre (la otra toca el monolito): 0
Voz alta : +10
Otros penalizadores: 0
Maniobra de lanzar hechizo: d100+15-10+5+10= d100+20
Resultado: 37 - Exito parcial, se lanza en el turno siguiente al 50% de la acción sin tirada de maniobra.
Hechizo
Heal, de primer nivel de sendas de sanación: +15
Mano sobre monolito: +30
Monolito quieto: +10
PV 24/56 (42%): -5
Hechizo base: d100+15+30+10-5= d100+50
Resultado: 68 - Penalidad para resistencia del monolito: -20
Penalidad adicional por Willing target: -50
Resitencia acumulada -70, faltan otros bonos de la piedra, pero este tema lo ves vos y dirás si sale o no (en el turno siguiente).
Nota: otro tema para que veas es si, dado todo el tema del Eclipse, el bonus de iluminación mágica, la luz de Eärendil y la propia esencia de poder del monolito, todo ello vigente cuando se lanzó el hechizo de symbol, no permiten que el efecto del Heal pueda realizarse sobre todos los que lo toquen (1 vez al día, claro) y no solo al primero que lo toque (que entiendo es el efecto que sucedería en una piedra normal). Puede ser muy útil ahora con los heridos, y también un símbolo de bendición sobre los seguidores (hasta ahora prisioneros), que pobres solo quedó la décima parte... algo como la piedra que sana. Lo dejo a tu criterio.
Turno 16
La mano de Norión continuaba sobre el monolito, junto a la de Otho, pero ya no eran las únicas, la del anciano Rhav se había sumado mientras la de Ferrim recorría las vetas de la piedra. Los símbolos de Finduilas habías logrado cerrar el portal y purificar el altar sagrado de la magia del oscuro chamán, Gothdust, había una opción después de todo, pensó como si el espíritu de aquél hombre aún pudiese escucharlo en el umbral de la muerte. El anamarta apenas podía poner en orden la última visión que había recibido, como una bendición de Illuvatar que se le iba de las manos, una gracia que había durado menos de un minuto pero le había permitido comprender el complejo entramado del destino. La imagen lo perturbo, sentía que debía hacer algo con eso, y no estaba solo, a su lado estaban los que podían ayudarlo a sanar la esencia de esos pilares.
- Muchas piedras como esta han sido corrompidas en Arda por la maldad, pero tres han sido profanadas de un modo imperdonable. Esta es solo una, otra está en la Biblioteca Real Ciudad de Reyes y la otra en el puente de Ost-in-Edhil, dónde Ayla enfrentó a Karthog. El ritual ha sido bloqueado, pero esos lugares siguen siendo víctima de un sacrilegio. Se que vuestro compromiso con esta fuerza de la naturaleza que se esconde en las entrañas de esta tierra es tan grande como el mío, o aún mas. Cuando sea el momento, cuento con ustedes para terminar lo que aquí empezamos- dijo a los tres que lo acompañaban.
La piedra comenzaba a dar señales de pureza, no solo por los símbolos, sino por la esencia de los que la estaban tocando, la base mas profunda de aquél monolito que por siglos había estado enfermo de ira ahora escuchaba una nueva voz y era testigo de cuan lejos podían llegar esas pequeñas criaturas que ahora clamaban por una nueva oportunidad. El anamarta se concentró y comenzó a recitar palabras arcanas, que poco a poco se hacían mas audibles hasta terminar un grito - Bendice Yavanna a los que vengan a los pies de este altar en respeto por la vida, ahora y para siempre!- y su mirada se posó en el ancestral símbolo que había impregnado sobre la piedra.
Saqué a Denelloth, porque coincido con Ferrim en que va a estar adentrado en el bosque, al igual que Girión en el próximo turno.
Motivo: TRMonolito
Tirada: 1d100
Resultado: 37
Motivo: Yavanna
Tirada: 1d100
Resultado: 41
Lanzamiento del hechizo: no aplico el -10 de los PP, no hasta que hayas gastado la mitad de los puntos. Eso en general, y además en este caso la propia piedra es una fuente de Canalización que aunque no lo estás usando como tal, para algo te servirá tener una mano sobre ella (al menos para reducir el efecto del cansancio mágico). Con eso, el hechizo sale al final de este turno.
