Partida Rol por web

¡Ése será nuestro legado! Un legado que el tiempo convertirá en leyenda. El olvido no será nuestro destino. No nos rendiremos a la noche más oscura. Aunque a muchos nos ha alcanzado la vejez, lucharemos con la rabia de nuestros corazones y el fuego de nuestras almas en la caída de la noche, enfurecidos contra  luz que se muere. Pasarán los años, y a los jóvenes les contarán cómo luchamos sus antepasados. Cómo vivimos en esta tierra. Cómo dimos la vida por esta causa.

 

Una solitaria hoguera iluminaba la oscuridad. Un hombre encapuchado miraba el fuego en silencio. Junto a él, un lobo tumbado en el frío suelo disfrutando del calor de las llamas. Alrededor las sombras eran profundas. Pero él estaba en calma. Conocía los bosques, y los sonidos de la Naturaleza. El vaivén de las ramas, el crujir de la escarcha, el ulular del viento… El hombre echó algo más de leña al fuego, y frotaba sus manos entumecidas lentamente.

De repente, se detuvo un instante y luego siguió. Había notado algo. Un ruido o un silencio que por un momento había el roto el frágil equilibrio del entorno. No era algo concreto, pero su instinto le había avisado antes incluso que el del animal que seguía tranquilo a sus pies.

No estaba solo.

Benaldamat se acercó con cuidado al lugar y se sentó en un tronco enfrente del hombre encapuchado, al otro lado del fuego. Había visitado el Mundo de Irmo lo suficiente como para comprender que se trataba de una visión. Y que en este mundo onírico, las visiones tenían sus normas no escritas. Cuando vio el lugar para sentarse, supo que tenía que hacerlo. Todo tenía un significado, y él necesitaba asimilarlo.

Una vez sentado, Benaldamat observó al hombre al otro lado del fuego. Su rostro seguía oculto por la capucha, y miraba al fuego sin alzar la vista. No hubo cambio en su actitud ante la presencia del recién llegado.

Los acontecimientos se suceden más rápido de lo que Benaldamat desearía, pero el tiempo apremia. La “Oscuridad” no va a conceder tiempo para descansar.

Sentado en el tronco observa al lobo junto al hombre encapuchado. Su camino siempre estuvo ligado de alguna forma a los lobos. Thelran, su amigo el lobo blanco “nimdraug” estuvo a su lado en todo momento, lobos han guiado visiones anteriores del Guardián, la hermandad del lobo, los compañeros Faradrim Aran de Nimdraug estaban junto al Guerrero Onírico en el desenlace final de su persecución, y ahora un hombre encapuchado junto a un lobo. No es el lobo blanco de Thelran, pero sus pensamientos no pueden separarse de su amigo desaparecido…

Benaldamat desliza su mirada del lobo al hombre encapuchado, se siente reconfortado por su presencia, pero es inevitable la pregunta. Hunde la mano en la tierra y coge un puñado, buscando su calidez... La deja escapar entre los dedos como el tiempo que se agota, el tiempo que siente que se le escapa, el tiempo para rescatar a Enila, el tiempo para buscar a su amigo...

- ¿Dónde está Nimdraug?

Benaldamat busca la mirada del encapuchado, deseando y temiendo una respuesta.

No se inmutó ante la pregunta de Benaldamat. No alzó la vista del fuego. Pero algo en él cambió. Su postura se tensó, y parecía agachar la cabeza aún más. Era como si su figura se encogiese ante el peso de las consecuencias de la palabra pronunciada. Una pregunta aparantemente sencilla pero llena de matices difíciles de asimilar.

-¿A quién te refieres por Nimdraug? ¿Es al lobo a quién buscas, o a tu amigo? ¿O a ambos? Tal vez ya no los distingas. A mí me pasa. Ambos están presentes aquí, y en cierto modo son ya inseparables. El hombre y el mito se funden en un solo ser con forma de lobo. Me preguntas dónde está. Pues está … aquí. Con todo lo que eso conlleva. Nunca abandonará este lugar, ya que aquí mora el espíritu del Lobo Blanco, aunque él no lo sabe aún.

Consciente de que sus respuestas no hacían más que suscitar nuevas preguntas, el hombre encapuchado continuó: -Me temo que buscas una respuesta que tu corazón no anhela hallar aún. Nimdraug vivirá en tu recuerdo, y aquí. Para siempre. Pero desde este lugar no podemos dar un más hacia la respuesta.

