Partida Rol por web

Tarosh miraba a Sir, y luego apartó la vista para contestarle a Aeldric, aunque no sin antes buscar alguna señal de Finduilas. No obstante, la hechicera no le dedicó ninguna, así que el joven aprendiz se encogió de hombros. -Los espejismos no son más que eso. Ilusión para engañar a los sentidos. Así lo veo yo. No pueden ocultarnos de conjuros.

Sopesó el peligro actual, y añadió: -No debemos seguir por el camino. Pero cruzarlo o permanecer un tiempo corto no debería ser problema.

Finduilas estaba concentrada. Tal vez manipulaba las fuerzas arcanas que se movían alrededor de todos los seres vivos, pero que eran invisibles para la mayoría. O tal vez se aislaba de aquellos flujos de poder. Con ella, era imposible saberlo con certeza. Era de espíritu fuerte pero volátil, como una llama viva en una negra noche de ventisca que se resistía a apagarse. Ese fuego que ilumina pero en el que no se podía confiar, y que te quemaba si te acercabas demasiado a él.

-Tu Piedra... se la quedó el Montaraz para llevarla hasta el Monolito.

De nuevo, Finduilas se hallaba hablándole a la niña como si fuera un adulto, o incluso un igual. La hechicera comprendía más de los poderes de Sir que ninguna otra persona, a excepción tal vez de Ayla. -Desconozco los detalles, pero he visto algo que te pueda guiar. ¿Un búho?

Finduilas meditaba sobre lo que ella misma acababa de decir. En efecto, sus ojos que a menudo veían más allá, habían visto aquella forma en las visiones. Pero no entendía el significado.

-Sí, contestó la niña. Sus dedos ya tocaban el suelo, y abrió los ojos. -Un búho... En su hogar podré encontrar la piedra.

Entonces miró al norte. En el horizonte se podían ver montículos redondeados. -Allí. Ése será mi destino ahora. Para escapar de la Oscuridad que amenaza a Sil Auressë, he de adentrarme en otra distinta y más antigua.

El elfo asimiló la respuesta de Tarosh y siguió la dirección en la que señalaba Sir para ver su próximo objetivo. Parecía lejano, pero al menos el destino estaba claro. Por suerte sabemos donde ir...creo. ¿Qué poder ocultará esta niña?

Anael miró hacia donde Sir indicaba que debían dirigirse. A lo lejos se entreveían varias lomas  romas. El hombre no dijo nada, solo se limitó a asentir. 

Luego llevó a la niña de vuelta a la camilla, la tumbó con facilidad, debido al liviano peso de la misma y le puso la manta encima para que no se enfriara. Sin saber porque Anael sonrió a la pequeña un instante, algo que no solía hacer, pero parecía comprender lo que estaba sufriendo la pobre niña siendo tan pequeña.

Tras recoger el arco y la flecha Anael volvió a su lugar en el grupo y se preparó para seguir la marcha.

El joven explorador se preguntó, cuando hablaron de los monolitos, si serían los mismos que habían ido a vigilar poco antes de que comenzara el ataque.

Era una zona, sin duda, peligrosa y había perdido allí la noción del tiempo antes de conseguir encontrar un camino hacia la ciudad.

Tomó la camilla y siguió pensando en ello.

La mirada de todos se dirigía al norte, hacia la dirección que había indicado la niña. Y entonces un escalofrío les recorrió la espalda. En aquella dirección se hallaban las Quebradas de los Túmulos, las sagradas colinas redondeadas coronadas con las piedras que marcaban el último lugar de descanso de los señores de los Edain desde la Primera Edad. Durante los terribles años de la Gran Plaga en la década anterior, una hueste de espectros tumularios había invadido aquellas tumba, y ahora los lugareños conocían el lugar como Tyrn Gorthad... Y lo temían e intentaban no acercarse allí, y menos de noche.

Ragi había oído los consejos al respecto, y se sabía que los tumularios eran poderosos pero solo durante la noche, y en las proximidades de las tumbas. Rara vez se aventuraban fuera de aquel lugar.

Finduilas miró al norte. –No entraré en las Quebradas de Tyrn Gorthad. Ni en vida ni tras mi muerte. Ésa fue mi elección, y mi sino.

Por derecho de sangre, le podía haber correspondido un lugar de descanso junto a los antepasados y a los grandes reyes de los dúnedain en las sagradas tumbas. No obstante, ella había elegido un camino más solitario y más oscuros años atrás.

Ella se acercó a Sir, y se inclinó hasta casi tocar el suelo con la rodilla para hablar con la pequeña. Fue algo insólito, pues ella era orgullosa y descendiente de reyes, y de un carácter fuerte e indomable. –Has de seguir tu camino, por elección propia. Desde hace un tiempo veo un futuro para ti. En un lugar lleno de hielo y de nieve, donde un mar gélido baña los escarpados acantilados de una montaña llena de runas que resuenan con la sabiduría de las edades. Te veo allí, Enila. Dentro de muchos años, cuando muchos otros que ahora te rodean ya no estaremos en este mundo. Ese futuro es tuyo. Te pertenece por derecho, y por la fuerza de tu espíritu. En tus manos está. Pero para llegar hasta allí, hasta ese lugar, has de luchar y has de sufrir. Tendrás que tomar decisiones difíciles, incluso hacerte enemigos por el camino. Y mantener en todo momento vivo el fuego que arde en tu interior.