El Monolito "falla" la TR. Faltaba saber si se "reconvierte" o comienza a hacerlo para volver a ser un símbolo de Yavanna, pero aún es pronto para eso. Pero como una "piedra que cura" sí, mientras dure el hechizo del símbolo. Me parece lógico.
Turno 16 - Resolución Denelloth - Girion
Denelloth agarró la espada con las dos manos y atestó un golpe por la espalda al orco sentado. Aún así, el ataque fue extrañamente débil y no pudo penetrar la armadura. Finalmente el montaraz cayó encima del orco, y las heridas acumuladas de todos los golpes que había recibido le hicieron perder el conocimiento. Seguía sangrando inmóvil en el suelo mientras Denelloth se incorporaba. Entonces llegó Girion presto para ayudar, pero vio que ya había terminado. El último orco yacía muerto en el suelo. El último de los que habían defendido el claro, mas no pudieron saber si era el último en el bosque.
Los dos regresaron con el resto. Al llegar, escucharon parte de las palabras de Norión.
Denelloth: 91+35 por la espalda = 126 - 10BD = 116 => 12 BP, crítico 10: +2 PV
O8: (76/77) 2p/as => 1 turno más y se queda inconsciente por pérdida de PV.
Turno 16 - Resolución (todos)
¡Bendice Yavanna a los que vengan a los pies de este altar en respeto por la vida, ahora y para siempre!
Las palabras de Norión se esuchaban por todo el lugar. El anamarta lograba conectar con la fe de los seguidores del culto ancestral, que habían llegado a repudiar y a temer a la piedra cuando ésta fue convertida para un propósito distinto. El símbolo original que había iluminado Norión ahora pasaba a la acción, y el poder de Yavanna aliviaba el dolor de aquellos que se acercaban a tocarla. El poder de Yavanna canalizada por Norion a la piedra, pero para los hombres de fe aquellas diferencias eran insignificantes. La Piedra estaba ansiosa por otorgar su bendición a los fieles que se acercaban de nuevo, pero esta vez sin temor.
Eben preparaba el arco y permanecía atento a los alrededores. Fue el joven dúnadan quien vio llegar de nuevo a Denelloth y Girion. Habían acabado con el orco que había huido. Cerca de Eben, Russef se incorporaba con cierta dificultad y temoroso que la herida se volviera a abrir, caminaba ahora hacia la Piedra. También uno de los seguidores liberados buscaba llegar hasta el monolito. De momento solo uno, pero seguramente otros iban a seguir su ejemplo.
Mientras tanto, y ajeno a casi todo lo que sucedía alrededor, Ferrim hijo de Ferric trabajaba con su martillo. Más que grabar la runa de los Enach en la piedra, parecía querer descubirla en la propia roca. Era un trabajo delicado, y la runa diseñada por la Dama Finduilas según las técnicas de los Enach era realmente compleja. Incluía alguna referencia al eclipse, así como formas geométricas en espiral que recordaban los grabados originales de la piedra. Una línea delgada unía el conjunto principal de runas con otro círculo de menor tamaño que recordaba tal vez al sol oculto.
Perlas de sudor brillaban ahora en la frente del enano mientras seguí inscribiendo cada trazo según las pautas del tomo de los Enach, una Casa que había mantenido vivo el legado de Númenor durante largos siglos pero que finalmente había caído en el ostracismo. Hasta este momento.
A medida que avanzaba en el trabajo, pudo notar cómo la fuerza de la Piedra se comunicaba con las runas. Era una sensación difícil de explicar para los que no eran naugrim, para todos aquellos que veían la roca como algo carente de vida y de música. Sin embargo, los enanos eran distintos. Podían sentir el lento latido constante del tiempo en cada veta de la piedra, y el recuerdo del pasado se conectaba con un futuro por llegar, pues la piedra era eterno pero no inmutable. Y al mismo tiempo, la piedra resonaba con el eco de la Música de los Ainur que dio forma al mundo.
Motivo: seguidores(8)-Piedra
Tirada: 8d100
Dificultad: 80+
Resultado: 16, 95, 59, 42, 34, 28, 4, 44 (Suma: 322)
Exitos: 1
Eben: vale, entendido la pifia. Cuando el resultado del ataque es pifia, se tira una segunda tirada y se consulta la tabla de pifias (si haces tirada de ataque y crítico, uso el crítico com pifia; si no has hecho 2ª tirada, hago yo la tirada de la pifia). El resultado de la pifia puede varia, en este caso ha sido parecido a lo que habías escrito, pero con una pifia alta puede ser otra cosa.