El hombre se quedó en silencio. -¿Por qué la niña?, dijo de repente. Su voz era ahora áspera y ronca. La escuchaba algo diferente en la visión, pero el corazón de Benaldamat dio un vuelco. La voz del hombre le recordaba mucho a la de Thelran, pero más mayor. Tenía matices de Haldamir también, aunque no era la de ninguno de los dos.

El corazón de Benaldamat late con fuerza, dando puñetazos en su pecho. Está desconcertado ante la respuesta de Nimdraug, aunque está cambiado... Al escuchar su pregunta se sorprende, pero nota el matiz diferente de su voz. Thelran, Haldamir y el lobo blanco, todos aquí, todos juntos pero... ¿y el lobo gris?

El Guardián busca los ojos de nimdraug, buscando reconocerlo.

- Tú estabas allí cuando nos encontraste, y lo sentiste. Sentiste desde el primer momento que era especial, cuando viste sus ojos, cuando ella te habló.  - Benaldamat se emociona ante aquel recuerdo, el momento en que si saberlo encontró a un amigo con el que compartiría su camino- Ella es la heredera de un don que pocos poseen. Ella es bondad, perdonó lo imperdonable, me perdonó a mí. Ella es vida para esta Tierra, y solo en ella puedo encontrar el camino para traer la gracia de Yavanna de nuevo. Cuando decidí una vida mortal, ella se convirtió en mi camino. Nimdraug, ella es la esperanza para comenzar a sanar el daño que ha hecho la oscuridad...

El Guardian coge un puñado de tierra del suelo, a su mente se agolpan ideas sobre Nimdraug que quiere deshechar. Deja caer la tierra entre sus dedos para reconfortarse como otrora hiciera delante de su amigo cuando la tensión lo invadiera.

- Nimdraug, te necesito a mi lado. Necesito a mi amigo, a mi maestro, a mi compañero de batalla, a mi hermano de sangre... Vuelve.

El hombre encapuchado contempló el fuego de la hoguera buscando en las llamas el recuerdo de la niña de la que hablaba Benaldamat.

Sus ojos reflejaban ahora el brillo del fuego, y Benaldamat reconoció esos ojos. Eran los de Thelran, tenían que serlo. Aunque esa fugaz esperanza o anhelo de volver a ver a su amigo se apagó súbitamente y la sombra cayó en el rostro del hombre.

-La noche está llegando. Pero lucharemos con el fuego de nuestras almas contra esta oscuridad. Lo hice desde que partí de mi hogar, y lo seguí haciendo cada día, hasta mi último aliento. Ése ere mi camino, nunca hubo otro para mí. Ninguna esperanza para mí, ni para mi tierra. Pero nunca cesé en mi lucha.

Vio cómo Benaldamat tomó tierra en su mano, y cómo la dejó caer entre sus dedos. Era tierra fría y endurecida por los crueles inviernos del Norte. Pero incuso así, albergaba vida.

-No voy a poder ayudarte esta vez, amigo. Juré protegerla, y tan sólo la muerte me puede liberar de un juramento así... Has de hacerlo sin mí. Lucha con furia y con rabia. No te rindas. ¡Sálvala! Por los que no estamos. Por aquello que fuimos. Por esa esperanza que nunca fue para mí. Por el futuro que le pertenece a ella. Por nuestro legado. Por tu camino, que siempre ha ido unido al de ella. ¡Sálvala!

Benaldamat se levantó y dio unos pocos pasos hacia Nimdraug. De repente se paró como si un paso más fuera a desvanecer la visión. Entornó los ojos mientras miraba a su amigo.

- Lo haré, tu camino no acaba aquí. Seguirá y tu descendencia disfrutará de la paz que te fue negada, gracias a tu esfuerzo. Conocerán las hazañas de su padre, y sabrán el héroe que eres. Nos veremos, amigo...

amigo...

La visión se desvanecía de forma irremediable dando paso a una oscuridad impenetrable. Así eran las cosas en el Reino de Irmo. Escasas eran  las certezas y vagas las respuestas que uno hallaba, y a menudo éstas suscitaban más preguntas.

Irmo es el Señor de los Sueños, de las Visiones y de los Anhelos...

Una voz sonaba en la oscuridad, recordando palabras que le eran familiares al Guerrero Onírico.

Se le conoce también como Lorien, en honor a los jardines donde habita en Valinor. Junto a su hermano Namo, son los Señores de los Espíritus, los Fëanturi...