Su mano se acercó al pecho de la niña mientras le hablaba. –Por el camino, te ayudarán compañeros como los que tienes aquí ahora, y otros que han velado por ti antes y lo seguirán haciendo, como el Portador de la Piedra. Incluso algunos que aún no has conocido. Todos ellos te ayudarán, pero no caminarán por ti. Y llegado el momento, tendrás que decirles adiós y no será fácil. El mayor peligro está en ti misma, en tu propia debilidad. Y si finalmente reclamas ese futuro que yo he visto, solo entonces debes echar la mirada atrás y ver todo el camino recorrido, todo el sacrificio que has hecho y han hecho otros.

Se levantó con cuidado, y respiró aliviado, como si un gran peso hubiera desaparecido de repente de sus hombros. Finduilas poseía el don de la Visión de Oesternesse, la visión verdadera de algunos descendientes de Númenor que le permitían discernir el destino de los hombres.

Miró a los demás presentes. –Aquí se separan nuestros caminos. Yo iré al lugar donde se originó la maldición que ahora azota aquellas colinas sagradas a las que os dirigís. Iré a Faelond, que hasta hace poco era un lugar de meditación y de conocimiento. Ahora sus salones son poco más que ruinas vacías. Los anamartar se han marchado de Cardolan. Salvo uno…

Por un momento, Finduilas parecía quedarse absorta en algún pensamiento. Sonrió, y siguió hablando. –Tal vez yo pueda averiguar algo más allí. Los que vayáis a seguir la senda de la niña, hacedlo por vuestra propia voluntad. En ese libre albedrío está el poder de forjar  vuestro destino.

En su interior, ella ya sabía que al menos tres del grupo iban a seguir a Sir.

El elfo miraba a Sir mientras hablaba. -No me queda nada que hacer ya en Sil Auressë...no ahora que creo que ya no existe. Dije que mi deber era para con la dama de la Luz y esta misión, la misión de proteger a Sir, es mi manera de servirla. Seguiré adelante haya males esperando o no.

Por último el elfo miró a Finduilas. -Ten cuidado allá donde vayas, y que tus acciones ayuden al plan de la dama de la Luz.

-Yo voy a acompañar a Sir-dijo Ragi mirando con cariño a la niña-. Es mi deber estar a su lado y protegerla en lo que pueda.

El joven explorador aún recordaba como, por culpa de la misión que le encomendarán, no había podido ayudar a la niña en el momento de la primera incursión. No volvería a dejarla sola...

Anael, miro a los que hablaban hasta que solo quedó él por pronunciarse al respecto. Su duda erá tremenda y su mente bullía entre dos posibilidades que chocaban frontalmente.

Por un lado sabía que Sir necesitaba ayuda, que aunque sus compañeros eran duchos en muchas artes y harían lo máximo por protegerla, si alguien de los que estaba les dejaba la perdida era mayúscula, como lo era perder a la dama Finduilas.

Por otro lado estaba su misión, lo que le había llevado a Sil Auressë, que más que un trabajo era un sentimiento, la protección de Girion, hijo de Gildur.

Pero si bien había cuidado de él cuando era pequeño, Girion había demostrado últimametne que era capaz de cuidarse de sí mismo. Si alguien estaba a su lado para protegerlo loq ue hacía es debilitar su posición y mermar su crecimiento.

Sí, era hora de dar un paso al lado y centrarse en esta niña desvalida. Ya volvería a Tharbad o a Sil Auressë a ver cómo había crecido su amigo Girion. De hecho el propio Gildur le había pedido que acompañase a la niña y pa protegiese. Ya había emprendido una nueva misión y no debía abandonar a su nueva protegida.

-Sigamos -dijo escuetamente, mientras asentía levemente con la cabeza y miraba las cpolinas que escondían aquellos peligros que Finduilas había narrado.

Cuando habían logrado huir de la guerra y de la devastación que amenazaba Sil Auressë, el grupo encargado de proteger a Sir se dividió en el Camino Rojo. La Dama Finduilas se iba a separar del resto. Su destino le guiaba a una dirección diferente. Así estaba escrito.

-La Dama de Dol Caladir no irá sola, dijo el joven aprendiz. Había estado callado un largo tiempo, meditando sobre la situación. Le unía una amistad a Ragi y a Sir, pero con Ayla había iniciado un camino de conocimiento de las artes arcanas. Y después de la marcha de ella hacia un destino desconocido en el Este, había sido Finduilas quien había seguido con su instrucción. Tan diferentes como el día y la noche, las dos hechiceras eran poderosas. Finduilas era irascible e imprevisible, pero a su lado Tarosh había visto y había sentido el poder latente de la Esencia que aún permanecía en el Norte. Un poder que él necesitaba para luchar contra la oscuridad, aunque fuera desde la propia oscuridad. Además, creía firmemente que podía ser de ayuda para ella. –Yo compartiré su camino, y por lo tanto el mío se separa ahora del vuestro. Tomad, os dejo raciones de las que cogí del castillo antes de partir. Buscaré más en alguna aldea o posada en el camino. Espero volver a veros.