Denelloth&Girion: como lo de Ferrim va para bastantes asaltos, os traigo de vuelta de la incursión del bosque. Incluyo parte del discurso de Norión que Denelloth no estaba (Girion sí había sido marcado como destinatario).
Norion: el hechizo sale a final de este turno Todo aquel que toque la Piedra recibe un hechizo de Curación I (1-10 puntos).
Russef: PNJtizo un nuevo turno
Ferrim: vas bien, el trabajo principal lo vas a hacer como debe, si acaso una segunda tirada porque lleva su tiempo terminar el complejo diseño.
Si a alguien se le ocurre alguna cosa para ayudar a Ferrim, posteadlo e intentaré tenerlo en cuenta.
Creo que no es necesario poner ya turno, sobre todo porque hay acciones que tal vez lleven más tiempo que otros. Postead lo que queréis hacer o decir, y luego vamos resolviendo.
Yavanna respondió. Una gran satisfacción recorrió el interior el anamarta, pese a todo lo ocurrido, la reina de la vida respondía a su llamado, como si una indulgencia de los Valar cayera sobre él, como si ellos hubieran podido comprender el sacrificio del sacerdote. Las fuerzas de su cuerpo volvían rápidamente, la bendición se sentía tanto en la carne como en el espíritu. No había en la piedra ningún rasgo ominoso, lo peor ya había pasado. Sin embargo, aún no era un altar consagrado, no hasta que la fuerza primitiva terminara de liberarse, y para ello la presencia de Otho, la de Rhav y la de los otros cultistas era vital. Pero su intercesión no sería suficiente, todo recaería finalmente en el naugrim, su mano podía perpetuar la protección de Finduilas y convertir esa piedra en un santuario eterno. La mano de Norión se alejó del monolito lentamente, en una mezcla de despedida y agradecimiento, como si se tratase de un buen amigo con quien las palabras no hacen falta, uno al que seguramente volvería a ver. - Mi parte está cumplida. Ahora en sus manos está el destino de este altar- dijo a los tres que lo acompañaban, deteniéndose finalmente en el enano - Ferrim hijo de Ferric, lo que haces se recordará en las montañas y en las llanuras, en este tiempo y en los que vendrán. Gracias... - tras lo cual dio media vuelta y se alejó.
Lo que vio era desolador, había cuerpos sin vida por doquier y varios heridos. Eben estaba a un lado de Russef, cuyas graves heridas habían sido contenidas con el último aliento del Guardián de Irmo, el monolito podía ayudarlo a recomponerse, al igual que al resto, el abrazo de Yavanna era para todos, sin distinción - Toquen la piedra, ella se sanará con su fe y ustedes con su bendición - dijo a los cultistas sin mirarlos, aunque la invitación incluía a todos los demás.
A lo lejos vio a los dúnedain regresando del bosque, sin duda habían logrado silenciar al último orco, eso les daba tiempo, pero no demasiado. Caminó entre los cuerpos reconociendo a cada uno, hasta que llegó al que iba a ser sacrificado, aquél sobre el cual él mismo había alzado la daga ceremonial. Se arrodilló con dificultad a su lado y miró a los dos hombres que estaban mas cerca, los que alguna vez fueron su amigo y su pupilo - Queda poco tiempo y mucho por hacer, debo contarles tanto... Pero primero lo primer, Girion, ayúdame con los heridos, lleva por favor a este hombre hasta la base del monolito - sin duda el hijo de Gildur ayudaría a todos ellos de buena gana, y en especial a este por el que tanto empeño había puesto en salvar. Su mirada se ensombreció levemente cuando miró al montaraz, a él le pediría lo mas difícil - Denelloth... tu ayúdame con los muertos, no hay tiempo para darles sepultura, pero si para orar por su descanso. Ayúdame y llevemos a los cuerpos humanos hacia la pila para que descansen juntos- se incorporó y se acercó a uno de los muertos, no era cualquiera, era uno de los chamanes, el más joven, el que había sido discípulo del Hijo de las Sombras con más fervor que ningún otro. Cerró sus ojos y comenzó a arrastrar el cuerpo hacia la pila Descansa muchacho, Namo es sabio y tu juicio no será severo, tus crímenes son imperdonables, pero también lo son los míos, así que no temas.