Y Benaldamat reconoció aquella voz, y ésta resonaba en su espíritu mientras la visión le transportaba a la sede de la Logia, a Cuiviemar. Era la voz de Nestador...

-Irmo no actúa de forma abierta, pues invisible es su poder y sutil su influencia. Es así incluso para los Sabios. No acudimos a él para que nos ayude a vencer en una contienda de armas. No es ése el don que nos concede. Suya es la esperanza cuando la Oscuridad se cierne sobre los hijos de Ilúvatar, cuando el Sol se apaga y la noche parece eterna. A él acudimos para buscar la inspiración, el deseo y la esperanza en los corazones de los que luchamos contra el Mal.

Las palabras del Gran Señor de la Logia del Despertar resonaban en el espíritu dolido y triste de Bendaldamat. La voz de Nestador era melodiosa y llena de armonía, e hizo que se disiparan los miedos y las dudas.

-Largo tiempo hace de tu partida de Cuiviemar, y aún largo es la senda que has de recorrer para regresar a casa. Pues volverás, hermano Benaldamat. Lo harás convertido en el Guerrero que estás destinado a ser desde tu nacimiento. Porque fuiste marcado para grandes cosas, según los designios de Irmo. Regresarás y de un modo u otro tu fëa retornará a nosotros.

La figura del noldo de Valinor brillaba con tal intensidad en la visión que resultaba difícil distinguir los detalles y la forma. 

Alzó su mano para tocar al Guerrero Onírico, pero éste no sintió el tacto.

-La senda de Olortië te ha conducido a dos misterios. Uno es la niña que ya es parte de tu espíritu de forma irremediable. Su destino y el tuyo ahora son el mismo. El otro misterio es el desenlace de una profecía antigua. He visto renacer un Mal que vencimos en Eregion, y que pensamos derrotado para siempre. Pero aquel Círculo se quedó sin cerrar, y ahora el mundo se enfrenta a un desenlace incierto. La profecía tiene dos lecturas opuestas. La Luz o la Oscuridad. Nunca son certezas lo que se dan en una profecía, sino una visión difusa de algo que va a ocurrir. Lucha por aquello en lo que crees, e Irmo te acompañará. No dees que te pese en el corazón esa incertidumbre, y prepárate para el desafío del Guerrero Onírico.

Benaldamat al ver al Gran Nestador, inmediatamente clava una rodilla en el suelo, agacha su cabeza y pone su Klavir a los pies del Señor de la Logia. En esa postura escucha sus palabras, como van calando en lo mas profundo de su alma. Nota como la fuerza del Gran Señor le va llenando con la fuerza de un torrente, como una gran ola que recorre todo su cuerpo. Cuando dice sus últimas palabras, Benaldamat se da cuenta de que son varios los frentes que se abren en su camino. De repente una pregunta empuja con fuerza por salir de su garganta, y tras un breve silencio...

- Gran Señor Nestador, siempre he sentido la fuerza de Cuiviemar a mi lado, la fuerza de Yavanna e Irmo que me han empujado a lo largo de mi camino, e incluso encontré un amigo que sangró conmigo y por mí, pero él no está a mi lado, y simultáneamente he llegado a un punto en que he de seguir dos sendas, y no se como poder acometer las dos, sigo sintiendo la fuerza que me empuja pero no se hacia donde y ni siquiera sé como debo canalizarla.

Enila está unida a mí no sé de qué modo. Ella es bondad, no desea nada para sí. Ella es luz, es fuerza y debo luchar por ella. No sé de qué modo, pero todo mi ser me dice que ella será clave en la derrota de un gran mal, y debo estar a su lado. Pero ahora no puedo llegar a ella allí donde está, no sé con exactitud como protegerla y si llegado el momento podré hacerlo. La senda del Olortië aún guarda muchos secretos para mí que no puedo desvelar, y por primera vez siento que el tiempo corre en contra de mi camino...

Y por otro lado se abre una nueva senda, la profecía. 

Benaldamat alza la cabeza y mira por primera vez al Gran Nestador a los ojos.

- Señor Nestador, por primera vez me siento como... "perdido".

-La senda de la Profecía y la de la Niña conducen a tu espíritu al mismo lugar, hermano Benaldamat, dijo la voz de Nestador. –Las dos sendas llevan al mismo lugar, al monolito en medio de un claro en el bosque ancestral. Lo he visto en las llamas de la Sede de la Logia.

Y una extraña imagen se formó ante los ojos de Benaldamat. Un gran bloque de piedra, y un claro en el bosque. No pudo distinguir los detalles, pero pudo sentir un gran poder emanar de aquel monolito.