Ya estaba todo dicho, y no querían permanecer más tiempo de lo estrictamente necesario en el camino con Sir. Ella seguía siendo el objetivo de las fuerzas oscuras, y ahora se dirigían hacia el norte. Les esperaba un nuevo trayecto por las quebradas hasta llegar a las colinas que albergaban las tumbas de los antepasados de los hombres de Oesternesse. El lugar exacto que buscaban solo lo conocía Sir, y al parecer ella tampoco lo sabía con precisión.

El elfo encabezaba la marcha dirección a su destino. Notaba el silencio y quería romperlo, apenas tuvo tiempo en los días pasados de conocer a sus camaradas de combate...tal vez fuese el momento.

- Se que nos conocimos hace unos pocos días pero creo que deberíamos saber un poco más los unos de los otros si esto se va a alargar, contadme un poco más sobre vosotros. Ragi, ¿cómo llegaste a conocer a Sir y a la dama de la Luz?

Anael, viendo que Tarosh prefería irse con la dama Finduilas, guardó el arco y la flecha y se puso él en el otro extremo de la camilla. Haciendo una leve inclinación con la cabeza se despidió de Tarosh y luego comenzó a caminar hacia donde Sir había dicho.

Ante la pregunta de Aeldric Anael le miró de soslayo y continuó callado. LA verdad es que nunca había contado a nadie que no fuera de su círculo intimo de dos personas nada de su pasado.

Ragi asintió ante las palabras de Tarosh y le deseó un buen viaje, esperaba verle en un futuro en mejores circunstancias.

Cuando el elfo le preguntó no sabía si debía contarlo todo pero, en cualquier caso, tampoco había secretos que guardar.

- No es una historia muy divertida pero es la mía-comenzó a decir pensando en por donde empezar-. Trabajaba en Tharbad haciendo algunos recados para Danroth, un amigo de mi tío. Posteriormente conocí a la dama Ayla y mí tio me encargó acompañar a Sir a Sil Auressë donde podría formarme para mejorar mis habilidades y, quizá, mi comportamiento. De todas formas, te recuerdo de la ciudad, formabas una equipo singular con el enano Nurg. En la academia se hablaba de ello poco antes de que me enviaran a la primera misión de expedición y quedará atrapado lejos de mi protegida.

Parecía que había pasado mucho tiempo desde allí aunque no había sido hacia tanto.

El elfo asintió ante las palabras de Ragi. - Es posible Ragi que me hayas visto por la ciudad...pero muy pocas veces me he paseado por sus calles. Mi deber era defender y salvaguardar el camino de los errantes. No obstante, también me ausenté para aclarar mi mente, saber qué papel era el mío....terminar mi entrenamiento.- El elfo bajó la mirada en señal de tristeza y arrepentimiento. - Ojalá no me hubiera ausentado ni en ese momento ni tanto tiempo...- Aeldric miró a Sir y le dedicó una sonrisa Aún puedo remediar mis errores.

El elfo miró de refilón a Anael y comenzó a hablar. - No puedo esperar de ti muchas palabras Anael, siento tu recelo a hablar sobre ti, más que Ragi. Sin embargo Ragi ha optado por confiar en mí y contarme un poco de su historia...ya sea porque hemos combatido un par de veces juntos o porque le inspiro algo de confianza. No te pido que me cuentes toda tu vida, tampoco me interesa, solo quiero saber cómo has acabado en este grupo puesto que es lo que tenemos en común los tres. Además, repito, el viaje va a ser largo y seguramente tengamos que proteger nuestras espaldas....creo que merecemos conocernos mejor por el hecho de tener que luchar codo con codo.

Comenzaron a caminar de nuevo, y mientras lo hacían comentaban por encima el camino que les había llevado hasta aquí. Aeldric había llegado a Sil Auressë de la mano de Ayla, como muchos otros. Primero se había dado a conocer como compañero del enano Nurg. Luego con la marcha del guerrero naugrim y sobre todo la de Ayla, Aeldric había asumido la tarea de proteger las sendas secretas que usaban los elfos para ir a los Puertos Grises y al Oeste.

Ragi era de Tharbad, y había viajado a Sil Auressë acompañando precisamente a Sir. Se lo pidió Danroth, pero no le dijo entonces nada sobre la importancia de la niña. Seguramente para protegerla a ella, y a él.

Anael era sin duda el más callado de los tres que acompañaban a Sir. Seguía al grupo porque así se lo había pedido Gildûr en la reunión del castillo de Sil Auressë, y lo iba a hacer hasta el final.

Salen de la escena: Ragi, Anael, Aeldric
Siguen en: 18.3.4. En las Quebradas (Ragi, Anael, Aeldric, Benaldamat)

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