Motivo: curación monolito
Tirada: 1d10
Resultado: 8
+8 PV (32/56)
Recuento de heridos:
Muertos: Z1, P5, P2, Ch2 (el que lleva Norión), Gothdust, Prisioneros decapitados en la pila, y varios orcos por ahí
Inconsciente: P1
Herido grave: Russef
Resto: heridas leves o bien (alcanza con tocar el Monolito)
Eben escuchó a Norion y, por un instante se dio la vuelta y observo la destreza del enano mientras realizaba la complicada inscripción en la roca.
Sus compañeros ya regresaban del bosque, posiblemente con el trabajo ya realizado. Se acercó a la piedra y la tocó, sintiendo un agradable calor y como el cansancio desaparecía de sus miembros, pero él no estaba herido y no recibió más curación.
Mientras sus compañeros arrastraban los cadáveres hacia la roca, Eben permanecía en guardia y con el arco preparado. No confiaba en que la situación estaba resuelta, aún estaban rodeados por un ejército orco.
¿Recuperamos los puntos de poder?
Se incorporó respirando fuertemente, oyó un leve ruido y se giró bruscamente, la espada todavía goteando sangre negra en alto. Girion necontró una mirada aguda y amenazadora clavándose en él, que se desvaneció de inmediato con el reconocimiento. Denellot se relajó, y sólo quedo un rastro de hastío y cansancio.
-Vamos, ayúdame -se limitó a decir.
Se colgó el escudo a la espalda y tras un último vistazo al bosque* agarró al cadáver por la parte alta de la armadura y lo arrastró hacia el claro. No tenía demasiado sentido ocultarlo, ya que los restos de su paso por allí eran evidentes, pero al menos nadie lo vería si no penetraba en el claro.
Tirada oculta
Motivo: Observación
Tirada: 1d100
Resultado: 51(+49)=100
*Observación. No vaya a ser...
Llegó al claro junto a Girion, arrastrando el cadáver del orco, que dejaron caer sin miramientos en cuanto clareó la maleza. Tenía los ojos enrojecidos y una expresión de fatiga. Parecía más viejo y flaco que de costumbre; la luz del sol que retornaba no conseguía penetrar las sombras de su capucha.
Levantó la cabeza hacia el cielo, con los ojos entrecerrados, haciéndose más visibles sus cicatrices. Miró un momento hacia el lugar donde había estado Benaldamat, y luego al monolito, donde Ferrim trabajaba y al que se acercaban los prisioneros liberados en condiciones de hacerlo. Ignorando el dantesco espectáculo de muerte que presentaba el claro, hundió la punta de la espada en el suelo y se apoyó en ella, doblando levemente la hoja. Parecía a punto de derrumbarse.
Se diría que no tenía energías ni para responder a la petición de Norión. Sólo giró la cara hacia él, carente de expresión, cuando le pidió que orasen juntos. Orar. Parecía que ni siquiera entendía el término. No parecía dispuesto a moverse, pero finalmente, con gestos lentos y que parecían costarle enormemente, envainó la espada, miró alrededor entre la carroña y arrastró al cuerpo más cercano en la misma dirección que Norión. Cuando estuvo a la altura del sacerdote se irguió a su lado, mirándolo largamente.
Te hubiera matado sin dudarlo -le dijo. Lo hizo en un tono neutro, sin inflexiones, exento de rencor, remordimiento o sorpresa. Era la simple constatación de un hecho. Con una falta de emoción que daba miedo.