-La Reina de la Tierra nos dio un propósito, una meta concreta aunque lejana para la senda larga y dura. Yavanna es el principio y el fin de nuestro camino onírico, de la Senda Olortië. Somos siervos de Irmo pero hijos predilectos de Yavanna. Ahora el Mal intenta usar fuerzas como la sagrada piedra para corromper y mancillar la tierra, y para invocar seres oscuros. Un grupo de personas de buen corazón tratan de evitarlo, y al mismo tiempo salvar a la niña. Te necesitan, Benaldamat. Ella te necesita. Déjame guiarte, déjanos guiarte.

Había llegado la hora. Preparado o no, Benaldamat tenía que dar el siguiente paso en el misterio de Olortië. Un paso que le permitiría proyectarse desde el Mundo de Irmo hasta el mundo físico.

Al oír por segunda la palabra "hermano" de la boca del Gran Maestro Nestador, a Benaldamat le recorrió un escalofrío desde la base de la columna que le recorrió todo el cuerpo. Como una corriente que le recorriera todo el cuerpo tensando sus músculos hasta el límite. En silencio, escuchaba los secretos que el Gran Maestro de la Logia revelaba a Benaldamat, sintió como el mismísimo Irmo estaba allí consintiendo tal revelación. Un nuevo misterio del Olortië le ha sido revelado. Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad...

- Mi camino será mi vida, mis hermanos seréis mi guía, mi espada será la ira de Irmo, Enila será mi compañera y juntos serviremos a la luz de nuestra Gran Madre. No fallaré, no os fallaré, no le fallaré a Ella, porque la fuerza de la Niebla Eterna está conmigo, todos los hermanos estáis conmigo...

Benaldamat se detiene de pronto ante la magnitud de la frase, y se da cuenta de la grandeza de la misma y duda de si tendría derecho siquiera a pronunciarla. Mira al Señor Nestador a los ojos con expresión de perdón, para recomponerse inmediatamente...

- La traeré conmigo de vuelta a la Niebla Eterna.

Benaldamat se pone en pie, se cuadra ante su Señor y hace un saludo con la espada llevándosela a la frente agradeciendole el honor del momento que le ha dedicado...

Lentamente, la visión se desvanecía. Pero Benaldamat no regresó a su cuerpo mortal. Esta vez no, pues la hora estaba próxima. De un negro inescudriñable pasó a ver una multitud de visiones que se solapaban en un instante eterno. Lugares lejanos, algunos conocidos como Shrel Kain o la Puerta Negra. Otros que nunca los había visto en sus largos viajes. Y en todos ellos vio la luz retroceder y una sombra extenderse. Ya lo había vivido antes.

Era el Oscurecimiento. El Astquelion. El eclipse solar. Lo había vivido en la Ciudad de Reyes, y ahora volvió a ver el Sol era devorado por la luna. Recordó brevemente las enseñanzas de Dashiz y del Culto de Ladnoca. Recordó las batallas y las despedidas, las victorias y las derrotas. Recordó a Malaakh, y a Din Ohtar. Recordó las runas inscritas en su klavir, y recordó de algún modo inexplicable las que nunca escribió, y las otras que estaban por hacer. Pues en el Reino de Irmo, el tiempo y el espacio se doblaban a voluntad del Señor de los Sueños y de las Esperanzas.

Entonces lo comprendió. A un nivel de comprensión mística imposible de poner en palabras, ya que resonaba en la propia esencia de Arda, en los Círculos que unían la Vida, el Tiempo, el Ser, los Poderes y los Destinos de todos. Y vio de nuevo aquel monolito que le había enseñado Nestador, y el sol apagarse en el lugar.

Benaldamat se dirigía al desenlace de nuevo en la hora de Astquelion. El grupo liderado por Denelloth estaba llegando, y el sol se estaba oscureciendo. El fëa del Guerrero Onírico iba a libar una batalla en un tiempo que no le correspondía a su fana. Tal era el poder de Irmo, ahora revelado en el Olortië a su fiel siervo.

Y entonces escuchó una voz. Era la de Denelloth. Resonaba en aquella eternidad, y le convocaba:

Benaldamat. El momento ha llegado. He aquí el foco de poder maligno, el monolito, que nos amenaza a todos. Precisamos tu ayuda, Benaldamat. El enemigo oscurece el cielo y nuestras almas sufren. Ven a nosotros, Guardián. Ven a nosotros, ven a nosotros...