El anamarta arrastraba el cuerpo del discípulo de Gothdust con dificultad, pero sin detenerse. Lo acomodó en el suelo, cerca de los otros cuerpos. Intentó de algún modo separar cada uno para darle un responso adecuado, aunque un entierro hubiese sido lo mas apropiado para esos cuerpos sin vida. Mientras hacía un esfuerzo para movilizar a los muertos, el montaraz se acercó con un prisionero y lo dejó tendido a su lado. Sus frías palabras sonaron neutras, como si de un muerto más se tratase, Norión lo escuchó al igual que al resto de los espíritus que clamaban por reposo, pero con él no guardó silencio - Mas bien diría que lo has intentado con todas tus fuerzas y ordenado incluso que tomen mi vida. Pero mi muerte nunca estuvo en tus manos ni lo estará, Denelloth, sino en las de Namo. Cuando sea mi momento partiré, pero hasta entonces nada podrás hacer al respecto - dijo secamente. La amistad que los había unido ya no fluía entre ellos, una grieta insondable los separaba, pero al anamarta no le causaba ningún remordimiento, había estado solo toda su vida, de joven separado por sus limitaciones físicas, de adulto cuestionado en su orden hasta el exilio. Sil Auresse había sido lo único diferente, un respiro inesperado, una transitoria luz en las tinieblas, pero él sabía que no duraría mucho, y volver a estar solo no era algo que temía atravesar.
Mantuvo sus ojos sobre el anamarta, asintiendo lentamente a sus palabras, como considerándolas juiciosas, y miró detenidamente su brazo herido, donde una mancha de sangre cuajada daba fe de la puntería de Girion. Denelloth parecía considerar nuevamente a Norión, incitado ta vez por su tono desabrido; la dura, extrema situación que había atravesado.
-Podríamos haberte matado. El tono seguía siendo neutro, aunque se advertían matices de sorpresa y calidez debajo de aquella frase apenas diferente a la anterior. -Te has arriesgado hasta la temeridad. Has enfrentado a un enemigo terrible, jugando a un juego peligroso. Namo sin duda te protege. Incluso de admiración. Pero no había ni rastro de amargura.
-Dime, ¿por qué no nos lo dijiste? ¿Por qué no compartiste con nosotros lo que te proponías, antes de separarnos?
La pregunta, sin embargo, adquirió un matiz distinto. Como si el montaraz estuviese dolido.
No puedo contenerme (ni tú, por lo que veo XD), tengo que responder; para los demás quedará como una charla en la lejanía entre los dos. Lo que añada será en la próxima escena, como indica el dire.
Norión permanecía frío en sus modales, acomodando los cuerpos sin vida, algunos recientes y otros de varios días atrás. Lo que había delante de ellos era una masacre, un espectáculo que revolvería el estómago a mas de uno. Los dos hombres que allí estaban de pie, sin embargo, eran diferentes. El montaraz había atravesado experiencias mas duras que muchos mortales, la cicatriz en su rostro era un trofeo de guerra que marcaba que había sobrevivido dónde otros habían perecido, sin duda la muerte no era algo que lo intimidara. Para el anamarta, en cambio, su vida había transcurrido en las catacumbas del Túmulo, había visto morir a cientos por la Gran Plaga y a otros cientos por espectros que tal vez él mismo había despertado en su ingenuidad, la muerte para él era una compañera de viaje. Denelloth continuó hablando, pero su timbre de voz cambió levemente, sutilmente, pero lo suficiente para que Norión lo notase, después de todo hacía tiempo que se conocían y habían aprendido a leer el silencio de sus rostros.
Norión clavó sus ojos en los de aquél hombre y se mantuvo en silencio, como buscando su interior, como leyendo lo que había en lo mas profundo del explorador. Luego le respondió con la confianza que solían tener tiempo atrás, consciente de que ese acercamiento duraría tan solo unos segundos - Porque no lo sabía... - por primera vez en mucho tiempo sonrió levemente, su respuesta parecía la de un mediano y no la de un anamarta, pero la verdad solía ser mas sencilla de como los hombres la imaginaban. Ahí residía la diferencia entre el erudito y el sabio, el primero buscaba el conocimiento detallado de los misterios mas difíciles, y eso había sido Norión hasta ese día. El segundo, en cambio, comprendía la esencia de las cosas sin complicarse en detalles insignificantes, y sin proponerselo se estaba convirtiendo en eso. - Tu también te has arriesgado, Denelloth. Tu y yo nos hemos enfrentado a horrores que el resto no, y ambos tenemos grandes cargas en la espalda. La mia es pesada, tal vez mas que la tuya, porque he cruzado límites que no debía. Al final de mis días resolveré eso con Namo cara a cara. Pero hasta entonces... aún queda mucho por hacer- el sacerdote dejó de mirarlo y continuó acomodando los cuerpos.
Uno de los muertos había sido cercano al anamarta, no en tiempo pero si en intensidad, sus heridas eran graves y su cuerpo había perdido la tibieza, pero sus ojos estaban abiertos, atónitos, y Norión recordó que hasta su último aliento aquél hombre le había sido leal. Suspiró y luego se rasgó parte de su túnica, y usó el lienzo para envolver la herida en el abdomen como si de un vivo se tratase. Aún concentrado en atenderlo, le habló al montaraz - Tal vez podamos compartir el peso de nuestra carga mientras bebemos una hidromiel. Hay muchas cosas que me gustaría hablar contigo - dijo sin levantar la vista, puede que esas fueran las últimas palabras de calidez que el anamarta le brindara, o tal vez las primeras de muchas.
Es cierto...no me pude contener XD
Desde que Benaldamat se volatizó y abandonó su forma corpórea, Russef se mantenía a duras penas de pie. La herida se había cerrado, pero había otras heridas más dificiles de cerrar, eran las del alma, las del corazón y la sinrazón que tras acabarla contienda afloraban sin piedad en la ausencia de la tensión propia de la batalla finalizada.
Era la hora de los muertos, de las oraciones. Sin pensarlo siquiera avanzó como dijo Norion hacia el monolito, tocando la piedra que Ferrim martilleaba con destreza.
El combate había sido largo, pero a Russef le parecieron horas los pocos minutos que avanzaron desde que todo acabó. Los guardianes de Enila habían logrado sobrevivir cuando nadie hubiera apostado una moneda por ellos, pero el precio fue demasiado alto, y aún había mucho que hacer.
Intentó curarse la herida durante unos instantes para despues llegar hasta Ferrim.
Dime si necesitas algo en lo que pueda ayudar, dijo al aguerrido naugrim sin saber qué podría hacer
Tirada oculta
Motivo: prim. auxilios
Tirada: 1d100
Resultado: 8(+17)=25
Disculpad estos dias de ausencia, un tanto complicados
DM, como estoy de pv? Jodido
Ferrim trabajaba absorto, ignorante de lo que ocurría a su alrededor. Estaba concentrado en su labor y en la maravilla que podía vislumbrar en aquella roca tan especial de la que sabía, cómplice, que se le ocultaba casi todo. No es que se le ocultara lo que había ocurrido allí, ni era que Norión hubiera dejado de contarle cosas sobre el monolito. Los humanos y sus veleidades ya no importaban en aquel momento. La relación del naugrim con el monolito ya trascendía esas minucias. Sin embargo, Ferrim sabía que esa roca era infinitamente más grande que él. Ella le hablaba como una madre sabia, y él se sabía un niño ante ella, conocedor de que aquella historia que ella le contaba, a pesar de tener una profundidad inasible para la mayor parte de los mortales, no era más que un verso del todo. Como aquellos niños que son conscientes de su infancia y de que los adultos transitan otra dimensión de conocimiento, así se veía Ferrim ante el monolito.
Y no le ofendía, no le molestaba saberse incapaz de conocerlo todo sobre el monolito. La roca podría contarle todo sobre sí misma y, aún así, Ferrim no lo entendería. Como cuando explicas a un humano los misterios de la herrería khazad: puedes contarle todos tus secretos de la forja y él asentirá, pero no habrá entendido ni una palabra, habrá sido superado por el conocimiento. Ferrim solo bebía esa sabiduría agradecido y cómplice. Estaba maravillado con la sabiduría que los Enach habían acumulado en tiempos lejanos y fue más consciente que nunca de cómo los hilos del destino que habían ligado a su clan con aquellos numenoreanos acababa anudándose en él mismo: el legado se cerraba en Ferrim. ¿Podría haber sido otro enano? No, ciertamente. Tenía que ser él, a pesar de no ser el cantero más hábil ni el más profundo conocedor de la ciencia de las runas. A pesar de eso, solo un descendiente de los Bulum-arrâs podía hacerse cargo del conocimiento de los Enach en aquel momento y lugar. Del mismo modo que el mediano Otho era la llave imprescindible a pesar de no parecer más que un niño. Otho no era un guerrero de los de antaño, no era la espada de fuego, pero era lo que debió ser allí. Ferrim se sintió humilde y agradecido.
Así, trabajando delicadamente con un martillo cuyo tamaño desentonaba con la delicadeza del trabajo, fue trazando líneas mágicas, sintiéndose más como un carpintero que lija el roble para suavizarlo. Porque lo que Ferrim estaba haciendo era, efectivamente, tallar la roca. Pero cualquier que viera lo que estaba ocurriendo bajo sus rudas manos creería que, más que cincelar, sacaba a la luz unos símbolos que al monolito le eran naturales y propios. Ferrim no estaba firmando, no dejaba una impronta: descubría un viejo tatuaje largamente olvidado bajo partículas de piedra.
Alguien le habló en algún punto lejano, fuera de esa burbuja sorda en la que se había introducido. Alguien quiso saber cómo ayudar, qué había que hacer con el monolito, y él se encogió de hombros:
– Aceptarlo, comprenderlo. Solo eso.
¿Comprenderían los humanos lo que eso significaba? ¿O seguirían viendo a las rocas como algo inerte, frío, un elemento gris del paisaje, un escollo en el camino, un mero utensilio, un esclavo? Lo que para un naugrim era obvio, para las demás razas era una barrera infranqueable. El monolito sanaba porque estaba vivo, y a su vez solo podía sanarse con los cuidados de los demás.
– Aceptarlo, darle apoyo. No debe sentirse solo.
Motivo: Trab. Piedra
Tirada: 1d100
Resultado: 36(+50)=86
El joven dunadan llegó pronto hasta Denelloth. Al ver el cadaver del orco en el suelo refrenó su carrera y se terminó su caminar hacia su compañero más tranquilo. Entonces, al ser descubierto por el montaraz, éste se giró y una mirada fría se cruzó en con la de Girion.
Sin duda alguna el veterano montaraz habría seguido luchando de ser un enemigo, pese a su estado y pese al enemigo que se le acercara. Pero esto no incomodó a Girion. Rápidamente levantó una mano mientras se acercaba.
Sobraban las palabras. Los dos sabían que la tensión del momento les salía por cada uno de sus poros enfurecida, enardecida. Pero todo había acabado. El joven guardó sus armas y cuando llegó a la altura del veterano palmeó su hombro. Habían logrado su cometido. Habían logrado su objetivo.
Cuando Denelloth le pidió ayuda, Girion consideró seriamente si era para él o para llevar el cuerpo del orco al claro. Pero al ver coger el cuerpo, se acercó y ayudó a arrastrar el cuerpo del orco.
Nada más entrar en el claro arrastrando el cuerpo del orco abatido por Denelloth miró la situación de los presentes y comenzó a pensar en los siguientes pasos a dar. Había muchas cosas que hacer si querían salir de ahí con vida y organizar todo aquello era fundamental para no perder mucho tiempo.
Pero en ese instante su mirada se cruzó con la de su mentor, Norion.
No encontró nada. Sin resentimiento. Sin ira. Sin reproche. Nada.
En cambio en la mirada del joven dúnadan se vislumbraba el dolor por haber haberle herido, por haber caído en las garras de la duda, por haber creído que Norion les había engañado todo ese tiempo y estaba al lado del oscuro. Por un momento pensó en ir a habar con el anamarta, pero no era hora de perder tiempo. Sin duda alguna los dos hablarían largo y tendido de aquel momento, aunque los dos sabían que todo estaba perdonado.
Queda poco tiempo y mucho por hacer, debo contarles tanto... Pero primero lo primer, Girion, ayúdame con los heridos, lleva por favor a este hombre hasta la base del monolito
Dejando el cadáver del orco en el suelo se acercó a su maestro y le todo el hombro mientras asintió levemente. Luego agarró al herido por debajo de los brazos y con ayuda de alguno de los prisioneros llevó al malherido hacia el monolito.
Sin interrumpir a Ferrim en su trabajo cogió la mano del humano la llevó hasta la pulida piedra que antes desprendía maldad. Y al apoyar su mano notó como una calidez invadía su cuerpo y serenaba su espíritu. Sin duda alguna el mal había salido de la piedra y en su lugar había anidado la fuerza de Yavanna.
Motivo: Curación del monolito
Tirada: 1d10
Resultado: 2
Punto curados = 2
Un silencio solemne reinaba en el claro, solo interrumpido por el incesante choque del martillo contra la piedra. Muchos de los hombres se acercaban a tocar la piedra. Tan solo hubo algunas breves palabras intercambiadas en privado entre Denelloth y Norion, y algún otro comentario pronunciado casi a susurros.
Con cada golpe de martillo deliberado y delicado, se hizo evidente la presencia de lo divino y de lo eterno en aquel lugar. Los valar se habían hecho notar en los momentos más oscuros, e incluso Yavanna volvía a bendecir la Piedra que le había honrado en otros tiempos. Lo divino trascendía el tiempo, y rara vez podían saborearlo los hombres mortales. Para ellos, la inmortalidad se reducía al deseo de perpetuar una parte de sí mismo, de su alma. Ya sea por la gloria conquistada en el campo de batalla, ya sea por otras grandes obras o hazañas en vida, el recuerdo colectivo se podía convertir en un legado duradero que resistía el paso del tiempo después de la inevitable muerte. Era algo real, algo que tenía vida propia. Y hasta parecía tangible. Sin embargo, no era más que una ilusión compartida por sus semejantes.
No era así para los naugrim. Sus obras perduraban más allá de lo efímero, más allá de la fama pasajera y de la gloria de los mortales. Se acercaban a lo verdaderamente eterno. No se conocía el nombre de los grandes herreros del pasado, pues para los enanos todos ellos eran parte de la misma gran obra. Todos juntos formaban el pasado, el presente y el futuro de aquella noble raza. Y ese todo estaba forjado en acero y, sobre todo, tallado en piedra. No podía ser de otro modo. Desde las profundidades de Khazad Dûm hasta los picos de las Montañas Azules, de este a oeste y de norte o sur, los enanos habían ido tallando y forjando su propio ser colectivo.
Así pues, no era solo Ferrim hijo de Ferric quien grababa aquellas runas en el Monolito. Y una vez terminada la tarea, aquella inscripción ya no pertenecía a él. Ya formaba parte de la esencia de la piedra. Esa extraña comunión entre la roca inerte y los naugrim se había materializado una vez más. Nadie como ellos podía dar vida a lo inerte. Nadie como ellos podían sentir el alma de las rocas. Porque su origen era la roca, y el martillo de su Creador. Y en su misma esencia estaba la voluntad de perpetuar aquella unión.
Cuando Ferrim terminó uno más de los círculos del intrinsecado diseño, sintió como otros círculos se cerraban a la vez. El de los Enach que habían compartido sus secretos siglos atrás con los enanos. El de Finduilas quien desde su oscuridad había confeccionado aquel símbolo que ahora era parte inseparable de la Piedra. El de Benaldamat que había acudido a la llamada. El de Denelloth desde que visitó por primera vez el claro en solitario. El del anamarta Norion que había culminado un trayecto personal que había cambiado el porvenir de la profecía. El de Eben y Russef, el de Otho, el de Girion… Todos habían cumplido su parte de aquello, aunque no lograban comprenderlo del todo.
No iba a ser fácil asimilar la inmensidad de lo sucedido en aquel día. De algún modo, les había cambiado a todos. Cada uno había salido de su ser anterior y juntos habían emprendido una tarea. Y en el trayecto, habían dejado atrás parte de sí mismo, y entre ellos se había forjado un vínculo. Habían pasado por cosas increíbles. Tal vez con el tiempo iban a poder hablar de lo sucedido o tal vez el silencio como el de aquellos momentos iba a acompañar siempre el recuerdo del Monolito cuando se encontraban con personas que no habían estado allí.
Denelloth, Russef, Norion, Eben, Ferrim y Girion habían sobrevivido y habían logrado lo que parecía imposible. No obstante, no hubo celebraciones. Simplemente silencio roto por golpes de martillo. Algo había cambiado en cada uno de ellos, y en interior comprendían que no había vuelta atrás para los Guardianes de Enila.
Por encima de sus cabezas, el Búho de las Quebradas volaba en círculos vigilando el bosque desde arriba.
(Fin de escena)
Salen de la escena: Benaldamat, Denelloth, Eben, Ferrim, Girion, Norion, Russef
La historia de Denelloth, Eben, Ferrim, Girion, Norion, Russef sigue en 18.4.1. Los Guardianes de Enila
Benaldamat reaparece en: 18.3.4. En las Quebradas (Anael, Ragi, Aeldric, Benaldamat)
Siguiente escena en lectura cronológica: 17.5.5. La Luz en el Oscurecimiento (Ragi)